DOSSIER |
Por María José Alzari (*)
En febrero de 2012 Bjorn Stigson, ex presidente del Consejo Empresario Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD) advirtió “tendremos que pasar crisis más profundas antes de que los Gobiernos sientan que tienen el mandato político para actuar”.
Ante este escenario, el desafío para el sector empresario es muy importante, ya que sobre él recaen hoy grandes expectativas. Ya lo decía Gro Bruntland en la misma publicación: “Existe la necesidad de que el sector empresario aproveche las oportunidades y el liderazgo para convencer a los líderes políticos acerca de lo que es necesario hacer”.
Fue un buen anticipo de lo ocurrido en la Cumbre de junio en Río de Janeiro. El cierre de las deliberaciones tuvo un sabor a fracaso. Pero eso ocurre porque el punto de partida es falso. No se puede enfocar esta reunión global como un acontecimiento susceptible de ser calificado como éxito o fracaso. En verdad, es un proceso iniciado hace tiempo, –de hecho ya 40 años– donde el objetivo de la sustentabilidad necesita de la construcción de soluciones sustentables por parte de todos los actores.
Es precisamente en este proceso que el ángulo económico de la sustentabilidad cobra protagonismo. En 1992 el foco estuvo en el aspecto ambiental; en Johannesburgo (2002) fue el enfoque social el que cobró preponderancia; hoy –sin dejar de lado los dos aspectos anteriores– aparece este concepto de “economía verde”, marcando el inicio de una nueva década en materia de sustentabilidad.
¿Cómo se llegó a Río+20? Fue luego de un proceso organizativo con muchas idas y vueltas, donde los máximos representantes de los más importantes países ya anunciaban que no concurrirían a la cumbre. A ello se le sumó la creciente necesidad de respuestas concretas por parte de la sociedad civil, anticipando que Río+20 los desilusionaría.
Todo esto sin analizar el contexto político–económico-social en el marco del cual la cumbre se preparó y llevó a cabo. La eurozona enfrenta lo que puede llegar a ser considerado como una crisis existencial; mientras que la crisis financiera en Estados Unidos causa divisiones en el tratamiento de la visión acerca del crecimiento económico. Tampoco puede soslayarse el enorme crecimiento chino y su desequilibrio social, así como la perdurabilidad de la pobreza en India a pesar de su crecimiento económico. Análisis del contexto que parece clave para entender por qué finalizó la cumbre tal como lo hizo.
Todo esto es el marco en el cual se dio (y se sigue dando) la gran discusión: “economía verde” y “financiamiento”. Temas centrales del debate (o desacuerdo) en Río+20.
María José Alzari
El estado del debate
Desde tiempo atrás, los Estados miembros de Naciones Unidas se focalizaron en discutir qué se entendía por economía verde. Aquí aparece la firme posición de los países en vías de desarrollo de resistir este concepto de “economía verde”, entendiéndolo como nueva condición que pueda generar restricciones o barreras injustificadas a los sectores comerciales y financieros, así como con relación a la ayuda oficial al desarrollo.
En tal sentido, Silvia Revora (subsecretaria de Planificación y Política Ambiental de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación) ha dicho que “Dentro de este modelo de consumo y producción la ‘economía verde’ solamente jugaría un papel de transferencia tecnológica. Se traduce como algunas herramientas de mercado para lograr una producción más amigable con el ambiente. Pero primeramente es un maquillaje que no soluciona el problema de fondo, que es la situación del cambio climático”.
La posición de los países nucleados en el G77 + China (del cual la Argentina participa) fue clara en el sentido señalado, exigiendo además la conformación de un fondo de financiamiento formado con aporte de los países desarrollados.
Y así llegamos a Río +20. Gran evento en una imponente ciudad, que –ninguna novedad– está haciendo muchos esfuerzos para estar preparada para este tipo de acontecimientos globales.
Desde el 13 al 22 de junio pasado fueron innumerables los encuentros, reuniones, diálogos, foros, etc., que se realizaron.
Centro de todas las miradas fue Riocentro, un amplio espacio en el cual se desarrolló la conferencia (a la cual asistían representantes de los Gobiernos) y los side events de los “major groups” (diferentes sectores parte del proceso, como ser: las mujeres, los niños y jóvenes; los indígenas; las ONG; los trabajadores y sindicatos; las empresas e industrias; etc.) y de las demás agencias de Naciones Unidas o internacionales (como OIT, por ejemplo).
Por otro lado (literalmente) se llevó a cabo la “Cumbre de los Pueblos Río+20 por Justicia Social y Ambiental” por muchos llamada la “contracumbre”. Organizada en Aterro do Flamengo, donde se dieron cita los movimientos sociales, las múltiples redes y organizaciones de la sociedad civil; desde inmigrantes, jefes religiosos y espirituales, líderes sociales, artistas, periodistas, juristas, y muchos, muchos más.
En este cuadro, mereció comentarios la localización de las sedes de estos encuentros. La “Cumbre de los Pueblos” en Aterro do Flamengo (Botafogo, centro de Río) y Riocentro en el corazón de Barra do Tijuca. Varios kilómetros los separaban, varias horas –dos, por lo menos– para ir de una a otra (siempre que no hubiera ninguna delegación o problema extra que cortara el transito, duplicando tiempos). Inexistencia de transporte público accesible para llegar a Riocentro se adiciona. Puede decirse, incluso que estando en Riocentro uno solo se enteraba de lo que pasaba en Aterro por el diario que comentaba lo ocurrido el día anterior. Imposible asegurar que fue una organización adrede o bien una simple coincidencia, pero la distancia hace que las cosas se vean o insignificantes o bien, que se magnifiquen.
