Esto es precisamente lo que sospechan los pesimistas, que también los hay. La metáfora más adecuada, para este momento, es que hay dos caminos que van en paralelo, pero muy lejanos entre sí. Sin embargo lo imprevisible puede hacer que converjan, y en ese caso el optimismo se batirá en retirada.
Vale la pena mencionarlo por si algo de ello acontece. Pero en verdad todo parece andar sobre ruedas en materia de crecimiento económico.
Una cuestión íntimamente vinculada es hasta cuándo puede seguir el crecimiento ininterumpido. Hay una enorme deuda global que parece que podría crecer más; hay crisis financieras que pueden agravarse, hay shocks de inflación que habrá que ver si no tienen efectos colaterales serios, o crisis bursátiles o en el mercado de bonos.
Pero todos estos elementos de análisis pueden ser controlados desde la perspectiva económica. El verdadero riesgo entonces, viene de la política, el deterioro de la relación entre naciones, o la distorsión de la economía por incidencia política.
En todo el mundo desarrollado campea el optimismo y abundan las buenas noticias. Con los mercados globales en pleno ascenso, según todos los indicadores que se utilicen. Por eso los observadores tiemblan cuando se enteran que algo pasa en Medio Oriente, o en Pacífico, sea en Corea o sea en China.
Según lo acaba de confesar el Papa en su visita a China, “una guerra nuclear es lo que más teme”. Después de un año entero, tenso, con intercambio de tweets desopilantes pero igual amenazantes, la percepción es que no debería existir guerra en la península coreana o en las inmediaciones del sudeste asiático. Aunque sigue siendo el riesgo geopolítico más importante del mundo. En cambio, en el Medio Oriente las cosas parecen ir un poco mejor. Hay un aire liberalizador en Arabia Saudita, derrotas militares de Ejército Islámico, y pese a los desplantes de Trump, sigue vigente el acuerdo nuclear con Irán.
Volviendo al campo de los optimistas, muchos creen que la actual bonanza debe servir –y eso se espera en este año– por ejemplo, para reducir la pobreza, generar más empleo, mejorar la educación e impulsar la igualdad de género en todos los órdenes. Nivelar los desequilibrios en todo el planeta, ya que hay crecimiento en los países ricos y también en los más pobres.
Recuperación sincronizada
Lo interesante del momento actual es la simultaneidad del crecimiento económico. En países emergentes y en los desarrollados. A precios de mercado –según el Banco Mundial–, el crecimiento global del año pasado parece que cerrará en 3%, mientras que este año estaría en 3,1%.
En Asia se espera mayor velocidad. Pero exportadores de materias primas, tanto emergentes como desarrollados, lo harán solo en 2,7 % este año (1,8% en 2017). Latinoamérica y el Caribe crecerán en 2%. Africa lo haría a 3%.
Lo alentador es el importante repunte en los productos básicos, mientras comercio e inversión han mejorado sus cifras. Especialmente en inversión extranjera directa.
Una sombra amenazante
En muchos ámbitos propicios al análisis y a la predicción, el gran fantasma es el inmenso volumen de la deuda global. En los bancos centrales del mundo este es un tema recurrente.
Esta deuda, en este momento, es igual a 330% del valor del total de la producción global. Esa referencia, en 2008 era de 225%. Esa diferencia da una pista de cómo se salió ese año de “la recesión superior a la de 1930”. La idea, a partir de 2009, era que crecimiento, inflación y austeridad, harían tabla rasa con la montaña.
Hubo tal vez mucho optimismo. Los resultados no fueron los esperados. La famosa solución de “quantitative easings” aportados por los bancos centrales, salvó al sistema financiero de muchos países, pero ahora aunque se han reducido las inyecciones mundiales, la deuda sigue siendo colosal.
El tema no es menor. El crecimiento de estos tiempos es adicto a la deuda, de modo que un ajuste o reducción en las condiciones monetarias, dañará el ritmo del crecimiento.
Entretanto, los bancos centrales tienen la exigencia de cambiar el rumbo. Muy bajas tasas de interés y aumento excesivo de la deuda son ingredientes de un cóctel explosivo, que puede terminar en una burbuja inmobiliaria, o bursátil, por ejemplo.
Por qué surge la economía
Contra todas las presunciones que despertó el discurso diario de Donald Trump desde hace un año, muchos de los desarrollos apocalípticos que se predecían, no ocurrieron. Y otros lo hicieron con efectos limitados.
