Vivir con lo nuestro

    Por Rubén Chorny

    Recién salido de la imprenta, el autor se lo entregó personalmente en el hotel Panamericano al presidente electo, Raúl Alfonsín, unos días antes que asumiera y mientras redactaba el borrador del discurso en el que enfatizaría: “Con la democracia no solo se vota, se come, se cura y se educa”.
    El mensaje era literario pero también literal: la dictadura se retiraba sin dejar guardado ni un dólar partido al medio, y el establishment financiero internacional había cortado los créditos en represalia por la guerra de Malvinas.

    “Vivir con lo nuestro” se convirtió de ahí en adelante en una receta económica magistral ante cada estrangulamiento externo: lo fue en 1989, en 2001 y la última vez este 16 de junio de 2014, fecha en que la Corte Suprema de Estados Unidos rechazó tratar la causa de los fondos buitres y se volvió a hablar de default.

    La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner volvió a traer a colación el “vivir con lo nuestro”. ¿Implicaría un cierre de la economía? ¿Un ahorro forzoso? ¿Una reindustrialización con sustitución de importaciones? ¿Un hoy lejano autoabastecimiento energético? ¿Un régimen autárquico al estilo del franquismo de los 60?

    El propio creador, Aldo Ferrer, lo desmitificó: “No tiene nada que ver con la autarquía económica, porque esta es una estrategia inviable en el mundo contemporáneo, de estrechas relaciones entre todos los países, con lo cual encerrarse dentro de las propias fronteras es imposible”.

    Y precisó: “El desarrollo económico es un proceso que se da siempre en un espacio nacional, pero abierto al mundo, como interacción de todas las fuerzas creativas de la sociedad, movilizando los recursos, educando a la gente, promoviendo la ciencia y la tecnología, consolidando un Estado de derecho con división de poderes, instituciones estables que permitan generar ahorro e inversiones, e insisto: poner en marcha el proceso de innovación tecnológica”.

    Tal vez, el debate librecambio versus proteccionismo de 1876 nunca se terminó de cerrar, aunque fue asumiendo distintas formas a medida que el país se construía de ahí en más en base a crédito externo, inversiones extranjeras, comercio e inmigración.

    Y en el devenir de la historia, desde la revisión de la representación de los hacendados de 1800 a Rosas; del liberalismo de 1880 a 1910 al populismo del 30 a los 50; de la teoría de la dependencia al funcionalismo, el ex ministro de Economía del menemismo y director de Cema, Roque Fernández, contabiliza en el terreno de los hechos cinco defaults empíricos de nefasta incidencia en el producto bruto interno (10 a 12%): en 1827, 1890, 1914, 1982 y 2001, que subraya aún vigente.

    Desendeudamiento

    Es que durante los tres períodos consecutivos de gestión kirchnerista se administró una economía financieramente autárquica respecto del exterior, llamada de desendeudamiento, con una creciente intervención del Estado, a la que en la etapa de Cristina Fernández de Kirchner se aderezó con políticas populistas nacionalistas, tales como estatizaciones de YPF, de Aerolíneas Argentinas y de los fondos de pensión. Y hasta aprovechó el conflicto judicial por los bonos para refrendar el poder local con “Patria o Buitres” con reminiscencias de aquellas antiguas consignas nacionalistas de los 50, como “Braden o Perón”.

    Desde “vivir con lo nuestro” en adelante, el debate ideológico mutó en juegos de palabras: “vivir con lo ajeno”, “vivir con los otros”, “vivir con lo puesto”. Librecambio versus proteccionismo se archivó, en esta parte del planeta, con el léxico anterior a los ’70.

    Arreglarse con lo que hay

    Lo concreto es que la Argentina es uno de los países de la región que menos inversión extranjera directa ha recibido en los últimos años: US$ 9.082 millones en 2013, 25% menos que el año anterior. Bolivia, Ecuador, Colombia y Uruguay, según Cepal, fueron los que más aumentaron proporcionalmente. Brasil es el destino de más de un tercio del total.

    Los impedimentos locales aducidos son varios: el cepo cambiario, el control de las importaciones, la limitación para girar dividendos y una inflación ascendente incompatible con el equilibrio cambiario y con los protocolos contables.

    Lo peor no sería el retaceo extranjero, sino que los propios nativos hayan sido los que escabulleran fuera del circuito formal US$ 205.000 millones, que representarían casi la mitad del PBI, según extrapoló de los rubros del balance de pagos y la evolución real de las reservas el economista Orlando Ferreres. Atribuye semejante fuga a las desmesuras de la política económica.

