Buenos Aires, capital de Brasil

    En los últimos cuatro años, Informix, la empresa de desarrollo de bases de datos que facturó casi US$ 1.000 millones en el 2000, enfrentando a competidores de la talla de Oracle, experimentó varios cambios de rumbo. Tres hombres se sucedieron en el sillón ejecutivo. El mediático Robert Finocchio le dejó su puesto a Jean-Yves Dexmier, y éste le entregó la posta a Peter Gyenes.


    En los inicios del otoño boreal, desde los cuarteles generales de Informix, en Palo Alto, California, se anunció la división de la empresa en otras dos: una de ellas especializada en la provisión de sistemas de administración de bases de datos para el procesamiento de transacciones y e-business; y otra orientada a las soluciones completas para negocios electrónicos.


    El lado brillante de la luna


    Estas turbulencias no agitaron, sin embargo, las aguas de la región sur, a cargo, desde hace cuatro años, de Leonardo Gannio, responsable de las oficinas de Informix en la Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay. Estas filiales generaron, el año pasado, ingresos por US$ 20 millones, que representaron un aumento de 15%.


    A este saludable índice de crecimiento contribuyeron los contratos firmados con clientes como Frávega, Bodegas Chandon, los supermercados Jumbo y Norte, y Telefónica de Perú, entre otros.


    Este exitoso desempeño sirvió, además, para que Gannio sumara a su área de responsabilidad las operaciones de Informix en Brasil. Un hecho poco frecuente, si se tiene en cuenta que la mayoría de las compañías suele asignar a un brasileño para manejar sus intereses en la octava economía del mundo.


    “Todos los países de América latina son muy importantes, pero algunos son más importantes que otros”, dice Gannio, parafraseando a George Orwell en su obra Rebelión en la granja. “Y Brasil es uno de los más importantes; es el motor de negocios del resto de la región.”


    Para Gannio, los ejecutivos de empresas multinacionales que trabajan en países que no aportan facturaciones importantes “están como el astronauta del Apolo XI cuando pasaba por el lado oscuro de la luna: solos y sin comunicación. Y llegar a Brasil es como estar del lado brillante de la luna, contactado con la casa matriz, vinculado con las decisiones más importantes de la corporación”.


    Podría pensarse que ocupar espacios de esa trascendencia suele involucrar riesgos relacionados con la mayor exposición y con el antagonismo de los que se quedan del lado oscuro.


    “Hay celos, como en todos lados”, admite Gannio. “Pero hay que tener en cuenta que todos estamos para trabajar fuerte, divertirnos y ganar dinero. Y creo que con mi capacidad de planificar a largo plazo y ejecutar en lo inmediato, lograremos ganar dinero y divertirnos, así que los celos desaparecerán”, pronostica Gannio.


    Un mercado móvil


    El mercado laboral en el sector de la tecnología se caracteriza por su movilidad. Resulta bastante frecuente que los ejecutivos no permanezcan en la misma compañía más de un año. Lo que se explica si se tiene en cuenta que, con los nuevos paradigmas tecnológicos, aparecen oportunidades de negocios que prometen mejores remuneraciones.


    Como parte de esta tendencia, muchos de los ejecutivos que manejaban los negocios de las empresas proveedoras de software de planeamiento de recursos (ERP, por sus siglas en inglés) emigraron a firmas que comercializan espacios en data centers, un mercado que tiende a crecer en la medida de las necesidades de tercerización de los recursos informáticos de las empresas, o al negocio del gerenciamiento de relación con los clientes (CRM).


    Sobran ejemplos de este fenómeno. Alejandro Raffaele dejó su puesto en el área de marketing de Sun para probar suerte en los data centers de OptiGlobe. En la misma empresa recaló Sergio Lampe, que luego de dejar al gigante alemán de la especialidad, SAP, pasó fugazmente por la gerencia regional de la ascendente EMC, dedicada a la venta de soluciones para almacenamiento. Otro ex SAP, Marcelo Cancellieri, ocupa ahora el principal puesto en la Argentina de Diveo, empresa dedicada también al negocio de data centers y telecomunicaciones.


    Pero, a pesar de que algunos consultores aseguraban que el negocio de base de datos dejaría de crecer y los cambios de timoneles se sucedían en Informix, Gannio se mantuvo en lo suyo. En el mundillo local de los negocios de tecnología, muchos se preguntaban por qué no cambiaba de empresa para asegurar su carrera.


    “Tengo una política personal y profesional coherente. Considero que soy una persona muy flexible y energética. Sin embargo, mantengo mucha estabilidad laboral porque creo que uno tiene que cumplir ciclos. En el mercado se observa una obsesión de crecimiento por el crecimiento mismo, orientada a tener beneficios económicos a corto plazo. Prefiero mirar al largo plazo, y eso es muy bueno profesional y personalmente, tanto para mi familia, como para mi equipo de trabajo. Poder plantearse un ciclo y cumplirlo en forma exitosa, con todo tipo de cambios, es una recompensa personal y profesional que no la paga ningún salto a otra compañía”, reflexiona Gannio.


    Esta visión se traslada a la política de reclutamiento, a la que le asigna alta prioridad, “porque paso más tiempo con mi equipo que con mi familia. Es por eso que no quiero gente que venga a trabajar un año, haga dinero y se vaya a otra empresa. Quiero gente que tenga voluntad de crecimiento, paciencia y que ejecute a corto plazo pero mire a largo plazo”.


    Gannio está convencido de que las diferencias de las empresas de tecnología se encuentran en los equipos de trabajo y no tanto en los productos. “Y para lograr que esas diferencias se noten no hace falta tener genios, sino un buen equipo. Prefiero cien personas medias que cincuenta estrellas, porque estoy seguro de que ese centenar de gente promedio puede trabajar en equipo. Y las estrellas no”.


    Es por eso que aplica lo que algunos analistas denominan micromanagement, una forma de gerenciamiento basado en el punto de vista del personal. “Tampoco creo que el gerente debe delegarlo todo. Delegar funciones depende de los momentos de cada compañía, en los que se pueden dejar a otros ciertas tareas. Pero no hay que trasladar todo a manos de los demás”.