Una recesión innecesaria

    Por Consultora Ledesma

    Consecuentemente, fue más que perceptible la pérdida de sustentabilidad del equilibrio macroeconómico, incrementándose el desequilibrio de la balanza de pagos y, consecuentemente, las presiones cambiarias.
    Todo lo cual, impactó negativamente sobre las expectativas de los agentes económicos, disparando estrategias de cobertura que retroalimentaron el proceso de deterioro y otorgaron sustentabilidad a la anti-intuitiva combinación de recesión con alta inflación.
    También hay que resaltar el impacto negativo que supuso sobre las expectativas el novedoso e incipiente deterioro de los niveles de empleo y el más decidido desempeño negativo de los salarios reales, sumado a la perspectiva de que ese fenómeno se profundice en el mediano-largo plazo (teoría del ingreso permanente).
    Cuantificando. Nuestras estimaciones indican que durante 2014 el PIB local acumuló cuatro trimestres consecutivos con variaciones interanuales negativas (-1,3%, -1,8%, -2,1% y -1,6%, respetivamente), registrando el tercer episodio recesivo desde la crisis de 2001-2002. Así fue como se redondeó la mayor caída anual de los últimos trece años (-1,7%), y un derrape acumulado de -0,9% respecto de 2011.
    Desde el punto de vista de los factores que explican la recesión 2014, está claro que fueron los locales, en general, y estructurales, en particular, los que se llevan el rol protagónico. En tanto, que los exógenos (deterioro del contexto internacional y mal desempeño Brasil) solo contribuyeron a profundizar una tendencia negativa que los primeros ya habían definido por sí mismos.
    En ese sentido, resulta esclarecedor el análisis de la dinámica de los distintos componentes del PIB por el lado el gasto. En particular, nuestras estimaciones indican que la Demanda Interna (DI) promedió una contracción de 2,1%, aún a pesar del efecto amortiguador que implicó el relativamente alto dinamismo del consumo público (+2,7% real anual) Es decir, la demanda local cayó 0,4 puntos porcentual más que el PIB.
    El consumo privado se sumergió decididamente en la zona de desempeño negativo por segunda vez desde la crisis de 2001-2002 (la anterior en 2009), promediando un contracción de 3% anual. En tanto, la inversión sostuvo la tendencia negativa que inició en 2013, cayendo a un ritmo promedio de 2,2% anual.
    En tanto, la demanda externa (las cantidades exportadas de bienes y servicios) promedió una caída de 10% anual, frente una oferta externa (importaciones) que hizo lo propio en un 12% anual. El mal desempeño de las cantidades exportadas se produjo en el contexto de una cosecha record de soja y fuerte incremento de las exportaciones de cereales, estando en su mayor parte explicado por la contracción de los envíos al exterior de los productos y subproductos de las economías regionales y de manufacturas de origen industrial (MOI).
    En el caso de las MOI fue clave el mal desempeño de la economía brasileña, pero también jugó un rol central las trabas a las importaciones implementadas en el plano local y el proceso de atraso cambiario que, en última instancia, también está explicado por las deficiencias del esquema de política económica local.
    En tanto, en el caso de los productos y subproductos de las economías regionales, además de las inclemencias climáticas que afectaron a buena parte de las mismas, también fue clave la apreciación real del peso.

    Desequilibrios e inestabilidad

    Respecto al análisis de los factores locales, la continuidad de la negativa del gobierno CFK en avanzar en un decidido ajuste del esquema de política económica local, especialmente en el área fiscal, derivó en la profundización de los desequilibrios de fondo y la generalización y profundización de las perspectivas de inestabilidad macroeconómica, condenando al nivel de actividad y empleo a jugar el rol de variables de ajuste.
    Más aún, cuando, en línea con los años previos, no solo se optó por ignorar el problema de fondo, sino que además:
    A) Se profundizó la obsesión por los síntomas. En consecuencia, por un lado, se incrementaron y profundizaron las medidas formales e informales orientadas al desaliento y hasta la prohibición de las estrategias de cobertura. El caso del dólar blue, el contado con liquidación y la mayor retención de granos por parte de los productores primarios son paradigmáticos
    Por el otro lado, se ahondó en el uso del relato para intentar torcer la tendencia negativa de las expectativas. Desconociendo que ambas, expectativas y estrategias de cobertura, son resultado del propio desmanejo del esquema de política económica local que el gobierno de Cristina Kirchner no quiere, ni quiso, hasta ahora, reconocer y corregir.
    B) Se incrementó el sesgo expansivo de la política económica. En lugar de desactivar aquellos desequilibrios que impactaban negativamente sobre la dinámica del consumo privado, en general, y el durable y semidurable, en particular; se eligió implementar planes destinados a estimularlos.
    Planes que no solo tuvieron un impacto amortiguador limitado en el corto plazo, sino que además profundizaron el desempeño negativo en el mediano-largo plazo. Pues, básicamente, confirmaron que la gestión económica no iba a realizar las correcciones de fondo necesarias y, además, profundizaron el sesgo expansivo. “Ahora 12”, PROCREAR y PROCREAUTO son y fueron buenos ejemplos al respecto.
    C) Se sumó aún más ruido y desconfianza. Los dos factores coyunturales más relevantes al respecto son la cuestión holdouts y las nuevas leyes de abastecimiento, defensa del consumidor y observatorio de precios.
    La cuestión holdouts, que tuvo su mayor impacto durante el segundo semestre, (cuando Argentina ingresó en default selectivo) impactó negativamente sobre las expectativas de los agentes, no porque un arreglo con los fondos litigantes y el posible retorno del país al mercado internacional de capitales fuera la solución mágica de los problemas de fondo.
    Si no, porque, en primer lugar, toda la negociación fue una cabal demostración de la mala gestión del equipo económico. Y, en segundo lugar, porque acortó los tiempos, al impedir la implementación de un plan de ajuste gradual.
    La nueva ley de abastecimiento, defensa del consumidor y observatorio de precios, como otros proyectos clave a lo largo del año, fueron sancionadas en un clima de evidente falta de consenso con el resto de los bloques opositores e, incluso, con la manifiesta oposición de las principales asociaciones empresarias, dadas las controversias que existían en varias cuestiones centrales, como ser la mayor discrecionalidad del poder ejecutivo a la hora de aplicar sanciones y la mayor celeridad e intensidad de las últimas.
    En consecuencia, fueron interpretadas, en primer lugar, como un nuevo avance sobre la propiedad privada y la libertad de empresa y, en segundo lugar, como una nueva demostración de la poca predisposición por el dialogo y la búsqueda de concesos por parte del oficialismo, deteriorando aún más los niveles de confianza y apalancando el de­sem­peño negativo de la inversión.

