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Jorge Castro, un reconocido analista de la política internacional, abogado, escritor, docente y presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico (fue secretario de Planeamiento Estratégico nacional entre 1998 y 1999) ha publicado este libro –editado por Distal– que se convierte en una eficaz herramienta para clarificar un tema poco conocido en la historia de un rico personaje.
El libro, con el nombre de La visión estratégica de Juan Domingo Perón, barre con prejuicios y preconceptos y proporciona un punto de partida para pensar la gestación del pensamiento central de este rico protagonista histórico.
¿Hacía falta publicar un libro sobre la visión estratégica de Perón, ahora, en 2012? Castro lo cree e intenta demostrarlo.
“El impulso fundamental de esta evolución es la técnica, y por eso el proceso histórico tiene para Perón un carácter determinista; y la velocidad de los acontecimientos depende de la celeridad del cambio técnico, sobre todo en materia de transporte y comunicaciones”, sostiene el autor.
“Si la historia tiene una dimensión determinista fundamental, eso no significa que el proceso histórico lo sea, porque la tarea de la política, que para Perón es el “reino de la libertad”, es construir deliberadamente y en forma activa y voluntaria las plataformas de poder capaces de conducirla”.
“Al igual que su coetáneo –con similar formación profesional y visión estratégica– Charles de Gaulle, Perón cree que “la política es el arte de conducir lo inevitable”. Ahora, tras la crisis global 2008/2009, ha emergido una sociedad mundial y el eje del proceso de acumulación capitalista ha pasado irreversiblemente de los países avanzados a los emergentes, del Atlántico al Pacífico, de EE.UU. a China. Lo mismo sucede con la estructura del poder mundial, donde la hegemonía unipolar estadounidense ha terminado, y su lugar lo ocupa una plataforma de gobernabilidad del sistema (G-20), en la que Washington comparte las decisiones estratégicas con China, India y Brasil”.
“Por eso, –cree Castro– la visión estratégica de Perón es mas vigente ahora que lo que fue en 1974. Esta es la razón por la que tiene sentido publicar este libro”.
“Perón creía, como su maestro Hegel y Carl Schmitt, que en “la política no hay pasado ni futuro, solo un eterno presente”.
Influencia liberal en la formación de Perón
La historiografía argentina atribuye a las políticas llevadas a cabo por el ex Presidente una inspiración nacionalista-revisionista. Pero, las fuentes de sus ideas son variadas y complejas. Lo más importante es que su pensamiento es no ideológico, que evoluciona a través de la comprensión de los acontecimientos y siguiendo su determinismo.

Lo que sigue a continuación es el desarrollo completo del capítulo segundo del libro La visión estratégica de Juan Domingo Perón, de Jorge Castro.
“La política es el arte de conducir lo inevitable”.
Charles de Gaulle
La historiografía argentina atribuye a las políticas llevadas a cabo por Perón una inspiración nacionalista-revisionista. Pero, las fuentes de las ideas de Perón son variadas y complejas. Para comprender la lógica de su pensamiento, es preciso tomar en cuenta, no solo el impacto que la Primera Guerra Mundial tuvo sobre su percepción de la política, sino también sus vinculaciones con los sectores liberales del Ejército, mostrando que estas han sido mucho más estrechas que lo que habitualmente se cree.1 Sin embargo, lo más importante es que el pensamiento de Perón es un pensamiento no ideológico, que evoluciona a través de la comprensión de los acontecimientos y siguiendo su determinismo.
Perón no tiene en sus orígenes un pensamiento nacionalista y menos aún, revisionista. Es un intelectual del Ejército de extracción liberal. De hecho, con grado de capitán, es uno de los protagonistas principales del golpe de 1930, que adhiere a la corriente encabezada por el general Agustín P. Justo. En su libro Tres revoluciones militares, Perón relata minuciosamente su activa participación en el movimiento militar del 6 de septiembre.
