Vulnerabilidad que contagia

    El escenario se caracteriza por una fuerte resistencia al cambio típica de
    la gerontocracia que impide reformar contextos y estructuras. Mientras la recaudación
    tributaria baja a la mitad del gasto público, los viejos legisladores se aferran
    a un recurso agotado: emiten bonos, o sea deuda. Por su parte, la deflación
    y el estancamiento deterioran las carteras crediticias tan rápido como las desactivan
    los bancos. No obstante, Japón, que de él hablamos, seguirá siendo la segunda
    economía del mundo tercera, si se cuenta la Unión Europea 20 años más. Pero,
    si no cambia, no volverá a ser una de las tres locomotoras globales, suerte
    que ya ha corrido Alemania y puede correr Estados Unidos. Tokio y Berlín dependen
    del consumidor estadounidense, el mismo cuya confianza en la economía sigue
    cediendo, señala un informe de Goldman Sachs Asia. Objetivamente, la falta
    de vivienda y el déficit en atención médica para la clase pasiva son oportunidades.
    Pero la bancada parlamentaria del partido demoliberal, oficialismo desde 1947-8,
    contiene demasiados personajes mayores de 70 años. Para ellos, las cosas nunca
    han estado mejor, porque siguen comparándolas con las de los años 30, 40 y
    50. Esa renuencia a hacer reformas pesó mucho en las tres principales agencias
    calificadoras de riesgos que, hace pocos meses, redujeron las notas crediticias
    japonesas a chatarra. Fue algo exagerado pero, de todos modos, no impresionó
    mucho en el Imperio del Sol Naciente, cuya deuda pública representará 140% del
    producto bruto interno (PBI) al cabo del ejercicio fiscal 2002, que cierra el
    31 de marzo. A pesar de estos datos, la bolsa de Tokio se muestra débil a causa
    de Wall Street. Y Japón importa deflación de China, porque su fuerza laboral
    gana un vigésimo de la nipona. Por supuesto, esto empujará el desempleo oficial
    de 5,5% en 2002 a 6% este año, nivel casi inédito desde 1933. En cuanto a la
    desocupación real, orilla 8,5% y rivaliza con la UE. En ese clima, Mikihiro
    Matsuoka (Deutsche Securities) y Kenneth Courtis (GSA) se cuentan entre el creciente
    número de analistas que se dedican más a China que a Japón. Así y todo, tampoco
    pueden despegarse de la realidad inmediata. Los morosos e incobrables están
    paralizando el sistema financiero en un grado no sufrido por economías centrales
    desde 1929-32 señala Courtis. ¿Alguien se acuerda de Tailandia, Malasia y
    Filipinas en 1997? Al implosionar arrastraron a Rusia y sacudieron a los mercados
    principales. La economía japonesa es 30 veces mayor que esas tres juntas.

    ¿Deflación vía deudas?

    Las advertencias sobre un crac en Tokio datan de hace tanto que, hoy, muy
    pocos se ocupan del tema. Pero esta economía está ahora a punto de cambiar para
    peor, impresión común a consultores privados y técnicos de entes multilaterales.
    Sin la menor duda, una crisis en Japón daría el golpe de gracia a una economía
    global ya muy endeble. Quizá no sea otra Argentina pero, al empezar el año fiscal
    2003 (abril), se verá muy vulnerable a cualquier impacto exógeno. Tras 12 años
    con el PBI creciendo menos de 1,4% anual a precios constantes, el Gobierno tiene
    escasísimo margen de maniobra. Máxime porque tampoco ha sido capaz, desde 1998,
    de quebrar lo que el Fondo Monetario Internacional o el Banco Asiático de Desarrollo
    definen como deflación vía deudas. Afectadas por caída de las cotizaciones
    y de los precios e ingresos, empresas y personas no pueden pagar deudas, entran
    en bancarrota o malvenden activos. Los ceses de pagos agudizan la baja de precios,
    contraen el crédito y llevan a otra ola de quebrantos. Ninguna economía industrial,
    después de la Segunda Guerra, ha sufrido ciclos más intensos y duraderos que
    la japonesa. El fenómeno erosiona el capital de los bancos y los impulsa a eludir
    una quiebra formal disimulando carteras incobrables, mientras reducen al mínimo
    los nuevos préstamos. El consiguiente ahogo crediticio agrava los descensos
    en demanda y precios, aparte de elevar el monto de carteras desactivadas, que
    se estiman ya en más de un billón de dólares (millón de millones). Con semejante
    agobio, por rico que sea un país acaba quedándose sin fondos, ya que aun los
    ahorristas más conservadores sacan su dinero de bancos que no inspiran confianza.
    En 1997-8, cuando algunos economistas empezaron a preocuparse, Japón estaba
    lejos del extremo actual. En septiembre, la deflación vía deuda era una realidad.
    Más y más inversores externos comenzaban a sacar fondos del sistema. El gobierno,
    sobreendeudado, ya no podía prevenir corridas inyectando liquidez a los bancos
    y la bolsa sin generar pánico en el mercado de bonos al mismo tiempo. Cualquier
    shock desde afuera haría pedazos el sistema. El golpe vino bajo la forma de
    una larga declinación en varias bolsas grandes, estancamiento y menores importaciones
    en Estados Unidos. Los efectos sobre la banca japonesa iban a ser deletéreos,
    una vez cerradas las cuentas de 2002 en marzo. El 19 de septiembre, el Banco
    de Japón (equivalente al Banco Central) anunció que les compraría acciones directamente
    a los bancos privados a fin de provocar alguna reacción en el Gobierno. La entidad
    creía que una implosión controlada del sistema era preferible a un colapso
    liso y llano.

