El eclipse de los gurús

    Una frase que se le atribuye a John Maynard Keynes ha hecho historia: los hombres
    son esclavos de ideas formuladas por economistas muertos. No se podría
    decir exactamente lo mismo de los grandes creadores de teorías sobre
    la conducción de la empresa ya que, en su inmensa mayoria, están
    vivos. Sí en cambio, podría aventurarse que directivos y empresarios
    siguen apresados en la telaraña de conceptos que han fracasado en su
    aplicación, o bien han demostrado no ser tan potentes como se suponía.
    Siempre hubo “magos” de la gestión empresaria, comenzando por
    Frederick Taylor a principios del siglo XX, cuyas ideas centrales fueron adoptadas
    por Henry Ford para perfeccionar la cadena de producción en serie. La
    contrapartida de esta identificación obsesiva del operario con la máquina
    fue satirizada por Charles Chaplin en “Tiempos Modernos”. Pero en
    rigor de verdad, el proceso de sistematizar ideas sobre la organización
    empresaria –especialmente al principio en el campo industrial– surgió
    después de la Segunda Guerra Mundial, y su principal exponente fue Peter
    Drucker, un original pensador y excelente escritor con una cultura renacentista
    que le permite múltiples abordajes en sus provocadores ensayos.
    La verdadera dimensión del fenómeno que supuso la irrupción
    masiva de gurús con recetas fascinantes, todas distintas entre sí,
    y casi siempre contradictoria, tomó forma a finales de la década
    de los ’80 y principios de los ’90.
    Tal vez la aparición del gran éxito de Tom Peters, En busca de
    la excelencia, en 1992 marca el punto de inflexión en esta tendencia.
    Peters fue en contra de la corriente y advirtió que las empresas estadounidenses
    estaban en mejor forma de lo que se creía. Muchos de sus ejemplos entraron
    poco después en caída libre, pero ello no le impidió vender
    más libros y dar seminarios de un día con honorarios de US$ 60.000.
    Comenzaba un gran negocio que iba a ser alimentado no solamente por centenares
    de gurús que aparecían como moscas; también por las grandes
    editoriales que distribuían y vendían millones de títulos
    de una nueva clase de literatura: la de gestión empresaria. Tampoco quedaron
    afuera las grandes consultoras mundiales (semillero de gurús, por otra
    parte); ni las principales universidades y escuelas de negocios. Y mucho menos
    las revistas especializadas de economía y negocios en todo el mundo (MERCADO
    no fue la excepción: también se sumó a la ola expansiva,
    aunque con algo más de pudor que muchos de sus colegas).
    En la década pasada, la venta de libros con recetas empresarias llegó
    a sumar US$ 900 millones anuales, mientras la colocación de videos, audios,
    cursos y seminarios totalizó el doble. No hay una actividad académica
    o disciplina del conocimiento que haya desarrollado un negocio tan fabuloso,
    en el que sólo las empresas estadounidenses –sin contar a las del
    resto del mundo– llegaron a invertir, hasta hace pocos años, hasta
    US$ 20.000 millones anuales.
    Hubo tres circunstancias coincidentes que explican este auge: la necesidad de
    todas las empresas de reinventar sus negocios especialmente a partir de la incorporación
    masiva de tecnología; el fin del empleo como era conocido (ya ni los
    japoneses tienen empleo de por vida en una sola empresa); y, por último,
    los gobiernos impulsados por déficits crecientes y un estancamiento en
    el crecimiento económico, liquidaron el Estado industrial, privatizaron
    en masa, y buscaron métodos más eficaces de gestionar el sector
    público.
    Justo en ese momento aparece la teoría de la reingeniería. Una
    idea simple y acertada: la necesidad de redefinir todos los procesos productivos,
    de gestión, de marketing, de recursos humanos, para simplificar y lograr
    mayor eficiencia en cada organización.
    No estaba en el espíritu de los autores, James Champy y Michael Hammer,
    abogar por despidos masivos. Aunque el libro no hubiera visto la luz, la carnicería
    se hubiera producido igual. Pero el nuevo credo dio una excusa formidable.
    Hasta entonces, solamente despedían las empresas en problemas. A partir
    de ahí, comenzaron a hacerlo millares de empresas que eran muy rentables.
    El objetivo era quedar magras (no anoréxicas como fue el resultado en
    muchas oportunidades) y listas para impulsar una nueva etapa de crecimiento
    con mayores márgenes de rentabilidad.
    La gran paradoja es que, a pesar de todo este despliegue, los gurús y
    sus obras no han logrado reconocimiento intelectual parejo al éxito económico
    que disfrutaron. Las acusaciones más frecuentes son que sus tesis carecen
    de fundamento sólido (incluso para una ciencia social tan discutible);
    que son irrelevantes y, en el mejor de los casos, son una aplicación
    de un rudimentario sentido común.
    Tras el cambio de clima en todo el mundo, con recesión, estancamiento
    económico, terrorismo y amenaza de guerra nuclear, los empresarios han
    optado por aplicar su propio sentido común. El negocio se ha caído
    estrepitosamente.
    ¿Autoriza ello para sostener que estamos ante una declinación
    definitiva de los gurús y creer que no volverán a tener el ascendiente
    demostrado durante la década pasada, cuando amasaban fortunas?
    No hay pruebas concluyentes en esa dirección. Cuando cambie el clima
    de los negocios, cuando el escenario internacional esté menos perturbado,
    cuando se retome el crecimiento y se enfrenten nuevos desafíos originados
    en la tecnología y en las apetencias de los consumidores, para muchos
    de ellos será la hora de iniciar un retorno triunfal. Crearon un gran
    negocio y, por tanto, tienen muchos aliados que los ayudarán en la nueva
    cruzada.
    Aquí hacemos una revisión de algunas de las ideas y conceptos
    que más influyeron en la vida empresaria durante los últimos años.

