En el principio fue el tabaco y tenía forma de cigarro. Cuando Cristóbal Colón descubrió el Nuevo Mundo, en 1492, también reveló los placeres del humo para Europa, aunque serían necesarios 100 años para que el tabaco circulara en algunos puertos españoles como Sevilla, Cádiz o Cartagena para, desde ahí, darse a conocer al resto del viejo mundo. Hoy, después de siglos de reinado absoluto, luego de perder mercado por las pipas y casi morirse por ese invento industrial ruso -el cigarrillo-, el puro volvió al centro de la escena de la mano -paradoja de paradojas- de los norteamericanos, que parece que es lo único que se permiten fumar sin culpa.
Del ostracismo al que estuvo condenado, el cigarro se trajo una mochila de mitos: que siempre fue un hábito de ricos, que no es para mujeres, que no hay que tirar su ceniza… en suma: que fumarlos es muy complicado. Sin embargo, el placer de saborear el humo cuenta cada vez con más adeptos en Buenos Aires, donde cada vez son más quienes disfrutan de los excelentes servicios que prestan las tabaquerías de la ciudad.
Información básica
Un cigarro no tiene papel sino una hoja finísima de tabaco como envoltura. Para clasificarlos, se pueden hacer dos divisiones: una simple, entre cigarro relleno con picadura de tabaco y cigarro hecho de hojas enrolladas, y otra más compleja, entre cubanos y resto del mundo.
El buen cigarro se hace con tabacos especialmente seleccionados, de plantas elegidas de terrenos conocidos. Se diseña para que arda despacio y a una temperatura relativamente baja, de modo que no se carbonice, no pierda sabor y no emita humo caliente. La estructura interna es compleja y arranca con una fina y retorcida hoja que sirve de guía para enrollar -de a una o de a varias- las demás. Cubriendo todo está la capa, que viene de la hoja más fina y grande, que es la que crece al ras de la tierra, lejos del sol.
Para describir el sabor de un habano, los entendidos usan palabras como ácidos, salados, duros, amargos, pesados o frutados, y lo hacen con la misma pasión con la que los buenos bebedores califican al vino. El color de la capa, aseguran, marca la intensidad del humo: cuanto más oscura, más fuerte y denso será el humo.
Al puro, no importa su tamaño (robusto, mediano, pequeño), debe tratárselo con suavidad. Para comenzar a fumarlo hay que, sin apretarlo, hacer una incisión o un corte diminuto. El humo no se traga, se saborea, aunque esto también es una cuestión personal. Hay que prenderlo despacio y sin pitar: la punta sola va a formar una brasa con la primera bocanada, que se exhala enseguida y sin saborear. No hay que usar encendedores de bencina ni fósforos de papel porque les cambia el sabor. Los fósforos de madera y los encendedores de gas, neutros, son lo más indicado.
El resto es una cuestión de tiempo: se fuma despacio, no se moja la punta, se saborea; se pita con calma para no agrandar la brasa y recalentarlo. El habano acepta las pausas y se mantiene un minuto largo en el cenicero sin apagarse. La primera mitad del cigarro es la mejor, luego empieza a saturarse, ablandarse y humedecerse.
Los que saben de verdad reconocen ciertos principios: si bien hay cigarros mejores que otros, el gusto propio es lo que manda. Hay quien los disfruta enormes, cortos y gruesos; también están quienes los prefieren pequeños, largos y finos; y aquellos que los eligen por su procedencia, cubanos, dominicanos o puertorriqueños. El consejo unánime es encontrarse con un vendedor amistoso, sabio y que quiera enseñar.
Conservación
La correcta conservación de los puros suele ser un tema de conflicto para muchos fumadores. Cuando compre una caja de puros hechos a mano, debe pedir que la abran para revisar el contenido. Ningún vendedor decente se negará. El primer juicio que usted haga será puramente visual: deben tener un buen aspecto. Y aquí lo más importante es el color de su capa y la disposición dentro de la caja, debiendo estar ubicados de oscuro a claro de izquierda a derecha.
No vacile en olerlos para ver si el bouquet le parece agradable; es parte de lo que usted está pagando. Saque un puro de la caja y tóquelo; deben ceder ligeramente cuando usted los oprima, con toda suavidad, entre el pulgar y el índice. Si presentan una consistencia esponjosa pero firme, sin huecos en su tripa, quiere decir que poseen un buen armado y que han sido bien conservados.
Como cualquier producto natural, los puros requieren cuidado. Se los debe proteger de temperaturas extremas y mantenerlos en un medio húmedo para que la hoja siga viviendo y continúe su proceso de maduración. Si el puro se seca, como una planta, la hoja se muere y comienza a perder todas las cualidades que tenía cuando fue concebido.
Además, la temperatura influye para protegerlos de una larva que nace en la hoja de tabaco y que se desarrolla como bicho con altas temperaturas. Una vez instalada en el puro vive de lo que come y para ello, hace perforaciones que muchas veces son visibles a través de su capa y otras, formando cavernas por dentro de la tripa. Este pequeño animalito es de color marrón oscuro y sólo se combate con fumigaciones. Aunque el mejor método para combatirlo es la prevención, conservando el tabaco por debajo de los 18 °C.
Circuito
Buenos Aires tiene tabaquerías de excelente nivel que, a pesar de la crisis, siguen funcionando. En líneas generales, todas ofrecen muy buen asesoramiento para fumadores expertos y novatos, y también posibilitan salones de fumadores especiales y lockers con humidificadores diseñados para conservar los cigarros de los clientes, entre otros servicios.
Devaluación mediante, se pueden conseguir ofertas de cigarros importados que quedaron en stock por precios razonables.
Aunque la mayoría de estos productos se vende en dólares, no deje de darse el gusto. Las casas más importantes del circuito de fumadores porteños son: Casa Lotar, 25 de mayo 358, tel. 4328-0150; Davidoff, Maipú 818, tel. 4314-5353; Tabaquería Inglesa, Paraguay 626, tel. 4311-3148 y La casa del Habano, Reconquista 677, tel. 4317-5190.