Por María Teresa Lavayén
Patricio Fuks
WeWork nació en 2010 para inaugurar un modelo de negocios revolucionario. Sus fundadores, Miguel Mckelvey y Adam Newmann, advirtieron los distintos elementos que se combinaban para cambiar la forma de trabajar. Crecía el trabajo flexible facilitado por el avance tecnológico y también aumentaba entre los profesionales jóvenes el número de los que preferían trabajar en forma independiente y desde cualquier lugar.
Así surgió el primer espacio de esta compañía en Manhattan, Nueva York, con un modelo que alquila espacios de trabajo, los arregla para crear un clima de comunidad y luego subalquila espacios fijos, móviles o cerrados a freelancers, emprendedores o empresas. Pero el rasgo diferenciador es la posibilidad de participar de una cultura común, con ambientes y actividades que favorecen la colaboración y el intercambio de ideas.
Para 2014 WeWork ya tenía 23 espacios en ocho ciudades. Luego tuvo un crecimiento explosivo con 55 lugares en 2015, 111 en 2016 y 178 en 2017. Para finales de 2017 tenía como clientes a 20.000 empresas.
En la Argentina inauguró en mayo de 2017 en la Torre Bellini un edificio de 24 pisos en Esmeralda y Paraguay que fue totalmente remodelado para brindar el servicio que lo caracteriza. Al frente del proyecto local y regional está Patricio Fuks, quien por su condición de empresario hotelero conoció en 2010 a los fundadores de WeWork y se enamoró del proyecto. Fuks conversó con Mercado en la nueva torre WeWork en Vicente López sobre el desarrollo del concepto en nuestro país y la región.
–¿Cómo definen ustedes a esta empresa? Por su faceta inmobiliaria, tecnológica o por el estilo de trabajo que favorecen?
–Somos una compañía que crea comunidades. Además alquilamos edificios y además brindamos servicios, pero el corazón de nuestra compañía es crear comunidad. Creemos que de la interacción entre las personas salen las mejores cosas para nuestra sociedad. Quien viene a WeWork conoce gente nueva todos los días, algo que no pasa cuando está en un edificio común de oficinas, donde ve a la misma gente todos los días.
Acá conoce gente nueva todo el tiempo porque todos los días hay actividades dentro del edificio justamente para eso, para que se conozcan. Motivamos y fomentamos la interacción entre los distintos miembros. No solamente en el ámbito del edificio. Quien está en Bellini puede venir también a las actividades que hacemos en Vicente López, o a la de Las Cañitas cuando se inaugure, o a la futura Torre IBM. Lo mismo si está en San Pablo, Lima o Nueva York, Tokio o Londres. Un miembro de WeWork puede usar los espacios y los servicios de cualquiera de sus torres en cualquier país. Tenemos un chat propio, común a todos los miembros, con el cual es posible postear lo que uno hace y conectarse con distintos miembros en distintas partes del mundo. Eso abre fronteras.
Entonces, para resumir, el crecimiento fenomenal de esta compañía, que en menos de diez años ha logrado un valor de mercado de casi US$ 23.000 millones, se debe a que estamos haciendo algo que no hace nadie, y eso es humanizar la tecnología y acercar a la gente que trabaja creando comunidades.
–Si muchos de los miembros son freelancers, el negocio es muy dependiente de profesionales que son el eslabón más frágil de una economía en crisis. ¿Compensan ese riesgo atrayendo empresas más grandes?
–Es al revés. Diría que las compañías nos vienen a buscar a nosotros. Y que la demanda es cada vez mayor. Hoy el sector empresas representa entre 40 y 45% de nuestros miembros. Ese segmento creció mucho. En un año pasó de 20% a 45%. Cada vez son más las compañías que se vienen a instalar acá, entre otras cosas porque necesitan retener a su personal. Para eso tienen dos caminos: o les pagan más o les mejoran la calidad de vida. Y advierten que en el clima WeWork la gente trabaja más contenta. Ése es el valor agregado que ofrecemos. Por lo general con las empresas grandes los contratos son más largos, a tres, cinco o más años. Eso nos da más estabilidad.
–Hay algunas empresas, especialmente las grandes, que se precian de tener una cultura que les es propia, que las identifica y que las distingue del resto. ¿Ese tipo de empresas vendría a trabajar a WeWork?