    El ciclo de las teorías

    Para entender el proceso de auge y declinación por el que inexorablemente
    atraviesan las teorías sobre la gestión empresaria, es recomendable
    recordar el ciclo conocido de las más exitosas. Éstas, a su tiempo,
    mostraron su vocación imperialista y pretendieron explicar toda la realidad
    de la empresa y los negocios.
    Es que la “última teoría” en management sigue un ciclo
    conocido: de la euforia a la desilusión. Primero, uno de los expertos
    de renombre, un gurú, elabora la tesis seductora y acuña un nombre
    impactante. El libro donde se condensan estas ideas tiene gran repercusión.
    Algunas empresas, en lucha por sobrevivir, ganar mercado o reducir costos, aplican
    los preceptos del nuevo credo. Pronto se empieza a hablar de casos exitosos
    en la aplicación de estas ideas. Las páginas de las revistas de
    negocios se pueblan con estas historias. Ahí se llega a la cumbre.
    Casi enseguida comienza la declinación. Siempre desde el frente académico,
    algún sólido profesor lanza la primera andanada. Una minuciosa
    investigación demuestra que en la aplicación de la revolucionaria
    tesis son más los fracasos o los casos indefinidos, que los éxitos.
    Por este sendero avanzan otros expertos y luego el periodismo especializado.
    El desaliento cunde. ¿Cuál es el paso siguiente? El gurú
    admite que sus ideas no fueron bien aplicadas o que el cambio vertiginoso en
    el modo de hacer negocios introdujo variables no previstas, y se apresta a formular
    una versión revisada y actualizada de la tesis, o a lanzar una nueva.
    Un buen día, la teoría una vez triunfante comienza a desvanecerse,
    a caer en el olvido, mientras otra idea atractiva y seductora se instala firme
    en el centro del escenario. Y el ciclo recomienza. Por fortuna para los editores
    de libros especializados y de revistas de economía y negocios.
    Lo cierto es que la transformación ha sido gigantesca. Los inmensos conglomerados
    donde prevalecía la integración vertical, donde abundaban las
    ideas de management que privilegiaban la armonía y el entendimiento entre
    todos los que trabajan en una empresa, han optado por decisiones drásticas
    que contradicen las teorías dominantes durante las últimas décadas.
    Millares de empleados a la calle, eliminación de puestos gerenciales,
    considerados innecesarios, y un nuevo espíritu federalista que se traduce
    en mayor poder para quienes dirigen las fábricas, desarrollan productos
    o están en contacto directo con los clientes, fueron las últimas
    novedades.
    ¿Qué programa de calidad total –por ejemplo– se puede
    desarrollar en una firma que, para tener éxito, debe contar con el consenso
    de sus empleados, si simultáneamente se producen despidos en masa?
    Hace pocos años, Peter Drucker advirtió sobre el riesgo que corrían
    las 500 empresas que brillaban en la lista anual de Fortune. Pocos imaginaban
    lo acertado del pronóstico: cuando se está en la cima es difícil
    advertir el paso que puede llevar al abismo.

