Por Rubén Chorny
¿Hacia dónde vamos? Es un motivo de preocupación más que una pregunta para cualquier terrícola, con mucha más razón para cualquier ciudadano del mundo emergente, de Latinoamérica, y con muchísima más si se la formula desde Argentina.
Ni siquiera se siente en condiciones de responder el portador de un apellido –Madanes– estrechamente vinculado a la historia del empresariado, que echó raíces durante el desarrollo de un capitalismo nacional forjado al iniciarse la segunda mitad del siglo 20 y que, mal o bien, construyó gran parte de esta economía contemporánea cuyo sector privado hoy, entre volatilidades, recesiones y pandemia, languidece.
“Algo habrá que esforzarse si se quiere quebrar el círculo vicioso en el que estamos. Inclusive como salida laboral de sectores que, académicamente, se pueden formar en Argentina. No es casual que haya éxodo de la gente con más formación académica.”
“Todo esto ya ocurrió en los años 70, aunque por otras razones, políticas, y las consecuencias que se arrastraron de esa confrontación fueron muy malas, terribles, no sé si las medimos correctamente”, reflexiona el miembro de la familia, dueña de Fate, sinónimo de innovación tecnológica, y de Aluar, bastión de desarrollo básico industrial a través del aluminio, que la timonea.
El momento actual, compara, va más allá de un conflicto ideológico: “Nos encontramos en un estado de indefinición sobre qué vamos a hacer. Llegará el día en que habrá que asumir compromisos, ponernos las pilas y dejarnos de grandilocuencias y grandes debates, grandes acusaciones, grandes escándalos”, complementa.
Consensos
–¿Cree posible que haya consensos básicos entre las fuerzas políticas para poner en marcha el país una vez que termine esta campaña electoral? ¿O los dirigentes ya empezarán a pensar en 2023?
–Hace un tiempo se había hecho un anuncio muy fuerte en la línea de implementar mesas de trabajo de los sectores económicos y no se pudo lograr. O porque no se tuvo tiempo, o ganas, o porque no se cree. Pero hasta que no se establezca ese debate, esa sana discusión, va a ser difícil definir prioridades: a qué nos vamos a dedicar, por qué. Los recursos, no importa cuáles, siempre son limitados y si no se acuerda redireccionarlos, se terminan cometiendo errores.
–¿Está el empresariado como tal preparado para sentarse a una mesa de consensos?
–El empresariado fue perdiendo la autoestima y se ha debilitado. Un poco tiene que ver con la desnacionalización de la actividad económica en Argentina. Muchos referentes locales se corrieron, vendieron sus empresas, y se le suma a esto el poco interés de los extranjeros en invertir en el país y participar del ciclo económico.
En consecuencia, la representación del sector privado refleja ese debilitamiento, con pocas ansias de protagonismo de quienes lo integran. Se nota muy poco entusiasmo.
–Ya se sabe que el país cuenta con la agroindustria como pilar para cualquier perfil productivo que se plantee y se ha insistido en la riqueza potencial de los recursos naturales. ¿Podría ser la nueva generación de minerales estratégicos, como el aluminio, pero también el litio, el cobalto, la base para encarar un ciclo productivo que siga las tendencias mundiales y haga crecer nuestra economía?
–Esa experiencia de búsquedas de nuestros desarrollos ya la hemos vivido. Argentina tiene recursos humanos y naturales para hacer un montón de cosas. Pero el problema es hacerlas bien, si no el costo que vamos a pagar va a ser inmenso. Hay que remontarse a la historia y no repetir errores.
En los 70 desarrollamos una actividad electrónica, que llegó a contar con 1.500 personas ocupadas, donde todo el elenco profesional de alto nivel provenía de la Facultad de Ciencias Exactas, me refiero a Fate Electrónica.
Se desarrollaron las primeras calculadoras argentinas, el primer procesador argentino, se incursionó en el software… ¿En qué terminó todo eso? Era un programa que invitaba a las empresas de informática a mudarse a Tierra del Fuego para proseguir como armaduría de productos que venían de otras regiones.
