Necesidad de entender el gran rompecabezas global


    Las ominosas nubes que amenazan al escenario mundial, son la consecuencia de la gran crisis de 2008 (que comenzó con la caída de Lehman Brothers) cuyos efectos no sólo duran hasta ahora, sino que recién se perciben en toda su magnitud.
    No es cierto. Todo se debe a la disparatada política comercial de Donald Trump que lleva a un enfrentamiento total con aliados y adversarios, pero muy especialmente con China, la gran superpotencia emergente.
    Eso sí tiene algo de cierto –dicen algunos– pero la esencia del problema no es comercial: Washington quiere detener la velocidad del ritmo de encumbramiento de China que amenaza el liderazgo mundial que EE.UU detenta por más de 70 años.
    Error de diagnóstico, apuntan desde otros observatorios. Lo que está pasando es el fin de la globalización, o al menos su retroceso. Lo global ha dejado muchos heridos: generaciones de ciudadanos en países desarrollados con trabajos de segunda categoría y sin posibilidad de crecer. Lo que trae aparejado –apuntan otros teóricos– un quiebre con la democracia liberal, republicana y el surgimiento de fuertes movimientos populistas, autoritarios, que lideran a porciones de la sociedad frustradas y desencantadas.
    Lo que está en crisis –apuntan desde otros cuarteles– es la idea de una democracia liberal que antes encontraba soluciones con el capitalismo, y que ahora encuentra caminos que fomentan la inequidad y dejan un tendal de heridos.
    Conclusión (se apuntan otros) es la misma democracia la que está en peligro. Sin hablar del capitalismo, que demanda ser reiventado de modo esencial si pretende sobrevivir. Cada maestro con su librito, dice el dicho. ¿Quién – o quiénes– tienen razón y aportan la mejor explicación. Es el debate más trascendental en varias generaciones. Mercado no tiene la pretensión de encontrar la mejor respuesta. Pero sí puede hacer un aporte. Explicar las ideas centrales de las posiciones más discutidas en estos momentos.

    Emergentes en problemas
    Los mercados están cayendo en casi todo el mundo, con la excepción de Estados Unidos, donde Wall Street sigue en alza, las tasas de interés han subido, los inversores repatrían fondos que tenían en otros mercados menos atractivos, mientras que aumentan los riesgos financieros en las economías emergentes.
    En muchas de esas economías, hay pánico. Aumenta la inflación, hay devaluación frente al dólar, los inversores se repliegan.
    En tanto, Estados Unidos vuelve a ser refugio seguro para el capital que durante una década buscó mejores dividendos en todas las latitudes del planeta.
    EE.UU. se fortalece y sigue el paseo del “bull market”, como se llama al mercado bursátil y financiero en alza, mientras todo lo contrario ocurre en los países emergentes. El temporal lo sufren países como Argentina, Rusia, Sudáfrica o Turquía.