El historiador Joseph Page, en su libro Perón, una biografía, describe la división que existe en el Ejército de aquellos años: “Al comenzar 1930, dos grupos dentro del Ejército estaban considerando seriamente la salida golpista. Uno de ellos, aglutinado detrás del general José F. Uriburu representaba la influencia de los nacionalistas ultracatólicos y de aquellos que abogaban por la suspensión de los partidos políticos y el establecimiento de un sistema autoritario. El miembro de la otra facción era Agustín P. Justo, un ex ministro de Guerra durante la etapa antipersonalista del Gobierno radical (1922-1928) y un líder carismático. Su grupo ambicionaba devolver al país la vigencia plena de la Constitución bajo autoridad civil y curar los males de la economía administrando dosis aún más poderosas del liberalismo económico del siglo XIX. Perón decidió apostar a favor de la facción pro-Justo”.2
La tradición liberal del sector “justista” del Ejército se remonta al pensamiento liberal español de la etapa borbónica. Este pensamiento tiene una visión desarrollista y economicista, para la cual, el desarrollo de una economía mercantilista, que incentiva el comercio y aumenta el crecimiento económico, es la forma de alcanzar mejores condiciones de vida para la sociedad.3 Pensadores como Manuel Belgrano, Mariano Moreno y, posteriormente, Juan Bautista Alberdi, son fieles representantes de esta tradición. El grupo que rodea a Justo, del que participa Perón, recibe la influencia de esta corriente, que se opone a Hipólito Yrigoyen.4

Jorge Castro
“Control civil subjetivo”
Yrigoyen tiene una visión del poder militar propia del siglo 19. Para el líder radical, controlar a las Fuerzas Armadas significa designar miembros confiables del partido en la cúpula de la jerarquía militar.5 De esta forma, los oficiales radicales que habían participado en las revoluciones de 1890, 1893 y 1905 fueron ubicados en los principales mandos del ejército. Huntington define a este tipo de relación cívico-militar como “control civil subjetivo”. La consecuencia de esta política es que las instituciones militares se politizan y aumentan las posibilidades de un golpe de Estado.6 Esta política encuentra una creciente resistencia en aquellos sectores de las Fuerzas Armadas con una visión más propia del siglo 20. Es la que privilegia el profesionalismo militar y rechaza la intervención del mundo político en los asuntos militares. El director del Colegio Militar, el entonces coronel Justo, es el principal exponente de esta doctrina.
El descontento del ejército con Yrigoyen crece rápidamente. Jorge Crespo en su libro “El Coronel: un documento sobre la vida de Juan Perón 1895-1944”, describe este período crítico del siguiente modo: “Entre 1926 y 1928, el capitán Perón volvió a frecuentar a su amigo, superior y confidente, el teniente coronel Bartolomé Descalzo”. Crespo relata que: “Allí pudieron comentarse mutuamente el desagrado de los hombres de armas ante un Gobierno que se iba deteriorando día a día. El descontento militar y aun de amplios sectores civiles veían en una salida revolucionaria el único camino para que el país no cayera en la bancarrota, el desorden anarquista y comunista, y la consiguiente disgregación. El capitán Perón perteneció al enorme grupo –casi la mayoría– de los oficiales del Ejército y de la Marina que promoverían un hecho para terminar con el Gobierno radical de don Hipólito Yrigoyen”. 7
Perón rechaza la política de Yrigoyen por las mismas razones que Justo. Por eso, es uno de los protagonistas de mayor importancia, en el terreno estrictamente militar, del golpe del 6 de Setiembre de 1930. Junto con el teniente coronel Descalzo y el coronel José María Sarobe sublevan la Escuela Superior de Guerra y llevan a 120 capitanes a participar del movimiento revolucionario.8
Sin embargo, la colaboración de Perón en el movimiento nada tiene que ver con el apoyo al programa nacionalista-corporativista que propone Uriburu.9 Perón, desde el comienzo, está enfrentado al nacionalismo corporativista. Piensa que la democracia es el único régimen político legítimo. Por esta razón, después del golpe del 6 de septiembre de 1930, Perón junto con Descalzo y Sarobe, integra el núcleo fundamental liderado por Justo, que dentro del ejército se opone a las reformas corporativistas que pretende Uriburu.
