Futurología, un ejercicio difícil pero apasionante

    Especular sobre el futuro puede servir a la gente y a las instituciones para aceptar mejor lo que pueda venir.

    Lo primero que se suele hacer para eso es planificar escenarios. Ese recurso nació entre las fuerzas armadas durante la segunda guerra mundial y en la industria, la pionera fue Royal Dutch Shell. Con un escenario planificado la compañía pudo reaccionar antes que sus rivales al shock petrolero de 1973.

    La idea central de trazar escenarios es evitar apostar todo a una sola posibilidad; es más conveniente probar los proyectos y los planes para el futuro ante una serie de escenarios posibles. Imaginar varios futuros, decidir cómo responder a cada uno de ellos e identificar las primeras señales de que podrían hacerse realidad, es una táctica que ya adoptan muchas compañías multinacionales.

    Este procedimiento se realiza alrededor de la pregunta “¿Qué pasa si…?”. Implica imaginar cosas que tal vez no ocurran nunca pero el solo pensar en qué haríamos si ocurriera, ensancha el pensamiento.

    Imaginar, por ejemplo, qué pasaría

    “Si Donald Trump ganara por segunda vez”

    “Si el presidente de Francia lograra transformar su país”

    “Si hubiera un sueldo básico universal “

    “Si las blockchain manejaran el mundo”

    “Si no existieran los gobiernos”

    “Si se clonaran seres humanos”

    “Si pudiéramos manejar el clima”

     

    Comentario sobre el presente

    La ciencia ficción también pertenece al ámbito de la especulación. Pero no hay que considerarla como una predicción. La contemplación que hace del futuro suele ser un comentario sobre el presente. Muchos de los autores llevan las preocupaciones actuales a los extremos lógicos y consideran sus consecuencias. Por eso es que la ciencia ficción puede tener un papel útil como radar para mirar hacia delante en lo tecnológico, social o político. Pero la ciencia ficción moldea el futuro en una forma muy concreta; la industria tecnológica está llena de gente tratando de hacerla realidad.

    Alexa, la asistente de voz de Amazon, es la computadora parlante de “Star Trek“; SpaceX, la compañía aeroespacial fundada en 2002 por Elon Musk, hace aterrizar sus cohetes en drones cuyos nombres han sido tomados de la serie de novelas La Cultura del autor escocés Iain M. Banks; hay toda una industria tratando de hacer realidad el mundo virtual “Snow Crash“, de Neal Stephenson. La ciencia ficción china y el Afrofuturismo brindan también diferentes perspectivas y posibilidades.

    La última categoría de la especulación es la antropología corporativa y la detección de tendencias. Muchas grandes empresas emplean antropólogos para buscar situaciones extremas, que rara vez ocurren pero que pueden ocurrir, como tecnologías y conductas emergentes que todavía no han sido adoptadas por el gran público pero que tienen la posibilidad de hacerse globales. Como dijo el novelista de ciencia ficción William Gibson, “el futuro ya está aquí, es sólo que está repartido de manera despareja”.

    Hace 20 años, las colegialas japonesas lideraban con modernos smartphones capaces de sacar fotos y bajar apps; ahora todos somos colegialas japonesas. ¿Qué viene ahora? ¿La muerte del dinero efectivo? ¿La ropa hecha con hongos? ¿Carne artificial? Los que detectan tendencias suelen equivocarse. Pero vale la pena prestar atención a lo que creen que podría venir. Podrían estar en lo cierto.

     

    Especular tiene ventajas

    Pierre Wack, uno de los gurúes de la planificación de escenarios en Shell, una vez comparó vislumbrar el futuro con sortear los rápidos en un bote. Uno conoce la dirección general del viaje pero no el camino exacto; el truco está en ser capaz de responder con rapidez. Leer sobre futuros posibles puede cambiar nuestra percepción del presente y ayudarnos a entender lo que podría estar a la vuelta de la esquina. También puede ser divertido.