    El economista Daniel Heymann vincula las recientes configuraciones de los temas macroeconómicos a sucesivas ideas de mediano plazo que iban surgiendo acerca del lugar en el mundo que ocuparía el país. Con pocos días de diferencia se transitó de un acercamiento a Estados Unidos (con medidas simpáticas, como la reforma al Indec y pagos atrasados), interrumpido por el conflicto judicial en Nueva York, a misiones de China y Rusia que involucran construcción de represas, operaciones de pase para garantizar reservas y ampliación de cupos de alimentos, aunque Elizondo opina que con China podría haberse avanzado mucho más e inclusive abarcar el área Asia Pacífico.

    Kicillof anduvo por Brasil para ver cómo se podría desempantanar el intercambio automotor. Y sigue sin despegar por trabas aduaneras el Mercosur, que frena acuerdos de libre comercio con Europa, como impulsa el socio mayor, y la extensión de los vínculos con la Alianza del Pacífico que motoriza entusiastamente la mandataria chilena Michelle Bachelet.

    Entre tanta tribulación, la ventanilla exportadora se plantó entreabierta para dejar pasar 15% del producto bruto interno, con el que se financia la dependencia importadora del modelo industrial y el rol de gran consumidor del Estado, con sus sistemas de transferencias/subsidios incluidos. Pero en ese tablero empezó a titilar con intensidad la luz amarilla de su bastión, la soja.

    El “vivir con lo nuestro” en estas circunstancias se torna quimérico: hay faltantes de insumos y productos traídos de afuera para que funcione el aparato productivo, como ya sucede en las industrias metalúrgicas y automotrices, o que cada punto de PBI tenga un sobrecosto entre US$ 2.500 y 3.000 millones.

    Está siendo implacable también la sequía de dólares con el régimen de sustitución de importaciones con salida exportadora que se dispusiera, por ejemplo, para la promoción industrial en Tierra del Fuego.

    Ya un BlackBerry armado en Río Grande no solo tuvo que asumirse como una opción más accesible que los impositivamente encarecidos Samsung o Apple importados, sino que además el propio Ministerio de Economía admitió que el subsidio a las industrias radicadas representa 20% del déficit fiscal del año pasado, al que deben agregarse US$ 3.500 millones que se lleva de las reservas importar 80% de las partes que se ensamblan, ya que solo 20% es nacional.

    De este modo, en el contexto del “limbo” jurídico en que permanece la deuda con los bonistas que entraron al canje y los que no lo hicieron y siguen en juicio, “vivir con lo nuestro” probablemente hoy haya llegado a hacer de una necesidad una virtud, o si se quiere, una calle sin salida para el gobierno que en poco más de un año será relevado.

    Importar importa

    La industria es la que explica 65% de la factura total de las importaciones. El rubro principal son los bienes intermedios (27%), luego vienen las piezas y accesorios para bienes de capital con los que se arman equipos o se reponen piezas en caso de reparaciones (21%) y los bienes de capital, o sea la inversión (17%).

    Si se le agregase a ese 65% el combustible y la energía necesarios para la producción y los hogares (que representarían 15% del total) se llegaría a 80% del total importado, frente a 10% que ocupan los bienes de consumo.

    Aldo Ferrer, autor del libro Vivir con lo nuestro

    Antónimo del neoliberalismo que ha cumplido tres décadas

    ¿Doctrina o imperio de la necesidad? El propio padre del título que se identifica con una variante autosuficiente de política económica aclara que “no tiene nada que ver con autarquía, porque esta es una estrategia inviable en el mundo contemporáneo, de estrechas relaciones entre todos los países”.


    Aldo Ferrer

    “La concepción de ‘vivir con lo nuestro’ es una frase que provocó un impacto porque tiene fuerza. Es la política que se aplica en China, Corea y estos países asiáticos que tuvieron un extraordinario proceso de transformación. Están siguiendo políticas de vivir con lo suyo, que no implica estar aislados del mundo. Sí parados en su interior, con los propios recursos y defendiendo el interés nacional y la soberanía”, señala a los 87 años Aldo Ferrer.

