“Nuestra primera experiencia con las universidades fue un papelón. Cada directivo quería hacer su negocio o no sabía lo que significaba tratar con una empresa”, reconocía un directivo de Motorola Argentina, recordando el primer intento de la compañía y la gobernación de José Manuel de la Sota para tentar a los ejecutivos de Chicago con su radicación en Córdoba.
Hoy, muchos de los directivos universitarios admiten la versión con sonrojo. La relación universidad-empresas fue la clave del surgimiento de los polos tecnológicos del mundo. Paradigmas como el Massachusetts Institute of Technology, MIT, se edificaron en relación con el sector privado.
Mucha agua pasó bajo el puente desde entonces y Córdoba exhibe, en la actualidad, un fenómeno casi único en el mundo: todas las universidades y distintas empresas de Tecnología de la Información (TI) se han asociado para crear un centro de desarrollo tecnológico.
La criatura es el Instituto Tecnológico Córdoba (ITC) y sus socios fundadores son el llamado cluster universitario y su par empresario, Córdoba Technology. Si se les pregunta por un modelo a seguir, el MIT es la respuesta espontánea.
El primer grupo lo componen las Universidades Nacional y Católica de Córdoba, la facultad local de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), el Instituto Universitario Aeronáutico (IUA), la Universidad Empresarial Siglo 21 (UES21) y la Universidad Blas Pascal (UBP). Por su parte, Córdoba Technology es una asociación civil fundada por 10 firmas locales. Hoy sus miembros suman 32, entre los que figuran Motorola, Microsoft, Iplan e Impsat.
El ITC reúne todas las cualidades de aquello por siempre recitado y nunca realizado: colaboración universidad-empresas, economías de escala, sinergia y elasticidad. Pero esta agrupación, como la Argentina, es un latecomer a la TI global. Su subsistencia y la de sus miembros, en el largo plazo, dependerá de alcanzar su principal objetivo: convertirse en un polo tecnológico de nivel mundial.
Una apuesta al TI
Bajo la forma jurídica de fundación, el ITC se presenta como un centro de desarrollo tecnológico para la industria de TI, apuntando a la innovación en la industria y a la difusión de la tecnología en el medio.
El Instituto aspira a proveer de desarrollos a las empresas del sector, y a comercializar servicios y soluciones para clientes finales, compitiendo con el resto del sector privado. “Esta institución no tiene fines de lucro pero sí un objetivo muy claro de autofinanciarse y generar excedentes para sustentar nuevos proyectos”, observa Raúl Morchio, presidente del ITC. “En todo producto o servicio con valor económico seremos socios, participando con regalías”, agrega.
“El Instituto no va a producir ningún desarrollo que no tenga una perspectiva de corto o mediano plazo de llegar al mercado. Por eso se convocó a las empresas”, apunta Jorge Jaimes, quien se desempeña como vocal por parte de la UES21. “Incluso primero nos fijaremos qué áreas de investigación financian los organismos internacionales y luego definiremos qué hacer y no al revés”, agrega, sobre una política extraña para los ámbitos académicos.
El paquete en juego no es menor. Sólo las 10 empresas fundadoras del cluster Córdoba Technology prometían el año pasado una inversión de $100 millones durante un quinquenio en capital de trabajo y en investigación y desarrollo. Hoy las empresas ligadas al proyecto son 32 y el efecto sinergia puede potenciar los volúmenes comprometidos.
Al cierre de esta edición, el ITC tenía definidas una decena de áreas de investigación y sólo las empresas habían acercado casi 70 proyectos de trabajo. Restaba fijar las prioridades de acuerdo con los actuales recursos. El ITC tiene vida formal desde noviembre pasado y desde el 12 de abril cuenta con un laboratorio donado por Intel (ver aparte). En esa fecha la firma de los microprocesadores había entregado una primera partida de su donación estimada en US$ 60-70.000, conformada por una veintena de equipos Pentium IV y cuatro servidores de última generación.
De verse colmada la capacidad instalada, “recurriremos a los laboratorios de las universidades o empresas, siempre mediante una contrapartida económica”, aclaran desde la presidencia de la institución. De todos modos, confían en que si los proyectos lo ameritan, “Intel ampliaría su colaboración”, apuesta Oscar Sartori, vocal del ITC por parte del IUA.
Cluster universitario
La infraestructura del ITC se concentra en un predio cedido por la UTN a 20 minutos del área central de la ciudad, “para garantizar los intercambios”, aseguran. El intento de replicar otras experiencias es obvio.
Amén de las ventajas de la dinámica de grupos, resulta evidente la economía de escala resultante de compartir la inversión. Pero las universidades no son nuevas en el juego y poseen infraestructura propia como para que sea el objetivo central. Sólo el IUA cuenta con un laboratorio de diseño PLM Catia único en Latinoamérica.
“Nosotros pensamos si nos convenía ingresar al proyecto porque un laboratorio no nos aportaba nada. Nunca tuvimos problemas de equipamiento”, recuerda Juan Castagnola, director de Microelectrónica de la Universidad Católica de Córdoba (UCC). “Pero vimos que podíamos lograr más las seis universidades juntas que cada una por separado”, sintetiza.
