Por Alberto Ford
Le dio legitimidad a los referéndums anexionistas convocados en el Donbass y otras dos provincias del sudeste ucraniano. Además decretó una movilización parcial para que la contienda deje de tener las limitaciones de una “operación especial”. Ambas medidas presuponen una escalada pero en su medida.
Es improbable que la guerra se desbarranque, atraviese físicamente las fronteras de Ucrania, y se apele a las armas atómicas. La Asamblea General de las Naciones Unidas es la perfecta caja de resonancia para darle al conflicto un dramatismo adicional. Por su parte, los algoritmos harán lo suyo para que la guerra además de proxi también siga siendo híbrida… pero con más octanaje.
En lo que sigue, se da una idea de cómo el mundo se ha dividido. Sus instituciones siguen funcionando pero empezarán a hacerlo de otra manera más relevante. La grieta global sigue su curso.
A ambos lados de la grieta, la nueva configuración planetaria va tomando forma al compás del ritmo que marca la dilatada guerra en Ucrania. La contraofensiva de los últimos días para recuperar territorios que venían ocupando las fuerzas rusas coincide con dos eventos realizados este mes de setiembre de 2022.
Uno es la 2ª Reunión Anual del Diálogo Económico de Alto Nivel México–Estados Unidos (DEAN) que tuvo lugar en la capital azteca el lunes 12; el otro, los días 15 y 16, la 22ª reunión del Consejo de Jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Samarcanda, la ciudad uzbeca de Las mil y una noches.
En el actual escenario las convocatorias son la evidencia de una realidad que asoma a través de sus significados en los que las cuestiones territoriales condicionan las agendas.
En el caso de Norteamérica, el tema de la cercanía se refiere a cómo el sistema productivo sin ir más lejos puede disponer en forma resiliente de los insumos provistos por las llamadas cadenas de suministros o cadenas globales de valor (GVC). Por su parte, los principales países del mundo con ambiciones multilaterales hacen notar su presencia global por medio de una cumbre desde el lugar del continente euroasiático donde se sitúan las cinco “stán”.
El patio vecino
La reunión del DEAN a nivel de los ejecutivos de ambos países fue encabezada por sus cancilleres: el secretario de Estado Antony Blinken y el secretario de relaciones exteriores mejicano Marcelo Ebrard. La declaración conjunta emitida al final de las deliberaciones es un reflejo de la problemática hemisférica que EE.UU. en esta oportunidad circunscribe a las zonas de impacto directo sobre sus fronteras más calientes.
El DEAN se activa en cuatro pilares centrales:
- Reconstruyendo juntos
- Promoviendo el desarrollo económico y social sustentable en el sur de México y Centroamérica
- Asegurando las herramientas para la prosperidad futura
- Invirtiendo en nuestros pueblos
En el primer pilar es inferible una relación directa con dos programas: el Build Back Better World (B3W) para el desarrollo de infraestructura en países de ingresos bajos y medios que el presidente Biden presentó ante el G7 en junio de 2021, y su complemento estadounidense, el denominado Acuerdo bipartidista de infraestructura al que han destinado 1,2 billones de dólares.
El vector que describe los flujos originados por el deterioro de la situación centroamericana es coincidente con el trazado de uno de los proyectos emblemáticos de AMLO: el Tren maya. Su recorrido a través de la península de Yucatán promete acarrear expectativas favorables por medio de la creación de empleos y oportunidades. Tal como es concebido en el DEAN, la zona del ancestral imperio de los jugadores de pelota de caucho –El Salvador, Honduras, Guatemala y el sur de México– se irá poblando de pymes y emprendimientos para dar solución al grave problema de las migraciones.
La industria de microprocesadores es uno de los insumos críticos en este momento, al punto que los faltantes a nivel global han puesto en jaque a sectores enteros de la producción como el automovilístico. Siendo que solo el 10% de los microprocesadores es hecho en occidente, se dice en una declaración del departamento de Estado que “la aprobación de la ley CHIPS y Ciencia (Chips and Science Act) por el gobierno de EE.UU. proporciona oportunidades sin precedentes para mejorar las ya dinámicas cadenas de suministro”.
Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), la fábrica más grande del mundo –con sede en Taiwán y propiedad de alguna manera compartida con los gigantes tecnológicos que aportan el know how– está construyendo una planta en EE.UU. con una inversión de 12.000 millones de dólares. Obviamente TSMC también seguirá produciendo desde el Lejano Oriente incluso desde la RPCh donde posee enorme inversiones pero redireccionando el target a su entorno cercano. Como dijo la presidenta taiwanesa Tsai Ing–wen al gobernador del estado de Arizona Doug Ducey ahora chips democráticos y chips autocráticos.
Se produce la denominada relocalización (re–shoring). Empresas de origen norteamericano y europeo que protagonizaron el desarrollo de Oriente –devenidas globales y en algunos casos con denominación o mecanismos de propiedad compartida con la parte china– sin afectar en sus fundamentos aquella gesta, se ven incentivadas para hacer lo mismo que hicieron en el oriente a partir de los setenta pero en el hemisferio americano. En perspectiva el negocio cierra. Con la grieta global se abren para la emulación dos mercados separados (por lo menos inicialmente en bienes y servicios; “acercar” GVC llevará más tiempo) de igual magnitud. Es la gran apuesta de la globalización en su fase superior para resolver hacia 2050 el flagelo de la pobreza en un mundo pletórico de recursos de todo tipo que ha dado fin al histórico reinado de la escasez.
La realidad del lado de allá de la grieta
Podría haber sido una movida florentina de la astuta diplomacia vaticana. Casualidad o no Francisco llegó el mismo día que XI Jinping a Nursultán (ex Astaná) la capital de Kazajistán. El Papa para asistir al 7º Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales. Xi en una visita de Estado de paso a la Cumbre de la OCS que en simultáneo tuvo lugar en Samarcanda, la segunda ciudad de la vecina Uzbekistán.
Es sabido que a Francisco le niegan la visa más anhelada. Hace tiempo que quiere ir a China y no lo dejan a pesar de que tiene los merecimientos suficientes como para ser invitado. No solo como jefe de la Iglesia católica sino como hermano de otro jesuita prominente, el paleontólogo y filósofo Teilhard de Chardin, de prolongada estadía en China donde tuvo la oportunidad de participar del descubrimiento del Hombre de Pekín (Homo erectus pekinensis, nuestro antecesor directo), y divulgador de las nociones de Noosfera y Punto Omega muy utilizadas por los eruditos.
A un nivel donde nadie se tira a la pileta con los ojos cerrados, llama la atención la coincidencia en ese lugar de dos de los máximos líderes mundiales. Según Reuters, desde Roma se le hizo saber a China que el Papa Francisco estaba dispuesto a reunirse con el presidente Xi cuando ambos estuvieron en la capital kazaja, pero Pekín contestó que “no había tiempo suficiente”.
El Papa tampoco tuvo suerte con KIrill, el patriarca de Moscú y de todas las Rusias, entusiasta defensor de la invasión a Ucrania y con quien había programado un encuentro. El Primado ruso se negó a viajar a Nursultán para participar del mismo congreso tras considerarse ofendido porque en una carta el Papa le había dicho que no debía ser “el monaguillo de Putin”. De cualquier manera Francisco logró estar en el centro de los acontecimientos de la parte autocrática del mundo que es la que siente más afín.
Es en ese contexto que se produce el rutilante desembarco de Xi en Samarcanda. Lo esperaban para la Cumbre y otras reuniones bilaterales además de Putin los líderes de los principales países emergentes, entre ellos Erdoğan (Turquía), Modi (India), Raisi (Irán), Sharif (Pakistán) y otros presidentes y primeros ministros.
Era la primera salida de XI al exterior luego de la pandemia. En una interesante nota del NYT se dice que Xi busca posicionarse en el Asia Central, una región motivo de ancestrales disputas.
El “Gran Juego” fue el término popularizado por Rudyard Kipling para referirse a la competencia entre Rusia y Gran Bretaña durante el siglo XIX por el control de esa zona que históricamente fue de paso obligado para la Ruta de la Seda.