    Caída de los CEO y directorios

    Hay un extraño virus que parece atacar solamente a las megacorporaciones.
    El origen del mal se identifica con una exagerada adhesión a criterios
    de integración vertical, que ahora lucen exageradamente obsoletos. La
    cirugía recomendada como más efectiva es la decapitación
    de directorios enteros. Hasta hace dos años parecía una epidemia
    confinada exclusivamente a los límites de Estados Unidos. Hoy, con los
    casos que se observan en Europa y Japón, es obvio que la plaga se ha
    extendido.
    La posición y fortuna de los poderosos ha cambiado de modo sustancial,
    a menudo en forma súbita y sin que las recetas aplicadas logren detener
    el descenso. No se trata solamente de un cambio total en el entorno competitivo.
    Se requiere una revolución interior en las convicciones, metas y criterios
    de una organización empresaria para transitar –si es que es posible–
    el camino que permita recuperar las posiciones perdidas.
    Siempre que hubo pérdidas, se practicó el ejercicio de reducir
    costos y despedir empleados. Pero lo singular del proceso que está ocurriendo
    ahora es que muchas empresas que se están reestructurando, achicando,
    reduciendo niveles gerenciales, siguen dando utilidades. Lo que están
    cambiando de una vez es la propia estructura de la empresa para estar en condiciones
    de competir eficientemente en los próximos años.
    Ése es el proceso más notable. Y en su desarrollo, naturalmente
    se resiente la lealtad de la gente con la firma. En muchos casos porque se perdió
    el empleo; y en otros, porque el precedente hace que el que mantuvo una posición,
    viva atemorizado con la posibilidad de que le toque a él en la próxima
    oportunidad.
    Con sus ventajas e inconvenientes, esta irresistible tendencia –re-engineering,
    downsizing, o como se la prefiera denominar–, persigue que, al final del
    proceso, las megacorporaciones emerjan magras, flexibles y con el mismo espíritu
    empresario que los rivales de menor tamaño. Tal vez como verdaderas redes
    de negocios independientes que pueden ser evaluados por su real desempeño.
    El problema central es conciliar la idea de éxito, siempre presente como
    telón de fondo en este debate, con las sucesivas ideas que se disputan
    el favor de los empresarios e intentan seducir con su originalidad o efectividad.
    La palabra éxito tiene especial fascinación en el campo de la
    empresa privada y sirve para identificar a los que ganaron mucho dinero o se
    lo hicieron ganar a sus empresas; a los que pusieron en marcha empresas exitosas
    o a los que consolidaron empresas importantes y las dejaron en situación
    de mantenerse en la cumbre; a los que revolucionaron un sector o actividad,
    porque “inventaron” un negocio, o encontraron un eficiente método
    de promoción o comercialización, o incorporaron una tecnología
    que les dio una ventaja definitiva sobre los competidores.

    Dinámica del crecimiento corporativo

    La mayoría de los gerentes estaría de acuerdo en que su misión
    es hacer crecer la empresa. Pero en realidad, la determinación para lograr
    ese objetivo creció y se achicó a través del tiempo. Últimamente,
    la confianza gerencial en la capacidad de crecimiento de la compañía
    y su propensión a tomar los riesgos asociados con semejante crecimiento,
    ha llegado a su nivel más bajo en décadas.
    El énfasis se puso en el redimensionamiento, en la reestructuración
    de procesos centrales y en otras formas de reducir costos.
    Estos enfoques inevitablemente conducen a un callejón sin salida. Llegan
    a un punto en que es imposible aplicar semejantes medidas sin causar daños
    graves al núcleo de la empresa. Insistir en el camino de bajar costos
    es arriesgar la pérdida de energía y visión institucionales.

