En plena batalla por la supremacía digital

    China tiene dos empresas tecnológicas de clase mundial, Alibaba y Tencent, con valuaciones de mercado similares a la de Facebook; tiene –o tenía hasta la última producción de IBM– la súpercomputadora más rápida y está construyendo el centro de investigación en computación cuántica más avanzado del mundo y, según el expresidente de Alphabet, Eric Schmidt, es muy probable que para 2025 supere a Estados Unidos en inteligencia artificial.

    Estados Unidos está nervioso. Circulan en el gobierno cálculos según los cuales el robo de propiedad intelectual por parte de los chinos costó a las empresas norteamericanas una cifra cercana al billón de dólares (un billón es millón de millones).

    Trump, como es usual, se equivoca con las respuestas. Primero bloqueó sorpresivamente la compra de Qualcomm (fabricante norteamericano de semiconductores) por parte de la rival Broadcom, domiciliada en Singapur. Justificó el bloqueo citando temores de seguridad nacional. Como es frecuente en él, identificó un peligro genuino pero equivocó la respuesta.

    Que Estados Unidos pretenda someter a China para preservar su lugar de hegemonía en el mundo es la receta perfecta para un mundo en discordia y hasta en guerra. Sin embargo, una cosa es que un país domine en televisores y juguetes y otra muy diferente que lo haga en las tecnologías centrales de información.

    Ellas están en la base de la manufactura de los sistemas avanzados de armas. Suelen generar efectos extremos en los cuales un ganador establece una posición inatacable en cada mercado. Eso significa que un país puede ver que sus tecnologías vitales pasan a pertenecer a otros que cuentan con el apoyo del Estado.

    La primera parte de la respuesta a ese problema debería ser recordar cuáles fueron las razones del éxito de Estados Unidos en los años 50 y 60 del siglo pasado. Programas de gobierno orientados a superar a la Unión Soviética en sistemas espaciales y de armamento, mucha inversión en educación, investigación e ingeniería en toda la gama de tecnologías. Esto último dio origen a Silicon Valley. A 60 años del lanzamiento del satélite Sputnik al espacio, el país necesita la misma combinación de inversión pública y empresa privada para ir en busca de un proyecto nacional.

    La segunda parte de la respuesta es actualizar la defensa de la seguridad nacional para las realidades de las posibles amenazas digitales de China. El hecho de que genere preocupación un proveedor de componentes claves no necesariamente tiene que resultar en una prohibición.

    La decisión sobre Broadcom sugiere la sospecha válida de que la tecnología china se está convirtiendo en abierto proteccionismo. Broadcom ni siquiera es china. La justificación para bloquear el acuerdo fue que probablemente iba a invertir menos en I+D que Qualcomm, permitiendo que China tome la delantera en la fijación de estándares.

    Si Estados Unidos aplica impuestos a los productos electrónicos chinos, por ejemplo, dañaría su propia prosperidad sin avanzar nada en el tema de la seguridad nacional. Un ataque agresivo, en cambio, dejará a ambas economías en peor situación y más inseguras.

    Próximo objetivo: inversiones chinas

    Decidida a doblegar las ambiciones tecnológicas de su enemiga asiática, la Casa Blanca trabaja en un conjunto de reglamentaciones para impedir que firmas chinas inviertan en tecnologías importantes en Estados Unidos. La medida sin duda va a exacerbar la tensión de la guerra comercial que se intensifica cada día entre ambos países.

    Las restricciones a las inversiones chinas en “tecnología industrialmente significativa” están, en gran medida, motivadas por las preocupaciones que genera en Estados Unidos “Made in China 2025”, el plan de Beijing para acelerar industrias como robótica, autos eléctricos y aeroespacio con idea de convertirse en líder global en esas áreas.

    Las medidas van a incluir reglamentaciones que impedirán a firmas con por lo menos 25% de propiedad china comprar compañías dedicadas a tecnologías que la Casa Blanca considera importantes. Eso incluye aeroespacio, robótica y sectores automotores.

