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Matías San Juan
Por Javier Rodríguez Petersen
El año pasado, el Centro de Desarrollo de la OCDE centró sus “Perspectivas económicas” en los sectores de ingresos medios de América latina. Para el informe, son grupos “económicamente vulnerables”, con pocos títulos universitarios, mucho trabajo informal y necesidad de políticas que reduzcan su vulnerabilidad y eviten que los que salieron de la pobreza vuelvan a caer en ella. También apunta que se trata de una “clase media” distinta a la de los desarrollados países de la OCDE y que dista mucho de ser una clase homogénea.
El trabajo de la OCDE se centra en los ingresos. Pero en la Argentina, la demarcación está más vinculada con lo cultural, con una historia en común y con una serie de valores en los que los analistas no terminan de concordar. Fabián Perechodnik, de la consultora Poliarquía, habla de una cuestión aspiracional vinculada “al acceso a una mejor educación y salud, y, en un sentido más amplio, al esparcimiento”. Pero los límites y las definiciones no son claros. Ni podrían serlos.
Para Agustín Salvia, coordinador del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, “no hay una existencia real de una clase social media” sino “un conjunto social heterogéneo con ciertas características que le dan un marco de referencia cultural, social y económico similar”. “Lo que tienen en común –sigue– tiene que ver con un origen vinculado a un proceso en el que, en las décadas del 40, 50 y 60 y como producto del esfuerzo, la educación y el trabajo, sectores migrantes pobres u obreros fueron alcanzando otra calidad de vida, capacidad de consumo y expectativas de movilidad para sus descendientes. Esa incorporación a un proceso de movilidad social ascendente es lo que los diferencia de otros sectores obreros fabriles y de otros sectores migrantes. Y también del patrón de las clases altas o medias altas, que tienen un estatus arraigado y capacidad económica muy alta”.
Santiago Kovadloff también pone el foco en la historia para señalar como fueron cambiando los ideales de “educación, ahorro y trabajo”, a los que considera constitutivos de la “dinámica” clase media argentina desde que “comenzó a perfilarse en el siglo 19 hasta que vivió la crisis de comienzos del siglo 21”. Según el filósofo, “los efectos de la crisis de esos tres ideales son los que hoy constituyen la materia prima de un reclamo característico de los ideales de la clase media”.
Enrique Zuleta Puceiro, director de OPSM, resalta que lo que hoy está en discusión no es el perfil socioeconómico y de consumo sino “el perfil de valores”. Y define: “La clase media, sobre todo, en las zonas pampeanas y los grandes centros urbanos, se reivindica como portadora de valores de integridad y republicanos y desafía sobre todo al peronismo a un debate sobre las tradiciones políticas, las instituciones, la representación y la transparencia. Es un gran sector de la población argentina que está expuesta al sistema de medios, define las encuestas, hace el rating de la TV y es portador de valores que en los últimos años se han radicalizado hacia un integrismo republicano. Tiene una cultura política bastante reactiva a los procesos populistas y su enemigo principal es lo que podríamos llamar la tradición del peronismo: el movimientismo con todos sus excesos institucionales; pero también tiene sus límites infranqueables con el radicalismo como partido”.
Justamente desde el radicalismo, el senador Ernesto Sanz dice que la defensa de las libertades y el derecho de propiedad es uno de los rasgos característicos del sector, al tiempo que celebra que en la Argentina no haya algo como una “conciencia de clase media” porque, sostiene, eso le permitió “tener los límites abiertos que son la razón de ser de una movilidad social” fundamental para el desarrollo del país.
Enrique Zuleta Puceiro
De la cima a la arena
Para Salvia, estos sectores son “hijos de la política agroindustrial de principios del siglo 20”, también los que le dieron origen al yrigoyenismo y fueron ensanchados por las políticas de Juan Domingo Perón “a partir de un proceso de movilidad social de sectores trabajadores, obreros y de servicios públicos estatales”. Kovadloff completa que “en 1983, cuando la clase media encabezó el voto que llevó a la presidencia a Raúl Alfonsín, esos tres ideales (educación, ahorro y trabajo) aparecían concentrados en la reivindicación de la vida constitucional”.
En general, los observadores coinciden en que la clase media argentina tuvo su edad de oro más o menos en el tercer cuarto del siglo 20, cuando, resalta el sociólogo del Observatorio de la UCA, el país produjo “premios Nobel, literatos y científicos, florece la universidad pública con una gran capacidad productiva, se consolida la educación secundaria a la que van los hijos de esas clases que han podido movilizarse y tiene lugar el proceso de movilidad ascendente intergeneracional, a través de la educación y la salida técnica y profesional”.
