Ahora todo pasa por Internet de las Cosas

    Por Florencia Pulla


    Nicolás Jodal

    Año a año el encuentro que desarrolla la empresa de software Genexus en Montevideo, la ciudad que los vio nacer, mejora. En este, el 25, hubo un volantazo hacia lo popular: las charlas se centraron, no en el excesivamente técnico y a veces bastante aburrido, mundo de las plataformas de software, sino en cómo la tecnología está ahí para ayudar en la vida diaria y, sí, también en los negocios.
    Nicolás Jodal, el CEO de la empresa que este año dejó de llamarse Artech para adoptar el nombre de su producto más conocido, es el hombre indicado para obligar a la empresa a dar el próximo gran paso. Si durante gran parte de sus más de 30 años de historia se concentraron en ampliar su participación en mercados sofisticados como el japonés, el brasileño o el estadounidense, hoy el límite es el cielo: vivir en un mundo en donde, cada vez más, el software es la norma, es para ellos una buena noticia.
    En este sentido, las charlas que se sucedieron –desde la primera conferencia de Jodal hasta la charla del publicista Ken Segall, ex líder de las campañas creativas de Apple– dieron vueltas alrededor de la misma pregunta: si nuestro negocio es el software, y el software está integrado en todos los objetos inteligentes que existen, el próximo desafío en el mundo de las aplicaciones móviles será programarlos para que recojan datos y estén a la altura de nuestras necesidades, cada vez más complejas.

    Fumigar, ¿sí o no?

    Claramente este guiño está dirigido, más que nada, a las empresas que ven –con preocupación– cómo la avalancha de datos que reciben de computadoras y celulares pero también de wearables o electrodomésticos inteligentes, sirven para modificar la manera en que entendemos los negocios. Las apps son claves en esta tarea porque son buenos intermediadores: toman la información y la traducen, en forma gráfica, para que la toma de decisiones sea más fácil. “Si observamos con atención vamos a ver una tendencia importante en los últimos tiempos, que es la de acceder cada vez más fácil a datos de terceros de forma programática. Nuestra tarea y la de los desarrolladores es que sea más fácil interactuar con ellos”.
    “Tenemos cada vez más sensores conectados online con velocidades rápidas. A eso llamamos Internet of Things: sensores y conectores, conectados. Se necesitan nuevos tipos de aplicaciones porque los datos ya no son algo escaso sino abundante. Internet of Things significa, también, Internet of Data. Vamos a un mundo en donde la entrada de datos es cada vez menos relevante; hay que ver qué hacemos con todos esos datos; cómo mostrárselos a los humanos de forma relevante para ellos”, dice.
    Es bueno el ejemplo que da Jodal en una charla exclusiva con Mercado, invitado por la empresa a Montevideo. “A un empresario agrícola pocas cosas le preocupan tanto como saber si va a llover o no; si ese día puede fumigar o no. Quizás la información ya está, ya existe, pero son diferentes las variables a tener en cuenta y la avalancha de información puede marear”. Que los dispositivos puedan recolectar, mediante sensores, información, augura un gran potencial en los negocios ¿Pero qué pasa cuando es demasiado? ¿Qué decisión se puede tomar rápidamente sin un análisis humano?
    La app de clima para el agro OkaraTech muestra, por ejemplo, cómo variables como humedad, temperatura y otras modifican el escenario día a día para saber si es mejor fumigar o no. Todos esos datos se obtienen de sensores o proveedores de clima pero que, si dependiese del productor agropecuario solamente, deberían ser consultados día a día y de forma independiente. El trabajo de una app como OkaraTech –y son muchas las de su estilo– es concentrar esos datos y traducirlos para la toma de decisiones. “Lo difícil es mostrar esos datos para que tengan algún sentido significativo”, apunta Jodal. Con esta app el problema se resolvió haciendo una pregunta fácil, básica en los negocios: yendo al cliente y preguntando qué es lo que necesita. “Una de las cosas que más querían saber era si se podía fumigar o no ese día. Y eso la aplicación lo define en base a una combinación bastante compleja de los valores de temperatura, humedad, precipitaciones… lo que se muestra es muy simple: un avioncito que si es verde marca que las variables son positivas para fumigar; si está rojo, no”.
    Estas aplicaciones no son baratas –Jodal reconoció ante un grupo de periodistas que su valor está en ascenso, llegando a valer hasta US$ 100.000 en Android cuando hace unos años ascendía a US$ 25.000– pero representan una puesta en valor de varias tendencias importantes en el mundo de la tecnología; la convergencia de varios conceptos. Hay aplicaciones móviles, sí, pero que integran big data y nube, para que la información sea accesible siempre, en cualquier momento y en cualquier lugar. Digámoslo así: no son las aplicaciones debiluchas de antaño; éstas tomaron anabólicos.
    “Estamos entrando a un nuevo mundo donde algunas cosas se están volviendo abundantes. Tenemos apps en todos lados… sensores en todos lados e ideas en todos lados. Todo eso nos lleva a la necesidad de una nueva generación de aplicaciones cuyas características principales serán una fuerte orientación hacia los datos y una buena user experience. La única forma de construir sistemas complejos es hacerlo de forma incremental”.

