Gary Winnick y su gran vida

    Una noche de noviembre de 1999, Gary Winnick ­presidente de directorio en Global Crossing­ ofrecía una comida de gala a 240 invitados en el Claridge´s de Londres. William Cohen, entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, cerró el convite con una entusiasta conferencia sobre el papel de la superpotencia y su vanguardia tecnológica en vísperas del siglo XXI.


    Por esos tiempos, Winnick estaba en la cima y culminaba su tendencia a la gran vida y la ostentosidad. Año y pico después, la empresa tomaba la senda del colapso. Hacia fines de 2001, la reputación de Winnick se hacía polvo, junto con su sueño de manejar un imperio mundial de fibra óptica. Poco después, la Securities & Exchange Commission (SEC, comisión federal de valores) y el FBI iniciaban investigaciones sobre las cuentas de la firma. Personal, ejecutivos, inversores y expertos en management se encarnizaban con Winnick.


    Sus detractores abundan y no siempre son honestos consigo mismos. Algunos critican un estilo tan caprichoso como arrogante. Otros señalan que gran parte de los US$ 734 millones obtenidos por Winnick proviene de acciones de GC vendidas poco antes de hacerse públicos los graves problemas de la compañía.

    Una carrera peculiar


    Casi nadie se sorprendió por la caída de Winnick. Mucho menos quienes estaban al tanto de una carrera iniciada en Drexel Burnham Lambert, famosa por sus maniobras financieras y su derrumbe en los años ´80. Esa banca de inversión era feudo de Michael R. Milken, el “rey de los bonos basura”. Al frente de la división papeles convertibles en la sede californiana de DBL, Winnick era conocido por su adicción a ricos, famosos y su estilo de vida. Abandonó la firma en 1985 (tenía 37 años), tras una borrascosa disputa con Milken. En 1989, obtuvo inmunidad a cambio de testificar contra su ex jefe, que acabaría en prisión.


    A medida que ganaba dinero, se acentuaba su proclividad a autopromoverse y figurar. Ello explica su mansión en Bel Aire (tasada en US$ 94 millones) y sus lujosas oficinas en Beverly Hills. Riqueza y “generosidad selectiva” le brindaron acceso a círculos de poder e influencia. Así, el entonces presidente George H. W. Bush, sus familiares y otros personajes hicieron pequeñas fortunas especulando con acciones de Global Crossing.


    Más allá de su biografía oficial, los comienzos de Winnick fueron modestos y trabajosos.


    Con el tiempo, Winnick llegó a ser empleado de Milken, hasta que renunció, supuestamente, para operar por cuenta propia. Pese a la ruptura con su ex patrón, DBL lo ayudó a financiar su primer emprendimiento independiente, Pacific Asset Holdings, luego Pacific Capital Group (PCG).

    Altibajos y un batacazo


    En los doce años que permaneció Winnick, las colocaciones de PCG sufrieron altibajos, hasta un “batacazo” que lo hizo famoso. Para 1997, al fundarse Global Crossing, PCG empezaba a interesarse en Atlantic Crossing, pequeño emprendimiento que planeaba tender cables de fibra óptica bajo el océano para cubrir el creciente tráfico por Internet. Buscando inversores para el proyecto, Winnick apeló a Union Labor Life Insurance y a tres ex colegas de DBL, directivos en el Canadian Imperial Bank of Commerce: Dean Kehler, Andrew Heyer y Jay Bloom. La inversión inicial, US$ 31 millones, coordinada por ellos, eventualmente le significó más de US$ 2.000 millones al banco.


    Hacia mediados del 2001, todos esos problemas no eran casi nada, comparados con la amenaza que asediaba a GC: un fenomenal exceso de capacidad ociosa en todo el sector. Entonces, Winnick se lanzó en pos de inversores dispuestos a aportar fondos frescos a una compañía en crisis. Tiempo antes, en febrero, había encontrado un aliado potencial: Steven J. Green, ex embajador estadounidense en Singapur. Por su intermedio, se cimentaron relaciones con Singapore Technologies, controlada por el gobierno. A la sazón, Green and Winnick invirtieron en K1Ventures, subsidiaria de ST, justo mientras se aceleraba la declinación de Global Crossing.


    Entretanto, Winnick persuadía a Hutchison Whampoa, un conglomerado de Hong Kong, para colocar fondos en GC. Cuando por fin HW y ST accedieron formalmente a invertir en GC, era demasiado tarde para que Winnick retuviese el control de la situación. Entonces, ambas aceptaron en principio comprar GC, aunque recién luego de resolverse la quiebra y a sólo US$ 750 millones: apenas 3,33% del valor en libros (US$ 22.500 millones). Pero esta salida ­si cristaliza­ terminará eliminando a Winnick.