    Afortunadamente, una nueva ola de administradores/altos ejecutivos (corporate
    managers) está pasando a la vanguardia, decidida a encontrar ingresos
    mayores y más rentables, y buscando los factores claves del crecimiento.
    Lo primero que deberán reconocer al forcejear con este desafío
    es que el crecimiento rentable sostenido es una presa escurridiza. La mayoría
    de quienes persiguen alto crecimiento no llega a cumplir su cometido.
    La pregunta central sigue siendo: ¿dónde y cómo se debe
    generar el crecimiento interno? La respuesta, desde luego, se referirá
    específicamente al contexto, a las oportunidades y a las capacidades
    de una empresa. No existe una fórmula genérica e instantánea.
    Hay una forma enteramente diferente de abordar el mercado, ya que concentra
    la energía de una empresa en la adquisición, desarrollo y retención
    de clientes redituables. Está basada en un examen riguroso de las necesidades
    y características del cliente, de manera de entregar rasgos altamente
    preciados de productos y servicios de manera óptima. Customer franchise
    management implica el análisis continuo de la rentabilidad del cliente,
    de su potencial de crecimiento, de probables fuentes de clientes nuevos y del
    abandono de clientes no rentables.
    También exige un buen manejo de la experiencia total del gerenciamiento,
    que tiene que ver con cómo el producto o servicio encaja con los requisitos
    del cliente (valor en uso actual) y con probables cambios de uso que definirán
    patrones de demanda futuros.
    Una herramienta clave de crecimiento es introducir nuevos productos y, sin embargo,
    pocas compañías lo hacen con la frecuencia adecuada. El resultado
    es bajo crecimiento. De acuerdo con la revista New Product Development (Desarrollo
    de nuevos productos), probablemente casi la mitad de los ingresos de los líderes
    en ventas de una industria provienen de productos lanzados en los últimos
    cinco años. En contraste, las compañías en el tercio inferior
    de una industria sólo reciben 11% del ingreso de productos nuevos.
    El hallazgo de nuevos e innovadores canales de distribución se ha convertido
    en una de las claves del crecimiento corporativo. Aquellos jugadores que hayan
    reconocido el cambio en la distribución global –donde el poder pasa
    de los productores a los minoristas– se habrán posicionado para
    el crecimiento. Los grandes del crecimiento responden a la creciente diversidad
    de nichos y al ritmo de la fragmentación del mercado en lo que una vez
    fueron empresas de un solo canal. Los que no capitalizan esta tendencia se encuentran
    con que sus ventas son rápidamente tomadas por otros canales. En 1987
    sólo 33% de las compañías usaba más de un canal
    de distribución. Hoy, 80% lo hace.
    Estos tres caminos (clientes, nuevos productos y canales) no darán su
    máximo potencial a menos que la cultura y la estructura de management
    de la compañía esté alineada con la búsqueda del
    crecimiento. El crecimiento es la prueba suprema de las aptitudes, destrezas
    y valores. Requiere productos y servicios de valor superior en cuanto a diseño,
    innovación, calidad de servicio; organizaciones soporte que dan lugar
    a oportunidades de crecimiento; y excelencia en destrezas fundamentales en toda
    la gama, desde I&D, hasta desarrollo de producto, producción, marketing,
    etcétera.