    Ajuste y costo político

    La premisa básica de nuestro escenario 2015 es que durante el último año de su segundo mandato, la gestión de la presidenta Kirchner no va a realizar los ajustes que no estuvo dispuesta a aplicar durante los primeros siete, por dos simples razones:
    Primero, la magnitud de los ajustes requeridos es más grande que nunca y así también lo es el costo político a pagar en el corto plazo.
    Segundo, no hay posibilidad de reelección y para lograr imponer un sucesor hay que, al menos, conservar un piso de aprobación relativamente elevado en el corto plazo.
    Los desequilibrios de fondo van a seguir profundizándose y con ellos todos los factores locales que impactaron negativamente sobre el desempeño 2014. Obsérvese que a pesar de nuestra premisa básica, sostenemos el optimismo de suponer que no se va a producir un ajuste disruptivo. A pesar, de que el riesgo en ese sentido es creciente.
    Los factores locales básicos desde el punto de vista del desempeño económico van a ser: A) Alta inflación y atraso cambiario, haya o no haya devaluación nominal. B) Mayores restricciones a las importaciones. C) Expectativas crecientes de inestabilidad macroeconómica D) Deterioro de las perspectivas de ingreso (salario real y empleo) y rentabilidad futura. E) Incremento de los niveles de incertidumbre y conflictividad social.
    En tanto, a escala externa, vale la pena resaltar:
    Primero, que el deterioro de los precios externos de los principales productos de exportación implica un efecto riqueza negativo más que considerable sobre los principales bloques exportadores y el Estado Nacional, en particular, y todo el resto de la economía, en general; además de incrementar la restricción externa. Empobrecimiento que seguramente profundizará el mal desempeño de la demanda interna, final e intermedia.
    Segundo, no esperamos una súbita recuperación de la economía brasileña. Siendo 2015, en el mejor de los casos, un año de transición para el país vecino.
    En cambio, en sentido positivo, y, por lo tanto, amortiguando a los factores previos, jugarán: A) El efecto directo e indirecto que suponen las buenas cosechas esperadas para la soja, el trigo, el girasol y las frutas. B) Un punto de comparación poco exigente.
    Por todo lo dicho proyectamos la continuidad de la recesión local en 2015, aunque con menor intensidad (-1% anual). En tanto, esperamos que la demanda interna también sostenga la tendencia negativa, promediando una caída anual de -1,3%. La misma será resultado del mal desempeño del consumo privado (-1,9% anual) y la inversión (-1,9% anual).
    Dado el sesgo expansivo previsto para el gasto público nacional, proyectamos que el consumo público seguirá creciendo (+2% anual), amortiguando el desempeño negativo de la demanda privada.

    Construcción

    El ladrillo no pudo sustraerse al clima imperante en el sector

    Tal cual habíamos previsto y aun a pesar de los planes de estímulo impulsados por el gobierno (PROCREAR), el nivel de actividad de la construcción también cayó durante 2014 (-2,4%, interanual), registrándose la tercera recesión sectorial de los últimos 13 años. Se profundizó y aceleró el proceso de ajuste del valor en dólares de los inmuebles.

    Otros indicadores sectoriales apuntan en el mismo sentido. A) El número de escrituras de compra-venta realizadas en el ámbito de la CABA se contrajo casi 4% anual durante 2014. En el caso de la Provincia de Buenos Aires la merma de las escrituras de compra-venta fue superior al 7% anual. B) El nivel de empleo sectorial (fuente IERIC) promedió una caída de -2,4% anual.
    Asimismo, tal cual veníamos previendo y al igual que ocurrió con el resto de los activos locales (sean reales o financieros), se profundizó y aceleró el proceso de ajuste del valor en dólares de los inmuebles. Aunque, no sin mayores dificultades y retrasos, lo que en buena medida explica buena parte de la caída del nivel de actividad sectorial.
    Respecto del nivel de actividad, la construcción y su eslabón comercializador, el sector inmobiliario, continuaron sufriendo las consecuencias negativas del cepo cambiario, de las expectativas crecientes de inestabilidad macroeconómica, del escaso desarrollo del crédito hipotecario y de un ajuste del precios de los inmuebles en moneda de reserva que continúa produciéndose a tranco lento, por segmentos y de forma poco transparente.