    El gobierno trabaja también en nuevas reglamentaciones de exportación pero no se conocen detalles todavía. Las medidas son parte de un programa de confrontación con Beijing sobre sus prácticas comerciales que viene a complementar la aplicación de aranceles a las importaciones. Beijing ha prometido contraatacar en igual medida contra los aranceles.

    El gobierno norteamericano dice que esta seguidilla de medidas contra China es en respuesta al robo de propiedad intelectual a Estados Unidos y a la presión que sufren las empresas de este país para que entreguen tecnología a las firmas chinas a cambio de la autorización para operar en el país.
    Los funcionarios chinos han rechazado repetidamente estas acusaciones y acusan a su vez a Washington de tomar medidas proteccionistas en forma unilateral.

    Un informe publicado por el Wall Street Journal especifica que las restricciones a la inversión podrían aplicarse a acuerdos en los que los inversores chinos tienen menos de 25% “si la administración determina que esos inversores podrían obtener la tecnología a través de una silla en el directorio, o por acuerdos de licencias u otras medidas”.

    En respuesta al informe, el gobierno chino dijo que siempre ha instado a sus empresas a obedecer las leyes locales y a operar de acuerdo con los principios de mercado y las normas internacionales. Las compañías chinas han creado muchos empleos, han pagado muchos impuestos y han ayudado a crecer a muchas empresas norteamericanas, agregó el vocero.

    Geng Shuang, del Ministerio de Relaciones Exteriores dijo a la prensa: “Esperamos que Estados Unidos pueda ver objetivamente las actividades comerciales de las compañías y cree un entorno bueno, justo y previsible para las compañías chinas”.

    Ya circulan rumores de que la administración Trump podría recurrir a una ley de emergencia para imponer las restricciones a la inversión china citando cuestiones de seguridad nacional.
    La ley de 1977 –la International Emergency Economic Powers Act–, da al presidente autoridad para tomar determinadas medidas contra otro país durante una “emergencia nacional”. Los expertos advierten que el bloqueo a las inversiones sería algo perturbador.

    “Estados Unidos se ha beneficiado enormemente de tener un régimen abierto de inversiones,” opina Phil Levy, profesor de economía global en el Chicago Council on Global Affairs.

     

    ¿Y si la guerra tecnológica se expande?

    El conflicto seguramente va a trabar las cadenas de suministro de las empresas, los ingresos y las ambiciones de China. El problema comercial se originó por los miedos de Washington por el crecimiento del poder tecnológico de China.

    Hasta ahora hay: venta de componentes prohibida; una fusión de empresa de microprocesadores bloqueada; y nuevas concesiones exigidas para un segundo acuerdo sobre semiconductores.
    Si esto es sólo un precalentamiento, los analistas dicen que las guerras tecnológicas entre Estados Unidos y China pueden alterar el sector tecnológico a ambos lados del Pacífico. Esas disputas se originan en la ansiedad que genera en Estados Unidos el poder tecnológico de China y los métodos que utiliza para amasarlo. Todo eso va camino a intensificarse con la investigación que se está realizando en Washington sobre el supuesto robo chino de propiedad intelectual y prácticas que obligan a transferencias tecnológicas de inversores extranjeros.

    Los primeros ataques golpearon a fabricantes de hardware como Huawei, a quien acusan de usar sus equipos de telecomunicaciones para husmear en cuestiones de seguridad nacional norteamericana. Lo mismo con su rival ZTE. Huawei niega que su tecnología sea usada para vigilancia. Mientras aumenta la presión de Estados Unidos, ya hay propuestas para prohibir a agencias norteamericanas el uso de tecnología de Huawei o ZTE y una prohibición para el ejército norteamericano de contratar vendedores que trabajen con cualquiera de las dos.