    El papel central de la estrategia

    Para C. K. Prahalad, que junto a su colega Gary Hamel, es el prestigioso maestro
    de estrategia empresarial, lo que interesa es la manera en que influyen los
    altos gerentes en el destino de las empresas. Y su mensaje es claro para cualquier
    organización de negocios: hay que abandonar el proceso de redimensionar
    que no da resultados; restituir el pensamiento estratégico a su lugar
    original en el diseño empresario y, recién entonces, proceder
    a transformar un negocio.
    En una entrevista que le hizo Management Review, Prahalad dice: “Las empresas
    sometidas a una creciente competencia global entre los años ’80
    y la actualidad concentraron su atención en cerrar la brecha del rendimiento.
    Las empresas con bajo rendimiento debían preocuparse por la reingeniería
    y por redimensionar (lo que siempre se entendió como reducirse). Si eso
    es todo lo que hacen, sin embargo, no van a resolver su problema de rendimiento
    en el largo plazo. Cada vez son más los gerentes que admiten que tienen
    que ir más allá de la reestructuración. Nuestro mensaje
    es: ¿cómo se sigue?, ¿cómo sostiene una empresa
    su capacidad para crear riqueza?”.
    Sobre qué significa “crear riqueza” Prahalad dice tres cosas.
    Primero, manejar la brecha del rendimiento y ponerlo a la par con los mejores
    del mundo, por lo menos. Segundo, anticipar y manejar cambios estructurales
    en los negocios; capacidad para adaptarse. Tercero, manejar nuevas oportunidades.
    Las empresas necesitan hacer estas tres cosas bien para crear riqueza.
    El gran problema, dice el prestigioso ensayista, es que las empresas están
    dando demasiada importancia a la reducción de tamaño. La razón
    es bastante evidente. El redimensionamiento (downsizing) –reducción
    de costos– es muy tangible, algo que se sabe hacer. Manejar el crecimiento
    de los ingresos requiere más imaginación. Necesita de un proceso
    en el que se identifican oportunidades nuevas y se planifican innovaciones.
    Estrategia no quiere decir correr grandes riesgos sino eliminar los riesgos
    de las grandes oportunidades. Eso es, ciertamente, un tipo de habilidad y talento
    distinto al que hace falta para simplemente redimensionar. Si se observan empresas
    que vienen adoptando el redimensionamiento desde hace siete u ocho años,
    se verá que están llegando a la conclusión que hay límites
    para ese proceso.
    Para Prahalad lo sustantivo es preguntar cómo serán las empresas
    de alto rendimiento. La habilidad central –dice– es sólo una
    pieza del acertijo. Casi todas las compañías de alto rendimiento,
    sean pequeñas, medianas o grandes, tendrían algunas características
    comunes. Tendrían una agenda intelectual de primer orden compartida y
    desarrollada con una participación bastante importante de gente de todos
    los niveles. Es lo que llama arquitectura estratégica, el territorio
    que la compañía desea ocupar.

    En este enfoque, lo que importa es reinventar el negocio.

    La reinvención de negocios se da todo el tiempo. Eso es lo que hacen
    los entrepreneurs con un negocio tradicional. En calzado, por ejemplo, Nike
    y Reebok han reinventado totalmente su negocio. Son dos de las empresas con
    mayor crecimiento en un mercado muy desarrollado. Además, cambiaron la
    relación precio/rendimiento. Introdujeron tecnología muy avanzada,
    nuevos materiales, publicidad y marcas globales, nada de lo cual existía
    en la industria del calzado. En el campo de la indumentaria, está el
    caso de Benetton y The Gap que básicamente están creando una nueva
    lógica para la industria.
    Se puede tomar lo mejor de la “mente del entrepreneur”, lo que tradicionalmente
    ha sido privilegio de unos pocos individuos o unos pocos grupos, y crear la
    misma habilidad en una gran empresa. La gran compañía puede tener
    una ventaja si es capaz de enseñar a pensar y a aprovechar oportunidades
    a miles de mentes. Es difícil enseñar a bailar a los elefantes.
    Pero cuando lo hacen, todo el mundo tiene que despejar la pista.
    La pregunta central es cómo se define el liderazgo estratégico,
    o cuál es el valor agregado de los altos directivos. Prahalad cree que
    el verdadero valor agregado está en tres o cuatro cosas que pueden hacer,
    y que nadie más puede. Una es dar a la organización un sentido
    de oportunidad, de que tiene la obligación de cambiar la forma de ser
    del mundo creando nuevos productos y servicios que atraigan a la gente y satisfagan
    necesidades actuales y latentes.
    La segunda es dar un sentido de continuidad. Hay gente que dice: “¿Y
    qué si IBM desaparece?”; “¿Y qué si GM desaparece?”.
    Esas empresas son parte de nuestra historia y del marco institucional de este
    país. Para dar continuidad, uno debe ser realmente rentable en el corto
    plazo. Hablar de continuidad y perder dinero en el corto plazo no tiene sentido.
    Continuidad en una empresa implica continuo cambio y continua reinvención
    de la naturaleza del negocio. El papel de la alta gerencia, según Prahalad,
    es usar el objetivo de continuidad como una herramienta para el cambio proactivo.
    Debemos tener una metodología para anticipar estos cambios en lugar de,
    simplemente, reaccionar ante ellos.
    El tercer valor agregado es fijar estándares claros y nada ambiguos dentro
    de la compañía. El director ejecutivo y la alta gerencia deben
    convertirse en los encargados de hacer cumplir esos muy altos estándares
    dentro de la empresa. Su tarea es crear un sentido de entusiasmo y de desafío
    intelectual dentro de la organización.
    Si alguien cree que se pone demasiado en la imagen del líder, Prahalad
    contesta: “Tendemos a pensar que ‘líder’ es una sola persona.
    Ahora, para mí, el director ejecutivo finalmente se convierte en la antorcha
    iluminadora. La gente mira al director ejecutivo, pero eso no significa que
    todo el esfuerzo intelectual tenga que ser hecho por una persona. En realidad,
    nosotros proponemos exactamente lo contrario. Proponemos la democratización
    de la compañía. Como en una democracia, el líder es importante,
    pero también lo es la sabiduría colectiva de la gente a la que
    trata de conducir”.
    Sobre las cualidades y experiencias que hacen falta para un liderazgo efectivo,
    Prahalad piensa que los gerentes más encumbrados deben primero convertirse
    en pensadores solitarios. Los cambios son realizados por personas que poseen
    un rasgo contrario. Si uno no piensa en forma diferente, si uno no tiene un
    punto de vista, es muy difícil convencer a otros y hacer cambios. Pensar
    quiere decir nunca subestimar nada; competencia y nuevos negocios quieren decir
    ideas.