    Alivio parcial y de corto plazo

    En ese sentido, el plan PROCREAR que buscó impulsar la demanda sectorial en base a crédito hipotecario subsidiado (tasas reales negativas o nulas) y, al mismo tiempo, compensar la escasa oferta de crédito hipotecario existente en el mercado (apalancar la demanda), fue insuficiente, otorgando tan solo alivio parcial y de corto plazo.
    Al igual que los otros planes de estímulo ideados para otros sectores, obvió la cuestión de fondo: el peor enemigo para el desarrollo del crédito hipotecario y la demanda por activos locales reales es la inestabilidad macroeconómica presente y futura que el propio esquema de política económica impulsado por el gobierno genera. Y, mientras no se resuelva eso, cualquier plan de estímulo sectorial resultará, en el mejor de los casos, accesorio y, en el peor, contraproducente.
    Respecto del dificultoso ajuste de precios, nuevamente vale la pena resaltar que el precio promedio en dólares de realización retrocedió mucho más que el publicado. En este sentido, la significativa brecha cambiaria existente durante todo 2014 (piso de 50% y techo de casi 100%) dificultó aún más la realización de las operaciones, al complicar la negociación del precio de realización.
    Aun así, el ajuste de precios en dólares se profundizó y aceleró respecto de años previos, ya que: por un lado, el incremento de la oferta de inmuebles en alquiler (como estrategia para defender el precio de venta en el corto plazo), el consecuente menor ritmo relativo de ajuste de los alquileres y, por lo tanto, el retroceso de los valores en dólares de los últimos, ya sea que se considere el oficial o el paralelo, terminó de blanquear el menor valor en dólares del flujo de fondos efectivo o potencial al que el mismo da derecho. Por el otro, el deterioro del nivel de sustentabilidad del equilibrio macroeconómico local, implicó un mayor nivel de riesgo local, elevando la tasa de descuento inter-temporal.
    Y, como índica la máxima económica, el valor de un activo no es otra cosa que el valor actual (descontado) del flujo de fondos al que el mismo da derecho. Ergo, el impacto negativo sobre los precios en dólares se produjo por encima (menor valor del flujo) y por debajo de la línea (mayor tasa de descuento)
    La contracción fue mucho más significativa para el eslabón comercializador, que para la construcción. Pues, si bien ambos debieron seguir cediendo márgenes y comisiones a los fines de evitar una mayor caída sectorial, en el caso del eslabón inmobiliario, la mayor porción del mercado está determinado por los inmuebles usados que, al cumplir el rol de reserva de valor para los propietarios, tuvieron un ajuste de precios mucho más lento.
    Además, al estar la mayor parte de los costos del desarrollador y/o constructor denominados en pesos, fue mucho más fácil que el mismo estuviera dispuesto a recibir el pago en pesos y, por lo tanto, con un ajuste significativo en el valor en dólares. Algo similar ocurrió con las refacciones y arreglos. Pues, al valor del tipo de cambio paralelo el costo del metro cuadrado de las mismas se abarató significativamente respecto del metro cuadrado de los inmuebles usados.
    Al igual que con el resto de los sectores productivos, la perspectiva de no ajuste del esquema de política económica local durante 2015, necesariamente implica la continuidad de los principales factores que afectaron el sector durante 2014.
    Es decir, profundización del deterioro macroeconómico y de las expectativas de inestabilidad, deterioro de los niveles de empleo e ingreso real, reducción y encarecimiento de la ya inexistente y cara oferta de crédito hipotecario, y continuidad de la brecha cambiaria en valores elevados, entre los principales.
    A lo cual, hay que sumar: a) el mayor nivel de incertidumbre que supone un año signado por una elección presidencial en la cual el oficialismo ya no tiene capacidad de relección. b) El empobrecimiento general que supone el fuerte ajuste esperado para los precios de exportación local y el impacto negativo del mismo sobre el valor de los activos locales.
    Por todo lo dicho, y sobre una base optimista, de cara a 2015 proyectamos una caída del nivel de actividad del sector de la construcción en torno a -1,5% anual.

    Un mercado inmobiliario que se acostumbró a “más de lo mismo”

    Por José Rozados (*)

    “No esperes resultados diferentes si haces siempre lo mismo”. La actividad de real estate local puede resumirse en esta frase atribuida a Albert Einstein. Es que frente al impacto que provocara el cierre de la ventanilla oficial para la compra de dólares billetes, el mercado inmobiliario no pudo reconstruirse a través de una nueva dinámica que pudiera sobreponerse a semejante escollo.
    La fórmula Dólar+Colchón = Ladrillo = Resguardo de valor, no pudo aún ser reemplazada. Su infalibilidad de corto plazo perdió vigencia frente a una renovada escasez de dólares y a la volatilidad que cobró su cotización.
    Así y desde entonces, hace ya más de tres años, y de forma ininterrumpida, todas las cifras, con la única excepción del crecimiento del número de inquilinos, siguen mes a mes registrando bajas. Y sin embargo, a pesar de tamaño ajuste que redujo la cantidad de compraventas al menos de la mitad de las que se concretaban en 2011, los valores aparecen poco menos que imperturbables. Vendedores sin deudas y sin apremios, no están dispuestos a dejar en la mesa de negociaciones la porción de la cotización que pretende desde el otro lado de la mesa un comprador que está sentado sobre sus dólares.
    Así, el mercado de compraventas está pagando las consecuencias de recurrir casi con exclusividad al inversor como fuente de demanda. En los hechos el real estate local quedó entrampado en el propio discurso de resguardo de valor que se esgrimió a ultranza para alentar las ventas. Resulta evidente entonces, que mientras no se desactive el control cambiario y se reduzca la incertidumbre acerca de la paridad peso-dólar, la misma fórmula de incentivo para los inversores no brindará resultados. Como resulta poco probable que las autoridades que manejan la economía, por lo menos hasta finales de este 2015, levanten la restricción al libre acceso a un mercado único de cambios y que se reduzca fuertemente la inflación, la viabilidad de que el mercado se recomponga a partir de la vuelta de los inversores aparece como altamente improbable. Por otra parte, la generación de demanda a partir de compradores usuarios finales que recurran a crédito hipotecario resulta una ficción con las actuales tasas de inflación.
    Así las cosas, no pueden esperarse grandes cambios a favor para la actividad del mercado inmobiliario y tampoco un crecimiento considerable en la generación de nuevos desarrollos inmobiliarios privados para el recientemente inaugurado 2015.

    Una nueva idea del negocio

    Sin embargo, a partir de este año debería comenzar a vislumbrarse el esbozo de un nuevo funcionamiento del mercado, que pensará a futuro más en el destinatario final de la vivienda que en ofrecer el “bono m2” a un inversor y con esa excusa organizar una obra que se desentienda de la calidad y funcionalidad ofrecida.
    De allí, que existirán oportunidades para aquellos desarrolladores que apuesten al recambio y que diseñen productos mediante proyectos con espacios razonables, con costos de mantenimiento adecuados y de buena calidad.
    Por otra parte, el modelo de desarrollo imperante hasta ahora concentró la oferta en monoambientes y departamentos de dos ambientes, por caso en la ciudad de Buenos Aires en los últimos tres años. Entre estos dos tipos de unidades sumaron 80% del total de las unidades construidas y por ende hoy existe un déficit concreto de departamentos de 3 ambientes y 3 ambientes con dependencias que es una buena opción para abordar, apuntando al recambio.
    Durante 2015 seguramente no veremos lanzamientos de gran envergadura, pero sí es probable que comiencen a delinearse algunos proyectos con vistas a ser comenzados durante 2016 si el horizonte económico ofrece mayores certidumbres. Que por otro lado, es algo en lo que todos los operadores del sector tienen depositadas sus esperanzas. Mientras tanto, la lección de la crisis y coyuntura actual debería ser definitivamente aprendida. En la Argentina, en la medida que no se vea un horizonte sostenido de macro estabilidad económica, el ahorrista calma la incertidumbre con dólares por lo cual para presentarle batalla con “ladrillos” deberá recurrirse a nuevas estrategias que no dan lugar a la improvisación. O bien, no enredarse en esa disputa y reinventar un nuevo modelo que amplíe la base de la demanda apuntando al usuario final.