    Autodefinido como parte de un pensamiento nacional, que tiene muchos matices, e incluye a Vicente Fidel López, fragmentos de la obra de Carlos Pellegrini, sigue con Raúl Prebisch y más allá de la economía a intelectuales eminentes como Arturo Jauretche, por invitación de Leonardo Gak se sumó en 2000 al Plan Fénix, iniciativa así bautizada por el profesor Julio Olivera por abordar la resurrección de la economía argentina con premisas como el desarrollo endógeno, el esfuerzo propio, la soberanía, la construcción social. Y el desarrollo como un proceso de construcción nacional.

    –¿Por qué vuelve a cobrar vigencia “vivir con lo nuestro” a partir de la posición del juez Griesa respecto del conflicto judicial con los holdouts o fondos buitres?

    –La fuerza que tiene la expresión vivir con lo nuestro es porque se trata de un desafío frontal a la concepción neoliberal que ha fracasado rotundamente, como se ha visto con la crisis financiera internacional. Como la Argentina salió de la crisis de la deuda con los canjes de 2005 y 2010, con una propuesta propia, sin la intervención del Fondo Monetario y sin el acoso de los mercados, que recibió 92% de aceptación por parte de los acreedores, convirtiéndola en una gestión extraordinariamente exitosa, ha causado antipatía en los círculos tradicionales de las finanzas. Por lo que en las agencias evaluadoras de riesgo le asignaron a la Argentina un riesgo país que no tiene nada que ver con la situación de una economía que, desde que canjeó la deuda, la viene pagando puntualmente y donde el sistema bancario no tiene burbujas, está fondeado en moneda nacional, está sólido.

    –Parecía que la Argentina se acercaba a los mercados de crédito internacionales y de repente volvió al actual estado de “limbo” judicial de los pagos, ¿implica retrotraernos al default de 2001 en cuanto al financiamiento?

    –La Argentina salió de la crisis autofinanciándose con recursos propios, sin recurrir al crédito internacional, ni pedirle nada a nadie, por lo que la actitud de las calificadoras no ha sido un obstáculo importante. Claro que lo mejor sería que no existiera. Ahora se plantea sobre todo con la cuestión de los buitres, porque algunos otros temas litigiosos habían sido resueltos favorablemente, el tema de Repsol, los juicios en el Ciadi, el del Club de París… Pero en la medida en que la Argentina tiene un Estado solvente y paga la deuda y los bancos están sólidos, este inconveniente dura mucho tiempo. Ha habido ciertos embargos, como el de la fragata Libertad, pero se siguió funcionando.

    –¿Nuestra economía depende o no del resultado de la disputa “Patria o Buitres”?

    –Hay una enorme exageración de pensar que este litigio, planteado por un reducido grupo de especuladores, puede llevarse por delante un país como este. El fallo es claramente incumplible, y la totalidad de la opinión pública internacional y la más calificada plantean que es una amenaza al sistema financiero internacional porque no hay ninguna reestructuración de deuda que pueda sostenerse si un 1% que compra los papeles cuando no valen nada, se queda afuera y, como quiere cobrar los valores de origen, cuestiona un caso como el argentino, en donde más de 90% –un canje extraordinario–, claramente consigue una recuperación de esa dimensión.

    Problemas internos
    –Dejando a Griesa de lado, ¿cuál es el panorama económico actual y sus perspectivas?

    –El problema real está de fronteras para adentro: la inflación, la fuga de capitales, la forma en que se recupere la economía, cómo se resuelve la escasez de dólares. Con o sin los buitres, estos problemas internos siguen siendo los mismos. Esa especulación que se viene haciendo de que si no hay arreglo con los buitres se viene el mundo abajo, no es cierta. Hace ya varios días que está planteado y la cosa está exactamente igual que el día anterior. Tampoco es cierto que si esto se arreglara –aunque no se pueda hacer en los términos que plantea el juez Griesa, porque por la cláusula Ruffo implica destruir la totalidad del saneamiento financiero argentino–, vendría una avalancha de dólares en inversiones.

    –¿Y de qué dependen entonces las inversiones?

    –Van a llegar cuando haya buenos negocios, como está sucediendo con Vaca Muerta, con YPF. Pero más importante que la inversión extranjera para la Argentina sería la interna, que no se fugue el ahorro argentino y poder fortalecer al empresariado nacional en un país en el que la tasa de ahorro es relativamente alta, que no la aprovecha bien por este fenómeno de la incertidumbre. Son los aspectos políticos de la cuestión, que se pueden discutir y para ello hay gente mucho más en condiciones que yo, que me remito a hacer la evaluación económica.

    –¿Cómo ve en consecuencia el clima de negocios?