    Inventar el futuro

    Hay dos tipos de empresas: las que se acomodan al mercado existente y las que
    lo modifican. Las primeras acatan las reglas de juego y se esfuerzan por mantenerse
    al día; las segundas, crean nuevas reglas de juego, inventan el futuro,
    miran lo más lejos posible. Gary Hamel y C. K. Prahalad, en su libro
    Competing for the Future explican cómo ingresar al grupo de organizaciones
    que no solamente van a sobrevivir sino también prosperar en los próximos
    años.
    Citan lo que ocurrió en la década de los ’80 con los grandes
    líderes industriales de Estados Unidos –IBM, Caterpillar, Daimler
    Benz, Citicorp, Westinghouse, Digital Equipment, Sears– cuando fueron víctimas
    del cambio tecnológico, demográfico y regulatorio, y de los notables
    aumentos en la calidad y productividad de competidores no tradicionales.
    Para responder a su escaso crecimiento y pocas ganancias, las grandes compañías
    se dedicaron a redimensionar, a bajar costos, a rediseñar procesos. Los
    remedios fueron todos dolorosos: 600.000 personas perdieron su empleo solamente
    en 1993.
    Pero ninguno de esos gigantes nacionales, dicen Hamel y Prahalad, podía
    echarle la culpa a firmas extranjeras. Ellos tuvieron problemas porque sus dirigentes
    se durmieron en el timón. Dejaron que se inflaran los gastos internos,
    incursionaron en negocios poco relacionados y permitieron que una dirigencia
    conservadora paralizara la compañía.
    Los autores creen que reestructurar, pocas veces mejora las cosas. Trabajar
    con menos gente es una manera de corregir los errores de ayer, pero no crea
    nuevos mercados.
    Las empresas recurrieron a eliminar procesos innecesarios, reducir el tiempo
    de los ciclos, mejorar calidad, y prestar atención al mercado. Los fabricantes
    de autos de Detroit, por ejemplo, lograron igualar a sus competidores japoneses
    en costo y calidad. Pero mientras tanto, los japoneses instalaron nuevos obstáculos
    competitivos, como maniobrabilidad nunca antes conocida e impresionante rendimiento
    del motor.
    Para crear un futuro de éxito, una empresa debe ser algo más que
    reducida y ligera, debe reinventar su negocio regenerando su estrategia.