Colorido de la contracumbre
En este contexto la sociedad civil organizó en forma paralela esta “Cumbre de los Pueblos”. Un gran evento, con una magnífica diversidad. Diversidad de todo tipo. Cultural, étnica, ideológica; todos en un mismo lugar (no necesariamente juntos) reunidos contra lo que sucedía en Riocentro.
Las protestas sociales indicaron claramente una desilusión, un descontento con los tradicionales sistemas políticos y económicos, donde las redes sociales y nuevas formas y métodos comunicacionales y de agrupamientos se conjugan y dinamizan.
Aterro do Flamengo se convirtió en una gran feria. Formada por diversas carpas blancas de variados tamaños, en donde podía escucharse una disertación sobre el “capitalismo verde”, comprar comida orgánica, pintar murales y elegir algún souvenir.
Más allá de lo colorido de la situación algunos puntos deben ser destacados. Fue el lugar donde diversos grupos encontraron espacio para manifestarse, para hacerse oír. De hecho, fue lo que generó interés periodístico ante el gris desarrollo de la cumbre oficial.
Comunidades aborígenes reclamando su derecho de autodeterminación y supervivencia. Grupos de mujeres reclamando por sus derechos a decidir acerca de su salud reproductiva o contra el capitalismo verde. Sin dejar de resaltar los debates acerca del marco jurídico de la sustentabilidad, donde se planteaba directamente un cambio de sistema de valores e instituciones jurídicas; todo un gran desafío para el análisis doctrinario al menos.
Un poco cerca de la Cumbre de los Pueblos y un poco más alejadas –ya sea en eventos en el Forte do Copacabana o en side events en Riocentro– estaban las ONG, que hoy podemos llamar, tradicionales. Compartiendo experiencias exitosas y no tanto, marcando deficiencias y necesidades de acción, reclamando –como siempre lo han hecho– compromisos por parte de los Estados y del sector empresario también.
Los actores empresarios
La actividad de los sectores empresarios fue alentadora. No se percibió en ese entorno el pesimismo claramente marcado en los demás actores (y no solo en la sociedad civil sino también en los Gobiernos). Obvio que tampoco la sensación era de un optimismo generalizado (la crisis financiera preocupa a todos) pero sin lugar a dudas se percibía realismo, ganas de accionar, de marcar la diferencia ante los grandes desafíos que se ven por delante; ello con la convicción de que el sector es parte clave de la solución.
Capítulo especial merece la actividad organizada por la CNI y las claras definiciones que allí el sector empresario brasileño dejó sentadas. Llamado “Encuentro de la Industria para la Sustentabilidad”, contó con la presencia de la ministro de Ambiente de Brasil, Izabella Teixeira, del ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Antonio Patriota y de los representantes de las diferentes confederaciones empresarias de Brasil.
En este evento participó de un interesante panel de discusión la ex primer ministro de Noruega, Gro Harlem Bruntland, conocida a raíz del informe Nuestro futuro común –que también lleva su nombre– elaborado en 1987 y que diera lugar a la conceptualización del desarrollo sustentable. Hoy habla de “intereses comunes, responsabilidades comunes y de sentido común”. Junto con ella también participó del panel el economista y profesor de Harvard Dani Rodrik, quien destacó el desafío global en la materia ante un difícil período. Marcó el “fin del mundo tal como lo conocíamos”, destacando que la acción deberá ser tomada a escala local.
Hubo otros dos encuentros donde la clave de la discusión se centró en cómo escalar en la acción hacia la sustentabilidad desde el sector empresario.
El primero de ellos, el “Río+20 Corporate Sustainability Forum” que reunió a más de 2.700 participantes de más de 100 países; donde la participación no fue exclusiva del sector empresario, ya que al ser organizada por el Pacto Global de Naciones Unidas, numerosos y diferentes actores de la sociedad civil y de la academia también tuvieron su espacio y participación. El foro concluyó con el mensaje de que “el sector empresario desea ser parte de la solución y hacia ella se dirige con fuerza. El sector empresario en innovación y colaboración en materia de sustentabilidad está ganando pasos y en muchos casos liderando el camino”.
Por otra parte, el 19 de junio tuvo lugar el BASD (Business Action for Sustainable Development); el día del sector privado. Coalición entre el Consejo Empresario Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD), la Cámara Internacional del Comercio (ICC) y el Pacto Global de Naciones Unidas (UNGC). Estas tres organizaciones fueron las representantes del sector empresario en todo el proceso de la Cumbre de Río+20 reconocidas como el “Major Group” del sector empresario.
Como dijo Peter Bakker (presidente del WBCSD) “Sabemos por qué estamos aquí, sabemos lo que tenemos que hacer, sabemos cuándo es necesario actuar; ahora es tiempo de enfocarnos en cómo seguimos adelante”.
Las conclusiones relevantes de los diferentes encuentros del sector empresario son:
Transparencia / información: se resaltó la necesidad de generar confianza a través de la transparencia, del compartir información y conocimientos. En este marco aparece la temática de reportes de sustentabilidad como instrumento útil al logro de este objetivo.
Alianzas / generación de confianza: en igual orden de idea se planteó la desconfianza que existe ante la acción del sector, para lo cual se destacó la necesidad de generar espacios de confianza a través de alianzas con los diferentes sectores involucrados, tanto Estados como diversos representantes de la sociedad civil.
Incentivos para innovar: finalmente, aspecto común de vital importancia, el reclamo de claros e inteligentes incentivos con el objetivo de sustentabilidad, donde se promueva la innovación y los cambios tecnológicos.
(*) María José Alzari es la coordinadora legal del C.E.A.D.S. (Consejo Empresario Argentino para el Desarrollo Sostenible).