La idea fuerza es que, con seis universidades por detrás, si se necesita una solución, seguro que está en el ITC. Además este cluster universitario se verá fortalecido en el corto plazo, ya que no cuenta con un cupo limitado de miembros. Pronto cursarán invitaciones a las Universidades Nacionales de La Rioja, Río Cuarto y Villa María, como así también a las facultades de San Francisco y Villa María de la UTN.
Socios y competidores
Los académicos no niegan ser competidores entre sí, pero a su vez se reconocen como complementarios. “Cada uno es fuerte en un área y eso se reconoce y respeta”, explica Alejandro Tiraboschi, de la UNC. Además, para mejorar los intercambios “cada desarrollo será encarado por equipos con miembros de cada universidad, siempre y cuando cuenten con personas para ello”, puntualiza.
“Tenemos un gran interés en que los proyectos integren a los alumnos avanzados y recién egresados. Sería una forma de retenerlos en las condiciones actuales del mercado”, asegura Tiraboschi. “En el mediano plazo esto podrá dar cabida a nuevos emprendimientos”.
Quizás los problemas surjan a la hora de definir los aportes y recompensas de cada uno de los socios. La incomodidad es evidente cuando se les pregunta por la propiedad intelectual. “Sólo está definido que una parte será para el investigador, otra para el ITC, pero entre las Universidades el tema no está resuelto”, admite Morchio.
Llegar a las patentes
Desde las empresas el entusiasmo no es menor. El emprendimiento les permitirá ingresar a un juego que, al menos por ahora, no tenían previsto jugar. Como mínimo el proyecto le permitirá a las empresas de TI ir desarrollando sus productos en timing con la evolución de los microprocesadores, gracias a la donación de Intel. Por otro lado, esperan que Microsoft siga el mismo camino.
Pero el impacto de la nueva asociación en las empresas va mucho más allá. “Podremos encarar desarrollos de mediano y largo plazo que nunca habríamos hecho cada una por separado, considerando los problemas que tenemos hoy en la Argentina”, admite Eduardo Chapeta, presidente del cluster Córdoba Technology. “La idea es llegar a la innovación y a las patentes”, remata entusiasmado.
En ese sentido, generará economías de escala, por la sinergia entre empresas e instituciones, y por las inversiones compartidas. Además, por su naturaleza institucional, no descartan que pueda atraer aportes internacionales
¿Los ahorros estimados? “Imposibles de definir, porque no hay con qué compararlo. Se trata de cosas que no hacíamos antes”, subraya Chapeta. Para tener una referencia, los especialistas estiman que para generar un producto nuevo –no copiado– de software, una empresa aislada requiere entre US$ 500.000 y US$ 1 millón.
El efecto sobre los recursos humanos no es menor. “Las universidades podrán actualizarse al ritmo del mercado y las empresas se ahorrarán los seis meses de capacitación que debemos invertir por cada profesional”, analiza el hombre del Córdoba Technology.
“Además esto nos brindará perfil internacional”, indica presuroso Eduardo Chapeta. “Si el ITC logra generar una referencia seguramente entrará en contacto con otros centros y encarará trabajos conjuntos”.
De cara al mundo
La referencia internacional es un objetivo estratégico para todos los socios. En el corto plazo, “el plan es desarrollar aplicaciones inmediatas, sobre todo para el mercado internacional, porque el mercado local casi va a desaparecer y se necesita generar una masa crítica para mantener la estructura”, observa Juan Carlos Murgui, vicepresidente del ITC y uno de los responsables del plan de negocios de la entidad. “Contamos con ejemplos como Finlandia e Irlanda que generaron tecnología sin tener un mercado interno”, acota.
Pero aun si el mercado local existiera, en el largo plazo, la subsistencia de toda industria tecnológica depende de la capacidad de mantener el ritmo de innovación, so pena de perder competitividad ante el desembarco de jugadores externos. Las universidades son optimistas. Intel se comprometió a proveer sus propios técnicos para la puesta a punto en los temas que fuere necesario.
Casos como el de Irlanda apelaron a la contratación de un núcleo de científicos de nivel mundial. “Nosotros no podemos llegar a eso, pero todos contamos con una agenda de egresados que hoy están diseminados en los principales laboratorios y empresas alrededor del mundo”, enfatiza Raúl Morchio, coincidiendo con sus socios. “Con ellos mantenemos el contacto y son una de nuestras puertas al mundo, tanto para presentarnos como para gestionarnos soluciones”, asegura.
La responsabilidad de hacer pie en el mercado “corre por parte de las empresas”, señalan en los claustros. El cluster de clusters parece ser uno de los pocos grupos optimistas de la Argentina 2002. “Hoy comenzamos con la TI. Pero bien podemos incorporar otras disciplinas”, remata Raúl Morchio, presidente del ITC. Cualquier similitud con el MIT no es mera casualidad. Es una visión.
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Las áreas del ITC
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