Por Florencia Pulla
Joan Melé
Foto: Gabriel Reig
En la película “Wall Street”, de Martin Scorsese, un joven Charlie Sheen se dejaba embelesar por el glamour del dinero: lo importante, aprendió de Gordon Gekko, era tenerlo en cantidades. “La codicia –decía Gekko en la película– es buena; es la esencia del espíritu”.
Es seguro decir, al menos, que Joan Melé no vio “Wall Street” o, por lo menos, no se sintió atraído por su mensaje. Es, claro, un banquero: director, por ejemplo, del Banco Triodos de Cataluña. Pero es, principalmente, una rara avis en lo suyo. Se trata de un banquero con conciencia, que viaja por el mundo contando la buena nueva: que se puede invertir y obtener dividendos éticamente. Que nuestro dinero puede usarse también para hacer el bien. ¿Se puede o es, simplemente, una bella expresión de deseo?
Un nuevo criterio
Mele reconoce que no es habitual que un banquero hable de estos temas. Pero entiende que tampoco es el único. Sigue, de alguna manera, una línea iniciada por Muhammad Yunus, el economista y premio Nobel de la Paz, que creó el Banco Grameen en Bangladesh y desarrolló conceptos importantes para la banca ética como los microcréditos y las microfinanzas, otorgándole pequeños créditos a emprendedores pobres para que puedan desarrollar su actividad que, si se acercasen a una entidad bancaria tradicional, serían rechazados por su falta de buenos antecedentes crediticios o trabajo en blanco.
Lo de Yunus fue una revolución porque llevó aquel principio del capitalismo –que cada hombre tiene la capacidad para generar su propio destino– a la práctica: dando pequeños créditos las mujeres de pueblos empobrecidos se hicieron del capital para comprar, por ejemplo, una máquina de coser. Parece poco para los estándares occidentales pero, ofreciendo tasas de interés bajas a muy largo plazo, lograron dar el puntapié inicial a una serie de emprendimientos que ofrecen salidas laborales dignas para familias muy pobres.
Melé no habla de Yunus, porque tal vez no considere que su banco esté conectado. Pero en sus charlas TED o, incluso, en los breves diálogos con empresas socialmente responsables que tuvo en Buenos Aires, hay algo de ese espíritu: de usar el dinero para hacer un cambio en el mundo.
Pero no siempre la pasión de Melé estuvo en las finanzas. Hay algo de esa empatía, también, en los cuentos con temáticas sociales que le contaban su madre y su abuela de niño, pero su primer amor fue la educación; quiso ser profesor. Sin embargo, los caminos de la vida lo llevaron a pasarse al área financiera en donde vivió los famosos ochenta de Gekko, el “sálvese quien pueda”.
“Por suerte hoy hay modelos más modernos de banca”, explica en un café del Hotel Dazzler, de visita en Buenos Aires. “Desde el 2000 que estoy involucrado en la banca ética y doy charlas en todo el mundo tratando de explicar de qué se trata. En 2005, de hecho, me hice cargo de la filial de Triodos en Cataluña, que es un banco pequeño holandés con una filosofía muy distinta a la de la banca tradicional.
La idea es, a través de la palabra, explicar de qué manera se puede ser útil a la sociedad utilizando el dinero. Por ejemplo, financiando buenas empresas o utilizando criterios de inversión que se mueva dentro de mayor transparencia”. El Triodos es un banco relativamente pequeño –aunque no tanto, mueve US$ 10.000 millones– pero se encarga de promover inversiones en las famosas empresas clase B –un tipo de empresa que utiliza el poder del mercado para dar soluciones concretas a problemas sociales y ambientales– y de no financiar a aquellas que no son responsables con su comunidad.
Porque quieren ser cuidadosos con las inversiones es que no crece lo suficiente. “No podríamos gestionar bien el negocio, ni encontrar la gente que queremos que trabaje para nosotros. Gente cuya principal ambición no puede ser el dinero. Porque atraer clientes nos es fácil –las inversiones son de veras sin riesgos– pero armar un negocio alrededor de otros criterios es un poco más difícil”.
