En el mes de junio…

    ¿Cooperación entre industria y retailers?


    Durante el 2001, la cadena francesa de súper e hipermercados Carrefour llevó a cabo una experiencia que podría cambiar de raíz las relaciones con proveedores y fabricantes. En síntesis, el mayor minorista de la Unión Europea ensayó con Gillette Co. un novedoso sistema para promover ventas de la línea Oral B (esencialmente, pastas y cepillos dentales).


    Rompiendo con la relación tradicional, de carácter adverso, entre productores y minoristas, ambas compañías encontraron formas de elevar ventas de Oral B en 80% en una serie de bocas de expendio seleccionadas. Así lo revela un comunicado de Pierre Kissel, gerente de clasificación por categorías en Carrefour. A su vez, Gillette producía su propia evaluación y subrayaba un factor clave: la falta de cooperación es el obstáculo más frecuente para mejorar la cadena de abastecimientos y, con ella, lograr niveles de valor agregado satisfactorios para inversores y accionistas.


    En verdad, “estante y góndola mal distribuidos o abastecidos les cuestan a las empresas de la UE casi US$ 3.600 millones anuales en lucro cesante”. La estimación proviene de Roland Berger Strategy Consultants. “Sin una distribución más eficaz y racional, minoristas, mayoristas y fabricantes a la larga no mejoran utilidades”, sostiene un análisis de Britannic Asset Management, originado también en el experimento Carrefour-Gillette.


    Transparencia en el índice S&P 500


    Standard & Poor´s, calificadora de riesgos y gestora de la cartera bursátil clave en el plano mundial, empezará a ranquear las empresas cotizantes según transparencia y calidad de datos contables. Esto significa que la transparencia se tendrá en cuenta tanto al poner notas como al actualizar el índice S&P 500. La firma reacciona de este modo a críticas sobre el papel poco claro de las calificadoras en crisis y quebrantos estilo Enron, Kirch, NTL, Global Crossing, etc.


    La nueva política de S&P comenzará con una lista, a divulgarse el próximo trimestre, sustentada en 125 criterios y parámetros. Entre ellos, independencia de los directorios, tratamiento de accionistas minoritarios, supervisión corporativa, amplitud y precisión de datos contables, vínculos con auditores o consultores externos y nexos con sociedades dentro o fuera del país. En realidad, S&P ya ha hecho algo similar en países de Latinoamérica y Asia.


    Empresas que son líderes mundiales


    El diario especializado británico Financial Times publicó su nómina anual de 500 empresas líderes en el mundo. En orden por capitalización (o sea valor) en mercado al 31 de marzo, las cinco primeras son General Electric (US$ 372.000 millones), Microsoft (326.600 millones), ExxonMobil (299.800 millones), Wal-Mart (273.200 millones) y Citigroup (255.300 millones). Es decir que Microsoft sube del quinto al segundo puesto, en desmedro de Citigroup y ExxonMobil.


    En el segundo pelotón aparecen Pfizer (US$ 249.000 millones), Intel (203.800 millones), British Petroleum (200.800 millones), Johnson&Johnson (197.900 millones) y Royal Dutch/Shell (189.900 millones).


    Del total, 256 firmas son estadounidenses y canadienses, 50 japonesas, 41 británicas, 28 francesas, 21 alemanas, 15 holandesas, 12 suizas, 11 italianas, 9 australianas, 6 españolas y 4 rusas. En sus respectivos sectores, las más voluminosas son Citigroup (banca), NTT DoCoMo (telecomunicaciones), Microsoft (software) y ExxonMobil (hidrocarburos).


    Nanomotores vs. minimotores


    Un solo fabricante de “activadores lineales” podría sacar de mercado millones de minimotores que, en este momento, hacen funcionar cámaras, disqueteras, juguetes y paneles de control en autos. Al menos, eso pretende Rod McGregor, cofundador y presidente de NanoMuscle.


    Su producto tiene el tamaño de un clip, pero su parte activa es un alambre cuya estructura interna es nanométrica.


    Creada en 1998, NanoMuscle tiene como objetivo inicial proveer a la firma Hasbro millones de esos elementos a un costo unitario quizá no mayor de un dólar. Se destinarán a un juguete todavía secreto, a lanzar a mediados del 2003. La firma de McGregor –con sede en California– también está entregando conjuntos experimentales a otros diseñadores, entre ellos una automotriz europea (de la cual acaba de obtener un tercer aporte financiero, por US$ 4.500.000) y CrossBow Ventures, que fabrica videocámaras. En suma, NanoMuscle dispone de fondos por US$ 10 millones para desarrollo de aplicaciones industriales, provenientes de las empresas mencionadas más Jetta –juguetes, Hongkong–, Silicom Ventures (VC) e Ideo, especialista en microdiseños.


    La compañía aprovecha un descubrimiento, hecho hace 35 años, llamado aleación mnemomórfica (formadora de memoria). Consiste en calentar un alambre de esta aleación más allá de cierto punto crítico, a partir del cual se contrae hasta 40% y genera un impulso lineal idéntico al de un motor convencional. Sólo que éste apela a la rotación y precisa un voluminoso cigüeñal.