    Cambios en plena tormenta

    En medio de la tempestad, el primer ministro Junichiro Koizumo hizo cambios
    en el gabinete. El desacreditado Hakuo Yenagisawa fue reemplazado por Heizo
    Takenaka en la cartera de Servicios Financieros. Éste ya era ministro de Economía
    (cargo que retiene) y el único reformista en el gobierno Koizumi. De inmediato,
    Takenaka reunió un grupo de banqueros privados duros y se comprometió a depurar
    el sistema mediante un programa que se presentaría antes del próximo ejercicio
    fiscal. Las acciones de bancos y empresas endeudadas se desplomaron y, en el
    bimestre octubre-noviembre, el índice bursátil Nikkei en yenes estuvo en mínimos
    desde hacía 20 años. Era lógico: el equipo Takenaka prevé el cierre de muchos
    bancos y la recapitalización forzosa de pasivos en el resto del sistema. La
    presencia de Takenaka como doble ministro apunta a reformas serias y profundas,
    por vez primera desde que en 1991 se pinchó la burbuja bursátil e inmobiliaria.
    Pero, si Takenaka sucumbe a las terribles presiones e intrigas en marcha, será
    inevitable una crisis terminal. De una forma u otra, a fines de enero las cartas
    estaban jugadas y era imposible desandar el camino. Ni el público, ni las empresas,
    ni los inversores externos dejarán su dinero en el sistema sabiendo que el Banco
    de Japón y Takenaka lo ven al borde del desastre. Aun si, al cabo del invierno
    boreal, Takenaka saca su plan de reformas drásticas, subsistirán riesgos de
    crisis. En particular, porque cerrar bancos y empresas insolventes generará
    más desempleo en el corto plazo y prolongará la deflación, que podrá mutar a
    una depresión en caso de que nada se haga. Por lo tanto, es preciso recrear
    simultáneamente un entorno macroeconómico que amortigüe los efectos negativos
    de la transición, para lo cual harán falta una agresiva expansión monetaria
    y un paquete de estímulos fiscales.