Tal vez por eso el comportamiento de la economía global superó todas las expectativas. 75% de la economía del planeta está en plena fase de aceleración.
Para el FMI se crecerá 3,7% en el mundo, alimentado por el surgimiento de actividad en Europa, Japón, China y Estados Unidos.
Según Goldman Sachs, por la primera vez desde 2010, la economía global está superando la mayoría de las predicciones, y la expectativa es que esa fortaleza continúe. Su predicción global para 2018 es de 4%.
Por eso sorprende la nueva ley impositiva en Estados Unidos que, en general, reduce la percepción de gravámenes. Los observadores la ven como innecesaria, pero a la vez como un gran riesgo para el futuro.
Lo que lleva a la otra polémica: si los buenos resultados económicos ocurren gracias a Trump, o a pesar de su gestión. La verdad, dicen los expertos para poner fin a este debate, es que los mercados financieros siguen la dirección y el impulso que impone la psicología del inversionista. Que piensa que es un buen momento para invertir.
La UE frente al populismo
Mientras en el continente europeo todo marcha de maravilla en el frente económico, una tormenta se avecina en el terreno político. La UE debe tomar posición y enfrentar algunas decisiones y actitudes de gobiernos claramente populistas. En especial Polonia y Hungría, pero también la República Checa.
Es que un conflicto entre la Comisión Europea y el gobierno polaco se está convirtiendo en lo que algunos consideran una prueba existencial para Bruselas.
En diciembre pasado, por primera vez, la Comisión comenzó un procedimiento formal que podría culminar quitando los derechos de voto a Polonia, un miembro de la Unión. Acusa al gobierno polaco de violar los principios fundamentales de la UE, que incluyen “democracia, igualdad, el imperio de la ley y respeto por los derechos humanos”.
Por lo tanto, podría decirse que el conflicto se está convirtiendo en una prueba de fortaleza para el populismo, no solo en Europa sino en todo el mundo. Pero hay posibilidades de que la UE termine perdiendo su batalla contra el autoritarismo populista en Polonia.
El gobierno polaco ha convertido los canales de difusión estatales en el brazo propagandístico del gobierno. Además, acaba de sancionar un paquete de leyes que despejan el camino para que el gobierno controle el poder judicial.
El gran problema que tiene la Comisión Europea para actuar es que, en muchos aspectos importantes, Polonia sigue siendo una democracia. Si la televisión estatal es una herramienta, sigue habiendo fuertes medios independientes y hay poderosos partidos de oposición. No obstante, el gobierno ya comenzó a hacerle la vida imposible a los medios independientes y también está impulsando reformas en el sistema de votación que hacen temer por la integridad de las futuras elecciones.
Batalla de resultado incierto
Por eso Bruselas siente que ha llegado el momento de ponerle un límite. Si no lo hace, seguramente la acusarán de no reaccionar ante las amenazas a la democracia y el imperio de la ley. Pero, al actuar, permitirá que el gobierno polaco argumente que un grupo de burócratas extranjeros están intentando debilitar la independencia de Polonia. O peor, podría perder esta batalla. Hungría, que también está deslizándose hacia el populismo autoritario, ya amenazó con vetar cualquier medida que se tome contra Polonia. Eso podría dejar a la Unión Europea impotente, dividida e incapaz de defender los valores centrales.
Mientras tanto en la República Checa, el gobierno populista tuvo un revés en las urnas. El Primer Ministro Andrej Babis no logró voto de confianza en el Parlamento. Se prolonga así el período de incertidumbre en este país centroeuropeo.
El magnate multimillonario ganó las elecciones parlamentarias de octubre último pero no logró la mayoría ni convencer a ninguno de los otros ocho grupos en la cámara baja de formar una coalición.
Según la ley checa, un gobierno nuevo debe conseguir un voto de confianza en el comienzo de su mandato. Pero los partidos de oposición se negaron a respaldar el gabinete nombrado por Babis, quien el año pasado fue acusado de haber recibido un subsidio por un proyecto supuestamente ligado a su imperio comercial.
Luego del voto de no confianza del martes el gobierno de Babis se convierte en una administración interina hasta que se forme otro gobierno. El presidente Milos Zeman ha dicho que le dará una segunda oportunidad de formar gobierno, pero solo cuando tenga el respaldo de 101 de los 200 diputados de la Cámara Baja.