    ¿Quiénes son los transformadores de negocios?:
    1) los que cambian las reglas del juego;
    2) los que redefinen las fronteras del negocio;
    3) los que crean nuevos negocios.
    Una empresa debe ser capaz de reconcebirse. Sus directivos deben pensar siempre
    a cinco o diez años vista, preguntándose: ¿A qué
    tipo de clientes deberemos atender dentro de cinco o diez años?; ¿A
    través de qué canales llegaremos a ellos?; ¿Quiénes
    serán nuestros competidores?; ¿Qué capacidades deberemos
    tener?; ¿De dónde saldrán las ganancias? Para imaginar
    y crear el futuro, hay que des-aprender el pasado.
    Estamos en el comienzo de una revolución en información, genética,
    materiales, medio ambiente, y muchas otras áreas. Hay campos enteros
    del conocimiento –microbiótica, comunicaciones satelitales, por
    ejemplo– abiertos para cualquiera dispuesto a desafiar lo establecido.
    Nadie está a salvo si está en un área tradicional, como
    comercio minorista, transporte, educación, publicaciones, farmacia. El
    futuro no va a ser una extrapolación del pasado; se va a transformar
    la estructura de todos los negocios.
    Muchas de las grandes oportunidades del futuro acaban de ser concebidas. Pero
    los competidores de ese mercado futuro están peleando entre sí
    ahora, a la puerta de entrada. Se forman alianzas, se reúnen habilidades
    y se realizan experimentos.
    Aquellos que sepan hacia dónde quieren conducir sus respectivos negocios,
    y quienes puedan juntar y orquestar recursos en todo el mundo tienen una posibilidad
    de obtener una interesante recompensa.
    La competencia por este futuro es una lucha por una cuota de oportunidad, no
    por una cuota de mercado. Es una competencia por maximizar la cuota de oportunidades
    que una empresa puede tener dentro del amplio campo de “la oportunidad”.
    En ese gran campo, no hay leyes escritas todavía.
    Es esencial en estos días la velocidad en los negocios y, sin embargo,
    el marco de tiempo para explorar y conquistar un nuevo campo de oportunidad
    podría ser de diez, veinte o más años.
    Un ejemplo: JVC, líder en videocaseteras, comenzó a desarrollar
    el videocasete en la década de los ’50. Cantó “bingo”
    20 años más tarde, con la videograbadora que utiliza como estándar
    el casete VHS.
    Es muy difícil justificar financieramente la actividad de ir en busca
    de una oportunidad. Por eso hay que ver claramente el potencial de dar a los
    consumidores nuevos y profundos beneficios. Esa seguridad es la que puede transformar
    años de esfuerzo en un nuevo mercado.
    Competir por esa mirada de largo alcance es, en realidad, librar una batalla
    por el liderazgo intelectual. No solamente mirar lo más lejos posible,
    sino estar activamente dando forma y ejerciendo influencia en la dirección
    que toma el negocio.
    A diferencia de visión, que implica un sueño, la mirada de largo
    alcance está basada en un estudio profundo de las tendencias en tecnología,
    demografía, regulación y estilo de vida.
    Para poder tener esta visión de largo alcance es preciso imaginar el
    futuro: comenzar con lo posible y luego trabajar hacia atrás hasta determinar
    qué es lo que debe ocurrir para que lo primero se dé. También
    agrandar el horizonte de oportunidades: no pensar la empresa como una colección
    de unidades de negocios, sino como una colección de competencias o habilidades
    para hacer cosas.

    Sobre qué tratan las teorías empresarias

    No es fácil intentar una clasificación de todos los ensayos, ideas
    y enfoques que, día a día, enriquecen (u oscurecen, según
    como se mire) el dilatado campo de la gestión empresaria.
    Un capítulo especial, el siguiente, está dedicado a las sólidas,
    coherentes y de efecto duradero. En forma somera, diremos que hay tres grandes
    grupos:
    –las que se ocupan de los aspectos organizacionales de la empresa, de los
    enfoques estratégicos, de la misión y visión que debe tener
    toda compañía. Entre ellas, las que se ocupan de las “competencias
    centrales” y de las “disciplinas de valor”;
    –las que privilegian los aspectos internos, como la toma de decisiones,
    la delegación de poder, el manejo de los recursos humanos y el trabajo
    en grupos;
    –finalmente, las que se concentran en el cliente y el consumidor; los distintos
    aspectos del servicio de calidad y de cómo brindar mejor servicio. M

    Favoritos de Booz Allen & Hamilton
    Strategy & business, la publicación de la consultora Booz Allen
    & Hamilton, seleccionó, como lo hace todos los años, los
    que a su juicio son los mejores libros –o ensayos– de 2002 en
    temas de management.
    Esta vez, la lista incluye a:

