Un escurridizo largo plazo

    Por Carina Martínez

    En un mundo hipercomunicado, con ciudadanos cada vez más descreídos de las instituciones, las organizaciones no gubernamentales (ONG) suelen figurar como las entidades más confiables. Quizás porque, por definición, el lucro no rige su accionar.
    El desarrollo de las ONG, que suman de a miles en algunos países, ha permitido un proceso de aprendizaje importantísimo para el buen manejo de instituciones donde los recursos –monetarios, humanos, de infraestructura– son escasos y deben ser aprovechados con el máximo nivel de eficacia y eficiencia.
    El camino recorrido ha posibilitado, sobre todo en las más grandes y activas, avanzar en la profesionalización de quienes las constituyen. A tal punto que, salvando obvias diferencias –como su misión y objetivos– existen notorias similitudes con las empresas privadas. En particular, en lo que respecta a la organización interna y competencias requeridas a los RR.HH.
    Por supuesto, la multiplicidad de tamaños, recursos disponibles, relevancia, ejes de acción, capacidad de penetración, extensión geográfica, etc. que presentan las ONG no hace posible la generalización. Sin embargo, podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la financiación es uno de los escollos más importantes y la búsqueda de fondos uno de los grandes desafíos que sus responsables deben afrontar día a día. También, que el trabajo de los voluntarios es fundamental y que de ellos depende, en gran medida, que las organizaciones se mantengan en marcha. Entonces, ¿cómo se gestiona una ONG? fue la pregunta disparadora de esta nota. Como primer acercamiento, Mercado reunió los testimonios de voceros de tres importantes ONG que tienen, además, un vínculo cercano con el mundo empresarial: La Casa de Ronald McDonald, la Red Argentina de Bancos de Alimentos y Fundación Sí.

    Tres ejemplos, tres realidades
    La Casa de Ronald McDonald

    La Casa de Ronald McDonald es una organización internacional que opera en 60 países y desde hace casi 25 años en la Argentina. Desarrolla programas que impactan en la salud y el bienestar de los niños y sus familias, con dos grandes pilares, las Casas Ronald y las Salas Familiares, además de múltiples programas. Si bien por la historia que vincula su origen lleva el nombre de la figura icónica de la cadena de comidas rápidas –McDonald’s–, se trata de una entidad totalmente independiente de ella.
    Las Casas Ronald brindan contención a familiares con niños que reciben tratamientos médicos por enfermedades de alta complejidad y, por lo tanto, se ubican en las cercanías de los hospitales aliados. Allí, se brinda alojamiento al niño y su familia, quienes cuentan con habitación, cocina común, salas de esparcimiento, de estudio y distintas actividades programadas. En la Argentina hay cuatro casas: en CABA, aliada al Hospital Italiano; en Bahía Blanca, aliada al Hospital Interzonal Dr. José Penna; en Córdoba, aliada al Santísima Trinidad, y en Mendoza al Hospital Dr. Humberto Notti. Los servicios sociales de los hospitales aliados son quienes eligen a las familias beneficiarias, teniendo en cuenta las características médicas, sociales y económicas de cada caso.
    Las Salas Familiares, en cambio, se instalan dentro de los hospitales. Actualmente hay dos en el hospital Garrahan (CABA), una en el Santísima Trinidad de Córdoba y la recientemente inaugurada en el hospital Sor Ludovica de La Plata.
    “La diferencia entre la casa y la sala es que en la sala la mirada está puesta sobre los padres, que están dentro del hospital y sostienen la situación –cuenta Guillermina Lazzaro, directora ejecutiva de la ONG–. Trabajamos con la población de terapia intensiva y con una imagen que es muy común para quien transita el hospital público: la reposera. Los padres con niños internados quedan en el pasillo esperando el parte médico, con su mate, su bolsa… Pero cuando llega el parte y se van a hablar con el médico, a veces vuelven y no encuentran nada. Esto genera un círculo de violencia en una población que está muy desprotegida”, cuenta. En este sentido, las salas brindan un espacio de comodidad que, además, ordena la vida del hospital.
    Allí, los padres pueden distenderse, comer, lavar la ropa. Como cada sala cuenta con un teléfono que solo puede recibir llamadas desde terapia, los médicos pueden encontrar a los padres más rápida y fácilmente. Además, se desarrollan cursos –masajes para bebés e incluso maquillaje– que no solo distienden y alivian a los padres sino que les brindan una seguridad que les permite cambiar su posición frente al médico.
    El lugar donde instalar la sala se define mediante diferentes pasos que incluyen un relevamiento exhaustivo de las necesidades y posibilidades –espacio con que se cuenta, densidad de población que potencie el efecto, complejidad, distancia de donde viven los chicos, etc.–.
    La ONG cuenta con un Comité Médico compuesto por profesionales de reconocidos hospitales y con una Comisión Directiva formada por 10 miembros (todos voluntarios, con perfiles de la comunidad médica, distintos rubros empresariales, líderes de opinión, etc.), que se organiza en comisiones de trabajo. La Casa es parte de una red global, con niveles de liderazgo locales. Reporta sus actividades y cuenta con auditorías.
    Su staff permanente asciende a 32 empleados, que para 10 programas –cinco de los cuales funcionan 24 hs, los 365 días del año– no es demasiado, y una valiosa plantilla de no menos de 300 voluntarios.


