Hay un tema central que, en la vorágine que plantea la realidad, ha pasado bastante desapercibido. Se habla con ligereza de una nueva guerra fría, esta vez con China y no con la URSS. Pero la China no es hoy lo mismo que fue ayer la Unión Soviética (ver artículo en la página 18).
Son muchos los observadores que piensan que el problema comienza cuando el famoso choque entre la Unión Soviética y Estados Unidos se convierte en el modelo de lo que ocurre hoy entre Washington y Beijing. Se ha vuelto normal hablar de “contener” a China.
Pero esa retórica pasa por alto los enormes cambios que ha sufrido la sociedad estadounidense. Hay diferencias estructurales grandes entre aquella Unión Soviética y la actual China. Para empezar, China tiene en su poder más de US$ 1 billón de deuda estadounidense y es fuente de turistas y de estudiantes. Las relaciones entre China y Estados Unidos están íntimamente entrelazadas. No ocurrió lo mismo con la Rusia soviética. Desenredar esas relaciones será el trabajo técnico de toda una era. Después de cuatro años como presidente, Donald Trump solo llegó hasta un cierto punto. Sin duda, algunas dimensiones técnicas de la guerra fría ya han vuelto: la carrera por innovar, por liderar en tecnología y el galanteo económico de aliados.
Sobre el origen y las perspectivas de este conflicto versa el análisis de Mercado que se incluye en esta edición.
Todo esto en un escenario que se caracteriza por una reacción en contra de la globalización. Que se hizo más visible cuando durante varios días el Canal de Suez estuvo bloqueado por el Ever Given, uno de los transportadores de contenedores más grande del mundo. Se está interpretando su percance como una demostración de que las cadenas de suministro se han vuelto una peligrosa fuente de vulnerabilidad. Mientras pelean con la pandemia y hacen frente a peligrosas tensiones geopolíticas, los Gobiernos de todas partes están abandonando la búsqueda de la eficiencia para adoptar un nuevo mantra de resiliencia y auto suficiencia.
¿Qué contienen los informes de RSE y Sustentabilidad?
Un informe especial que se desarrolla a partir de la página 70, se analizan –con la ayuda de calificadas opiniones– las nuevas demandas que se exigen a las empresas en materia de divulgar más datos.
Ha quedado en claro que no existe más para las empresas la posibilidad de ignorar, limitar o soslayar el concepto de responsabilidad social, la sustentabilidad o la lucha para evitar el deterioro climático.
Es una demanda integral de todos los actores de la sociedad. Las empresas que queden detenidas en un viejo o desactualizado concepto de RSE, sufrirán en sus relaciones externas e incluso en su reputación.
No alcanza con la transparencia financiera. También debe percibirse en lo no financiero. Es una nueva etapa auspiciada por lo que se ha dado en llamar capitalismo de stakeholders.
Es decir, ese conjunto de grupos que son tocados de alguna forma por esa organización –empleados, clientes, inversores, socios y reguladores– que reclaman más difusión de la información relacionada con sus empleados, con su respeto por el planeta y con su propósito.
Son varios los factores que generan esta demanda. Uno de ellos es la creciente importancia que van adquiriendo los activos intangibles de la compañía, como la marca y la cultura; otro, las crisis de 2020 que alteraron el trabajo tal como lo conocemos y que dejaron al descubierto las persistentes desigualdades raciales, sociales y económicas.
Todas las empresas deben prepararse para un futuro en el que los detalles de su trabajo en esas áreas deberán estar a la vista de todos. Para finales de marzo, 94% de los inversores estarán tratando con sus directorios temas relacionados con la diversidad en la fuerza laboral, la salud, la seguridad de los empleados y la cultura empresarial, según surge en una encuesta entre 600 inversores en América del Norte, Europa y Japón realizada por Edelman y la Asociación Nacional (EE.UU.) de Directores de Empresas.
Las implicancias son importantes. Quien publique poco, o en forma inconsistente, deberá afrontar consecuencias legales o regulatorias, o devaluación de sus acciones por la desconfianza generada en el personal y los consumidores. Pero también es una oportunidad para que una compañía fomente el compromiso y el progreso en esas áreas.
Talento y la reinvención de la empresa
Es la Portada de esta edición, que se despliega a partir de la página 34. Las nuevas relaciones con los empleados, con los clientes, con proveedores y la cadena de labor, y sobre todo, con la sociedad en la que está inserta. Este es el nuevo rol de la alta gerencia.
Hay una nueva dimensión del talento que cambia lo conocido hasta ahora.
Las condiciones para encontrar una nueva manera de operar no podrían ser más difíciles, entre otras cosas porque hay que considerar que 85% de los empleos que van a existir en 2030 todavía no se han creado.
Se avizoran cambios significativos en el comportamiento y preferencia de los clientes, nuevos marcos regulatorios, diferentes maneras de trabajar y una distinta batería de ideas y acciones gerenciales para imprimirle otra tónica al management.