    El efecto Lehman Brothers
    Ahora se percibe con nitidez que la verdadera “Gran Recesión” como se la llamó, para demostrar que era más grave que la de 1930, tuvo un efecto no previsto. Las élites gobernantes demostraron no estar a la altura de las circunstancias en materia de competencia y equidad.
    Los bancos centrales salvaron el día, proporcionando fondos sin cesar. Los bancos –que eran verdaderos responsables del desastre– lograron sobrevivir y hoy están en posición más sólida que hace una década. Pero los gobiernos debieron endeudarse para que eso ocurriera.
    Esta situación es en enorme medida, responsable de la polarización social, de la indignación y frustración de vastas capas de la sociedad, curiosamente mucho más en las grandes economías desarrolladas.
    Consecuencia: alza en la popularidad de los hasta ese momento, partidos marginales, autoritarios, populistas, incluso de extrema derecha. Un ejemplo, en Francia: el Frente Popular de Marine Le Pen obtuvo en las últimas elecciones presidenciales, un tercio del total de los votos (cuando en todas las ocasiones anteriores no llegaba a 10% del total de sufragios emitidos).
    Si a este panorama se le suman temas conflictivos como la inmigración masiva y el terrorismo, está claro el clima social en el que desenvuelve la vida política en buena parte del planeta.
    En verdad, el sistema financiero global es hoy más sólido y resistente que hace una década. Pero el gran riesgo es el monto de la deuda contraída, a todas luces, excesiva.
    A lo largo de todo el siglo pasado, hubo necesidad de reformar y hasta de reinventar mecanismos y sistemas del orden financiero mundial. Como después de la depresión de los años 30, luego de la Segunda Guerra Mundial, y tras la stagflation de los años 70. Aquí viene la primera gran diferencia con este siglo: después de la crisis de 2008, no se pensó en avanzar hacia el futuro sino en retroceder al pasado. La ilusión: conseguir una mejor versión del pasado.
    En simultáneo, por coincidencia o no, resurge con mayor fuerza el nacionalismo económico. Las consignas eran claras: restricciones en el campo comercial y apoyo a políticas anti inmigratorias. En lo interno de muchos países, fuerte resurgimiento del proteccionismo.
    El debate sobre ventajas o inconvenientes del proteccionismo económico, no está saldado. Persiste con intensa virulencia.
    El gran modelo innovador desde los años 80 era la innovación global impulsada por las empresas multinacionales, con libre libertad de movimiento de información, de capitales y del talento.
    Hay otra teoría que se abre paso en Estados Unidos. El exceso de mergers, de concentración en el mundo corporativo, ha llevado a que disminuyera el nivel de competencia, a mayores ganancias, menores inversiones, y muy especialmente, a una disminución del porcentaje de ingresos que reciben los trabajadores.
    Pronto oiremos hablar más de esta hipótesis y de sus propuestas de solución.

    Se percibe una guerra total entre China y EE.UU.

    El cambio en las últimas semanas ha sido realmente importante. Todo el mundo esperaba que se llegara a un acuerdo que salvara la cara de ambas partes. Pero no ocurrió. EE.UU. impuso aranceles punitorios sobre US$ 200 mil millones de importaciones provenientes de China (antes, ya estaban en vigor otros US$ 50 mil millones).
    China respondió de manera parecida y además no creyó que valiera la pena otra ronda de negociaciones como las realizadas en los últimos meses. Si esto sigue así, en enero próximo Washington pondría imponer aranceles sobre los otros US$ 250 mil millones que China exporta a ese país.
    Ya en este momento, retroceder y encontrar una salida razonable para ambos contendientes, parece misión imposible. Y no hay perspectivas de que termine pronto el conflicto.
    Beijing comienza a sospechar que se está quedando sola. Al principio, Trump arremetía contra todos, amigos y enemigos. Pero las cosas han ido cambiando. La Unión Europea y Estados Unidos acordaron un camino para eliminar obstáculos. Algo parecido hizo la Casa Blanca con Japón. Con relación al NAFTA, ya se logró acuerdo con México y se está a punto de cerrar con Canadá.
    Ese es el escenario más temido por Beijing. Quedarse en soledad. Una pista sobre sus consecuencias la da la presentación ante la organización Mundial de Comercio, del bloque europeo y de Japón, para reclama –igual que Estados Unidos– las violaciones chinas a las normas sobre patentes y que regulan la propiedad intelectual.
    China, además, tienen disensos internos que dificultan forjar una posición única. Hay observadores que hablan de las tres Chinas. La primera es la “New New China” que representa al dinámico sector de tecnología de vanguardia. La segunda es la “New Old China” que agrupa a las más rentables empresas estatales, como bancos y empresas de telecomunicaciones. La tercera es la “Old Old China” donde aparecen las grandes empresas de la industria pesada, por donde comenzó la modernización del país.
    Para los observadores extranjeros, aumenta la presión sobre el segmento “New New China” desde el gobierno. Han crecido tanto que pueden implicar un futuro desafío al régimen autoritario.
    La percepción china es que su modelo de capitalismo autoritario ha funcionado muy bien y que promete estar la vanguardia en desarrollo tecnológico desde ahora al 2025, y que es por esa misma razón que sufre el embate combinado de las economías occidentales. Para impedir su encumbramiento y para debilitar su economía.