Luego, la desindustrialización, la crisis económica de los 80, la inflación y los cambios estructurales de los 90 golpean a esas clases medias que se habían consolidado en los 50 y 60. Mientras, según Salvia, hay “un proceso de ascenso de los sectores profesionales más vinculados a la nueva economía: se divide una clase media técnico profesional en ascenso y clases medias tradicionales en retroceso”. Al mismo tiempo, “también los trabajadores y la clase obrera empiezan a participar de ese doble movimiento: hay clases obreras que participan cada vez más de la capacidad de consumo y las expectativas de las clases medias técnico-profesionales y otras que se mantienen postergadas y marginadas producto de las reformas estructurales. Hasta fines de los 90 y principios de los 2000, se comparte una misma historia pero con una división de aguas”.
En términos relativos, la crisis de 2001/2002 impactó con particular fuerza en los sectores medios. Y la recuperación posterior no fue igualmente pareja: aunque los subsidios y, en especial, la fuerte reactivación económica beneficiaron a todos, los sectores técnicos profesionales lograron una mejoría que en las otras clases medias profesionales, un punto más empobrecidas, fue solo parcial: recuperaron parte del terreno perdido, pero sin llegar a encontrar una plataforma sólida de movilidad y ascenso como la que habían tenido sus abuelos o sus padres.
Simultáneamente, otros sectores tradicionalmente obreros pasaron a engrosar los de ingresos medios. Apunta Kovadloff: “El hecho de que los trabajadores tengan mejores salarios no significa necesariamente que se hayan incorporado a una clase media sino que fundamentalmente están demandando una incorporación que no pasa esencialmente por lo económico sino también por el tipo educativo y la seguridad. Estamos ante un panorama intenso, potente y, en muchos de sus bordes, sumamente difuso”.
Agustín Salvia
No se puede vivir del amor
¿De cuánto hablamos? A fines de 2011, para la consultora W, los ingresos familiares promedio de la clase media baja (D1) eran de $3.100; los de la clase media típica (C2), de $6.625, y los de la media alta (C2), de $13.800. Desde Equis, Artemio López clasifica como categoría media baja a los hogares que superan el umbral de pobreza pero no logran duplicar la canasta básica (de unos $1.800 o 2.000) y media plena a los que la duplican pero no llegan a multiplicarla por 10; Equis sostiene que esas dos categorías juntas pasaron de representar 28% de los hogares en 2002 a 61% en 2011, a lo que aún se deberían sumar 15 puntos que pasaron de la clase media plena a la media alta y alta.
Perechodnik confirma que “cuando se le pregunta a la gente de qué clase social se considera, una inmensa mayoría dice de clase media, bien porque la integran o porque aspiran a integrarla”, aunque aclara que si bien la categoría sigue funcionando como aspiracional de pertenencia, después “no tiene un comportamiento homogéneo de consumo ni en términos políticos”. Y agrega que como “hoy el ingreso solo no da la respuesta, como podía pasar en otra época, para segmentar hay que abrir con otro tipo de parámetros”.
Ernesto Sanz
El batir de las cacerolas
Dice el senador Sanz: “Cuando vino (Néstor) Kirchner, no por mérito propio sino por un montón de factores externos, como la salida de la convertibilidad con devaluación, los precios internacionales y el default de la deuda, logró recuperar la economía y le dio con eso un oxígeno a la clase media que se tradujo en votos. Pero ahora esa misma clase media encuentra que el mismo kirchnerismo que le otorgó muchas cosas en la economía empieza a quitárselas a partir de restricciones a la libertad, el derecho de propiedad y demás”.
Está hablando de las protestas que los actores políticos coinciden en atribuir a la clase media, o por lo menos a sectores urbanos de clase media. Y en particular al cacerolazo de septiembre que, a partir de una convocatoria difusa y con múltiples consignas, volvió a poner a este sector en el discurso político: en unos, para denostar a los manifestantes (con un tono más medido que sus funcionarios, la presidenta Cristina Kirchner les reclamó que entiendan “que otros tienen también derecho a ser de clase media”); y en otros, como una oportunidad para pegarle al oficialismo (Lilita Carrió: “Este Gobierno lucha por destruir a la clase media, para dominarnos”).
Zuleta Puceiro está convencido de que los reclamos de esos sectores fueron para toda la dirigencia. Y ensaya: “Se identifican con la tradición republicana de la Argentina y por eso defienden la Constitución, los valores de nuestros mayores. Se sienten en vilo por la incertidumbre, la inseguridad jurídica, la baja calidad de las instituciones, las violentas movilidades económicas que advierten, pero también y sobre todo por el transfuguismo político. Su descontento con lo político no es porque sean fascistas y quieran a alguien que mande sino porque añoran una época que según ellos existió, de una Argentina parada sobre sí misma, orgullosa, innovadora, inspirada en los valores de la república y de los padres fundadores… mitos que la historia, la economía y la sociología han desmontado a la luz de la experiencia comparada y los datos. Es un sector sociocultural que busca representación, porque el sistema representativo está obturado. Es un electorado que busca partido, pero los partidos se terminaron: por un muy buen tiempo los actores de los procesos electorales no van a ser los partidos sino los candidatos”.
