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También se pasó revista a otros siete temas específicos como: empleo, energía, ciudades, océanos, alimentación, agua y desastres.
Sin embargo, es la “economía verde” lo que está en el centro del debate. No hay coincidencias sobre la definición y alcances del concepto entre los países desarrollados y los llamados emergentes.
Los dos temas centrales de la Cumbre de Río + 20 pueden sonar lejanos para quienes deben tomar decisiones políticas, pero deberán poner foco en la economía verde en un contexto de desarrollo sustentable y lucha contra la pobreza, y en la gobernanza global para la sustentabilidad.
Los países en desarrollo con un G77 más China, se reafirman en que la “economía verde” es, o puede ser, un concepto tan amplio que termine generando obstáculos al comercio internacional, si lo “verde” pasa a ser condición de los mercados globales. Eso sostiene en su columna (ver página 50) Sebastián Bigorito, director ejecutivo del CEADS.
“Por eso se recuerda y se insiste en que la economía verde debe comprender, también, la inclusión y el empleo, caso contrario, solo será un privilegio de aquellos países en donde lo social hace rato ha dejado de ser un problema, y la pobreza está fuera de sus agendas domésticas”.
Visión y dirección
En cuanto a las deliberaciones, era obvio. Nadie debía esperar soluciones mágicas ni desarrollos espectaculares. Los problemas ambientales del planeta no se resuelven en una sola reunión, por importante que sea. Pero durante tres días de este mes de junio, numerosos líderes mundiales se congregaron para abrir caminos en esa dirección.
20 años después del primer encuentro en Río de Janeiro que puso el tema en el centro de las principales corrientes de pensamiento, la meta –en el mismo escenario– es definir más una visión y definir una dirección cierta al proceso.
Aunque están quienes se quejan porque esperaban mejores resultados, en dos décadas hubo logros importantes: la Convención sobre el cambio climático, por ejemplo, que luego se plasmó en el Protocolo de Kyoto, el único instrumento obligatorio para los países desarrollados para reducir sus emisiones contaminantes. También la “Agenda 21” un manual orientado a la acción.
La población mundial –ahora de 7.000 millones de personas– será de 9.000 millones en 2050. En apenas dos décadas, la demanda de agua para consumo humano excederá en 40% las reservas disponibles. La producción global de alimentos deberá aumentar en 70% para alimentar a esa creciente población. Ese es el desafío.
En esta ocasión, la edición de julio dedicada habitualmente a revisar la evolución del pensamiento en torno al desarrollo sustentable coincidió con Río + 20, y con el valioso aporte intelectual del CEADS (Consejo Empresario Argentino para el Desarrollo Sostenible) se han cubiertos los principales hitos de esta reunión, el estado del debate entre los empresarios argentinos y la agenda de los futuros temas en este campo. Además, se ofrecen testimonios de empresas de primera línea que están a la vanguardia en crecimiento sustentable.
El crecimiento sustentable
El concepto del desarrollo sustentable incluye tres capítulos: ecológico, económico y social. Se trata de la relación entre el bienestar social con el medio ambiente y con la bonanza económica. El resultado es un conjunto de indicadores de desempeño de una organización en las tres áreas.
Las tres patas son entonces, la sociedad, el planeta y las ganancias para los accionistas. Son en definitiva, los tres criterios que responden al modelo de desarrollo sustentable.
El desarrollo sostenible se define como un tipo de progreso que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propios requerimientos. Esta definición implica que el desarrollo económico debe ser respetuoso del medio ambiente y estar acompañado por el bienestar social para ser sostenible en el largo plazo.
En términos generales, la adecuación de los modelos de negocios a este nuevo paradigma implica un esfuerzo de adaptación y apertura para el sector privado: al entorno, a los actores sociales, a los patrones culturales y al medio ambiente. El imperio de la transparencia, en definitiva.
La nota introductoria al especial de Mercado sobre modelo sustentable estuvo a cargo de “nuestra corresponsal en Río”, María José Alzari, directora del CEADS.
“El futuro que queremos”
La declaración final, un documento de 53 páginas, con que finalizó el encuentro Río + 20, refleja la intensidad de los debates previos y algunas serias divisiones y diferencias de criterio cuando se trata de abordar los problemas ambientales y de desarrollo económico mundial.
Lo más original fue la introducción del concepto de la “economía verde” que en teoría pretende eliminar o reducir la pobreza sin poner más presión sobre recursos básicos, como alimentos, agua y energía. Pero como escasean las precisiones sobre cómo se deberá arribar a estas metas, aparece la suspicacia política.
Para muchos países emergentes se trata de una estrategia de las llamadas economías centrales para proteger sus posiciones y de paso imponer trabas al ritmo actual de crecimiento de los países en desarrollo.
En todo caso, como ocurrió en las cumbres anteriores, una vez que se aplaque el debate, comenzará otra vez la negociación en serio, y muchos actores seguirán elaborando y avanzando sobre conceptos apenas esbozados.
Una presencia que fue muy evidente en las diversas reuniones de la cumbre ambiental fue nutridas delegaciones de académicos y profesores de muchas escuelas de negocios. Una reacción natural ante una omisión que se les señala. La acusación es que están enseñando lo que estaba en la agenda de hace al menos cinco años. No lo que se debate hoy y mucho menos lo que se discutirá mañana.
En momentos en que el mismo futuro del capitalismo está en discusión, con los movimientos sísmicos que afectan a las zonas más prósperas del planeta y con el fenómeno de los emergentes en plena expansión, esta ansiedad de actualización de las escuelas de negocio más reputadas del mundo es fácilmente comprensible.
Es probable que a partir de ahora sobrevenga un cambio sustancial en los planes de estudio de universidades y escuelas de negocios. Esa puede ser una de las consecuencias más palpables e inmediatas de Río + 20.