En el acápite 13 de la Declaración de Samarcanda emanada de la Cumbre los Estados miembros consideran a Asia Central como el núcleo de la OCS. A principios del siglo pasado, el geógrafo John Mackinder en sus estudios de la geopolítica había considerado pivote al Asia Central (pivot area) para el control de esa inmensa geografía. Si uno mira un mapa ve que esa postergada zona está rodeada de países que tienen casi la mitad de la población mundial.
Sin ser deslucido, el papel de Putin no fue tan destacado; en contraposición a Xi, al presidente ruso se lo vio con perfil bajo en una conferencia de prensa que sostuvo solitario y de pie, jaqueado por las preguntas de rigor con respecto a la contraofensiva ucraniana. No obstante, Xi y Putin presidieron de hecho las deliberaciones ya que Rusia y China están a cargo del doble comando de la OCS.
La novedosa convocatoria –un formato G20, aunque más pormenorizado e intervencionista– está indicando que la construcción de la parte autocrática de la grieta global por lo menos en las actuales condiciones no está exenta de dificultades… pero es un camino de ida concebido multilateral sin lugar para las pretensiones hegemónicas.
Se dice que los países interesados en ingresar a la OCS forman una larga fila, entre ellos Arabia Saudita y sus vecinos del golfo. Tal avidez generaría para el Occidente democrático una situación más complicada aún que la del presente con respecto a la provisión de hidrocarburos. Los líderes quedaron en reunirse en la India el año que viene.
La guerra en Ucrania va para largo; los avances y retrocesos son pequeños tanto en tiempo como en espacio. Según algunos observadores el ritmo de la contienda parece ser el de la Primera Guerra Mundial en lo referido a la inmovilidad de las trincheras aunque en esta oportunidad los soldados no se ven las caras ni usan sus bayonetas, solo se “comunican” con disparos de artillería.
En los últimos días se produjo una contraofensiva del Ejército ucraniano que ha llegado a ocupar por abandono de territorios (o desplazar de ellos al enemigo según quien lo diga) que habían estado en manos rusas. Es sabido que en las guerras híbridas vale lo mismo un lanzacohetes de los más modernos como el High Mobility Artillery Rocket System (HYMARS) que un algoritmo capaz de llevar a cabo verdaderas proezas interpretativas en materia de acciones militares. Empero, para los observadores tradicionales sigue primando la cuantificación de los territorios en juego.
Salta a vista la connivencia de hecho para regular el ritmo de las acciones. El presidente Biden juega su fortaleza en las elecciones de medio término y el transcurso de la guerra le permite hegemonizar el lado democrático de la grieta (ante el frío del inminente invierno los países europeos están más que preocupados por la temperatura de sus hogares).
Por su parte, los contratos aprobados con el Complejo Militar Industrial son muy voluminosos aunque se calcula que solo el 20% de las armas llega al frente. Mirado desde el otro lado hay un activo invalorable para los rusos: EE.UU. no autoriza atacar su territorio lo que implica que los invasores pueden guerrear con las espaldas cubiertas. Por último y no menos importante, se anuncia que las fuerzas de ocupación están organizando elecciones separatistas inicialmente en las provincias que bordean el mar de Azov lo que les garantiza un corredor terrestre para llegar a Crimea desde territorio ruso.
El referéndum está previsto para el viernes de esta semana. Son de dos tipos. En el caso de Donetsk y Lugansk –que ya son repúblicas autónomas reconocidas por Rusia– la consulta es “sobre la unificación del territorio con Rusia”. En Jersón y Zaporiyia, dos provincias ocupadas esta última en parte, a los votantes se les pregunta “si desean dejar de ser parte de Ucrania y empezar a ser un estado independiente adherido a Rusia”.
En una nota de Foreign Affairs, la centenaria revista de EE.UU. publicada por el Consejo de Relaciones Exteriores, Fiona Hill sugiere que “Putin pretende presidir una nueva unión compuesta por Rusia, Ucrania, Bielorrusia y quizás la parte norte de Kazajstán, y establecer una esfera de control en Eurasia que Occidente estará obligado a aceptar”. Los resultados se pueden prever; el interrogante está en la modalidad que adopte la anexión y si los rusos se detendrán en las nuevas fronteras. La moneda está en el aire.