    (*) El arquitecto José Rozados es Presidente de Reporte Inmobiliario.

    Sector agropecuario

    Con los márgenes al límite

    Al igual que la mayor parte del resto de los sectores productivos y a diferencia de 2013, el sector agropecuario cerró un 2014 recesivo desde el punto de vista del nivel de actividad agregado y más exigente en lo que se refiere a los márgenes de rentabilidad.

    En particular, nuestras estimaciones indican que el producto sectorial promedió una contracción anual de 1,4% durante 2014, como resultado de un subsector agrícola que se mantuvo prácticamente en el mismo nivel que el año previo (+0,2%), y un subsector pecuario y de actividades de granja que promedió una caída de 2,7% respecto de 2013. En tanto, el sector de servicios agropecuarios también se mantuvo prácticamente estable respecto de 2014 (-0,2%)
    En el caso del subsector agrícola, la principal actividad, la agricultura extensiva (30% del PIB agropecuario), logró un volumen cosechado que superó holgadamente los 100 millones de toneladas por segunda vez en nuestra historia. La vez anterior había ocurrido en la cosecha 2011.
    El incremento del volumen global respecto de la cosecha previa fue de 14%, y se debió en su totalidad a los buenos rindes promedios, ya que el área sembrada se redujo en poco más de 1% respecto de la campaña previa. Aun así, debemos resaltar que la última se sostuvo por encima de las 33 millones de hectáreas, en línea con los máximos históricos sectoriales.
    El grano estrella, la soja (22% del PIB agropecuario), acaparó 60% del área plantada total y marcó un nuevo récord histórico en cuanto a volumen de producción se refiere, al redondear las 53,4 millones de toneladas (+8,3% vs campaña 2012/13) Los rindes promedio (27 Qq/Ha) se ubicaron en el “Top 5” para las últimas quince campañas.
    El trigo (2% del PIB sectorial) fue otro de los granos con un desempeño estelar, ya que la recuperación de los márgenes que impulsó el alza de los precios locales durante 2013 (peor cosecha de las últimas 17 campañas), derivó en una recuperación del área sembrada, permitiendo un alza del volumen cosechado de 14,5% (9,19 millones de toneladas) y quebrando una racha negativa de dos campañas consecutivas.
    En sentido contrario jugaron los otros tres granos extensivos de peso: el maíz (4% del PIB sectorial), el girasol (1%) y el sorgo (0,5%). Los volúmenes cosechados de los tres cayeron de forma significativa (-7,4%, -33,5% y -4,7%, respectivamente) En el primer caso, el deterioro de los rindes fue determinante, pues el área sembrada con destino comercial se había incrementado cerca de 3,3%. En cambio, en el caso del girasol y del sorgo lo determinante fue la contracción del área sembrada (-20,8% y -13,9%, respectivamente).
    En el caso de los cultivos industriales (5% PIB sectorial) los dos principales exponentes tuvieron evoluciones dispares. Por un lado, la cosecha de vid para vivificar (1,6%) cayó poco más de 8% respecto de 2013. En cambio, en el caso del algodón (1%) el volumen cosechado creció 87,7% interanual, superando el millón de toneladas y alcanzado el quinto registro más alto de la historia. Todo, gracias a rindes promedio que marcaron una nuevo record.
    En tanto, en el caso de la producción de frutas (2% PIB sectorial) la regla fueron las contracciones significativas. Las frutas de pepita (pera y manzana) registraron mermas en los volúmenes de producción en torno a 15% interanual. En el caso de los cítricos, el norte argentino, la principal zona productiva, sufrió las peores heladas de los últimos 60 años y luego fue afectada por la sequía primaveral. En consecuencia, la producción de limón, por ejemplo, experimentó una caída de apro­ximadamente 50%. Cerrando, en el caso de las frutas de carozo (durazno, ciruela y manzana) la principal provincia productora, Mendoza, reportó caídas interanuales de los volúmenes cosechados superiores a 70%.

    Un 2015 estable

    De cara 2015 y en lo que se refiere a la evolución del nivel de actividad, las perspectivas son, al menos, estables. Ya sea, porque ese año resulta muy poco exigente como punto de comparación (frutas, vid, girasol, trigo, etc.) o porque la tendencia positiva de los últimos años se sostendría, aunque moderada por el efecto de márgenes mucho más ajustados (soja).
    Por eso mismo, a pesar de la fuerte caída esperada para la producción de maíz, sorgo y algodón (-16%, -2,7% y -15,3%, respectivamente) y el relativo estancamiento de la producción de soja (+2,1%) sostenemos una proyección de crecimiento de 0,4% para el PIB agrícola 2015, que se apoya fundamentalmente en la mayor cosecha de trigo (+26%) y de frutas.
    Sin embargo, no podemos decir lo mismo desde el punto de vista de los márgenes brutos, dada la combinación de, por un lado, de la profundización del atraso cambiario (producto de la alta y sostenida inflación local) que supone la continuidad de la política fiscal expansiva y el consecuente déficit; y, por el otro, las perspectivas negativas para los precios externos de los principales productos del sector, que supone el fortalecimiento internacional del dólar (cambio de signo del ciclo de liquidez mundial).
    En el caso de la soja, por tomar el producto más importante, las cotizaciones promedio para mayo de 2015, de referencia para la próxima cosecha, se ubican en torno a US$ 250 por tonelada en el caso del precio interno y de US$ 398 por tonelada en el caso del precio externo o FOB puertos argentinos, tratándose del menor nivel de precios en dólares desde la cosecha 2010. La reducción respecto de la cosecha 2014 es de US$ 70 por tonelada en el caso del precio al productor y de más de US$ 130 por tonelada en el caso del FOB.
    Ergo, aun sosteniendo una proyección de nuevo record histórico para el volumen cosechado de grano de soja (54,5 millones de toneladas), el valor se reducirá en aproximadamente US$ 3.500 millones valuada a precios productor y en US$ 6.650 millones valuada a precios FOB. Obsérvese que la última cifra equivale prácticamente a 100% del saldo comercial acumulado por nuestro país durante 2014.
    La significativa pérdida de valor esperada por la cosecha de soja 2015 no solo impactará en forma directa sobre el productor primario. También lo hará sobre el resto de la economía, ya que el monto de la transferencia directa que el sector realiza al resto de la economía como resultado de la incidencia de los costos de transporte, almacenamiento y comercialización, por un lado, y la existencia de DEX, por el otro, se reducirán en unos US$ 3.177 millones.
    En tanto, si consideramos la evolución del Tipo de Cambio Nominal, el nivel de precios de los bienes y servicios locales, podemos concluir, tanto a nivel del precio al productor como del FOB, que la cosecha 2015 tendrá el menor nivel de “poder de compra” desde mayo de 2001. Es decir, de las últimas trece campañas.
    Aún más, el poder de compra del grano de soja desde el punto de vista del productor primario resultará solo 40% al correspondiente a mayo de 2001, aún a pesar de que el nivel de precios externos previsto para mayo 2015 resulta 150% superior al de mayo de 2001. En el caso de los precios internos, la relación contra mayo 2001 arroja un alza acumulada de 72%.
    El caso de la soja no es el único. Por ejemplo, en el caso de maíz el precio al productor previsto para abril de 2015 es US$ 39,5 por tonelada menor al promedio de abril 2014. Ergo, proyectando un volumen de cosecha 2015 de 21 millones de toneladas, la reducción del valor de la cosecha será de US$ 1.535 millones. En tanto, el poder de compra del grano de maíz en términos de los bienes y servicios locales también será el menor desde la cosecha 2001, ubicándose solo 47% por encima de ese valor de referencia.