Kovadloff advierte que “conviene no tener un perfil rígido de esa clase media, porque es volátil: cuando el desarrollo económico acompañó la gestión de los Kirchner, buena parte de esa clase media estuvo a su lado”. Pero el filósofo evita la simplificación de que se trata solo de billetes: “Los ideales republicanos empiezan a tener auge no solo por las dificultades económicas sino por el agravamiento de la situación social generado por la inseguridad y la tensión exasperante con que el poder Ejecutivo está sumiendo al país mediante decisiones con un alto grado de intolerancia. Se retomaron las banderas de una reivindicación fundamental que es la de sostener la construcción de la vida social en el marco de la constitución vigente, impidiendo que su reforma permita perpetuarse en el poder a quienes hoy ejercen la primera magistratura, y con la clara demanda de pacificación a través del cumplimiento de la ley y no de su modificación”.
También Salvia resalta que no hay una ideología homogénea. Pero apunta al mismo tiempo a cómo la política del kirchnerismo ha juntado a grupos distintos: “Los sectores medios más pobres y empobrecidos están más afectados por la inflación y la inseguridad, mientras que los sectores medios profesionales demandan por la capacidad de ahorro, el dólar, la inversión. ¿Contra qué reaccionan siendo que ambos han sido beneficiados y tienen intereses distintos? Los une la oposición a un estilo de conducción política. Son clases medias que se construyeron en el contexto del esfuerzo, el trabajo y la educación, que han resistido ciclos económicos críticos y esperan tener capacidad para seguir educando a sus hijos para que se incorporen a una Argentina que, en libertad, les de posibilidad de trabajo y movilidad. Y sienten que hay un estilo político que bloquea estas posibilidades”.
En el campo de la política, Sanz celebra que los grupos de clase media “aparezcan como un factor de poder porque no lo habían sido en estos últimos años”. Opositor, vincula el reclamo a que “empiezan a ponerse en valor en el país libertades”. Pero, dirigente al fin, lamenta esa falta de compromiso partidario que la mayoría de los analistas atribuye a los que batieron las cacerolas: “Uno puede tener críticas hacia la política y los partidos. Pero no sentirse representado por nadie es una suerte de veleidad, de rasgo negativo. El problema es que muchas veces la clase media no quiere comprometerse con alguien. Es cierto que ha tenido muchas frustraciones por haberse comprometido en otras épocas. Pero la democracia significa comprometerse y apostar y controlar y quitarle el voto a quien no es merecedor de confianza, pero dárselo a quien lo merece”.
La revolución de la normalidad
Para Kovadloff, “a diferencia de 2001, cuando se pedía que se vayan todos, hoy la gente de clase media reclama que vengan algunos, pero en plural”. En forma sintética: “Que el Gobierno ocupe su lugar y no todos los lugares y que la dirigencia opositora busque un acuerdo transpartidario que formule una serie de principios, recoja las demandas populares y no discuta quién va a liderar sino qué normas van a regir la producción de las candidaturas en 2015”.
Sanz cree que “la clase media está expresando hoy el reclamo muy justo de la revolución de la normalidad, que es transformar a la Argentina en un país serio en el que se pueda vivir sin una confrontación permanente, con respeto a la ley y posibilidades de progreso y movilidad social”.
“Esos sectores medios son progresistas, de derecha o de izquierda, y les gustaría algo que sume, que construya, que piense en el futuro”, apunta Zuleta Puceiro y concluye: “La Argentina actual, por cuestiones generacionales, marcha a una renovación de fuerzas políticas. Hay una nueva pujanza en las ciudades y eso, que está buscando una nueva expresión política, ya ha empezado en los municipios y las provincias, aunque por ahora no se traslade a la parte agonal, al todo o nada. Estas manifestaciones están preanunciando una mejora en la representación y estos son síntomas de vitalidad”.
En la Argentina y en el mundo Enrique Zuleta Puceiro ve en los reclamos de la clase media una búsqueda de representación “muy similar” a la que se registra con protestas de diverso tipo en buena parte del mundo, incluyendo a “Canadá, España y toda la zona del mediterráneo” y hasta a las marchas de la denominada primavera árabe que acabaron con algunas autocracias. |