    El yen: futuros posibles

    No será tan fácil, temen bancas y firmas de valores occidentales no muy optimistas
    al respecto, pues el banco de Japón sostiene que la reforma financiera debiera
    preceder a cualquier plan expansivo. Esta misma falta de visión caracteriza
    al Ministerio de Hacienda, en cuanto a estímulos fiscales que impliquen menor
    recaudación. No extraña, pues, que Takenaka tenga problemas con la misma coalición
    (Banco Central, Hacienda, Superintendencia de Entidades Financieras) que ha
    estado demorando reformas durante cuatro años. ¿Cómo? Pasándose la pelota sin
    encarar acciones concretas ni admitir sus propios errores. De cualquier modo,
    si los estímulos macroeconómicos aparecen recién después de cerrarse bancos
    y empresas, será demasiado tarde. Habrá, en esa hipótesis, la misma liquidación
    de activos que ocurriría si la reforma no se hiciese o fracasara. También en
    ambos casos, el Gobierno intentará defender las cotizaciones de títulos pero,
    con un sistema financiero tan endeble, el presupuesto no resistirá. En suma,
    el ciclo deflación vía deuda desembocaría en depresión, crisis mediante. ¿Qué
    le sucedería entonces al yen? Caería rápidamente, el dólar podría remontar a
    más de 150 yenes arrancó este año a 118 y no llegaría al piso de los 80 (240
    yenes) sólo por su propia debilidad coyuntural. En ese marco, una crisis japonesa
    aceleraría las presiones antiglobalizadoras que crecen desde 1997-8 en el sudeste
    asiático, Latinoamérica y la misma Europa. Casi todos los países emergentes
    desde Corea del Sur hasta Brasil y periféricos (la Argentina, en especial)
    dirán justificadamente que, tras seguir las recetas del FMI o la ortodoxia monetaria,
    habrán sido golpeados por culpa de un país central que nunca las aplicó. Suponiendo,
    en cambio, el mejor escenario posible o sea, Takenaka libre de dar vuelta la
    economía y los bancos, se habrá extinguido el Japón que conocemos. Pero por
    los motivos correctos, reflexionaba hace poco Michael Mussa, ex funcionario
    del Fondo. En seis meses o menos, los precios inmobiliarios y la bolsa marcarían
    un piso, para ir repuntando después. Si, entretanto, el desempleo aumenta hasta
    cierto punto, significará que hay una reestructuración en marcha. A su vez,
    el yen bajaría menos y durante un lapso más breve. Luego de año o año y medio,
    el Gobierno podría empezar a revender los activos antes en problemas y devolver
    empresas estatizadas al sector privado. Esto facilitaría el equilibrio de cuentas
    y estimularía la demanda laboral. Innovaciones tecnológicas, recursos humanos
    y un ahorro interno que suman varios billones de dólares, desaprovechados a
    lo largo de 12 años, se pondrían al servicio del crecimiento real. Japón no
    volverá a expandirse como en 1949-70, pero seguramente no tendrá obstáculos
    para doblar el ritmo de los 90.

    Deflación y Banco Central

    Cabe rebobinar y detenerse en ciertas actitudes del Banco Central de Japón.
    Ya antes de que Takenaka asumiese Servicios Financieros, varios empresarios
    les relataban a analistas extranjeros las presiones ejercidas sobre ellos por
    el Central para que no apoyaran propuestas de reforma. No obstante, la deflación
    los desvelaba a ellos, al Gobierno y a Occidente, por sus nexos con el endeudamiento
    y los quebrantos sectoriales. El Banco sostenía y en parte sostiene que sus
    políticas eran adecuadas. Pero la realidad es otra: nadie fuera de la entidad
    cree que su gestión sea la correcta ni que lo haya sido en varios años. Ni la
    Reserva Federal, ni el FMI, ni Washington, ni un espectro de economistas que
    va del extremo neoclásico al neokeynesiano. Al contrario, dos o tres Nobel de
    Economía y Wall Street creen que el gobierno y los empresarios nipones deben
    oponerse activamente al Banco Central y obligarse a adoptar todas las medidas
    necesarias para acabar con la deflación, antes de caer en la depresión. Políticamente
    no sería difícil y, en cierto sentido, ya está ocurriendo: el Banco Central
    debe cumplir con su propia carta que prescribe estabilidad de precios. Como
    esto vale en ambas direcciones, y dado que los precios han estado contrayéndose
    durante los últimos cinco ejercicios fiscales, serán necesarios otros cinco
    de inflación y expansión monetaria para restaurar equilibrios. Observadores
    en Estados Unidos, la UE y Asia oriental están convencidos como se notó en
    Davos de que el Banco Central puede crear ese tipo de inflación, pues dispone
    de facultades e instrumentos adecuados. M

    MERCADO On Line
    le amplía la información:

    • “Japón parece dispuesto a combatir la deflación”.
    MERCADO, Noticias diarias, Mercados y finanzas, 21 de febrero de 2003.
    http://www.mercado.com.ar/mercado/
    vercanal_nota.asp?id=283729
    • “Recuperación de Japón depende de la exportación”.
    MERCADO, Noticias diarias, Mercados y finanzas, 20 de febrero de 2003.
    http://www.mercado.com.ar/mercado/
    vercanal_nota.asp?id=283354
    • “Japón: la banca Mizuho pierde US$ 16.000 millones,
    récord local”. MERCADO, Noticias diarias, Mercados y finanzas,
    24 de enero de 2003.
    http://www.mercado.com.ar/mercado/
    vercanal_nota.asp?id=279182
    • “Japón no se hará cargo de bancos en problemas”.
    MERCADO, Noticias diarias, Mercados y finanzas, 17 de diciembre de 2002.
    http://www.mercado.com.ar/mercado/
    vercanal_nota.asp?id=273574