Sarobe plantea desde un principio su oposición a los objetivos de Uriburu. En el mismo sentido, Rosendo Fraga sostiene que “a mediados de junio de 1930, es entrevistado (Sarobe) por el teniente coronel Molina, quien lo invita a incorporarse al movimiento revolucionario liderado por Uriburu, que será exclusivamente militar y con la intención de reformar la Constitución. Sarobe plantea sus reparos, diciendo que a su juicio el movimiento debe ser cívico militar, contar con apoyo y participación de los partidos políticos opositores, como también de la opinión pública y realizarse para retomar el camino de la Constitución, del cual se ha alejado –en la óptica de Sarobe– el Gobierno de Yrigoyen”.10
Ante la negativa de Sarobe, Uriburu decide entrevistarse con él: “El jefe del movimiento comienza expresando que su experiencia como subteniente en la Revolución del 90 enseña que la participación civil hace fracasar el esfuerzo militar, razón por la cual juzga necesaria una conducción exclusivamente castrense. Esta idea es refutada por Sarobe y basándose en los libros prestados por Justo argumenta que ha sido la actitud defensiva adoptada por los revolucionarios de El Parque la causa de su fracaso y no la interferencia de los civiles. Uriburu retoma su exposición con cierto disgusto y expresa que el movimiento se hace con un fin político ulterior: modificar la Constitución y la representación parlamentaria. Estas ideas también son cuestionadas por Sarobe, quien esboza su plan de entregar el poder al Presidente provisional del Senado. Con malhumor Uriburu reitera sus conceptos y continúa su exposición, optando el teniente coronel Sarobe por callarse por prudencia”.11
La influencia de esa formación liberal sobre Perón se revela, entre otros hechos, cuando durante su primer Gobierno nacionaliza los ferrocarriles y los bautiza con los nombres de Julio Argentino Roca, Bartolomé Mitre, y Domingo Faustino Sarmiento. Perón tampoco adhiere a una visión revisionista la historia. Responde, en cambio, a la concepción de la organización nacional por la que lucharon Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca. Tal como sostiene la historiadora Diana Quattrochi-Woisson: “Queda claro y explícito que el grupo peronista, en su mayoría, no comparte los principios del revisionismo. Va a ser Cooke quien se vea obligado a reconocer esta afirmación. Todo indica que las instancias dirigentes del Peronismo, sobre todo Perón, no son favorables al revisionismo histórico.12 Recién en la etapa de su exilio, Perón se pronuncia públicamente a favor de la interpretación revisionista de la historia argentina, en el libro Los vendepatrias: las pruebas de una traición, editado en 1957, en el que denuncia al Gobierno militar que acaba de derrocarlo”. 13
Otro aspecto que denota una posición crítica de Perón hacia el nacionalismo corporativista es su visión del Estado-Nación y de las relaciones con los países vecinos. En el mundo cultural en donde se forma Perón, con oficiales altamente calificados como Descalzo y Sarobe, la Argentina es vista como parte de un proyecto que va más allá del Estado-Nación. El caso de Justo es muy significativo. Una calle de Río de Janeiro lleva su nombre, a raíz de que se presenta como voluntario al Ejército de Brasil, cuando ese país le declara la guerra a Alemania.
Esta visión está muy alejada de la vertiente nacionalista, de origen francés, que surge de la lucha contra Yrigoyen, y que se expresa a través de la influencia de Charles Maurras en la revista La Nueva Política. Este es un nacionalismo “argentinista”, que se define por oposición a los otros Estados-Naciones de la región y que, por lo tanto, es esencialmente antibrasileño y antichileno.14 Para Perón, esta visión del nacionalismo, que significa estar enfrentado a Chile o Brasil, no tiene sentido. La Argentina es parte de la construcción virreinal de los Borbones, orientada hacia el futuro y el progreso, desde la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776.

La participación en el golpe del 6 de septiembre
En los meses previos al movimiento militar del 6 de septiembre, Perón participa activamente de las reuniones preparatorias. Así lo expresa Sarobe en sus memorias, donde nombra a Perón 36 veces, solo superado por Uriburu, Justo y Descalzo.15
Perón asiste a una de las primeras reuniones de los revolucionarios en la casa del hijo de Uriburu, con la presencia del general Uriburu, del entonces mayor Sosa Molina, quien invita a Perón a sumarse al grupo, el teniente coronel Descalzo, el capitán Solari y otros jefes. Descalzo es un oficial de prestigio, ya que es secretario del Ex Ministro de Guerra del gobierno de Alvear, Justo, de quien también es amigo.16 Perón, a su vez, es ayudante de Descalzo, el otro oficial que participa activamente junto a Sarobe en el acto revolucionario. La influencia de Sarobe sobre Perón se ve claramente en el documento “Dos cartas inéditas de Perón al General José María Sarobe”, donde expresa que “José María Sarobe (La Plata 1888-Buenos Aires 1946) es uno de los oficiales más brillantes del Ejercito argentino de los años treinta”.17
Sarobe y Descalzo sostienen la posición civilista de la oficialidad, la que es aceptada por Uriburu en una “accidentada entrevista”, tal cual lo expone el historiador Arredondo. A su vez, es Sarobe quien corrige el manifiesto revolucionario original redactado por Leopoldo Lugones, al cual le introduce conceptos de respeto a la Constitución y a la Ley Saenz Peña, como lo expone el historiador estadounidense Robert Potash.18 Cabe recordar que Uriburu era contrario a dicha ley.
