El año comenzó con turbulencias en los mercados bursátiles globales, pero con epicentro en China. Lo que no significa que la potencia asiática arrastre a todo el mundo en un proceso recesivo. Hay que admitir que fue uno de los peores comienzos de año en este campo, por mucho tiempo que se retroceda en el análisis.
Las explicaciones son varias: presiones fuertes a la baja en los mercados de capitales chinos y una inexperta respuesta de los funcionarios de la gran potencia asiática, entre ellos. Sin dejar de lado la creciente tensión entre Arabia Saudita e Irán en el Medio Oriente, y las probables consecuencias de ese conflicto en el escenario petrolero al que vuelve Teherán aumentando la presión vendedora.
Lo ocurrido en las Bolsas del mundo, tal vez no tiene la importancia que muchos analistas le atribuyen. La exposición de las economías de Estados Unidos y de Europa, a lo que ocurre en China, es todavía limitada. Sin duda tiene claro efecto sobre el resto de Asia y entre los países emergentes. Se ha calculado que si el crecimiento de China –que se estima para este año en 6,5 %– fuera en realidad de 3 a 4%, tendría apenas un impacto de 0,5 % en estas economías ricas.
En verdad, uno de los grandes temas en discusión es en torno a cuán exacta o confiable es la información oficial sobre la economía china que para algunos “think tanks” está sobreestimada.
Estados Unidos continúa a un ritmo lento para la ansiedad de otras economías, pero creciendo a una tasa anual de 2%. Europa ha mejorado. El bajo precio del petróleo, la competitividad internacional del euro ayudan. Se estima que el crecimiento de bienes y servicios estará en 3% durante este año y el que viene.
El caso de Japón es distinto. Se espera un modesto crecimiento de 1% que puede dejar vulnerable al país ante cualquier crisis económica o financiera que provenga de China.
Diferente es la situación de otras economías emergentes. La progresiva depreciación del renminbi –una aparente estrategia de Beijing para mejorar la posición de sus exportaciones con una discreta guerra de divisas– y la obvia declinación en los valores bursátiles, pone renovada presión sobre esas economías. Todos sus vecinos asiáticos sufren efectos negativos de esta situación, que dificulta además las exportaciones regionales.
Algo similar ocurre con los BRICS (tal vez con la excepción de la India) y otros emergentes proveedores de commodities, con menor precio y con menor demanda.
Con diferencia de matices, los principales pronosticadores de la economía mundial –consultoras, analistas, académicos– coinciden en el trazado grueso. En los últimos tres años, el crecimiento global estuvo entre 2,5 y 2,7%, y para este año se espera que llegue a 2,9%.
Las principales economías avanzaron durante este periodo, mientras que las emergentes decayeron. Hay razones para un optimismo moderado, pero el escenario podría complicarse con algunas sorpresas desagradables, como mayor debilidad que la esperada en China y otros mercados emergentes, o conflictos geopolíticos graves en Medio Oriente y Norte de Ãfrica, renovada capacidad del terrorismo internacional, y mayor descenso todavía en los precios del petróleo.
Una sumarísima descripción del escenario global, debe incluir estos datos:
1. Habrá crecimiento en Estados Unidos, sólido, pero en términos modestos.
2. Europa, a pesar de las enormes complicaciones que trae acoger a millares y millares de refugiados de Medio Oriente y del norte de Africa, sigue avanzando lentamente en su economía.
3. La economía japonesa, sin cambios. Siempre con algún tipo de muletas y sin lograr retomar un ritmo crecimiento importante como en los años 80.
4. Sin duda habrá una desaceleración en la economía china, que de tener como eje un modelo exportador y de recibir inversions, cambia a otro centrado en el consume interno.
5. La mayoría de las economías emergentes seguirá en recesión o con tasas de crecimiento poco reconfortantes.
6. Los precios de los productos básicos seguirán en niveles bajos. La incognita es hasta dónde llegará el petróleo que comenzó 2016 por debajo de US$ 30 el barril. Algunos esperan que trepe hasta US$ 50, pero la fundamentación parece pecar de excesivo optimismo.
7. En todo el mundo, el alza de la inflación será modesta, aunque con excepciones como Venezuela y Argentina que vienen de procesos complicados en este campo.
8. Tanto la Reserva Federal estadounidense, como el Banco de Inglaterra, subirán las tasas de referencia, pero muy poco. Otros bancos centrales las mantendrán quietas o incluso –en algunos casos– las rebajarán.
9. El valor internacional del dólar seguirá en alza, y eso traerá algunas dificultades a los propios Estados unidos.
10. Hay riesgos que amenazan a la economía global, pero nada indica que el tren puede descarrilar.