    Guillermina Lazzaro

    Red Argentina de Bancos de Alimentos

    Los bancos de alimentos comienzan a operar en la crítica Argentina de 2001, siguiendo un modelo existente en EE.UU. El punta pie inicial lo dieron los bancos de La Plata y de Buenos Aires y, un poco más adelante, se sumaron otros, como el de Mendoza y el de Tucumán. En 2003, los mismos bancos decidieron conformar una organización de tercer grado –Red Argentina de Bancos de Alimentos– para articular, generar alianzas, conseguir fondos para proyectos y fortalecer la acción de los bancos. Hoy, nuclea a 15 bancos –más dos en formación, dos en etapa de “iniciativa” y dos organizaciones adherentes–. Además, implementa otras actividades como programas de capacitación o encuentros nacionales donde se comparten buenas prácticas.
    “La red está certificada por la Red Global de Bancos de Alimentos y auditamos los bancos de la Argentina para verificar que estén operando bien, que los procesos cumplen los estándares de manipulación de alimentos, las buenas prácticas de manufactura, etc. También verificamos la condición de los depósitos, la relación con los donantes, la trazabilidad de los alimentos –explica Natascha Hinsch, directora ejecutiva de la Red–. Este último aspecto es fundamental, ya que es necesario poder ubicar cada alimento en caso de que deba retirarse de circulación. Además, se ofrecen capacitaciones nutricionales, para que puedan aprovechar de mejor los productos que se reciben”. Todo ese trabajo de articulación, logística, etc. forma parte del trabajo de la Red, que cuenta con empleados y voluntarios.
    Por su parte, cada uno de los bancos gestiona la búsqueda de alimentos, donaciones y voluntarios en su localidad, y tiene relación directa con donantes de la zona. El trabajo de la Red, en cambio, se centra en generar alianzas globales con las empresas más grandes, para potenciar las donaciones a todos los bancos. “Estas empresas en general tienen sede en Buenos Aires, como Unilever, Molinos, Arcor, Danone, Pepsico y, por lo tanto, su vínculo estrecho es con el Banco de Alimentos de Buenos Aires. Sin embargo, como tienen centros de distribución en distintos puntos del país, si quedan productos en merma –porque por la proximidad a la fecha de vencimiento perdieron su valor comercial–, pueden ser distribuidos directamente en diferentes bancos, sin necesidad de enviarlos a Buenos Aires para ser decomisados”.


    Natascha Hinsch

    Fundación Sí

    Fundación Sí fue fundada en 2012 –y está dirigida– por un joven abogado, Manuel Lozano, apasionado desde niño por la acción social. Su objetivo es promover la inclusión social de los sectores más vulnerables. Los proyectos que lleva adelante son varios. Uno de ellos es el desarrollo de residencias universitarias gratuitas para que los jóvenes de zonas rurales puedan continuar sus estudios. Actualmente hay ocho en funcionamiento, con 224 estudiantes en Santiago del Estero, Córdoba, La Rioja, Catamarca, Neuquén, Salta y Rosario. “Además, se realizan recorridas nocturnas para acompañar a quienes duermen en la calle –explica Manuel Lozano–. En este caso, se realiza un abordaje integral mediante diversas áreas de trabajo (adicciones, inclusión laboral, psicología, salud, asistencia social, inclusión escolar, asesoramiento jurídico)”. Hoy, la fundación trabaja con unas 1.770 personas.
    Otros programas que se llevan a cabo son “Banco de Instrumentos”, dirigido a niños y jóvenes que sueñan con estudiar música pero no puede adquirir el instrumento; “Programa Sí Pueden”, que busca fomentar la inclusión de niños y adolescentes de los centros comunitarios donde se implementa el programa (2.900 chicos todas las semanas); y “Catástrofes naturales”, que interviene ante cada catástrofe ayudando con asistencia humanitaria y con posterioridad se trabaja en el re equipamiento de las familias e instituciones afectadas. En este sentido, la organización es muy activa y reconocida por empresas, instituciones y público en general.