Una vez instalado el Gobierno “de facto”, la fracción liberal pierde espacio y es desplazada del Estado Mayor revolucionario. Así lo hace saber Sarobe en sus memorias: “La reincidencia en los pasados errores se tradujo, en las esferas oficiales, para quienes Descalzo, Perón y yo sosteníamos ideas contrarias y las habíamos impuesto en el momento decisivo, en frialdad u ojerizas manifestaciones”.19
Al propio Sarobe, por orden de Uriburu, se le comunica que por sus manifestaciones inconvenientes ha sido designado agregado militar en Japón. Al teniente coronel Descalzo, por decreto del Presidente del Gobierno provisional, se dispone que se le amplíe la indagatoria de sumario por “las actividades desplegadas” en los días anteriores a la revolución del 6 de septiembre. Por tal motivo, Descalzo es confinado a Formosa como jefe del Distrito Militar. Su correspondencia sufre intervenciones. Recién luego de su firme oposición al levantamiento militar en Corrientes del teniente coronel Gregorio Pomar, recibe las felicitaciones de Uriburu, quien le ofrece un nuevo destino, el cual es rechazado por Descalzo.
Por su parte, Perón es nombrado en la Secretaría Privada del Ministro de Guerra donde no desarrolla actividad alguna de significación. Posteriormente, es destinado a la Escuela Superior de Guerra, que no se halla en funcionamiento, y luego en comisión al Estado Mayor, donde se dispone que haga un reconocimiento geográfico del norte del país.
Influencias sobre el joven Perón
Descalzo es el primer jefe de Perón. Este oficial, junto con Sarobe y Juan Bautista Tonnazzi, son hombres de Justo en el Ejército. Además de Descalzo, el capitán Leopoldo Ornstein es otro militar que influencia a Perón.
Según el historiador Claudio Chávez, la Escuela Superior de Guerra es un ámbito de transmisión del pensamiento revolucionario y Sarobe es una “parte importantísima del pensamiento histórico-político del general Perón”.20 El propio Perón lo considera un maestro.
Así puede entenderse tanto la concepción histórica como la estratégica de Perón de mediados de siglo. A partir de su famoso discurso en la Escuela Nacional de Defensa, donde ante altos mandos militares prevé el ABC, eje de la integración sudamericana, de la Patria Grande, deja atrás la concepción estrecha del Estado-Nación. Sarobe es un profundo estudioso del general. Justo José de Urquiza, promotor de la alianza estratégica con Brasil, que Perón repite claramente un siglo después.21
La búsqueda de una alianza con Brasil está plasmada claramente en el pensamiento de Sarobe en su libro Iberoamérica: mensaje a la juventud americana.22 En ese trabajo, Sarobe desarrolla una defensa de la cultura iberoamericana (España y Portugal) y su influencia sobre la evolución de la mentalidad americana. Sarobe expone allí directrices de su pensamiento político, entre las que se destacan las siguientes afirmaciones:
“La revolución americana de 1810 es el acontecimiento más notable de la historia universal en el siglo pasado. Surgen de ella, al goce de la libertad y de la autonomía, una veintena de naciones que pueden formar, en su conjunto, una confederación de Estados de la misma raza, el mismo idioma, igual religión y semejantes instituciones políticas”.23
“Los americanos se sienten hijos de una gran familia, no importa que hayan nacido en el norte, en el centro o en el sur del continente. Bolívar no es únicamente prócer venezolano, sino a la vez argentino, como lo es también O’Higgins. De uno a otro confín del continente se saludan los hombres libres, con los dictados de hijos de América, ciudadanos de América o compatriotas de América”.24
“Sarmiento, poco antes de su muerte, expresa su anhelo de que las banderas de la Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay le sirvan de mortaja para atestiguar que mereció bien de sus habitantes”.25
“Unirse es la misión perentoria y trascendente de América. Nunca, como ahora, fue tan imperativo ese deber. Unión por arriba de las fronteras nacionales en resguardo del mismo ideario político y social. Unión en el fomento coordinado y armónico de las riquezas para impulsar la prosperidad general. Unión en las ideas y en los sentimientos. En el culto acendrado de la raza, de la tradición de honor, de justicia, de verdad. En el mismo afán de superación espiritual hacia una cultura homogénea y superior. En la misma sensibilidad de un destino solidario y universal”. “El proceso de desintegración de Hispano-América, iniciado hace algo más de una centuria, debe terminar. Es preciso iniciar la política inversa, la de la integración pacífica de los Estados ibero-americanos por la cooperación”.26
Solidaridad americana
Para tal fin, Sarobe enumera principios rectores a seguir para alcanzar la “solidaridad americana”:
• Principio de igualdad, soberanía y no intervención entre los Estados tanto en lo político como en lo militar.
