James Tobin deja una herencia más que polémica

    A medida que la globalización evolucione descartando fundamentalismos y ampliando las opciones en política económica “macro”, la figura de James Tobin (1918-2002) alcanzará la trascendencia de John Maynard Keynes, Josef Schumpeter, Nikolái Kondrát´yev o Raúl J. Prébisch. Al margen, claro, de sus divergencias doctrinarias. De hecho, Milton Friedman, John Kenneth Galbraith, Julio Olivera y poquísimos más se cuentan hoy entre los sobrevivientes de una generación caracterizada por la calidad y la profundidad en el debate de ideas, no de simples recetas.


    Premio Nobel económico en 1981, años después Tobin lanzaba una propuesta que lo ha hecho famoso e inspiró varios simposios internacionales. El último de ellos, en Ottawa (febrero), reunió al Grupo de los 7; o sea, las principales economías del mundo. Se trata del gravamen sobre movimientos de capitales operados fuera de jurisdicción de los grandes bancos centrales; vale decir, la “tasa Tobin”.


    A principios de marzo, el economista ­que acaba de fallecer­ hizo su última aparición pública en la universidad de Yale ­donde compartía cátedras con Paul Krugman, cuyo elogio póstumo ha sido ejemplar­, precisamente para analizar la actualización de su esquema. En esa oportunidad, Tobin explicó que el objetivo básico del gravamen consiste en “prevenir o impedir la desestabilización de mercados a manos de grandes especuladores ­físicos o institucionales­ y dar más seguridad a la circulación de capitales”.


    Ya en Ottawa, Laurent Fabius ­ministro francés de Hacienda­ se había pronunciado en favor de la propuesta como “forma de poner en la mira fiscal los vastos movimientos especulativos transnacionales, en especial los originados en instrumentos financieros volátiles”. Fabius, como Krugman o Romano Prodi, aludía a la versátil gama de instrumentos matemáticos e informáticos (los derivativos) que ha generado una masa virtual de derivados (futuros, opciones y sus coberturas), estimada por el propio FMI en alrededor de US$ 36 billones ­cuatro veces el PBI estadounidense­ a fines del 2001.

    Tres metas claves


    Tanto Fabius como originalmente Tobin vinculan la tasa a la reconstrucción de un sistema tipo Bretton Woods, aunque de características diferentes, cuyo administrador sería el FMI. Pero tras una mutación que lo alejase de los intereses financieros globales ­acreedores inclusive­ y de tentaciones políticas. En último análisis, un esquema basado en las ideas de Tobin cumpliría tres funciones clave:

    • Devolver a los bancos centrales y otras entidades (Banco de Ajustes Internacionales,
      FMI, Banco Mundial, etc.) un contralor mínimo sobre movimientos financieros
      cada vez más voluminosos e inestables.
    • Captar fuentes de recaudación fiscal que, desde 1971-3, eluden o
      evaden aportes tributarios casi tan amplios como los que recaudan las tres
      mayores economías del mundo (Estados Unidos, Unión Europea,
      Japón).
    • Manejar con flexibilidad y sin turbulencias las crisis de endeudamiento
      soberano, sin excluir mecanismos concursales parecidos a los que propugnan
      Charles Calomiris, Alan Meltzer, Adam Lerrick o Anne Krueger.


    Nacido en Illinois, 1918, Tobin se graduó en Harvard, 1939. Fue la neurona económica de John Kennedy, así como Keynes lo había sido de Franklin D. Roosevelt y su new deal. Antes y después del Nobel, protagonizó encendidos debates con los neoclásicos ­monetaristas estilo Chicago­, la escuela de Francfort ­herederos de Schumpeter y Friedrich von Hayek­ o los cultores de las expectativas racionales.


    A veces, las líneas se cruzaban. Así, neokeinesianos (Tobin, Galbraith, Hutton, Krugman) y monetaristas criticaron el modelo ofertista ­reducción de impuestos a los sectores con mayores utilidades o rentas, extrema desregulación financiera­ puesto en práctica, con desastrosas consecuencias fiscales, bajo Ronald Reagan y George W. Bush padre. Justamente, hace pocos meses Tobin publicó un extenso trabajo contra el “neoofertismo” de George W. Bush hijo y la vuelta a crecientes déficit presupuestarios. Tobin falleció el 11 de marzo, a los 84 años.