    Manuel Lozano

    Alianzas necesarias

    El largo plazo es el componente más preciado para las ONG. El comenzar el año sin tener certeza de los recursos con los que se contará para afrontar los gastos de operación y sustentar los proyectos es uno de los grandes temas que desvelan a sus gestores. Tanto es así que, para Guillermina Lazzaro, de La Casa de Ronald McDonald, el presupuesto es lo más difícil de gestionar en una ONG. “Siempre estamos en la incertidumbre –cuenta–. En el pasado había empresas u organizaciones que se comprometían a apoyarnos por tres años o cinco. Hoy, el compromiso a más largo plazo es un año, y el año que viene vemos”. En La Casa de Ronald McDonald, la mayor parte de los ingresos proviene del ámbito corporativo, por lo cual, la base de sustento está centrada en la alianza con empresas. Con ellas, hay distintos tipos de relacionamiento: patrocinio o vínculo directo; los que participan en eventos propios, como cenas de recaudación, donde presentan su imagen de marca, y también el denominado marketing con causa. El caso más paradigmático de este último es el de McDonald’s y su Mc Día Feliz, en el que un día al año, todo lo recaudado por la venta de Big Mac es a beneficio de La Casa. Esta alianza representa 40% de los ingresos de la institución, que es el máximo permitido para un solo donante de acuerdo al plan estratégico, para garantizar la sustentabilidad de la organización, en caso de perder al donante.
    “Nuestro modelo es diferente a los de otras organizaciones sociales donde se planifica el año ‘presupuesto cero’ –indica Lazzaro–. Cada nuevo ciclo se inicia con los nueve programas en funcionamiento –y uno en construcción–, a lo que se suma lo que se quiera hacer ese año; y para todo esto, hay que contar con financiamiento”. Los nuevos proyectos propuestos, luego de pasar por las distintas etapas de aprobación, reciben un capital semilla de la organización internacional, pero luego deben ser sustentados localmente.
    Por este motivo, el vínculo con las compañías aportantes es crucial para mantener en funcionamiento la institución, y armar un lazo sólido es todo un desafío. “Entendemos el relacionamiento con la empresa como una alianza de largo plazo, que va creciendo y entendiendo de qué manera se potencian ambas marcas”, relata Lazzaro. “Tenemos empresas que hacen sostenimiento económico, otras donaciones de productos y muchas que contribuyen con voluntariado corporativo. El escenario ideal es que la compañía participe de las tres opciones, porque cuando logramos que se metan en la organización, se refuerza el vínculo con los empleados, quienes se hacen fans nuestros”, explica. Un dato más: por política internacional, La Casa no puede trabajar con tabacaleras, con marcas de bebidas alcohólicas si se hace promoción del consumo, ni nada referido a armamentos. Además, el uso de la marca por parte de compañías debe estar aprobado por la Comisión Directiva y requiere entender plenamente de qué se trata la campaña de marketing en cuestión y la manera en que va a ser reflejada la imagen frente al consumidor.
    En el caso de la Red de Bancos de Alimentos, 30% del ingreso proviene de la cuota que los bancos de alimentos, como socios, aportan. Otro 25% se obtiene del apoyo de empresas, y el restante 45% se logra a través de campañas y eventos como las cenas de recaudación. “Es difícil el financiamiento y la búsqueda de fondos para una organización de tercer grado como es la Red –explica su directora, Natascha Hinsch. Para los bancos es un poco más fácil –principalmente para los más grandes, como el Buenos Aires o Córdoba–, por la cercanía con los donantes”.
    Para que quede claro, el circuito del que participan la Red y los bancos es más o menos el siguiente: el donante es quien cuenta con alimentos que elige entregar –aunque a veces le signifique un costo mayor que el descarte–. El banco de alimentos se ocupa de su rescate, acondicionamiento y clasificación, con la ayuda de voluntarios. Las organizaciones beneficiarias reciben los productos de los bancos de alimentos, y pagan un importe mínimo por kilo (“aporte solidario”). A su vez, para potenciar su actividad, los bancos se organizan en la Red de la cual forman parte como asociados y, como tales, contribuyen con una cuota para su sustento.
    Debido a su localización, los bancos son muy dispares en cuanto a tamaño y recursos. El “aporte solidario” contribuye a solventar la logística y la operación de cada uno, y a la vez se suman otros recursos, como los provenientes de eventos de recaudación. La Red, por su parte, recibe la cuota de los bancos asociados y completa sus recursos con donaciones corporativas, campañas y eventos. En la Red existen pocos donantes individuales. “Eso es algo más propio de los bancos locales, que tienen un acercamiento directo con la comunidad en que operan”, explica Hinsch. “Además, se realizan alianzas”, indica, y menciona el ejemplo de la llevada a cabo con Supervielle, mediante la cual los clientes podían elegir donar a un banco local (Mendoza, Mar del Plata, Buenos Aires, Córdoba).
    También en este caso el largo plazo es difícil de lograr. Las alianzas se vinculan más bien a campañas puntuales y, al igual que en La Casa, el marketing con causa aparece como una buena alternativa. “A las empresas les suma asociar su logo a nuestras campañas, y en ese caso hay un ingreso por venta del producto promocional”, indica Hinsch, y cita las campañas realizadas junto a Carrefour y Pepsico.
    En Fundación Sí, por su parte, los recursos obtenidos para el financiamiento provienen aproximadamente 70% de empresas y 30% de particulares. Como en los casos anteriores, no recibe fondos del Estado. “Si bien cada acuerdo es diferente, tenemos alianzas con empresas que son por varios años y varias de ellas son de libre disposición”, relata su director, Manuel Lozano.
    Los fondos de libre de disponibilidad son los más codiciados. Estos permiten a las ONG avanzar en función de sus necesidades y no los ata a proyectos puntuales. Sin embargo, son los más difíciles de obtener. ¿Por qué? En general, las compañías apoyan a las instituciones en proyectos específicos –asegura Hinsch–, en parte, porque para la empresa es importante ponerle nombre y apellido a su donación; poder comunicar ese dinero invertido, medir el impacto que tuvo en las personas y, todo eso, volcarlo en su reporte de sustentabilidad.