    –Estamos en un momento complicado porque hay una tendencia recesiva, una tasa de inflación alta, se empieza a sentir la cuestión en el empleo y subsiste este tema de la escasez de divisas que tiene un origen estructural que es el subdesarrollo industrial que provoca ese fenomenal déficit en autopartes, productos electrónicos y otras ramas. Entonces hay problemas de corto plazo que están complicados, pero no debería entrarse en pánico ni mucho menos porque la situación actual, con todas estas dificultades que estamos enumerando, es muy distinta a la del pasado.

    –¿En qué?

    –La economía está desendeudada, el sistema bancario está sólido, la relación exportaciones-producto es mucho más alta que lo que era hace algunos años… Hay una serie de condiciones de base que ponen un piso a esta tendencia recesiva. Por otro lado hay también un techo respecto de la inflación, que está claramente alta, pero que no amenaza con descontrolarse en la híper, como sucedió otras veces. Estamos en una especie de tierra de nadie, en que el sistema no se derrumba, ni presumiblemente lo hará, a menos que se hagan muchos disparates. Y donde el foco sería controlar la inflación.

    Reciclar el proceso económico
    –¿Qué le recomendaría a Kicillof en estas circunstancias?

    –No hay ningún milagro, ninguna medida individualmente considerada que resuelva el problema. Vengo insistiendo mucho en que hay que fortalecer la situación fiscal, dar competitividad, sostener un tipo de cambio competitivo. Hay que cerrar esa brecha enorme en el comercio de manufacturas de origen industrial, tratar de reciclar en el proceso económico del país esa enorme cantidad de dinero argentino que está fuera del circuito. Hace falta un paquete de política fiscal, monetaria, cambiaria, que genere un cuadro que la sociedad perciba que la casa están en orden y, por lo tanto, que despierte expectativas positivas para la inversión, para el cambio técnico para la iniciativa privada. Desgraciadamente cuando aparecen tensiones como las que estamos viviendo la agenda se politiza demasiado. Desde un lado se exagera la responsabilidad del Gobierno, por otro lado se demoniza a algunos actores privados, a los que se atribuye lo que está sucediendo. Y en realidad, cuando hay golpes de mercado o inflación siempre están los pescadores en río revuelto.

    –¿Cuáles serían los puntos altos que rescata a esta altura de la gestión K?

    – La recuperación de YPF fue un paso indispensable de la recuperación del Estado nacional. La nacionalización del sistema jubilatorio, donde esa inmensa masa de recursos estaba en el circuito especulativo y ahora hay que usarla bien. Se puede discutir si se hace bien o mal, pero es un recurso del Estado Nacional para hacer lo que haya que hacer.

    –En esta instancia diríamos preelectoral, y con la situación planteada con los fondos buitres, ¿queda margen para enderezar los desvíos que marca?

    –Este es el desafío de la democracia argentina, que el debate político se esclarezca, se planteen estos problemas, se pongan sobre la mesa y la sociedad tenga una oferta de las distintas propuestas políticas sobre los temas fundamentales. Nuestro sistema político vivió mucho tiempo al margen de la Constitución y aun estando adentro después de la dictadura, hubo períodos de muy mal manejo de los instrumentos económicos. Como pasó en la década de los años 90, por ejemplo. La tarea de esclarecer, de discutir, de plantear los problemas, es el aporte que se puede hacer desde la universidad, de la gente que piensa, para que la sociedad tenga mayor información y pueda decidir con mayor certeza.

    Rosendo Fraga, Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

    No hay espacio político en el mundo globalizado

    Cuarenta años atrás, un país podía cerrarse total o parcialmente, y buscar la aplicación autárquica en base a modelos políticos populistas, nacionalistas o socialistas. Pero la globalización dio gran impulso a la producción que requiere de mayor integración importadora.


    Rosendo Fraga

    “En cuarenta años el mundo ha cambiado mucho y la globalización –que siempre existió– se ha desarrollado con gran impulso en las distintas fases de la producción económica. Entonces, un producto tenía mucho menos componentes importados que hoy”, diferencia el politólogo consultado por Mercado.

    –¿Esta etapa del default dará fundamentos al “vivir con lo nuestro” para afirmarse como doctrina económica?

    –Un cierre de la economía hasta afectaría inclusive la producción de materias primas básicas, como los granos y la carne. Hoy se puede constatar que modelos de economía de Estado, como China, Vietnam y hasta Cuba, han incorporado una mayor apertura de sus economías, porque de ello depende su éxito, sin renunciar a sus intereses nacionales.

