Primero se decidió que era momento oportuno para dedicar un tema central de esta edición a la Inteligencia Artificial. Revisar brevemente la discusión filosófica implícita: 1) ¿es bueno o es malo para la humanidad?, 2) ¿llegará o no a tener la inteligencia humana o incluso a superarla y sojuzgarla? Luego ir al terreno cotidiano. Explicar cómo IA está en todas partes de la vida cotidiana y para qué se usa, en el mundo y en la Argentina. Hoy, la IA parece estar en todas partes. En el futuro estará en todo producto y servicio. Pero ya es algo más que un tendencia. En las últimas semanas se convirtió en el tema dominante (ver la nota de Portada a partir de la página 58).
Simultáneamente, se aceleró otro tema previsto para el futuro cercano. El Bitcoin, las llamadas cripto divisas, y analizar si sobrevivirán o si quedarán como un fenómeno marginal. Hubo que darle prioridad también en esta edición. La volatilización del 50% del valor del mercado global de estas divisas virtuales –en apenas dos meses– y la violenta polémica entre defensores y acusadores del nuevo instrumento decidió la cuestión (el informe especial se despliega a partir de la página 82).
Varias de las otras secciones de Mercado en este número, también reflejan el peso específico que tienen la disrupción, la innovación tecnológica y los nuevos modelos de negocios. Alguien que leyera esta edición por primera vez podría llegar a la errónea conclusión de que esta es más una revista de tecnología, que de economía y negocios. Es que la tecnología de modo vertiginoso y disruptivo transforma el escenario de las empresas.
Por suerte, esta edición incluye también el tradicional ranking de percepción de calidad en el mundo inmobiliario y de la construcción, un modo de tener un pie a tierra en la realidad conocida. El activo más importante del mundo en la actualidad es la propiedad residencial. Tres veces más que todas las acciones que cotizan en mercados bursátiles. Nada menos que US$ 200 billones millones de millones (en la página 98). Dos nuevas categorías se han incorporado al análisis: Tecnología (inevitable) y bancos que otorgan créditos hipotecarios.
¿Regular y controlar la IA?
La gran cuestión que sobrevoló las charlas especializadas durante el World Forum en Davos en enero, fue ésta: ¿es necesario regular la inteligencia artificial antes que se convierta en un peligro para la humanidad?
Esto ilustra muy bien el debate global entre los optimistas (creen que IA traerá enormes beneficios para la gente, para la sociedad, para los Estados y para todas las empresas), y los pesimistas que piensan precisamente lo contrario y su temor apocalíptico es una guerra masiva con armas desarrolladas a partir de la IA. Cinco empresas –argumentan los pesimistas– Facebook, Alphabet, Amazon, Apple y Microsoft, concentran enorme porción del poder económico y hasta político. El temor se expresa así: es crucial controlar el poder y la disponibilidad de IA para evitar la dominación por parte de gigantescas empresas con enormes recursos económicos y base de datos.
Tal vez el avance tecnológico más relevante en lo que va de este siglo 21, es el concepto y el desarrollo mismo de la inteligencia artificial. Para la percepción popular se traduce en autos y camiones autónomos, sin conductor, y en la capacidad de leer imágenes médicas que eran territorio de médicos especialistas, por ejemplo.
Bitcoin, burbuja pinchada
En apenas dos meses, el valor del mercado global pasó de US$ 800 mil millones, a menos de la mitad.
La mitad de los inversionistas veteranos, pero también de los novatos, está a favor de la cripto divisa que concentra opiniones y debates en todo el mundo. La otra mitad es muy crítica: hay quienes sostienen que es solo una manera de evitar pagar impuestos, y otros que desconfían y piensan que es un fraude estilo esquema Ponzi.
Más allá de las opiniones y pronósticos, lo que importa son los datos de la realidad. ¿Y qué dice la realidad?
Durante el 2017 el Bitcoin –y muchas monedas virtuales que lo imitaron– crecieron de valor a ritmo violento. Los observadores, incluso de organismos estatales, mantuvieron una actitud discreta, advirtiendo simplemente de los riesgos de colocar inversiones en activos volátiles y no regulados.
Ahora sobreviene lo que parece un punto de inflexión. De un valor total combinado de más de US$ 800 mil millones, la burbuja se pinchó y ha perdido US$ 400 mil millones.
Los reguladores que parecían mirar para otro lado, aparecen de pronto con todos los ímpetus de controlar estos mercados. En algunos casos, la idea es directamente prohibirlos.