China mete presión en el mercado de la soja

    En el mercado del maíz, gran competidor por la tierra con la oleaginosa, se verifica algo parecido, los precios actuales están 16% por encima de los de abril / mayo y también +10% respecto de los de agosto.

    Todo indicaría –dice el último informe del IERAL de Fundación Mediterránea– que esta escalada en los precios responde más a presión de demanda que a restricción de oferta y que se genera básicamente por una aceleración de las importaciones chinas en los últimos meses (sin desconocer que hay otros países del sudeste asiático, más chicos, que también están empujando).

    En el caso de la soja, las importaciones del gigante promediaron 10,3 millones de toneladas mes en el trimestre junio–agosto, un flujo que es record histórico (y que anualizado asusta, lleva las compras a 123,6 millones de toneladas, como 2,3 cosechas argentinas).

    El gran interrogante es la persistencia de esta voracidad del gigante (y por ende del nuevo nivel de precios). Desde otra perspectiva, la duda reside en los factores que están por detrás de la aceleración de las compras: cuánto de anticipación y/o acumulación de reservas y cuánto de expansión esperada en el consumo interno.

    Si se atiene a las proyecciones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, habría un mix. Por un lado, un crecimiento interesante del consumo interno en este y el próximo año y, por el otro, una acumulación de existencias finales, que se está dando en esta campaña pero que perdería intensidad el año entrante (los stocks finales bajarían de 3,0 a 2,8 meses de consumo equivalente).

     

    Bajo desempeño

    En el momento más profundo de la recesión, el segundo trimestre, el PIB argentino se contrajo un 19,1% con respecto a igual periodo de un año atrás, con caídas del 30,1% en las importaciones y de 38,4% en la inversión.

    Así, la Argentina fue el país de la región con peor desempeño en términos de nivel de actividad, seguido por Chile y Brasil, que registraron en el segundo trimestre una contracción de la economía de 14,1% y 11,4%, respectivamente.

    En Uruguay la caída fue de 10,6% interanual y de 6,2 % (estimado) en Paraguay. Por sectores, se tiene que en la Argentina las Actividades agropecuarias y la Minería cayeron 10,7% y 18,3% interanual, mientras que en Brasil registraron un aumento de 1,2% y 6,8%, respectivamente. La brecha fue todavía mayor en el sector de la Construcción, que en la Argentina se derrumbó un 52,1 %, pero en Brasil lo hizo el 11,1%.

     

    La pandemia catapultó el precio el oro

    En el segundo trimestre de 2020, el fondo Berkshire Hathaway de Warren Buffett compró una participación de US$ 565 millones en Barrick Gold. Buffett es el mismo que siempre se rió de los que invertían en oro, al que consideraba “un metal inútil que se extrae de los suelos africanos o de alguna otra parte”.

    Las acciones en Barrick, que tiene minas en África, América latina y Estados Unidos, subieron 37% desde principios de abril. También en el segundo trimestre Bridgewater invirtió en fondos respaldados en oro, que permiten a los inversores comprar oro físico.

    Ese interés mostrado por inversores occidentales provocó el aumento en el precio del metal., que pasó de valer US$ 1.160 en 2018 a US$ 2.073 la onza en agosto de 2020.

    Hoy, se habla de una nueva fiebre del oro, pues en lo que va del año el metal creció 25% su valor por aumento de la demanda de lingotes.

    La pandemia ha convencido a los inversores de que el oro debe formar parte de sus carteras como protección contra el congelamiento de los mercados de valores, las tasas de interés en cero y la caída de la producción económica. Los crecientes temores sobre el impacto económico del coronavirus y el rendimiento negativo de los bonos ET provocaron que la inversión en oro se duplicara con respecto a 2009. Muchos de los grandes inversores quieren oro como protección frente a una posible deflación causada por la crisis económica.