    Márgenes bien estrechos

    Lo señalado es todo un indicador respecto de los estrechos márgenes brutos que enfrentará el productor primario en el caso de los granos extensivos, aún a pesar de precios que son históricamente altos. Situación que podría terminar reduciendo la intención de siembra o, más tarde, disparar la superficie no cosechada en caso que los rindes no sean históricamente buenos. Especialmente cierto en las zonas marginales.
    El panorama es todavía menos alentador en el caos de los márgenes de la vid y las frutas, ya que la mayor intensidad en el uso de la mano de obra de esas producciones intensifica el impacto del atraso del tipo de cambio real sobre los retornos brutos. Peor aún, en el caso del algodón, donde adicionalmente hay que considerar que los rindes promedio seguramente se ubicarán significativamente por debajo de los alcanzados durante 2013.
    En el caso de las actividades pecuarias y de granja, si bien hubo comportamientos heterogéneos, fueron las contracciones las que prevalecieron. En particular, las dos principales producciones del subsector, la ganadería vacuna (18% PIB sectorial) y la lechería (11%) experimentaron significativas contracciones en sus niveles de producción.
    En el caso de carne vacuna el volumen equivalente de res con hueso se redujo 5% respecto de 2013, dada una reducción de 4% en el número de cabezas faenadas y una caída del rinde promedio de 1%. En el caso de la leche, los márgenes ajustados, la competencia por el espacio con la agricultura y el impacto de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires se combinaron para dar pie a la segunda merma anual consecutiva en el volumen de producción primaria (-2,6%)
    La cría de aves con destino a faena (1% PIB sectorial) se estancó con respeto a 2014. En cambio, la producción de huevos y la cría de ganado porcino experimentaron alzas significativas (+3% y +8%, respectivamente)
    De cara al desempeño de la producción pecuaria y de granja durante 2015, nuevamente debemos resaltar que en la mayor parte de los casos, 2014 resultará poco exigente como punto de comparación y el deterioro de los márgenes de la rentabilidad de la agricultura mejorará indirectamente los márgenes brutos (vía precios arrendamientos) y ayudará a equilibrar un poco más la disputa por el espacio. Sin embargo, el atraso del tipo de cambio real local, el deterioro de los precios de exportación, el efecto distorsivo de la inflación y la alta presión impositiva seguirán afectando negativamente el desempeño de las principales actividades del subsector. Proyectamos la continuidad de la tendencia negativa, aunque con una reducción perceptible en la magnitud de la caída: -0,7% interanual.
    En síntesis, en 2015, la soja en particular, y el sector agrícola, en general, dejarán de ser el confiable “motorcito” que supieron ser durante los últimos 13 años. En tanto, el sector pecuario y de actividades de granja seguirá siendo afectado por los mismos problemas estructurales de, al menos, la última década.
    En consecuencia, la economía local deberá lidiar con un dinamismo prácticamente nulo del sector agropecuario (-0,2%) y una reducción del aporte de divisas sectorial de, al menos, similar magnitud que el saldo comercial de 2014, profundizando el desequilibrio de la balanza de pagos local y, consecuentemente, las expectativas de volatilidad macroeconómica.


    Desafiante perspectiva

    Por Ernesto A. O’Connor (*)

