De tener superávits gemelos a resistir con recesión y conflictos

    Por Rubén Chorny


    Heymann, Fanelli, Weinschelbaum y Marx

    La Universidad de San Andrés congregó a sus catedráticos José María Fanelli, Daniel Heymann y Daniel Marx para analizar las perspectivas económicas esperables para la transición hasta el 10 de diciembre de 2015. Descartan una crisis como la de recambios de Gobierno anteriores a 2001, aunque avizoran un camino plagado de incertezas.

    Hasta “la hora señalada” institucional del 10 de diciembre de 2015, los monitores de todos los actores económicos y sociales estarán sintonizados en dos datos: uno numérico, las reservas internacionales del Banco Central; y otro, emocional, la evolución de la conflictividad sindical.
    En las estaciones intermedias de esta big data de la democracia se juega la administración del día a día: un carrusel en el que giran tipo de cambio oficial, dólar blue, exportaciones, importaciones, tasas, tarifas, paritarias, déficit fiscal, gasto público, precios cuidados, intervención a las empresas privadas, seguridad social, vencimientos de deuda, inflación…

    Análisis técnicos, asesoramientos y hasta “corazonadas” cotizan en medio del vendaval estadístico entre todos aquellos que deben tomar decisiones: si tomar posición en dólares y salir, si reformular los planes de producción y la plantilla de personal, si pelear aumentos, si cumplir con las obligaciones fiscales…

    Así fue como Federico Weinschelbaum, director del Departamento de Economía de la Universidad de San Andrés, convocó a tres economistas de vasta trayectoria que integran el staff de la alta casa de estudios, como Daniel Marx, José María Fanelli y Daniel Heymann, para extrapolar las perspectivas económicas del país más allá de la agenda mediática instalada por el Gobierno en torno del conflicto suscitado con la justicia estadounidense por el canje de la deuda en default y el pago de los cupones de la ya reestructurada. Fue durante una charla organizada en el British Art Centre (BAC), como parte de ciclo “Argentina Hoy-Diálogos San Andrés”.

    Las tres exposiciones convergieron en un diagnóstico coincidente en cuanto a los desajustes económicos a corregir y lleno de signos de pregunta sobre qué rumbo tomará el litigio judicial con los fondos buitre, si se “mensualizará” una inflación que ronda ya 40% anual, cuántos dólares dejará a las reservas la caja del comercio exterior y qué hará el Gobierno con los siderales subsidios en las tarifas de la energía.

    Tras los 45 minutos que se tomaron en total los tres calificadores profesores de Udesa para dibujar un escenario sobre el que “resulta imposible hablar de certezas” pero ante el cual es preciso “tomar decisiones reales para el largo plazo”, el auditorio aplaudió pero quedó mudo: no hizo ninguna pregunta.

    Había abierto el fuego Heymann, un estudioso de la macroeconomía en tiempos de crisis, quien tomando una perspectiva de unos años a esta parte, señala como una cuestión central al achatamiento del volumen de exportaciones. Pero en lo inmediato invita a ir viendo si el horizonte de precios se achica hasta “mensualizar” la inflación.

    De perfil más financiero, Daniel Marx partió de la urgencia que marca la resolución y el conflicto del litigio de la deuda, así como las consecuencias de corto plazo, para recordar los problemas macroeconómicos que ya enfrentaba el país (inflación, caída de la actividad, empleo) y la tensión sobre el sector externo (evolución de las reservas, tipo de cambio y efectos colaterales). Su hipótesis es que éstos eran más la forma en la que se expresaban que la causa inicial.

    El ex secretario de Finanzas del Ministerio de Economía hasta 2001 recordaba que “hace un par de meses, antes que el tema de la deuda pasara a la primera plana, uno se encontraba con una situación extraña: un período extremadamente largo de términos del intercambio externo favorables en la Argentina y simultáneamente tener que hablar de chocar contra la restricción externa a través de la posibilidad de una crisis cambiaria”.