    –¿En qué podría influir en ese aspecto que el Gobierno resalte que la economía argentina se está reindustrializando?

    –Exportar industria, por lo general, en un país como la Argentina, implica aumentar el déficit comercial, dado que por cada dólar que se exporta suelen invertirse dos o tres, no sólo en materia prima, sino en partes, tecnología extranjera, etc. Y el default afecta el uso de divisas.

    –Pero aun cuando la valoración de los commodities no sea la de antes, ¿el campo no podrá seguir solventando un modelo de crecimiento económico?

    –La misma actividad agropecuaria –que a pesar del tiempo transcurrido sigue siendo fundamental para la adquisición de divisas del país– requiere hoy de mucho más de insumos y tecnologías importadas que en el pasado. Además, para aplicar una política de sustitución de importaciones, una pregunta sería: ¿qué porcentaje de partes de producción local tiene un BlackBerry fabricado o más bien armado en Tierra del Fuego? Y no hablamos solo de los productos industriales donde ha cambiado la matriz en cuanto a la cantidad de los insumos importados requeridos.

    El imperio de la necesidad
    –¿Está el país preparado para un cambio en el modelo de desarrollo que se adapte a las restricciones de divisas?

    –Un problema crucial que ha ya comenzado a sentirse es la salud, que se ha tecnificado mucho en 40 años. Ya no solo la industria farmacéutica requiere en mayor o menor medida de insumos importados, sino que la “aparatología”, que cada vez pesa más en los costos sanitarias, tiene una inevitable dependencia. Si bien la Argentina cuenta con el mayor avance nuclear de América latina y está desarrollando programas en medicina nuclear con diversos países, ello no implica que pueda sustituir todo ni mucho menos.

    –Además de un problema de faltante, ¿estaría en riesgo el grado de desarrollo alcanzado por sectores industriales?
    –Sí, el país exporta centrales nucleares a varios países, incluido Australia, que tiene acceso a cualquier tecnología. Por un lado, implica una ventaja relativa muy importante en un sector indudablemente decisivo, pero por otro no impide que la investigación en ciencia y tecnología requiera de insumos y elementos importados para seguir en carrera. Por otra parte, el uso de tecnología, especialmente en las comunicaciones, se ha hecho mucho más intenso y el “vivir con lo nuestro” implicaría un rápido atraso y un peligroso aislamiento. Ya actualmente la Argentina tiene la “canasta digital” más cara de América latina, lo que no solo implica mayores costos para el consumidor, sino también atraso en ecuación.

    Desarrollo económico con interrogantes

    A contramano de la nueva revolución industrial

    Es imposible desarrollar la industria en la Argentina en las condiciones del siglo 21 sobre la base de la estrategia de sustitución de importaciones. La conclusión sería relativamente simple: la discusión pertenece al pasado.

    Por Jorge Castro

    Hay una nueva revolución industrial en el mundo avanzado, con eje en EE.UU. y Alemania, que establece estándares superiores de productividad y competitividad; y que implica un momento disruptivo, de carácter cualitativo, respecto a los vigentes en la Argentina actual.
    El nuevo paradigma productivo se caracteriza por unir una capacidad de producción personalizada, propia de los requerimientos de un consumidor altamente sofisticado y de elevado nivel de ingresos, con los requerimientos de la producción en masa a escala global.

    El resultado es una caída vertical de los costos industriales, con la virtual desaparición en el horizonte del costo laboral, y un extraordinario incremento de la productividad de todos los factores (PTF).

    Así, en este cruce de la capacidad de producción personalizada y de la extrema flexibilidad en la fabricación de pequeñas series diferenciadas, han surgido las nuevas máquinas-herramientas, como las de impresión en tres dimensiones (3D), o las que desarrollan, prácticamente sin costos, las técnicas de alta precisión de la nanotecnología.

    Por eso, crece exponencialmente la fragmentación de las cadenas productivas a escala global, y la división internacional del trabajo alcanza una nueva dimensión histórica, lo que hace que el modo capitalista de producción adquiera un nivel de intensificación cualitativamente superior.
    En la Argentina, este proceso ya se ha de­sa­tado. A partir de la década del 90, las empresas trasnacionales (ETN) radicadas en el país han comenzado a aumentar significativamente sus exportaciones, al igual de un grupo de compañías manufactureras nacionales, a diferencia de lo que ocurría en la etapa sustitutiva (1935-1976), en que su objetivo prácticamente excluyente era abastecer el mercado doméstico.