    Crisis: un enemigo en ciernes

    Como es de esperar, los cuellos de botella se dan en las épocas de crisis, cuando se conjugan dos aspectos contradictorios: mayores necesidades de la población por satisfacer y retracción en los aportes por parte de las empresas e individuos particulares.
    En el caso de Fundación Sí, la retracción en los aportes en épocas críticas se observa, sobre todo, entre los aportantes particulares.
    En el caso de la bancos de alimentos, aunque no es muy lineal la respuesta –mientras algunas compañías disminuyen el aporte, otras nuevas se suman– la consecuencia suele ser la reducción de la operación y la necesidad de mantenerse con los fondos de reserva. “En casos críticos, la Red ha acudido a financiamiento de organismos internacionales, como la Unión Europea, que da cierto aire por un tiempo”, recuerda Hinsch.
    Lazzaro, de La Casa, también observa que con las crisis los apoyos merman. “Hubo años en que hasta junio nadie sabía si iban a aportar o no –relata–. Por eso, tenemos la exigencia de contar con un año de operación en caja”. Y reflexiona respecto de que, en la Argentina, el tercer sector no cuenta con instrumentos adecuados, como créditos especiales de bancos, o inversión social privada con retorno, lo cual contribuiría a la sustentabilidad de las organizaciones. “Ni siquiera contamos con subsidios de energía”, especifica.
    Algo similar opina Hinsch, de la Red, quien indica que hay países en que las ONG acceden a otros tipos de alianzas que las fortalecen. “Desde que los bancos existen han tenido muy poca relación con el Estado y su característica principal es que se han manejado y sobrevivido con donaciones privadas –explica–. Nunca hemos recibido, como en otros lugares del mundo, subsidios del Estado. Pero estamos trabajando en algunos temas. Creemos que para la Red sería bueno, por ejemplo, contar con proyectos de impacto en aquellos lugares donde no tenemos bancos de alimentos pero sí existe la posibilidad de rescatar productos de manera directa. En estos casos, bastaría con contar con un coordinador local que, por ejemplo, se encargue de conectar las mermas de algún supermercado con las organizaciones, en forma directa. Así, no se necesitaría tener un depósito, sino solamente alguien responsable que verifique la donación. Otra opción sería organizar que, rotativamente, las organizaciones se acerquen a mercados concentradores de frutas y verduras a retirar los remanentes” –comenta Hinsch–. “Sabemos que por año se desperdician unas 16 millones de toneladas de alimentos, según el Ministerio de Agroindustria, por lo cual es importante identificar las oportunidades de rescate y tener programas acordes. En 2015 entregamos ocho millones de kilos; en 2017, 10 millones y la idea sería llegar a 2020 con 16 millones”, asegura.