    Las expectativas para 2015 son moderadas. El nivel de actividad del sector privado seguiría con recesión, y el PIB quedaría con un crecimiento cercano a cero, de no mediar cambios de política económica. En este contexto, la producción agropecuaria y agroindustrial se enfrentará a repetidos pero agravados problemas, que le impedirán actuar como compensador de los déficits de la macroeconomía.
    Desde la economía internacional, las intensas nevadas record sumadas a un clima posterior excepcional, motivaron una supercosecha de Estados Unidos en 2014, con 105 millones de toneladas de soja sobre un máximo anterior de 90 millones, y con nuevos record de maíz, con 365 millones de toneladas. Esto provocó un derrumbe de los precios internacionales; por caso la soja cayó en seis meses desde US$ 550 la tonelada hasta US$ 380 la tonelada. El precio de los commodities parece haber encontrado un nuevo piso, 40% por debajo del anterior. Casualmente, o no, similar al del petróleo crudo, que también por un exceso de oferta percibido como estructural, ha visto caer su precio en esa proporción en pocos meses.
    Desde la política económica agroalimenticia no se pueden esperar cambios sustanciales en 2015. El rol del Banco Nación no deja de sorprender. Si desde el cepo cambiario los dólares se destacan por su escasez, no se explica cómo se siguen agregando restricciones de política al sector más dinámico en la generación de divisas, como lo son estas cadenas, que generan más de 65% de las exportaciones. El nuevo cepo crediticio a imponer desde enero por el BNA a los productores que no hayan liquidado soja en los últimos meses es un aliciente a la complicación de la siembra 2015.
    Se anticipa, luego, para los productores, un mayor esfuerzo en la estrategia financiera, reduciendo costos y evitando expansiones de gastos, produciendo de la manera más prudente, con la idea de no arriesgar el capital, poniendo el ojo más en la solvencia que en lo que pase tranqueras adentro. Y a la espera de vientos favorables desde 2016.
    El costo de los insumos agrarios en dólares, el cepo a las importaciones (el BCRA estaría debiendo US$ 5.000 millones por importaciones de 2014), y la brecha entre el tipo de cambio oficial y el dólar real de importación a precio final de los insumos, son un coctel difícil de digerir para productores que han visto menguada su liquidez en 2014. Las ventas de maquinaria agrícola se desploman sin razones para la reinversión. La actividad frigorífica y láctea se enfrenta a los mismos problemas de los últimos años, con restricciones a la exportación. La amplia industria alimenticia se mantiene, pero en un contexto de recesión, con demanda acotada de sus productos. Por el lado de las economías regionales, el tipo de cambio atrasado hace mella en la rentabilidad, y muchas actividades en las provincias seguirán con serios problemas de sustentabilidad, desde vinos y aceites de oliva hasta frutas de todo tipo. La falta de mano de obra permanente y golondrina, ligada a un mercado laboral ineficientemente regulado en función de la cantidad de planes sociales, es otro elemento discordante.
    El año será más difícil en las ciudades pequeñas del interior que en las metrópolis o capitales de provincia, donde el peso del sector público amortiguaría los efectos sociales, a la par de incrementar insosteniblemente el gasto público y complicar la herencia 2016.
    Se prevén entonces menores exportaciones por entre US$ 5.000 millones y US$ 8.000 millones, dependiendo de la cosecha y los precios externos, lo que no será neutral para las reservas del BCRA. Cabe recordar que la producción total de granos está virtualmente estancada en los años precedentes (2008-2014) casi no pudiendo superar en promedio –salvo en 2013– los 100 millones de toneladas, cuando el potencial apunta a por lo menos 130 millones de toneladas, si no existiera la actual intervención de los mercados.
    En materia de producción, de los 25 millones de toneladas de maíz de 2014 se caería hasta 20 millones, debido a una caída en la superficie sembrada de 4,5 millones de hectáreas hasta 3,6 millones. Los mayores costos relativos de su siembra (fertilizantes, agroquímicos), ante la falta de liquidez, junto al menor precio internacional, el efecto de las retenciones y los ROE sobre el precio interno, son decisivos. Obviamente, esta menor superficie de maíz implicará mayor siembra de soja, llegando a un record de 21,2 millones de hectáreas. Con todo, no serán fáciles de superar los 54 millones de toneladas de 2014, en una campaña que será avara en términos de insumos, por la menor liquidez de los productores.
    En suma, un año difícil, donde lo importante para los actores de las cadenas agroalimentarias será “aguantar” financiera y patrimonialmente. Luego, esperar que desde 2016, dada la necesidad imperiosa de divisas para solucionar parte de los grandes desequilibrios macroeconómicos heredados, una nueva y razonable política económica permita a estas cadenas desarrollar todo su potencial en materia de producción regional, empleo genuino y aporte en divisas.

    (*) El doctor Ernesto A. O’Connor es profesor de la UC.

    Sector industrial

    Cuatro años para el olvido

    Durante 2014 la industria profundizó significativamente el proceso recesivo iniciado durante el último trimestre de 2013. El tercero, el más largo (cinco trimestres) y el de mayor magnitud desde la crisis de 2001-2002. Nuestras estimaciones están indicando una caída de 3,9% anual para el período anual.

    El bloque fabril local experimentó el tercer año consecutivo en contracción (-0,5% en 2013 y -2,9% en 2012), dando por tierra con las explicaciones estrictamente coyunturales y alcanzando el menor nivel de actividad industrial del último quinquenio. Al respecto, la caída acumulada desde 2011 alcanzó a casi 7%.
    Respecto de la evolución a lo largo del último año, vale la pena resaltar que se registró lo que habíamos previsto oportunamente. Es decir, que la magnitud de la contracción interanual fue reduciéndose a medida que transcurría el año y el punto de comparación (mismo trimestre 2013) se volvía progresivamente menos exigente.
    En lo que se refiere a las razones detrás de la caída, hay que identificar dos tipos de factores: Los locales y los externos. Respecto, de los factores internos, desde el punto de vista del desempeño de la demanda interna es importante resaltar, entre otros, el mal desempeño del consumo durable y la inversión que supusieron las persistentes y altas expectativas de volatilidad macroeconómica, en general, y cambiaria, en particular, el retroceso del salario real, el incipiente deterioro del nivel de empleo y la reducción generalizada de los márgenes de rentabilidad.
    En el caso del sector automotriz no podemos que dejar de subrayar el impacto negativo que supuso sobre la demanda local el nuevo impuesto a principios de 2014, al producir el encarecimiento relativo de las unidades. Esa situación se fue agravando, en la medida en que no se actualizó el precio de corte a partir del cual comenzaba a gravar las unidades nuevas el mencionado tributo.
    También tuvo un rol importante el encarecimiento relativo de los combustibles y demás servicios (estacionamientos) e insumos (lubricantes, neumáticos, repuestos, etc.) relacionados con el uso de los automóviles.
    El promocionado PROCREAUTO se mostró, como mínimo, insuficiente ante semejante contexto, no logrando impedir la estrepitosa caída de las ventas locales. Lo mismo ocurrió con el Plan “Ahora 12” en el caso de la demanda local de bienes de consumo durable y semidurable y con el plan PROCREAR respecto de la demanda interna de insumos para la construcción.
    En todos esos casos, si bien hubo un aporte amortiguador, quedó nuevamente en evidencia el error de diagnóstico oficial: seguir sosteniendo que el deterioro del consumo y la inversión privada tiene que ver con la indisponibilidad de crédito barato, en particular, u otro factor coyuntural, en general, y no con la progresiva pérdida de sustentabilidad del equilibrio macroeconómico local y, el consecuente, deterioro de los niveles presentes y esperados de ingreso real o rentabilidad.
    Factor que supera la coyuntura, por persistencia y porque requiere una modificación profunda del esquema de política económica, y que los mencionados planes lejos de reducir, incrementaron, al profundizar el sesgo expansivo del esquema de política local.

