Es necesario revisar los sistemas regulatorios existentes para que puedan ser eficaces en la realidad que ha creado la revolución digital, desde las plataformas digitales hasta el trabajo. Los avances tecnológicos de hoy están creando una cantidad inagotable de productos, servicios e ideas para disfrutar más de la vida.
Novedades en el tránsito, en hotelería, en servicios financieros y administración de la cadena de suministro y demás, todo está cambiando, alterando el status quo, reinventando la forma en que vivimos la vida cotidiana, la manera en que interactuamos y nos conectamos unos con otros y cómo fijamos las reglas que mejor interpretan el interés popular.
Por eso es vital, –afirma David Barnes, Global Managing Director, Public Policy de Deloitte–, para liberar todo el potencial de la tecnología y de los nuevos modelos de negocios, fijar reglas que se adapten al propósito. Lo que funcionó en el pasado debe adaptarse a un entorno donde todo cambia a gran velocidad. Pero no sólo hace falta una futura regulación para la plataforma digital sino también para otras áreas importantes, como el empleo. Están cambiando los contornos del trabajo y de los lugares donde se trabaja.
Cambia el trabajo y las habilidades
Algunas empresas de hoy necesitan un tipo de empleado diferente del que buscaban en la generación anterior, o diez años atrás. Muchas de las habilidades duras que hacían falta para realizar un trabajo, serán obsoletas en unos pocos años más. Si las economías pretenden empoderar el talento tendrán que introducir reformas en el mercado del trabajo para reformular las habilidades. Cantidad de organismos inter-gubernamentales– G20, Ocde APEC (Asociación Económica del Asia-Pacífico y otros) están debatiendo actualmente el mejor camino a seguir.
Si se lo encara bien, este nuevo panorama podría brindar más oportunidades que nunca con una fuerza de trabajo equipada para manejar el entorno cambiante que va a caracterizar las economías de las décadas futuras.
Para los empleadores, una de esas oportunidades es la movilidad de los trabajadores –es decir, la posibilidad de encontrar el mejor talento donde estén y donde lo necesiten. Los organismo reguladores pueden ayudar a facilitar esto con incentivos impositivos, infraestructura de telecomunicaciones de última generación y beneficios de desempleo que reconozcan la posibilidad de períodos largos sin trabajar en el transcurso de la vida de una persona.
Las empresas también deberán considerar la mejor manera de invertir en aprendizaje y capacitación permanentes en habilidades para el futuro.
Sentar las bases, luego edificar
Es fundamental entender la naturaleza de estos cambios que están ocurriendo. Si, por ejemplo, las personas que trabajan en educación y capacitación pudieran predecir los mayores déficits en habilidades, podrían estar mejor preparadas para moverse con rapidez y desarrollar programas que enseñen esas habilidades específicas que se van a necesitar.
En cooperación con el sector privado, los programas de capacitación podrían complementar las actualizaciones que regularmente ofrecen a los empleados de la misma forma que los títulos avanzados son cada día más adaptables a las necesidades de cada persona. Al mostrar flexibilidad, una jurisdicción que entienda lo que los empleadores van a estar buscando en el futuro, tendrá una fuerte ventaja competitiva para atraer nuevas inversiones.
También hay que reconocer que las habilidades “blandas”, como son la adaptabilidad y el liderazgo, son más importantes que nunca en un entorno laboral de Industria 4.0 donde muchos trabajadores, especialmente millennials y generación Z, identifican como fundamentales para su éxito.
Las habilidades adecuadas
Lograr este tipo de capacidad para mirar hacia adelante en habilidades que se van a necesitar, implica tener un diálogo abierto y transparente entre lo público y lo privado. Sólo a través de ese diálogo, se podrá lograr un sistema inteligente de reglas y un marco totalizador para los problemas y las soluciones.
Reguladores, educadores y todas las partes interesadas deben escucharse entre sí y actuar juntos en la construcción de un ecosistema de empleo donde:
• Las compañías puedan encontrar las habilidades que necesitan;
• Los empleados puedan encontrar los empleos que desean y;
• Los gobiernos puedan entender mejor dónde funcionan bien las políticas y dónde hay baches.
La buena noticia es que el cambio no es nuevo. Cuando la economía industrial de las naciones desarrolladas exigió trabajadores con más educación a principios del siglo 20, las inversiones en el sistema de educación pública se las dieron. Inversiones similares en disciplinas STEM (Science, Technology, Engineering, Mathematics) en el nivel post secundario ya ayudaron a impulsarnos hacia la Industria 4.0. Esas dos disrupciones señalaron el comienzo de una interesante nueva era que presentó una enorme cantidad de oportunidades. No hay razón para pensar que esta vez no ocurra lo mismo.