    La profesionalización es la clave

    Gestionar una ONG no se diferencia demasiado de gestionar una compañía. Si bien el objetivo de quien busca fondos y quien escucha ofertas posibles es diferente en cuanto a lo ofrecido y recibido, no deja de ser una negociación. Cada uno sabe que tiene algo para ofrecer y que generar una alianza conveniente para ambos es esencial para lograr los mejores resultados.
    Si bien hay una persona especialmente designada para tal fin, gran parte del trabajo de Guillermina Lazzaro, como directora ejecutiva de La Casa de Ronald McDonald, es conseguir fondos. Pero no se trata de salir a pescar con red, de manera indiscriminada. La tarea es ardua y requiere de mucho entrenamiento y profesionalismo. “De nada sirve conseguir ayudas momentáneas –explica–. Esta organización se basa en alianzas de largo plazo; en entender que este camino se transita junto a otros”.
    Así concebido el procedimiento, el primer paso en la búsqueda de financiamiento es realizar un análisis exhaustivo de las compañías a visitar; su misión y valores, su perfil de RSE. En el caso de La Casa, el acercamiento primario se da hacia aquellas firmas que realizan inversión social en salud, educación y/o niñez y que tienen un feeling similar en su inversión de acción social.
    El segundo es lograr un buen encuentro cara a cara con el corporativo. “Hay organizaciones que cuando se reúnen con una empresa le cuentan sin parar todo lo que se hace y se necesita. Para mí, en cambio, la escucha es central; entender qué quiere el otro y de qué manera se puede generar una alianza. Y para hacerlo tengo que saber medianamente a quién tengo enfrente –enfatiza Lazzaro–. En este sentido, la directora de La Casa rescata el avance de la profesionalización en RSE, tanto dentro de las ONG como dentro las compañías. “Hace 20 años, algunas personas de las empresas me decían ‘bueno, pero ¿cómo le explico esto a mi jefe? Ahora ya no. Hay quienes hace mucho tiempo que trabajan con organizaciones sociales y entienden también cómo potenciar una alianza”. Esta profesionalización de doble vía permite mejores resultados y, para una ONG, entender esto es fundamental. “Cuando se sale a pedir con la mirada puesta solo en lo que el otro me da, tengo que estar eternamente agradecido. En cambio, cuando podemos pararnos como iguales, porque reconozco los activos que tengo y los pongo a disposición para trabajar juntos, la mirada es otra”.
    En La Casa, la profesionalización alcanza incluso a los voluntarios. A quienes se acercan, se les hace una entrevista, se los conoce, y una vez que ingresan, son acompañados durante el primer mes por otro voluntario que hace de mentor. “Además, hacemos capacitaciones tres veces al año, en temas vinculados a voluntariado y sobre la operatoria de la casa. Tenemos una historia y un know how en gestión de voluntariado bien interesante, que compartimos con otras organizaciones”, cuenta Lazzaro.
    Coincidente con esta opinión, Hinsch, de la Red Argentina de Bancos de Alimentos, también hace énfasis en la importancia del aprendizaje. “Hay un punto en que una ONG se parece mucho a una empresa privada. Si bien el área de la compañía involucrada y el objetivo son diferentes, es igual de importante la profesionalización de los RR.HH. para que exista un impacto real y para lograr la misión y objetivos propuestos por la organización. En la Argentina, hubo mucho avance, pero sigue existiendo más vocación que profesionalismo –reflexiona–, porque en general, las organizaciones surgen de la solidaridad, para resolver algo puntual, y se van profesionalizando en el camino. Esto mismo pasa cuando un banco de alimentos comienza a constituirse como tal. En general, las impulsoras son personas que, preocupadas por las necesidades de su entorno, se juntan, se organizan, pero son amateurs. La profesionalización se da con el tiempo: contratan gente, arman una Comisión Directiva, aprenden a manejarse de manera eficiente. Esto lleva tiempo. Por eso, para formar parte de la Red, los bancos deben contar con dos años de operación”, explica.