–Tenemos IBM con un edificio entero; Banco Santander, con otro en México. Tenemos Uber. En Brasil tenemos el banco Itaú, con un edificio entero. Mercado Libre también. Ellos vienen a WeWork y pueden seguir manteniendo su identidad, porque tienen sus oficinas. No pierden identidad por venir acá.
–Con respecto al objetivo actual de equilibrar cada vez más la vida laboral con la vida privada. ¿Podría decirse que este modelo es desequilibrante? Si este nuevo estilo de trabajo busca humanizar la vida laboral a punto de “convertir el espacio en algo tan ameno que los miembros no quieran irse” –como ha dicho un directivo– ¿no terminará absorbiendo más tiempo del que demanda una oficina tradicional? Acceso 24/7, reuniones, eventos con DJ, parrilla, ping pong… Mientras tanto, las familias no pertenecen a la comunidad.
–No nos está pasando eso. Normalmente después del horario de trabajo la gente se reúne, se queda charlando. En otras partes los empleados salen del trabajo y se van en grupo a tomar un trago; están los que se van a jugar al fútbol y a comer con los amigos. Quien no quiere estar en su casa va a encontrar siempre una excusa para no volver temprano. Quien en cambio valora a su familia va a tener ganas de volver.
Además, acá veo muchos chicos que vienen a visitar a sus padres. Nunca vi tantos chicos en una oficina como acá. Después de la hora de trabajar esto se llena de chicos que vienen a ver dónde trabaja el papá o la mamá. También tenemos salas de maternidad, donde las madres con bebés chiquitos pueden amamantar. El nuestro es un concepto muy integrador.
–Actualmente en Argentina hay dos torres. ¿Cómo son los planes y en qué otras ciudades de la región están o proyectan estar?
–En Buenos Aires estamos abriendo el edificio IBM en un par de meses y tenemos el edificio en Las Cañitas para el año que viene. Tenemos cuatro o cinco proyectos más que estamos negociando en estos momentos, también para el año 2019 y 2020. Por ahora no hay planes en el interior del país.
En México tenemos torres en Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey; en Brasil, Río de Janeiro, San Pablo y Belo Horizonte; en Perú, acabamos de inaugurar en Lima; en Colombia, Bogotá y Medellín; en Chile estamos a punto de inaugurar en septiembre un edificio en Santiago.
En lugares como México, Bogotá, Lima o Santiago es muy fácil alquilar edificios enteros porque hay oferta. Acá no hay. Pudimos conseguir Bellini y luego éste (en Vicente López) pero no es fácil. Es más fácil para nosotros crecer donde hay sobreoferta. San Pablo, Río, Bogotá, Lima y México son lugares que nos permiten crecer mucho.
WeWork genera su propio ecosistema y también influye mucho en los barrios donde se instala, los transforma, les da vida.
Nosotros tomamos los edificios tal como nos los dan –que debe ser en determinadas condiciones– y hacemos todo el interiorismo. Decoración, particiones, ambientación.
–¿Cómo ves la empresa de acá a cinco años?
–Empecé como CEO de WeWork hace poco menos de dos años, éramos seis personas y ahora estamos abriendo un edificio en México.
En Argentina abrimos en mayo del año pasado y vamos a terminar este año con alrededor de 50 edificios abiertos en la región. Ya tenemos al día de hoy 500 empleados en toda Latinoamérica, y vamos a cerrar el año con 50.000 miembros.
Cuando empezamos, el número 50.000 sonaba loco y el objetivo el año que viene es llegar a 120.000 y a fin del 2020 a 250.000. Sólo en Latinoamérica. A escala mundial esperamos llegar al año 2020 con un millón de miembros. Para darte una idea del crecimiento, cuando yo empecé en WeWork, éramos a nivel global 80.000 miembros. El mes pasado solamente se incorporaron 33.000 miembros. Esa es la tasa de crecimiento.
–¿Cómo es manejar una región tan amplia como América latina?
–Mi tarea consiste en crear equipos y dejarlos hacer. Es un poco lo que hice cuando tenía la compañía hotelera, que abría hoteles en distintas ciudades del mundo y contrataba muy buena gente en la que yo confiaba. Acá hice lo mismo. Contraté muy buenos gerentes en cada país en los que delego mucho y confío mucho.