Invertir sabiamente
Y habla, claro, de los microcréditos. “La inclusión financiera tiene muchas patas pero una de ellas tiene que ver con los microcréditos destinados a quienes no tienen nada. Es interesante porque de quienes toman prestadas sumas no mayores a US$ 300, el 99% son mujeres, y los usan para crear su propio emprendimiento. La tasa de morosidad es bajísima: devuelven el préstamo porque es casi una cuestión de honor para ellas. Y el modelo funciona”.
Pero la banca ética va más allá de los microcréditos. Es, para Melé, una filosofía que más bancos van a emprender a medida que perciban que su cliente también cambia; que espera de su dinero más que un retorno. Aunque, claro, los retornos siguen siendo importantes. “La gente que invierte su dinero tiene que tener absoluta confianza de que se va a invertir bien; que no hay demasiado riesgo allí. Pero también el cliente quiere saber dónde se invierte su dinero; cómo es útil a la sociedad. Hay algo que está cambiando y ese algo es la rentabilidad, que ahora tiene que ser también social”.
¿Qué hay, entonces, de retirarse con un colchón de dinero para proteger las caídas de los diferentes sistemas jubilatorios? “Seguro que las personas ahorran y piensan en su futuro. Y eso está bien. Pero el concepto de propiedad está cambiando. Ya se habla de compartir el automóvil, de compartir la propiedad de la vivienda… ese miedo de antes –de que tener más cosas era mejor, más seguro– ya no existe. Lo mejor es compartir. Sobre una base de seguridad a la que una persona puede aspirar –ahorros, una casa– todo lo demás es especulación pura. Y eso es destrucción”
Melé lo sabe bien. Después de todo conoce lo que el sistema financiero y su especulación –las famosas burbujas– le han hecho a la economía española. “En España casi nadie conocía o compartía el concepto de banca ética hace unos años. Pero mucha gente está despertando y quieren saber de qué se trata. Incluso gente que no tiene todas estas seguridades satisfechas –gente humilde– ve cómo se está gastando su dinero. No tiene sentido que Zara gane US$ 100.000 millones si muere gente para hacer la ropa que compro por US$ 10. Piensan: ´Puedo hacer algo más con mi dinero´”.
“Tiene que haber una iniciativa privada pero no esta enfermedad por ganar dinero a cualquier precio”. Lo que propone Melé es una banca para el ciudadano del nuevo milenio, verde y responsable. No promete una sociedad utópica donde los bancos desaparecen –para un banquero sería dispararse en el pie– sino un mundo en el que el capitalismo madure y, como un león sin dientes, ruja sin morder.
Para los más jóvenes también hay
“El futuro no está escrito y, por lo tanto, no seríamos inteligentes si nos conformásemos con no participar en él”, dice Melé en su libro que intenta explicar conceptos básicos de economía, y sus consecuencias éticas, a los más jóvenes.
No es el primero. Ya se había despachado con “Dinero y conciencia. ¿A quién sirve mi dinero?”, orientado a un público más adulto. Pero en ambos libros la idea de Melé es cambiar hábitos concretos –cómo la gente se relaciona día a día con la moneda– proponiendo un cambio de actitud respecto al dinero. Para eso, piensa, hay que entender cómo funciona la economía y ahí animarse a cambiar, primero, uno mismo. La idea en “Economía explicada a los jóvenes”, su último libro es ayudar a los adolescentes –pero también a sus padres y profesores– a tener más conciencia sobre los efectos de la economía global sobre la igualdad y la justifica social. “En otras palabras, hacer educación financiera con valores”, dice.
“¿Por qué promover entre los jóvenes el buen uso del dinero en este momento concreto? La respuesta es sencilla: porque estamos en una batalla entre dos modelos de sociedad. Una, en la que el centro es el ser humano; la otra, donde lo que prima es el beneficio económico. Por eso, si no nos educan desde pequeños sobre la necesidad de tener conciencia como individuo pero también como miembro de la comunidad, es casi imposible desarrollar esta conciencia económica de mayores”, cuenta. Ni más ni menos.