Han descubierto su vulnerabilidad, justo cuando se produce un descenso importante en el precio de los productos básicos que son la fuente más importante de sus ingresos. Y donde la reducción del excesivo gasto público es una variable que ni siquiera merece consideración.
Fueron, los pasados años, para recordar. Creció, en toda la región, el producto bruto, los salarios, disminuyó porcentualmente la pobreza. Pero ahora, el valor de las materias primas que exporta la zona –como la soja o el cobre– ha caído fuerte. China, la gran máquina de succionar productos de toda el área, ha disminuido su ritmo de crecimiento, y por ende, sus compras.
Algunos analistas creen que en el caso de los tres países mencionados hay cierto agotamiento de los Gobiernos a cargo de la gestión. 16 años de chavismo en Venezuela, 12 de los Kirchner en la Argentina, y 12 en Brasil con el Partido de los Trabajadores de Lula y de Dilma.
Pero lo importante es que también se acabó el tiempo del crédito fácil. Suban o no las tasas de interés (y la polémica sobre este punto va en aumento), la deuda –aunque sea menor que en el pasado– hay que pagarla. Y para eso hay que generar ingresos genuinos con exportaciones en reducción.
En Latinoamérica, los que mejor están para enfrentar este nuevo escenario son los países que favorecieron activamente la inversión externa. Como es el caso de Perú y de Colombia, con altas tasas de ingreso de capitales foráneos.
Estancamiento de la globalización
Para el año 2030, China tendrá una población mayor de 65 años que superará los 300 millones de habitantes, tres veces la de ahora. Algo parecido ya está pasando desde hace años en el mundo desarrollado. El punto es que ahora –como lo demuestra este ejemplo– puede ocurrir también el mundo de las naciones emergentes que, a diferencia de las economías avanzadas, todavía no han alcanzado altos niveles de prosperidad. Dicho de otro modo, antes de ser ricas, serán naciones viejas.
La implicancia es clara: hay un freno y un piso a la expansión de la demanda global. Se insinúa un cambio de paradigma en el sentido de deprimir las tasas de crecimiento económico y mantener altas tasas de desempleo y de subempleo.
Hay otra razón para este cambio de escenario global. Los sindicatos ya no son lo que eran antes. En el mundo industrializado, su poder de negociación quedó herido de muerte durante la década de los años 80 (con el apogeo de Ronald Reagan y de Margaret Thatcher) y no hay indicios de recuperación. En el mundo de los emergentes, o está en etapa de desarrollo incipiente o bien se ha fragmentado su poder.
La naturaleza del problema es diferente en el mundo desarrollado. La tendencia es que el nivel de salarios es declinante. Posiciones laborales que antes recibían muy buen pago, ahora han declinado en términos reales. Los asalariados son, numéricamente, la mayor parte de la población. Si su ingreso desciende, también lo hace su capacidad de consumo. Esa es una de las razones centrales de la depresión de la demanda global.
India, en ascenso
El hecho reciente que más se difundió en todo el mundo, acerca de la India, fue el gigantesco ejercicio de democracia durante el 2014: 550 millones de ciudadanos ejercitaron sus derechos electorales, en lo que se ha dado en llamar la “democracia más grande del mundo”.
Narendra Modi, famoso gobernador del estado de Gujarat, tiene ahora la responsabilidad presidencial y la imperiosa necesidad de hacer crecer la economía a paso vivo.
En diciembre pasado, recibió a Vladirmir Putin (el líder ruso de capa caída) a la búsqueda de un acuerdo energético que favorezca a a ambos países. Rusia, como hizo con China (con dos convenios por casi US$ 800 millones a partir de 2018), necesita paliar el menor ingreso fiscal por la caída violenta en el precio del barril de crudo. India, uno de os consumidores más importantes del mundo necesita garantías de suministro que cada vez es más difícil obtener en el Oriente medio.
En materia energética, India es el cuarto consumidor mundial y al tope de sus importaciones figuran petróleo, gas y carbón (en especial del Oriente medio, hasta ahora). Un acuerdo de largo plazo con Rusia puede modificar el escenario.