    Entre 1986 y 1991, las ETN comenzaron a aumentar sus exportaciones 16,7% por año; y las especializadas en recursos naturales lo hicieron con un nivel de 13,3% anual, en tanto las sustitutivas alcanzaron una tasa todavía mayor (22,5% por año).

    En este mismo período, las ETN aumentaron las compras de componentes importados, hasta alcanzar un nivel de más de 50% de sus insumos.

    Lo que ha sucedido es que las ETN han profundizado su integración con el sistema mundial, como parte de un proceso de intensificación de la producción y de alza sistemática de su nivel tecnológico.

    De ahí que el saldo de su comercio internacional sea ampliamente negativo, hasta llegar a un déficit en la balanza industrial de U$S 32.000 millones en 2013.

    El resultado de este cambio estructural, provocado por la nueva pauta de integración con el sistema mundial, es que ya más de 30% de las exportaciones argentinas son manufactureras; y esto sucede cuando el sistema capitalista se ha convertido en una red global, cada vez más integrada, de capacidades productivas, tecnológicas, financieras y comerciales; y cuando su núcleo central es el sistema integrado trasnacional de producción, que es la fuente principal de la superior productividad del capitalismo en el siglo 21.

    Lucas Llach, profesor de economía, historia económica y políticas públicas

    Fue suicida no haber tenido relación normal con el mundo

    La posición librecambista está en uno de sus momentos más débiles, porque las experiencias de apertura con atraso cambiario que hicieron Martínez de Hoz y Menem les hizo mala prensa. No haber tenido una relación financiera normal con el mundo se manifiesta en todo lo que no se hizo.


    Lucas Llach

    En su provocador blog, llamado “La Ciencia Maldita”, este director y profesor del Departamento de Historia, de la Licenciatura de Ciencias Sociales y de Maestría de Políticas Públicas de la Universidad Torcuato Di Tella escribe que lo que hoy genera nivel de actividad en la Argentina son los dólares, no los pesos, porque sin mayores importaciones no se puede producir más, y para importar se necesitan más dólares.

    Sólo los superávits gemelos de los tiempos de la súpersoja podían asegurar la sencilla ecuación, con la que la primera etapa del gobierno aspiraba a financiar la sustitución de importaciones con el saldo a favor del comercio exterior y volcar los mayores impuestos del crecimiento económico a solventar un gasto público volcado a la abaratar la energía, subsidiar el consumo interno y la inclusión social.

    La política de desendeudamiento para el desarrollo económico, o de arreglarse sin crédito externo, justificó prácticas proteccionistas en el contexto de una prédica permanente contra el neoliberalismo.

    Consultado por Mercado sobre este revival del clásico dialéctico de todos los tiempos entre proteccionismo y librecambio, o dirigismo versus liberalismo, Llach opinó que “la posición librecambista está en uno de sus momentos más débiles, sólo comparable a las décadas de posguerra, con la diferencia de que en aquel momento era más difícil de sostener dado que el comercio internacional tenía más trabas en el mundo que las que tiene ahora”.

    –¿Por qué sobrevive a la prueba de los tiempos con mutuas demonizaciones esa vieja dicotomía?
    –Mi visión es que parte de la mala prensa del librecambismo es que los dos episodios más importantes de apertura comercial (llamémoslos Martínez de Hoz y Menem) coincidieron con momentos de atraso cambiario. La apertura tiene, entre los sectores productores de bienes, ganadores y perdedores; el atraso cambiario solo tiene perdedores. Es muy difícil convencer al público de que nunca vimos un proceso de apertura con tipo de cambio realista, como si lo hubo en Australia o Chile.

    –¿Sirvió de algo el gesto de pagar al Club de París y a Repsol y dejar el default picando en el juzgado de Griesa? ¿Compensa el rédito político interno del enfrentamiento las divisas destinadas a esos arreglos?

    –Nada influye tanto en el voto como la situación económica. En la medida que todo el affaire Griesa perjudica a la economía, no me parece ni siquiera un éxito político. Es un crimen (y en gran medida un suicidio) que la Argentina no haya tenido una relación financiera normal con el mundo durante los años kirchneristas, que fueron de optimismo con los emergentes. Pudo tenerla: en 2006, incluso tras el default y reestructuración, el riesgo argentino era inferior al brasileño. El principal daño de toda esta anomalía no lo vemos: son todas las casas, puentes, autopistas e inversiones energéticas que tendríamos si existiera una confianza financiera en la Argentina, de parte de los extranjeros pero sobre todo de parte de nosotros mismos, los argentinos.