    Por su parte, a China siempre le ha preocupado su excesiva dependencia de las importaciones de semiconductores. La nación gasta más en importar silicio –que se encuentra en el corazón de los teléfonos inteligentes, las consolas de juegos y otros electrónicos– que en importar petróleo. Con todos los avances en inteligencia artificial e Internet, la capa de silicio sobre la que se asienta gran parte del tector tecnológico es delgada. El conflicto resultante, dicen algunos analistas, golpea el corazón de las ambiciones chinas y podría reducir sus ingresos y alterar las cadenas de suministro de las multinacionales extranjeras, muchas de las cuales ven a ese país como un mercado clave. Pero también obliga a las empresas chinas a comenzar a pensar en desarrollar sus propios chips.

    Una carrera en IT

    Beijing proyecta convertirse en lider mundial en tecnología para 2030. El combate se reducirá a quién puede manipular mejor los datos.

    Los algoritmos entrenados sobre montañas de datos chinos podrían muy pronto comenzar a tomar decisiones que afecten profundamente la vida de las personas que habitan el resto del mundo. Yitu Technology, una start-up de inteligencia artifical con sede en Shanghai, ganó dos competencias de IA en Estados Unidos el año pasado por su tecnología de reconocimiento facial. El sistema, que integra las últimas tecnologías de IA con aplicaciones industriales, fue creado para uso de las fuerzas del orden en China.

    Yitu ahora está buscando clientes en Estados Unidos para poner su software a trabajar. “Hay muchas aplicaciones para esta tecnología”, dice Wu Shuang, al frente de su grupo de investigaciones en Silicon Valley.

    Este caso es el primero de una serie en la creciente competencia entre Estados Unidos y China en IA, que va a tener gran impacto en la competencia por superioridad militar, el sistema comercial internacional y el futuro del partido comunista chino.

    Hay otros casos. Malong Technologies, con sede en Shenzhen, también entrenó sus algoritmos de reconocimiento de imagen en enormes masas de datos chinos; en un caso en particular, analizando cientos de miles de fotos de desfiles de moda para identificar tendencias para sus clientes en la industria del vestido. Dice que ahora está probando la tecnología con compañías de e-commerce en Estados Unidos.

    Algoritmos como estos son la vanguardia en una batalla que hará mucho por determinar el liderazgo económico en la era de Big Data, una carrera en la que China está alcanzando rápidamente a Estados Unidos y ahora disputando para convertirse en la fuerza dominante.

    A menudo se piensa la revolución de IA en términos de robots o drones que pueden realizar trabajos antes a cargo de personas humanas. Pero el impacto se va a sentir también de una fuente menos visible: la capacidad para aprovechar al máximo las montañas de datos. Los sistemas de máquinas inteligentes que pueden encontrar patrones analizando enormes conjuntos de datos son la última palabra en inteligencia artificial.

    Para algunos sectores, el aprendizaje profundo –la forma más avanzada de la tecnología– tiene la potencialidad de crear un valor equivalente a 9% de los ingresos de una compañía, según un informe del McKinsey Global Institute. Eso se traduce en billones de dólares de valor económico potencial. En eso, Estados Unidos y China son los líderes indiscutidos. El presidente Xi Jinping ha declarado la IA uno de los pilares centrales del plan “Made in China 2025” para transformar la economía del país y se ha fijado la meta de convertirse en líder mundial en la tecnología para 2030.
    Al mismo tiempo, los avances de China contribuyen a una paranoia opuesta en Estados Unidos, al contemplar la posibilidad de que su excepcionalidad tecnológica sea subestimada. La guerra comercial que la administración Trump ha declarado a China está motivada, al menos en parte, por temor a los avances tecnológicos chinos.

    “Está claro que el gobierno norteamericano se ve compitiendo con el gobierno chino en una carrera tecnológica”, explica Robert Silvers, ex subsecretario de política cibernética en el Departamento de Seguridad Nacional. “Estados Unidos es de la idea que estas tecnologías son tan transformadoras que el país que consiga ponerse al frente va a obtener no solo ventaja económica o tecnológica sino también ventaja en seguridad nacional”.

    Uno de los motivos por los que esta competencia en IA es tan intensa tiene
    que ver con la carrera por encontrar una nueva ventaja militar.