    En el caso de la Red, si bien las alimentarias son las principales contribuyentes y forman parte del target objetivo a la hora de buscar fondos, los eventos y campañas en redes sociales permiten sumar a empresas nuevas, que abren el abanico a otros sectores.
    Sin embargo, para Hinsch aún resta mucho para lograr alianzas más eficientes y convenientes. ¿Qué es lo hace falta? “Encontrar un formato que genere valor para la empresa –responde con seguridad–. O brindarle algún servicio. Aunque es difícil para organizaciones tipo la Red, quizás hacía allí es hacia donde se puede ir para lograr fondos más estables”, reflexiona. Esta ONG en particular tiene otro escollo a superar. Si bien los bancos otorgan valor a los remanentes, para las empresas no deja de ser una pérdida y no les resulta nada fácil aceptarlo. Para agilizar el proceso urge, por lo tanto, un trabajo de concientización interno, que permita correr el eje de la pérdida –o la supuesta ineficiencia que esta manifestaría– hacia el beneficio que conlleva el asociar la marca a un banco de alimentos. Nada fácil.
    En la gestión, la profesionalización es la clave también para Fundación Sí. Y en este sentido su director, Manuel Lozano, es claro: “El desafío en la gestión de recursos, en nuestro caso, pasa por sostener la estructura lo más pequeña posible para que todos los recursos económicos puedan invertirse directamente en los proyectos que llevamos adelante. Es por eso que 100% somos voluntarios y no hay una sola persona rentada. Es esto, justamente, lo que nos ha permitido que el proyecto se expanda rápidamente, y de esta forma llegar a todas las provincias y a mayor cantidad de personas. Pero que el equipo esté integrado por voluntarios no implica falta de constancia y profesionalismo –aclara–, ya que se trabaja en el fuerte compromiso e involucramiento de los voluntarios que formamos parte”, asegura Lozano, quien, por cierto, cuenta con estudios de posgrado en gestión de organizaciones sin fines de lucro y libros publicados sobre la temática.
    “Al momento de la gestión –completa Lozano– creo que es clave que la organización no pierda el norte para lo que fue creada, manteniendo siempre los objetivos claros, sin desviarse en la desesperación por buscar fondos. En cuanto a lograr mejores alianzas con las empresas, creo que el secreto está en mostrar transparencia y resultados. De esta forma, se generan vínculos sólidos y que perduran en el tiempo”. Una apreciación que bien valdría, por cierto, para las compañías y su vínculo con los consumidores.

    El invaluable voluntariado

    Para poder destinar la mayor parte de los recursos a obras, programas y desarrollo de las instituciones, las ONG dependen, en gran medida, del trabajo de los voluntarios. En el caso de Fundación Sí, no existen empleados rentados, por lo que 100% de los participantes son ad honorem y se capacitan en forma continua.
    La Red Argentina de Bancos de Alimentos cuenta con un equipo de voluntarios, pero estos son inmensamente más numerosos en los bancos propiamente dichos, donde se requieren a caudales para tareas como clasificación y puesta a punto de los productos donados.
    La Casa de Ronald McDonald, por su parte, cuenta con unos 300 voluntarios, en permanente capacitación. Además de lo indispensable de su aporte, en tanto permite destinar los recursos monetarios a programas y obras, su participación es central porque aportan su visión y sugerencias. Pero, en palabras de Guillermina Lazzaro, no se trata solo de dar. Es más bien un ida y vuelta, donde el voluntario sale igualmente beneficiado: luego de participar, se va planteándose una perspectiva diferente sobre la vida.