    Despenalizar la divisa
    –¿Le darían los números al gobierno con lo que queda de las cajas y demás recursos a los que puede echar mano para atravesar la transición con autarquía y terminar el mandato con cierta expectativa de regreso? ¿Qué debería hacer de ahora en más?

    –Antes de todas estas maniobras de amigarse con los mercados, ahora frustradas, había que hacer algo más sencillo que era “despenalizar la divisa”, como decían en Cuba. Es decir: permitir compras y ventas ilimitadas de dólares; y mucho mejor si se lo hace unificando el tipo de cambio. Eso es algo que el gobierno todavía está en condiciones de hacer.

    –¿Tendrá margen político el próximo gobierno (si no hay crisis como las de 1989 y 2001) para arrancar con un ajuste promercado de la economía como condición para reincorporar a la Argentina al mundo de las inversiones?

    –El próximo gobierno tendrá una situación financiera con un enorme margen de mejora, como pocas veces tuvo el país: tenemos lo que es difícil de conseguir (una deuda relativamente baja) y no tenemos lo que es más fácil (un discurso amigable al ingreso de inversiones). Montado sobre ese financiamiento el gobierno que viene podrá hacer los deberes que necesita hacer sin pagar por ello ningún costo político.

    Marcelo Elizondo, de DNI

    Exportaciones sobrerreguladas, sin financiación ni inversiones

    Pese a que serían condición sine qua non para un modelo de desarrollo autosuficiente, las exportaciones argentinas caen este año en 53 de los 85 mercados en los que participa, porque fronteras adentro, el marco de referencia para las empresas desalienta producción y comercio; y fronteras afuera, falta apertura de mercados y promoción.


    Marcelo Elizondo

    Haber participado del Mercosur en los albores de la Unión Aduanera como experto en relaciones comerciales con el mundo le confiere a Elizondo una visión micro de las transacciones externas.

    –¿Está alineada la estrategia comercial con las limitaciones de una economía que tiene que generar sus propios recursos para administrarse?
    –La estrategia comercial debería consistir en la apertura de mercados y la promoción internacional. La Argentina no tiene acceso a dólares financieros y no recibe inversión extranjera. Debería promover el ingreso de dólares comerciales. Sin embargo, las exportaciones están sobrerreguladas y desalentadas: la Argentina no negocia apertura de mercados ni efectúa promoción de sus productos y negocios en el mundo de modo inteligente.
    Por ejemplo, llama la atención que Argentina cuenta con apenas 12 países/mercados socios comerciales en el mundo, a los que accede gracias a acuerdos de apertura comercial recíproca. En Latinoamérica hay países con alto grado de asociación comercial, como Chile (con 56 países socios), México (con 50), Colombia (con 35 socios), Venezuela (con 29) y Perú (con 15). A la vez, hay otros con un nivel menor de asociación internacional como nuestro país (cuenta con 12 socios surgidos de acuerdos de asociación comercial), Brasil (11 socios), Uruguay (11), o Paraguay (9). Nuestras empresas, así, compiten en desventaja ante vecinas.

    –¿Hasta qué punto las importaciones pueden seguir siendo variables de ajuste para las reservas, siendo que las exportaciones también están en declinación?
    –Las importaciones no pueden ser limitadas sin afectar el nivel de actividad. Los insumos para que la industria produzca (bienes intermedios) son el principal rubro importador: 27% del total. Las piezas y accesorios para bienes de capital (con los que se arman equipos o se reponen piezas en caso de reparaciones) son el segundo principal rubro importador: 21% del total. Los bienes de capital (inversión) representan 17% del total.
    La industria (sin contar el combustible y la energía) importa 65% del total (dos tercios de las importaciones). Si se agrega el combustible y energía necesarios para la producción y para los hogares (que representa 15% del total) se obtiene 80% del total importado. Los bienes de consumo son solo 10% de las importaciones. Por ende, no podrá mantenerse este límite comercial si se quiere recuperar nivel de actividad.

