Aunque la crisis financiera mundial fue demoledora para las finanzas offshore algunos lugares se han convertido en refugios secretos para los súper ricos. Entre esos, está la pequeñísima isla de Nevis.
Los paraísos fiscales tradicionales más conocidos, como Jersey, Suiza y las Islas Vírgenes han prosperado durante muchos años ayudando a sus clientes a burlar las leyes impositivas de sus respectivos países, sin que nadie lo advirtiera. Pero con la crisis financiera de 2007-2008 se acabaron los años de tranquilidad y comenzó la presión diplomática sobre esos refugios.
Llegaron los Swiss Leaks, los Panama Papers, los Paradise Papers, los archivos del HSBC y todo eso hizo que el público consolidara su visión de esos centros financieros como lugares que ayudan a los poderosos a evadir sus obligaciones con el resto de la ciudadanía. Y comenzaron los castigos.
Al restringir sus operaciones, al obligarlos a transparentar quiénes son los dueños de las sociedades, la actividad tranquila y en silencio se terminó.
Pero quedan todavía algunos reductos donde se mantiene el viejo hábito de mantener el secreto de los poderosos. Uno de esos es Nevis (o Nieves en castellano), un volcán solitario en una isla del Caribe, con una población de apenas 11.000 personas, que se ha visto involucrada en algunas de las estafas financieras más sórdidas de los últimos tiempos.
La historia de Nevis revela las dificultades que tiene el mundo para tratar de terminar con la evasión impositiva, el fraude y la cleptocracia. Mientras los rivales de Nevis perdieron negocios al abrirse, la isla volcánica duplicó su discreción y el número de radicaciones.
Por lo general se cree que todos los paraísos fiscales hacen la misma tarea. Pero no es así. Cada uno tiene su especialidad. Las mayores aves de rapiña están en centros como Londres, Suiza o Nueva York. Las rodean peces más ricos que se quedan con las migajas. Son lugares como Mónaco, Jersey e Islas Caimán.
Esos centros se especializan en diferentes aspectos del juego offshore: Jersey se dedica a fideicomisos, las Islas Vírgenes en certificados de incorporación de personas jurídicas, Liechtenstein a fundaciones, por ejemplo. También se diferencian por su tolerancia con la estafa. Entre los territorios británicos Gibraltar es más corrupto que Guernsey, pero menos que Anguila. Y atienden distintas regiones geográficas: la isla Mauricio hace Ãfrica e India; Chipre atiende la ex Unión Soviética; las Bahamas, a Estados Unidos.
El reino del secreto
En este mundo de las finanzas offshore, Nevis se encuentra en el nivel más bajo de todos. Se especializa en permitir a sus clientes crear corporaciones en el más absoluto anonimato. La información sobre quiénes son los dueños de una empresa es tan pero tan secreta, que ni siquiera consta en el propio registro de la isla.
“Creemos firmemente que la gente tiene derecho a la privacidad financiera,” dice Mark Brantley, Primer Ministro de Nevis. “¿Por qué no habrían de tener derecho a un secreto?”
Los secretos no les pertenecen a los residentes de Nevis. Les pertenecen a extranjeros y son protegidos de otros extranjeros. A la isla le pagan para proteger esos secretos.
Algunos de esos secretos son rutinarios y podrían ser totalmente inocentes. Otros generan muchas preguntas: por ejemplo ¿qué razón hay para que una escuela primaria católica en Liverpool, Inglaterra, esté registrada en una isla volcánica en el Caribe?
Preguntas de este tipo son imposibles de responder porque los secretos están bajo cuatro llaves en Nevis. Una compañía allí es un libro cerrado.
Desde que se endurecieron los controles, la gente interesada en guardar secretos abandonó los paraísos más transparentes y prefirió irse a Nevis. Desde 2012, el sector de servicios financieros de la isla creció notablemente. O sea, que el secreto paga. Ese es el principal argumento que usa el gobierno de Nevis para no seguir el ejemplo de las Islas Vírgenes y abrir sus registros corporativos a extranjeros.
