¿Rinde o no rinde la RSE?

    ¿Crean una cultura corporativa que pone foco en sus empleados, sus clientes, la comunidad y el mundo entero y realmente inciden en los resultados financieros o el precio de la acción?
    Un análisis de 16 años realizado por especialistas de Thompson Reuters -desde 1994 hasta 2010- que tomaron datos de Estados Unidos, encuentra fuertes comprobaciones de que las firmas que ponen el acento en esas prácticas se desempeñan mucho mejor que otras que no lo hacen, tanto desde el punto de vista de los retornos financieros como del de la cotización de la acción.
    Las firmas sustentables son diferentes de las demás en la estructura de su gobernanza, ponen el foco en los esfuerzos de RSE más que en el sueldo de los altos funcionarios. Además, tienen una base de inversores más concentrada en el largo plazo y son más transparentes en sus revelaciones financieras.

    Cuando las compañías invierten en tecnologías que reducen las emisiones de gases de invernadero para sus productos o sus clientes, se benefician porque, entre otras cosas, estarán apostando a la posibilidad de que en algún momento los reguladores apliquen un impuesto a las emisiones. Del mismo modo, aquellas que suscriben la construcción de escuelas o alguna otra mejora en comunidades carenciadas, están apostando a que en el largo plazo, sus esfuerzos filantrópicos las hagan más atractivas ante posibles empleados y clientes.

    No falta quienes argumentan que endurecer las restricciones sobre cómo debe comportarse una compañía podría provocar una reducción de las ganancias. Los gerentes podrían perder el foco y orientar los recursos y la atención hacia áreas que no son la estrategia central de la compañía. Esas firmas podrían generar mayores costos de varias maneras: pagando a sus empleados salarios superiores a los del mercado, reduciendo su impacto ambiental más de lo que las regulaciones exigen y alejando clientes con precios muy altos, todo para cubrir las iniciativas de sustentabilidad.

    La perspectiva correcta

    Para averiguar cuál es la perspectiva correcta, los investigadores de Thompson Reuters comenzaron identificando todas las firmas que explícitamente han enfatizado una cultura de RSE y sustentabilidad desde mediados de los años 90. Antes de eso, no hay referencias confiables.
    De la base de datos ASSET4, que brinda datos anuales sobre la adopción y no adopción de políticas de sustentabilidad y RSE en 775 grandes empresas, los autores separaron las que habían adoptado políticas de sustentabilidad y las que no.

    Después de eliminar 100 instituciones financieras porque sus modelos de negocios difieren de los de las demás, las restantes 675 se analizaron según la forma en que sus políticas de sustentabilidad y RSE se reflejaban en la base de datos.

    Encontraron que 53% de las firmas con fuerte cultura de sustentabilidad formal asignaba responsabilidades al directorio mientras que solo 22% de las de baja sustentabilidad hacía lo mismo. Que 41% de las compañías del primer grupo tenía una comisión para asesorar a los gerentes en la estrategia y periódicamente revisaba el desempeño en ese campo. Mientras que solo 15% de las del segundo grupo lo hacía. En las del primer grupo el sueldo del ejecutivo dependía del cumplimiento de las metas sociales.

    Como resultado de esta visión sobre sustentabilidad y asuntos sociales, esas firmas tienen una base de inversores con interés en el largo plazo y en sus reuniones se interesan más por la información de largo plazo. Están más inclinadas a aumentar la credibilidad de sus informes de sustentabilidad usando auditorías de terceros. Esas firmas también revelan más datos sobre temas no financieros.

    Finalmente, los investigadores rastrearon la salud financiera en los dos grupos –los de alta sustentabilidad y baja sustentabilidad– desde 1993 a 2010, examinando el desempeño en la bolsa y el desempeño financiero general. Descubrieron que una inversión de US$ 1 al comienzo de 1993 en firmas altamente sustentables habría crecido a US$ 22,60 para finales de 2010. Para las de baja sustentabilidad, en cambio, una inversion de US$ 1 habría crecido solamente a US$ 15,40. Las del primer grupo también mostraron menos volatilidad en su capital.