    Por ahora, NanoMuscle apunta a una modesta porción en un mercado mundial que representa US$ 12.000 millones por año. En un futuro, el segmento potencial podría significar unos US$ 3.800 millones. La clave estratégica real está en las automotrices pero, como el diseño de vehículos implica ciclos largos, es preferible penetrar la plaza vía juguetes y otros artículos menos complejos.


    Internet: ¿excesos de privatización?


    Para pensar la Red como instrumento para estrategias de negocios, la Wharton School y el Instituto para Gestión del Conocimiento (IBM, de acuerdo con la sigla inglesa) organizaron un simposio sobre Internet y la empresa del siglo XXI, donde se puso en la picota el abuso de la propiedad intelectual como instrumento contra innovadores y competidores.


    Un panel de docentes y expertos abordó una gama de temas gerenciales. Entre ellos, propiedad intelectual, marketing y divulgación de activos intangibles. Según apunta la revista Red Herring, por ejemplo, Daniel Hunter (estudios jurídicos, Wharton) puso en tela de juicio recientes reformas legales que –en su opinión– tratan al ciberespacio como un lugar físico y a la propiedad intelectual como un cerco capaz de contenerlo.


    “Vivimos el debate más relevante con vistas a los próximos 10 años y debemos decidir qué camino tomar en materia de las ideas y su dominio”, sostuvo el experto. “¿Qué haremos con el conocimiento? –preguntaba– ¿dejar que las empresas lo empaqueten o encararlo como un entorno que promueva mejoras sociales?”. Hunter compara la Red con las fronteras móviles del lejano oeste en el siglo XIX, donde los pioneros reclamaban tierras alambrándolas.


    Gradualmente, en efecto, los legisladores han ido concibiendo el espacio virtual como un espacio físico y proporcionando a sus pioneros corporativos derechos de propiedad que actúan como esos alambrados. Esta manera de pensar es evidente cuando la gente habla de Internet como si se tratase de un lugar tangible, limitado. “Entramos en sitios o cruzamos portales –apunta el expositor–, los buscadores navegan, exploran y recalan en puertos… Este lenguaje marca un proceso mental asociado a espacios físicos”.


    En su óptica, la “privatización de Internet” se parece a la toma de terrenos comunes en la Inglaterra medieval. Por un proceso similar, la Red corre peligro de parcelarse en beneficio de pocos. Ello entraña un costo potencial: ahogar innovaciones y competencia que, de otro modo, beneficiarían a los consumidores.


    En los primeros días, a la Red la controlaban académicos, científicos e investigadores, que se movían en un entorno abierto. Su paulatina comercialización aportó capitales para desarrollo, pero esto condujo a la privatización y “cambió radicalmente nuestra percepción del ciberespacio”.


    Enfocándose en el impacto de Internet en la formación de precios, Eric Clemons –dicta gestión de operaciones y datos– subrayó que, al generar mayor transparencia, bajan costos y valores. “Para competir –explica–, las empresas debieran diferenciar sus estructuras de precios empleando tecnología informática (TI) y sintonía fina. Esto mejorará la relación con los clientes y bajará precios, sin necesidad de canibalizar márgenes de utilidad porque, si uno no puede cobrar de más, ¿cómo podría cobrar de menos?”


    El excelente negocio de robar identidades


    “Datos útiles para gestionar documentos, créditos y tarjetas a nombre de otros. Desde un dólar”. Así anunciaba sus servicios por la Red Christopher Lee Jones, un experto ladrón de identidades domiciliado en Carolina del Norte. Era quizás el menos prudente de los ladrones de identidades, un “oficio” que se extiende por el ciberespacio.


    La técnica es casi siempre igual. Se rastrean registros públicos, se penetra ilegalmente en archivos privados o se aprovecha la buena fe de incautos para obtener números de seguridad social, registros de conductor, etcétera. A veces, hay riesgos. Por ejemplo, clientes como Joseph Kalady (Chicago), que le compró datos falsos a un hacker y luego estranguló a su poseedor real: necesitaba “morirse” para eludir una maraña de juicios y demandas.


    A mitad de camino están algunos buenos muchachos de Detroit, que les robaban documentos –no sin violencia– a viejos residentes en los suburbios. Después, documentos falsos en mano, les vendían propiedades y bienes vía subastas virtuales sin que ellos se dieran cuenta hasta que era demasiado tarde. Estos casos, obviamente, han sido detectados y llevados a la justicia; pero son los menos. Por supuesto, este tipo de delitos pone en evidencia la brecha de seguridad y privacidad subsistente en Internet.


    Las “escuelas” dominantes entre los ladrones son tres: número del servicio social (teóricamente el código personal más íntimo de los estadounidenses), número y código de la tarjeta de crédito y, en escala más modesta, patente y número del motor. Fuera de Estados Unidos, Canadá y los países donde no es común el documento de identidad, éste es el objetivo preferido de los delincuentes virtuales.