Nosotros no entramos en ese negocio. Y probablemente desde el punto de vista económico nos hayamos equivocado porque hubiéramos terminado fabricando televisores. Se los desarma en Corea para volverlos a armar el Tierra del Fuego vendiendo el envoltorio a la única actividad genuina que existe ahí que son los recolectores de cartón.
–En este caso, estamos hablando de insumos estratégicos…
–A los que hay que buscar de darles valor agregado. Cuando menciono el desarrollo de la electrónica y la informática en los 70 estamos hablando de hace 50 años. No existía la nueva economía de hoy. Era incipiente. Me pregunto si hubiéramos tenido otra orientación, llegado medio siglo más tarde, ¿cuántos puestos de trabajo y qué valor agregado se tendría? Metimos la pata.
–La guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China nos deja abierta una alternativa para explotar las tierras raras, por ejemplo, para proveer insumos que el país tiene a las tecnológicas.
–En todo lo largo de los puntos de frontera con Bolivia y Paraguay hay recursos naturales no digo infinitos, pero sí gigantescos y no es que se ignoren. Están estudiados, son absolutamente desarrollables. Ahora la cuestión sería: cuando hay una deuda pública soberana que se remunera a más del 10%, ¿a alguien le pueden quedar ganas de ir a buscar tierras raras?
–La pregunta viene a cuento porque Aluar es una industria básica, productora de aluminio, y puede tener mucho que decir respecto de los insumos provenientes de la minería…
–Debería de ser una de las alternativas prioritarias de las inversiones naturales de los flujos de caja de una empresa como Aluar. Pero primero deberían ser discutidas con el Gobierno y fijárseles las prioridades. ¿Cuáles son nuestras capacidades en el área energética, en el desarrollo eólico, transporte de energía, desarrollo de otro tipo de metales y minerales en los cuales Argentina tenga un potencial?
Es la cuenta que habría que hacer. Para eso hace falta un relacionamiento con el Estado y tener la convicción de que podremos hacer algo que se extienda en el tiempo. Estos proyectos no se desarrollan en dos o tres años, sino que necesitan un par de décadas. Nos hemos malacostumbrado a sobrevivir, que es una condición esperable del ser humano. Cuando no tiene razones para movilizarse, se mete en una zona de confort y no hace nada.
Seguir pensando
–¿No es la lógica de la pandemia la que alimenta el instinto de sobrevivir? Viene la variante Delta pero supuestamente después se termina y habrá que pensar en otra cosa…
–No sabemos qué hay después de la variante Delta. Vamos de la mano de una pandemia a la que corremos de atrás, nosotros y el resto del mundo. Argentina tiene una dificultad adicional por contar con menos recursos que otros países y las consecuencias serán diferentes, más duras.
Sería deseable que se creara un espíritu de riesgo, de apuesta, de confianza, de los locales y de los que pueden venir de afuera. Y esa parte la veo muy pinchada. A duras penas hoy el denominador común es tratar de sobrevivir a la crisis sanitaria. Ya con eso solo no alcanza.
–¿Y qué más hace falta?
–Cómo crecer. Una empresa si no invierte se muere. La circunstancia externa hace que tenga que ir en tal o cual dirección. De lo que estoy absolutamente seguro es que si una empresa se queda quieta, se muere, aunque las circunstancias externas sean excepcionales.
En nuestro caso concreto, Aluar y Fate tienen históricamente una característica común que es un nivel altísimo de reinversión: más del 70/75% de su margen operacional, lo cual se ve en el crecimiento que ambas han tenido. Siempre hemos creído que si no se crece se desaparece.
–Esa sería su postura, ¿qué espera que suceda con el resto?
–No sé si está en la cabeza de toda la sociedad. Sería bueno concordar en que lo que se retrase de inversión es una factura que se paga carísimo. Ese es el debate que hay que tener durante la pandemia. Que tendría que darse naturalmente. Después, ¿cómo se distribuye la eventual renta que se genere? es otra película.
–¿Qué espera del Estado en la salida de esta crisis económica, en el contexto sanitario en el que evoluciona?
–El tema del Estado es si tomarlo como un elemento importante o exclusivo dentro de una armazón de la sociedad. Debe haber una complementación entre los distintos sectores, que es lo que no tenemos en los últimos años: la muñeca para hacerlo correctamente.