    Estrategia
    l Jack: Straight from the Gut. Jack Welch y John A. Byrne (Warner
    Business Books, 2001).
    l The Art of Profitability. Adrian Slywotzky (Warner Books, 2002).
    l Out of the Box: Strategies for Achieving Profits Today and Growth Tomorrow
    through Web Services. John Hagel III
    (Harvard Business School Press,
    2002).
    l Value Sweep: Mapping Corporate Growth Opportunities. Martha Amram
    (Harvard Business School Press, 2002).
    Management
    l The Heart of Change: Real-Life Stories of How People Change Their Organizations.
    John P. Kotter and Dan S. Cohen
    (Harvard Business School Press, 2002).
    l Primal Leadership: Realizing the Power of Emotional Intelligence. Daniel
    Goleman, Richard Boyatzis, and Annie McKee
    (Harvard Business School
    Press, 2002).
    Ética
    l Moral Hazard. Kate Jennings (HarperCollins, Fourth Estate, 2002).
    l How Companies Lie: Why Enron Is Just the Tip of the Iceberg. A. Larry
    Elliott y Richard J. Schroth
    (Crown Business, 2002).
    l Dot.bomb: My Days and Nights at an Internet Goliath. J. David Kuo
    (Little, Brown and Company, 2001).
    l Managing for the Short Term: The New Rules for Running a Business in
    a Day-to-Day World. Chuck Martin
    (Doubleday, 2002).
    l The Elephant and the Flea: Reflections of a Reluctant Capitalist. Charles
    Handy
    (Harvard Business School Press, 2002).
    El mejor libro de management
    de todas las épocas
    l Business: The Ultimate Resource. (Perseus Publishing, 2002.)
    Liderazgo
    l Geeks and Geezers: How Era, Values, and Defining Moments Shape Leaders.
    Warren G. Bennis y Robert J. Thomas
    (Harvard Business School Press,
    2002).
    l Leadership on the Line: Staying Alive through the Dangers of Leading.
    Ronald A. Heifetz y Marty Linsky
    (Harvard Business School Press, 2002).
    l Good to Great: Why Some Companies Make the
    Leap … and Others Don’t. Jim Collins
    (HarperBusiness, 2001).
    l Execution: The Discipline of Getting Things Done. Larry Bossidy y Ram
    Charan
    (Crown Business, 2002).
    Líderes femeninas
    l Changing the Rules: Adventures of a Wall Street Maverick. Muriel Siebert
    con Aimee Lee Ball
    (Simon & Schuster Inc., Free Press, 2002).
    l A Big Life (in Advertising). Mary Wells Lawrence (Alfred
    A. Knopf Inc., 2002).
    Globalización
    l Free Trade under Fire. Douglas A. Irwin (Princeton University Press,
    2002).
    l Against the Dead Hand: The Uncertain Struggle for Global Capitalism.
    Brink Lindsey
    (John Wiley & Sons, 2001).
    l The Case Against the Global Economy —and for a Turn Toward the
    Local. Editado por Jerry Mander y Edward Goldsmith
    (University of California
    Press, 1996).
    l George Soros on Globalization. George Soros (Public Affairs, 2002).
    l Globalization and Its Discontents. Joseph E. Stiglitz (W. W. Norton
    & Company, 2002).
    Nueva Europa
    l City State: How the Markets Came to Rule Our World. Richard Roberts
    y David Kynaston
    (Profile Books, 2001).
    l The Food Lover’s Guide to France. Patricia Wells (Workman
    Publishing Co., 1987).
    l This Blessed Plot: Britain and Europe from Churchill to Blair. Hugo
    Young
    (Overlook Press, 1999).
    l The Living Company: Habits for Survival in a Turbulent Business Environment.
    Arie de Geus
    (Harvard Business School Press, 1997).
    l Paris to the Moon. Adam Gopnik (Random House, 2000).
    l A Season with Verona: Travels around Italy in Search of Illusion, National
    Character, and …Goals!. Tim Parks
    (Arcade Publishing, 2002).
    l Riding the Waves of Culture: Understanding Diversity in Global Business.
    Fons Trompenaars and Charles Hampden-Turner
    (McGraw-Hill, 1997).
    Networks
    l Linked: The New Science of Networks. Albert-László Barabási
    (Perseus Publishing, 2002).
    l Nexus: Small Worlds and the Groundbreaking Science of Networks. Mark
    Buchanan
    (W. W. Norton & Company, 2002).
    l Smart Mobs: The Next Social Revolution. Howard Rheingold (Perseus
    Publishing, 2002).