    Y una herramienta propia

    Aunque, claro, no todos son negocios. Aunque su producto es la plataforma Genexus (ver recuadro) y no se dedican a hacer aplicaciones directamente para clientes, hicieron una excepción para demostrar la plasticidad de la herramienta con la App Liga, una aplicación para chequear el estado de la liga de fútbol de México.
    La app tiene un millón de usuarios que la descargaron, 400.000 que se conectan todos los fines de semana y 35.000 usuarios conectados al mismo tiempo con el programa. Envían, también, 200.000 notificaciones de goles o resultados de partidos por segundo a teléfonos celulares y tabletas que la tengan instalada.
    Aunque el consumidor final solo perciba una aplicación sencilla con los goles del último partido y los resultados de su equipo favorito, el equipo que se encarga de actualizar la plataforma y de introducir mejoras tuvo varios dolores de cabeza a la hora de resolver problemas complejos. La realidad es que los datos de los partidos son cargados en tiempo real por una decena de empleados de la liga a un depósito en la nube y es desde allí que la app toma la aplicación y hace todo el trabajo.
    Pero además, la clave está –como marcó Jodal– en brindar una buena experiencia de usuario. Puede ser un dato menor, aunque no para el usuario que espera mucho de las aplicaciones que descarga: al elegir al equipo del cual se es hincha, cambian los colores de la aplicación para denotar el fanatismo. Nada mal si, como dice Jodal, “No hay nada peor que un hincha de fútbol que no puede entrar a la aplicación cuando está jugando su equipo”.
    Lo cierto es que, más allá de dificultades técnicas, para el usuario final las estadísticas del juego están más claras que nunca. Quizás la decisión no pasa siempre por el negocio, sino también por el placer. Aunque, hay que decirlo, para BBVA Francés, que esponsorea la Liga Mexicana, no es una mala noticia que un millón de personas elijan, de alguna manera, también su marca al descargarse la app.

    Una empresa para hacer empresas

    Nuevas aplicaciones para nuevas necesidades de negocio, de eso se trata. En este contexto, son muchos los desafíos para las Pyme y los emprendedores, si están en el negocio de crearlas. La facilidad para capitalizarse se vuelve fundamental, más si se tienen en cuenta los precios prohibitivos que se manejan últimamente.
    Thales Lab es una buena respuesta a este desafío. Como una versión del programa Gente que busca gente, aquel talk show de Franco Bagnatto en el que familiares separados por el tiempo se encontraban en el prime time de la tarde, Thales Lab quiere conectar a quienes tienen el dinero con quienes tienen las ideas.
    “No hay un mercado de las ideas”, dice Jodal. “Es una paradoja porque, si bien es fundamental e importante tenerlas para impulsar la innovación, por sí mismas no existen, no tienen un precio. Solo cuando se las implementa logran un valor”. Y la implementación no siempre es barata. “En otros lugares, en especial en Silicon Valley, este nudo gordiano se ha resuelto poniendo dinero de capital de riesgo para ayudar en las implementaciones más arriesgadas. Pero en otras regiones eso no está funcionando. El punto es que creo que nosotros en la Comunidad Genexus podemos desatar ese nudo de otra forma porque nos lleva menos tiempo y dinero que a la gente que lo hace a mano”.
    No es poca cosa que existan emprendimientos como Thales Lab: en una región que está experimentando sus primeros coletazos luego de años ininterrumpidos de crecimiento, saber que la innovación tecnológica de nuestros tiempos puede encontrar capital semilla no deja de ser una buena noticia.
    “Creo que el hecho de que una empresa como Genexus sea latinoamericana la ayuda. Porque hay una manera regional de hacer las cosas que implica estar todo el tiempo en alerta, innovando en tiempos de crisis. Cuando hay inestabilidades también hay oportunidades”, apunta Jodal. Thales Lab pretende salirse de su chaleco de fuerzas regional, como bien supo hacer Genexus expandiéndose más allá de su pequeño mercado local y el mediano mercado sudamericano, para que las ideas no tengan limitaciones geográficas.
    Si las cosas van a conectarse y las aplicaciones móviles, robustecerse, vale saber que el mundo no mira el pasaporte para saber la nacionalidad de una idea. Hoy no importa dónde ocurra: no estamos tan solos.

    Quién es quién

    Cuando llega el momento de definir qué es Genexus para el público argentino que quizás no conozca a este grupo uruguayo, es lógico valerse de ejemplos locales. Por tener al software como valor principal, varias veces se la compara con Globant, la firma argentina que desarrolla aplicaciones de software para empresas en todo el mundo. Pero la comparación quizás no sea justa ni para uno ni para otros: aunque comparten el gen emprendedor rioplatense, Genexus es, antes que nada, una plataforma. Y, más allá de la app de la liga de fútbol mexicana, no desarrollan un producto final sino que invierten en mejorar la herramienta para que otros lo hagan.
    Salvado este detalle, es justo decir que comparten parte de su poderío como gigantes de IT locales. En el caso de Genexus tiene 400 empleados, factura más de US$ 30 millones por año y tiene presencia en 45 países como Japón, Estados Unidos, Taiwan y China. O sea, este uruguayo no se achica: con la calma que los caracteriza como país, dejan que el trabajo hable por ellos. En su caso, la plataforma que sufrió varias modificaciones desde su lanzamiento al mercado hace varias décadas, tiene más de 100.000 desarrolladores que la utilizan para atender a 8.500 clientes.