    Atraso del tipo de cambio

    En tanto, desde el punto de vista de las exportaciones y entre los factores locales, resaltó la profundización del proceso de atraso del tipo de cambio real respecto de las monedas de nuestros principales socios comerciales regionales (aún a pesar de la fuerte devaluación nominal de enero de 2013) que implica el sostenido y relativamente elevado proceso inflacionario local.
    Proceso que se profundizó durante el último trimestre del año, como resultado del fortalecimiento internacional del dólar (devaluación emergente) y la imposibilidad de la política monetaria local de acompañar ese movimiento sin retroalimentar el proceso inflacionario local.
    En tanto, la continuidad del cepo sobre las importaciones, que en muchos casos afectaron insumos, partes y bienes de capital necesarios para el sector industrial, afectó negativamente a ambos frentes (mercado interno y exportaciones). Esto último fue especialmente cierto en el caso del sector automotriz, pues, por un lado, se trata de comercio exterior administrado y, por el otro lado, afectó la efectiva disponibilidad de determinados modelos y autopartes.
    Respecto de los factores exógenos, por lejos, el más relevante tuvo que ver con el mal desempeño de Brasil y su bloque industrial, situación que impactó negativamente sobre el desempeño de las exportaciones de este sector. Resaltan el caso de los envíos al exterior de la industria automotriz, la metalmecánica y la plástica. En particular, según el propio INDEC las cantidades exportadas de manufacturas de origen industrial registraron un caída de 17% anual durante todo 2014
    Desde el punto de vista de lo bloques y como era de preverse, la contracción industrial de 2014 estuvo liderada en cuanto a magnitud y aporte por la industria automotriz, cuyo nivel de producción promedió una caída de 22% anual, producto de una reducción de las exportaciones de 20% y de las ventas al mercado interno de 22%. De esta manera, el sector automotriz explicó por sí mismo cerca de 88% de la caída del producto industrial.
    Otros dos sectores industriales que cayeron fuerte durante 2014, fueron la industria metalmecánica y la plástica (-6,4% y -5% anual, respectivamente). Explicando en conjunto 30% de la caída registrada por el producto industrial.
    En cambio, la industria alimenticia, promedió una alza interanual de 1,3% como resultado del mayor volumen procesado de soja y trigo (+6,1% y +6,7% interanual, respectivamente), logrando amortiguar en parte el de­sempeño negativo de buena parte del resto de los bloques industriales. Otros de los que lograron sostenerse en zona positiva fueron la industria química, la siderúrgica y las actividades de edición e impresión.

    Perspectivas 2015

    Lo primero a señalar es que la mayor parte de los factores de fondo mencionados para explicar el mal desempeño del bloque industrial son resultados directos o indirectos del agotamiento del esquema de política económica local. Y, como tales, no deben ser interpretados como coyunturales. Pues su superación no puede ser lograda mediante medidas de estímulo transitorio.
    Dado que no se parece posible que el actual gobierno realice un ajuste profundo de su esquema de política en 2015, lo esperable es que el mal desempeño del bloque industrial se prolongue durante el período.
    En consecuencia, si bien los factores coyunturales no jugarán un rol protagónico desde el punto de vista del signo de la variación anual –que ya es decididamente negativa– sí lo harán desde el punto de vista de su magnitud.
    Para profundizar. Dada la negativa del gobierno a ajustar el esquema de política económica local, esperamos que las expectativas de inestabilidad macroeconómica se mantengan en niveles elevados durante todo 2015, lo que continuará afectando el desempeño de la inversión y el consumo de bienes durables y semidurables. Situación que se verá agravada por el mayor nivel de incertidumbre asociado a un año de elecciones presidenciales.
    En tanto, dado el deterioro esperado para los precios externos de nuestros principales producto de exportación, en general, y los del complejo sojero, en particular, esperamos que el desequilibrio de la balanza de pagos local se profundice significativamente durante 2015, lo que no solo alimentará la incertidumbre cambiaria, sino que, además, tenderá a reforzar el cepo sobre las importaciones de bienes impulsado en forma conjunta por el BCRA, el MECON (DJAI) y la AFIP, afectando la disponibilidad local de insumos, bienes intermedios y de capital indispensables para el normal desenvolvimiento de la producción industrial local.
    También hay que resaltar el impacto negativo que supondrán sobre las exportaciones industriales la profundización del proceso de apreciación real del peso con la mayor parte de nuestros socios comerciales, en general, y Brasil, en particular. Dada la relativamente alta inflación local y el proceso de fortalecimiento internacional del dólar.
    En tanto, el mediocre desempeño esperado para el bloque industrial brasileño, en particular, y de todo el mercado interno del país vecino, en general, también afectarán negativamente la demanda externa por los productos industriales locales.
    La propia encuesta de expectativas relevada por el Banco Central de Brasil ubica la tasa de crecimiento esperada para el PIB brasileño durante 2015 en torno a 0,5% anual. El guarismo correspondiente para el bloque industrial es de 0,53% anual.
    En sentido contrario jugaran, en primer lugar, la buena cosecha esperada para la soja, el trigo y el girasol y, consecuentemente, la mayor disponibilidad de materia prima para la industria molinera. Aunque, resta por ver hasta qué punto la expectativa de precios externos en baja compensa la mayor incertidumbre cambiaria y, en consecuencia, desincentiva un mayor coeficiente de retención de grano por parte de los productores primarios.
    En segundo lugar, esperamos que el propio proceso electoral impulse o, al menos, compense la reducción de la demanda privada en el caso del bloque de edición e impresión.
    Por último y en tercer lugar, 2014 resultará un punto de comparación poco exigente y, como tal, contribuirá a reducir la magnitud de las variaciones negativas.
    Por todo lo dicho, esperamos que durante 2015 el nivel de actividad industrial promedie una caída de 2,4% anual, convirtiéndose en el cuarto año consecutivo de retroceso sectorial.