Nos vamos bandeando. Algunos dicen que pasamos de modelos ultraliberales a ultraestatistas, pero sin armonizar, nos vamos enroscando en un círculo vicioso del cual no sabemos salir. El Estado es necesario y hasta indispensable, pero siempre que no supere ciertos límites de acción.
–Con Aluar tienen una gimnasia antigua en tratar con el Estado, quienquiera que lo represente, dada su posición dominante en un mercado, ¿qué futuro vislumbra para ese rol cambiante?
–Debería haber una armonía en el diálogo con el Estado a través de la historia. Hay épocas de mayor discusión, más enriquecedora, y hay momentos en que se empobrece. En esta instancia actual hay sensaciones encontradas. Una parte de la dirigencia política quiere establecer una diferenciación muy clara en función de lo que es la economía de escala del sector privado: Pymes grandes, medianas, empresas grandes, empresas de insumos difundidos, y lo que no se entiende es que se necesita armonizarlas.
No ser excluyente. Cada uno necesita su masa crítica y tiene que jugar un determinado partido. Y el Estado tiene que controlar, sin asfixiar, a unos y a otros. Puede suceder que el país esté siempre como en modo electoral. Vivimos para una elección cercana, y los discursos se adaptan a esos plazos cortos. No dejan tiempo a discusiones de tipo estructurales.
–¿La recurrente carrera entre precios y salarios forma parte del permanente approach electoral que va postergando los debates a futuro?
–La asimetría de participación en la economía entre el Estado y el sector privado se ha ido profundizando muy fuertemente en los últimos años. Inclusive si se la mide desde el punto de vista gremial, el espacio del sector privado se fue achicando muchísimo. Ahora bien, los recursos para financiar a la sociedad, para la inversión que es necesaria, tienen que terminar saliendo del sector privado.
Y la cuestión es que se redujo, pero simultáneamente cada vez hay que sacarle más. ¿Y de dónde se generan esos recursos? Del desfinanciamiento, de la desinversión. Eso tiene un límite. La maquinita permite pasar una temporada, pero detrás vienen más problemas.
–¿Cómo afectaron a las relaciones laborales las restricciones a la presencialidad?
–El caso de Aluar no fue tan delicado. Esto es muy dinámico. Es una curva que sube y baja todo el tiempo. El interior está un poco menos castigado que la provincia de Buenos Aires. El problema más complejo lo tenemos en la planta de neumáticos de San Fernando, donde la media de inasistencias se encuentra entre 20 y 25%.
Quiere decir que sobre 2.000 personas de masa salarial hay unas 500 promedio que durante este año y medio no han concurrido a sus funciones normales. Habrá que volver a poder ocupar horas laborables y resolver esta brecha que se está dando de improductividad, por la cual una cantidad de personas, por las razones que fuere, no participan del ciclo económico activo.
–¿Hay perspectivas ciertas de un regreso a la presencialidad fabril?
–El Ministerio de Trabajo dictó una resolución por la cual se considera convocable al personal que tenga dada una dosis de vacuna dentro de ciertas categorías. Solo quedan excluidas ciertas enfermedades crónicas. Es inaplicable porque hay contradicciones.
Seguimos con una normativa: impedimento de despidos, eventualmente con una doble indemnización y con una falta de debate en materia gremial que impide hacer nada en forma coercitiva. Daría lugar a una explosión de demandas laborales, descalabro gremial. Sí habría que tratar de encarar una solución mediante algún tipo de acuerdo, de método prejubilatorio. Hay mucha gente que no va a volver al circuito laboral existente hace un año y medio.
–¿Una jubilación anticipada?
–¿Y qué es el licenciamiento de gente que hace ya más de un año y 8 meses que no concurre? ¿No es de hecho una jubilación anticipada? Sin discutir esa realidad, ¿sirve tener esta ociosidad en las actividades? En una primera etapa se resuelve para volver a niveles de actividad normal y en paralelo se invierta para crecer. Si no logramos hacer ambas cosas a la vez, nos va a ir mal.