    –¿Por qué cada vez son menos los mercados a los que exporta el país? En los primeros cinco meses del año las exportaciones argentinas están descendiendo 10%.
    –La Argentina mantiene vínculo comercial de alguna relevancia con 85 países en el mundo. En los primeros cinco meses del año (los medidos país por país hasta la fecha), las exportaciones argentinas caen en 53 de los 85 mercados con los que los registros oficiales miden relación comercial de cierta relevancia. Hay, mientras tanto, dos mercados con los cuales las exportaciones están mostrando en la primera parte transcurrida del año un resultado similar al de igual tiempo de 2013. Y, por lo tanto, las exportaciones argentinas en los primeros cinco meses de 2014 suben en 30 mercados.
    Dicho de otro modo, puede afirmarse que las exportaciones están descendiendo si se computan todos los países del mundo con los que hay relación comercial medida, en 62,35% de los mercados (dos tercios del total).

    Vivimos en un esquema de autarquía

    Hoy la capacidad de exportar y el saldo comercial de divisas determinan el nivel de actividad económica y la posibilidad de importar. Las reservas constituyen la única fuente de financiamiento extra y están ya en un nivel que no pueden seguir descendiendo.
    Desde la consultora dedicada a la economía y las finanzas dirigida por Miguel Kiguel, Eric Ritondale sintoniza el foco en las reservas, o sea en la disponibilidad de divisas, para ver hasta dónde es factible un crecimiento de la economía si queda acotada la posibilidad de importar por escasez de caja y ausencia de créditos.

    –¿Default, desendeudamiento o vivir con lo nuestro?
    –Desde el punto de vista financiero, si bien es cierto que se vino pagando deuda, hace rato estamos en una autarquía. Pero se intensifica más porque si antes había ciertos flujos financieros, irá habiendo menos todavía. Pero en general, la autarquía, tomándola desde un aspecto más comercial no se ve tanto como en lo financiero. Sí es esta una economía mucho más desconectada que en los 90.

    –¿Qué requisito se necesita para crecer con lo nuestro?
    –El límite para autofinanciar la expansión son las reservas del BCRA. Venían cayendo bastante y cuando tocaron un nivel de US$ 27.000 millones tuvimos un evento como el de enero, que significó un palazo a la demanda doméstica. De un momento para otro la inflación subió a 40% y se negociaron aumentos salariales en torno a 30%, lo cual significó una caída del salario real y de la demanda doméstica muy fuerte y tuvimos una recesión. La economía puede seguir funcionando con un crecimiento muy bajo y con alta inflación, pero no queda capacidad para expandir el gasto y para hacer que la economía crezca, porque automáticamente por la restricción externa se tensa ante las mayores importaciones.

    –¿Se podría haber mejorado algo si se pudiera acceder a algún financiamiento barato del exterior?
    –Sí, claro, pero como la perspectiva es que el default dure algún tiempo, la situación comercial, los precios internacionales van a determinar más que nunca la capacidad de importar. Si bien siempre ha sido así, había financiamiento externo y el BCRA podía movilizar algunas reservas o el tipo de cambio, lo cual daba holgura para amortiguar shocks de alguna forma y que no se trasladen sobre valores reales. Ante una circunstancia como esa, y dado que no se pueden perder reservas ni mover el tipo de cambio para evitar más saltos inflacionarios (de 25 que estaba ya pasamos a 40), no hay margen de maniobra.

    –¿Hasta dónde puede funcionar una estrategia de cuidar reservas antes que generarlas?
    –El límite son las reservas: por primera vez el sector público, que ha sido muy voraz en los últimos años, en el sentido del crecimiento de los gastos y también de los ingresos, encontró una restricción, por más que estén los argendólares que el BCRA computa como dólares propios. Las reservas configuran el límite a este esquema de política económica y no hay margen para que sigan cayendo. Por eso tuvimos el evento de enero, que fue bastante claro en demostrar que venían perdiendo 15.000 millones y se convalidó una devaluación del tipo de cambio oficial, que lo que logró fue pegarle un palazo a la demanda doméstica, a las importaciones y al consumo a través del salario real. De esa forma se estabilizó el mercado cambiario, básicamente porque la devaluación hizo bajar la demanda de importaciones.

    –¿Cómo incidirá la cosecha en estos vaivenes del sector externo?
    –La soja pone el signo de interrogación futuro porque los dólares financieros no van a estar, porque la brecha crece. Habrá que ver cómo se maneja el BCRA, si sube la tasa de interés, si va a empezar a deslizar más el cambio oficial o va a controlar las importaciones al máximo, y/o un menú de las tres cosas. Todo esto relacionado incidirá en la inflación y el crecimiento.