    Servicios

    También llegó la hora

    Durante 2014, y a diferencia de los años previos, el sector terminó promediando una variación anual negativa (-0,9%), al acumular cuatro trimestres consecutivos en caída. La mayor parte de la demanda que enfrenta este segmento es intermedia y, como tal, derivada del desempeño de los tres principales sectores productores de bienes.

    Ellos son el agropecuario, la industria y la construcción. Además, los servicios no pueden ser almacenados. En consecuencia, más temprano que tarde, su suerte está ligada a la de los productores de bienes.
    Excepción hecha, para aquellos sectores del bloque servicios que tienen una elevada participación de gasto público (Administración Pública, Salud y Educación) o que enfrentan un componente relevante de demanda interna y externa de consumo final, como las telecomunicaciones, el turismo y las actividades relacionadas con la industria del ocio (hoteles, restaurants, espectáculos, etc.).
    Las bajas fueron lideradas por la intermediación financiera, el transporte de cargas, el comercio al por mayor y menor y las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler.
    En el caso del sector financiero, la profundización del cepo cambiario, los mayores controles sobre el negocio bursátil, en especial el contado con liquidación, el mayor grado de intervención en el negocio bancario, sumados al desempeño negativo en términos reales de los depósitos y el crédito que supuso la profundización del proceso de fuga de los activos locales (dados los elevados niveles de inestabilidad macroeconómica y las expectativas de profundización), determinaron la mayor caída del nivel de actividad del subsector (-12% anual) desde la crisis de 2001-2002.
    En el caso del mal desempeño del comercio al por mayor, fueron clave la fuerte contracción experimentada por los volúmenes exportados e importados como resultado del atraso cambiario, el estancamiento de nuestro principal socio comercial, las malas cosechas para algunas producciones relevantes (maíz, girasol, sorgo y frutas), el mayor coeficiente de retención de grano por parte de los productores primarios durante los primeros tres trimestres del año (soja) y el esquema de racionamiento de las importaciones implementado por el gobierno para lidiar con la creciente restricción de divisas.
    En el caso del segmento minorista, por lejos, el factor más relevante fue el mal desempeño del consumo privado durable y semidurable que supuso el deterioro del equilibrio macroeconómico y el incremento de las perspectivas de inestabilidad, con, la consecuente, perspectiva de caída del nivel de ingreso real y destrucción de empleo.
    En ese contexto, el nivel de actividad del sector cayó por tercera vez desde la crisis de 2001-2002 (-3,1%).
    El caso del transporte de cargas y las actividades de almacenamiento es tal vez el más evidente, dado el mal desempeño de los dos principales bloques demandantes (agropecuario e industria) y la contracción del volumen de comercio exterior e interior. En particular, la caída promedio fue de -17% anual, la mayor desde la crisis de 2001-2002.
    Las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler promediaron una baja anual de -2,4%, afectadas por el deterioro económico general y el mal desempeño del mercado inmobiliario, en particular.

    Turismo e industria del ocio

    En el caso de la industria del ocio, la fuerte devaluación nominal de principios de año y la percepción del impuesto a las ganancias para los consumos y compra de pasajes y paquetes turísticos en y hacia el exterior amortiguó el efecto negativo que suponía el atraso del tipo de cambio real (impulso al turismo emisivo y desaliento al turismo extranjero) En tanto, que el desdoblamiento cambiario de hecho se tradujo en una abaratamiento para el turismo extranjero. Ambos efectos tuvieron un efecto amortiguador.
    Sin embargo, la demanda interna por los servicios del sector no pudo escapar del desempeño negativo, afectada por la inestabilidad macroeconómica y las perspectivas de profundización de la misma. En consecuencia, el nivel de actividad se contrajo cerca de -0,8% anual.
    En tanto, los desempeños positivos fueron la regla para el transporte de pasajeros, las telecomunicaciones y los servicios de salud, educación y administración pública.
    En el caso del transporte de pasajeros, la demanda por los medios públicos se vio impulsada por el encarecimiento relativo de los combustibles, repuestos, peajes y demás insumos y servicios complementarios (estacionamiento, por ejemplo) del uso del automóvil particular. En tanto, que el mal desempeño del nivel de actividad económica y empleo jugó en sentido contrario.
    Recordemos que el transporte público de pasajeros urbano, automotor y por ferrocarril, por lejos el principal componente de este sector, fue y está fuertemente subsidiado por el Estado Nacional, lo que permitió que las tarifas no solo sean muy inferiores a los costos, sino que además se atrasen y, en consecuencia, se abaraten sostenida y significativamente respecto del resto de los bienes y servicios.
    Los recientes ajustes anunciados no lograron revertir esa situación. O, en el mejor de los casos, impedir que la misma se siga profundizando. En consecuencia, y según las propias estadísticas oficiales, el sector logró promediar un alza anual de 2,3%, evitando ingresar en recesión.
    En tanto, en el caso de la Administración Pública, la Educación y la Salud, donde el principal componente es el de la mano de obra y hay una alta participación de gasto público, también el nivel de actividad promedio anual creció respecto de 2013 (+2,2%).
    Por último las telecomunicaciones, si bien sostuvieron la tendencia positiva que caracterizó el boom sectorial de las últimas décadas, redujeron significativamente su dinamismo, al promediar un alza de 7% anual. Recordemos, que la tasa de crecimiento promedio anual para este sector durante el período 2007-2013 fue de 20,6%. En consecuencia, incluso en este caso el impacto del deterioro macroeconómico fue perceptible, aunque no suficiente para determinar el ingreso en zona de variaciones negativas.
    De cara a 2015 y al igual que el resto de los sectores productivos, esperamos que el bloque de los sectores productores de servicios sostenga la tendencia negativa, dada la continuidad de los factores de fondo que explicaron el mal desempeño durante 2014. Aunque, reduciendo la magnitud de la caída, dado, por un lado, el menor ritmo de contracción proyectado para los sectores de bienes y, por el otro, el punto de comparación menos exigente.
    En ese contexto, proyectamos una caída promedio de -0,5% anual, que seguirá siendo liderada por la intermediación financiera (-8% anual), el comercio al por mayor y menor (-2% anual), el transporte de cargas (-11% anual) y la actividades empresariales, inmobiliarias y de alquiler (-1,5% anual).