• Principio de igualdad de los hombres ante la ley, establecido en el régimen interno de las naciones democráticas.
• Principio jurídico de arbitraje obligatorio en los pleitos limítrofes.
• Principios de nación limítrofe y nación más favorecida para la efectiva “buena vecindad”.
• Prohibición de elementos o grupos políticos que utilicen el territorio de Estados vecinos para conspirar, adquirir armas u otros fines revolucionarios.
“Desarrollo de una política de cooperación económica con vistas a la unión aduanera de todos los Estados”, 27 intensificando las comunicaciones marítimas y áreas, fomentando el turismo por medio de una documentación especial de identidad titulada “ciudadano americano” e intensificando la cultura americana por medio de la fundación de una “Universidad Americana”.
Fomento del comercio coordinado entre la Argentina y Brasil sobre la base del lema de Sáenz Peña “todo nos une, nada nos separa”.
Para Sarobe, esos principios tienen su estrategia en:
• “La amistad argentino-brasileña es el eje de la política continental”, 28 “La Argentina es una tierra, un pueblo, una tradición, un destino, un porvenir. Conservar esa tierra, educar ese pueblo, enaltecer esa tradición, honrar ese destino y ennoblecer ese porvenir es el deber imperativo de todos sus hijos, en esta hora crucial de la vida de América y de la humanidad. Si la política de los pueblos está escrita en la geografía, según la fórmula de Napoleón, la de la Argentina, unida por el maravilloso sistema del Plata a todos los países hermanos, es la de la solidaridad”.
• La unión aduanera, primero entre países vecinos y luego extendiéndose a los demás.
1. Claudio Chaves, El Perón liberal (Buenos Aires: Biblioteca Jorge Abelardo Ramos, 1999). Chaves analiza documentos y declaraciones que vinculan a Perón con el ala liberal del Ejército.
2. Joseph A Page, Perón, una biografía (Buenos Aires: Ediciones Grijalbo, 1999), pág.46.
3. Claudio Chaves, op. cit.
4. José Luis Romero, Las ideas políticas en Argentina (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1996).
5. David Rock, El radicalismo argentino (Buenos Aires: Amorrortu Editor, 1997).
6. Samuel Huntington, El soldado y el Estado (Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, 1995).
7. Jorge Crespo, El Coronel: un documento sobre la vida de Juan Perón 1895-1944 (Buenos Aires: Ayer y Hoy Ediciones, 1998), pág. 119.
8. Robert Potash, El Ejército y la política en la Argentina 1928-1945 (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1985).
9. Claudio Chaves, El Perón liberal (Buenos Aires: Biblioteca Jorge Abelardo Ramos, 1999), pág.12.
10. Rosendo Fraga, El general Justo (Buenos Aires: Emecé, 1993), pág.179.
11. Ibíd.
12. Diana Quattrochi-Woisson, Los males de la memoria. Historia y política en la Argentina (Buenos Aires: Emecé Editores, 1995), pág.249.
13. Ibíd., pág.315.
14. Marysa Gerassi Navarro, Los nacionalistas (Buenos Aires: Editorial Jorge Álvarez, 1969).
15. Sobre la relación entre Perón, Descalzo y Sarobe ver: Jorge Crespo, op. cit. y “Dos cartas inéditas de Perón al general José María Sarobe.” Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, marzo de 1999.
16. Joseph A, Page, op. cit., pág.46.
17. “Dos cartas inéditas de Perón al general José María Sarobe,” op. cit.
18. Robert Potash, El Ejército y la política en la Argentina 1928-1945 (Buenos Aires: editorial Sudamericana, 1985).
19. José María Sarobe, Memorias sobre la Revolución del 6 de septiembre de 1930 (Buenos Aires: Editorial Gure, 1957).
20. Claudio Chávez, –Lo que quiso ser y no pudo: El Perón liberal–, op. cit.
21. Ibíd.
22. José María Sarobe, Iberoamérica: mensaje a la juventud americana (Buenos Aires: Ed. Claridad, 1944).
23. Ibíd. pág. 26.
24. Ibíd. pág. 35.
25. Ibíd. pág. 41.
26. Ibíd. pág. 47.
27. Ibíd. pág. 53.
28. Ibíd. pág. 59.