“Los números que maneja son relativamente pequeños comparados con los de otros lugares, pero hay que tener en cuenta el tamaño de Nevis”, dice Brantley. “Obtenemos ingresos directos de entre US$5 y US$5,5 millones, solamente por cuotas de renovación.” La cuota de renovación es que lo que el cliente paga por mantener a su compañía en el registro; cuantas más empresas haya, más cuotas recibe Nevis. “Si extrapolamos esto hacia fuera –en términos de empleo y alquiler de oficinas– comprobamos que tiene un efecto multiplicador en la economía.”
Es esta cláusula de secreto lo que convierte a Nevis en un enorme obstáculo para los investigadores del orden. Si la policía no puede probar quién es el dueño de algo, tampoco puede probar que ese algo fue adquirido en forma ilícita, o que evade impuestos sobre las ganancias que obtiene. Esto es lo que los delincuentes buscan cuando envían sus negocios offshore. Hay unas 300 empresas británicas con propiedad en Nevis y Brantley defiende fervientemente el secreto que brinda su isla a los dueños de esas empresas.
“¿Qué derecho tiene un burócrata de Londres, o quien sea, a preguntar sobre la situación financiera de su vecino? ¿Por qué aceptar que llame por teléfono y diga ‘necesito saber si Juan Pérez, mi vecino de la esquina, tiene una cuenta o una compañía en Nevis’; ¿qué le importa?” pregunta Brantley.
“¿Por qué habría de interesar la situación financiera de Juan Pérez a un burócrata de Londres, a menos que haya una denuncia contra ese tal Juan Pérez según la cual está violando alguna ley en alguna parte?”
Es una pregunta filosófica interesante, pero también es un problema grande. Los países reconocen y respetan las leyes y la soberanía de cada uno. Entonces las corporaciones de Nevis tienen tanta validez internacional como cualquier otra. O sea que mientras esa isla siga negando a los extranjeros acceso a la información sobre la propiedad de las empresas allí registradas, los tramposos pueden seguir manejando sus negocios vía Nevis, impidiendo que se le siga el rastro a la propiedad de las empresas y haciendo imposible su descubrimiento. Esto significa que cualquier político corrupto, evasor de impuestos o estafador en Estados Unidos, Ucrania, Nigeria, Malasia o en cualquier otro país puede malversar las finanzas de su país en beneficio propio.
Y, gracias a la curiosa situación constitucional de Nevis –ya que no es un país independiente pero no puede ser controlado por ningún otro país– no parece haber nada para hacer al respecto.
Un volcán tropical con dinero en sus entrañas
Nevis es una pequeña isla en el Mar Caribe que forma parte del arco interno de las Islas de Sotavento en el archipiélago de Las Antillas. Junto a su vecina St. Kitts constituyen un país: la Federación de Saint Kitts y Nevis. La isla es el volcán, de modo que toda ella son laderas que descienden hacia el mar.
Es un lugar maravilloso, frecuentado por famosos. En el pasado fue un gran centro británico para el cultivo de la caña de azúcar y el comercio de esclavos, pero se sumió en la oscuridad en el siglo 18 cuando fue superada por rivales más grandes y más fértiles. En el siglo 19, Gran Bretaña la sumó a su vecina St. Kitts por motivos administrativos y pasó a formar la mitad más pequeña de la Federación de St Kitts y Nevis que se independizó en 1983.
Los años 80 fueron un período de bonanza para las islas del Caribe. Fueron los años en que se abría la economía global y los sistemas de cumplimiento legal, tomados por sorpresa, no estaban preparados para controlar el circuito financiero. Los evasores de impuestos y los traficantes de drogas de América del Norte y del Sur enviaban aviones repletos de dólares a lugares como las Islas Caimán y Anguila, los guardaban en cuentas bancarias pertenecientes a compañías fantasmas imposibles de localizar y luego lo invertían en propiedades en La Florida, sur de Francia o Nueva York.
Hoy, la ley de Nevis, permite a los ricos colocar murallas alrededor de sus intereses para protegerlos de quien pudiera querer usar la justicia para quitárselos, ya sea que se trate de un socio comercial, un cónyuge, un hijo dejado de lado o cualquiera. Todos los paraísos fiscales hacen esto, pero Nevis ajustó bastante más la tuerca que sus rivales en su esfuerzo por quitarles clientes.