    José María Fanelli evaluó que la Argentina “sigue teniendo una oportunidad única de crecer” a pesar del default y le puso números a la transición: habló de la necesidad de cubrir US$ 20.000 millones cada año (este y el que viene), que representan algo así como 4% del PBI, y que, como el ajuste no lo hará el sector público, le toca al privado. Blandió proyecciones macroeconómicas para argumentar que la Argentina está ante un problema fácil de resolver desde el punto de vista económico, pero recontracomplicado desde el político: saldar el rojo fiscal eliminando el subsidio a la tarifa eléctrica, aunque evaluó que implicaría subirla 10 veces.

    Consumo interno versus exportación

    Heymann clava dos picas en el calendario K, en el contexto del exiguo financiamiento externo que traía: 2007, año desde el que las cantidades exportadas no solo no crecen sino que disminuyeron y 2009, caracterizado por los altibajos en los precios y en el comercio mundial.

    Un rato después Fanelli aportaría otra pieza para esta línea de razonamiento: “¿Qué nos dice Daniel? Que las exportaciones hace siete años que no crecen. Cuando uno mira para atrás y pregunta: quién ganó la década. La respuesta es el consumo. El privado era en 2004 el 66% del PBI y hoy es 66% del PBI. La inversión era 17% del PBI, hoy es 17% del PBI. Hasta ahora sería la década empatada. Pero cuando se mira el consumo público empezamos con uno que no llegaba a 10% del PBI y hoy estamos en 16%. Si hay 6 puntos de producto más de consumo público, tiene que haber eso mismo menos en otro lado, y son las exportaciones, que involucran a nuestros productos transables”.

    Y razona: “Si se consume mucho es porque el Gobierno, entre otras cosas, aumentó salarios, aplicó políticas progresistas como la asignación por hijo, está todo bien, pero el problema es que hay que financiarlo”. De las sumas y restas surgen US$ 20.000 millones de dólares que calculan están faltando.

    Heymann argumenta con estas ecuaciones que “el intento de reducir el coeficiente de importación con el peso de la actividad no ha dado mucho resultado. O sea que esta es una economía que tiene que exportar para producir y que el crecimiento depende de las posibilidades de exportación, al margen de los temas de inversión”.

    ¿Qué pasó en los últimos meses? “El reflejo está en las reservas del Banco Central, que por supuesto, tiene un componente también monetario, pero la fuerza, el potencial del crecimiento de las exportaciones, se vuelve esencial por las presiones cambiarias, etc.”, afirma.

    Para Marx ahí reside la urgencia de la agenda económica. “Es la resolución y la evolución del litigio este de la deuda y cómo nos posicionamos, así como las consecuencias de corto plazo”, resume.
    En ese aspecto, la emparenta a los problemas macroeconómicos que venía enfrentando la economía antes de los recientes sucesos judiciales. Menciona entre ellos a la inflación, caída de la actividad, empleo, más toda la tensión sobre el sector externo: evolución de reservas, tipo de cambio, junto con los efectos colaterales. “Mi hipótesis es que se trata más de la expresión de los problemas que su causa inicial”, asegura.

    Advierte que aparecieron también dos agravantes: uno prácticamente no visto en los diarios pero que nos había permitido algún buen pasar hace muy poco, como los términos del intercambio, debido a que en los últimos 60 días los precios de exportación de los productos tradicionales cayeron 20%, y el otro sería el tema del litigio en primera plana.

    En su alocución, Heymann había desembocado en este cuello de botella y destacó: “La sensación que había y que abarcaba el espectro de opinión, y el político también, es que la salida era hacer gestos simpáticos hacia los mercados financieros y vender bonos hasta que aparezca Vaca Muerta y nos permita finalmente vivir de las rentas, algo que nosotros los argentinos añoramos muy fuertemente”.

    Fanelli le puso el broche: “El 16 de junio de 2014 va a quedar como el día que le pegaron un tiro a la estrategia de llegar a 2015 volviendo a endeudarse”, señala refiriéndose al día que la Corte de Estados Unidos rechazó tratar la controversia entre la Argentina y los holdouts.
    Heymann aclaraba que “como apuesta de mediano o largo plazo sería problemática, porque la estrategia para crecer de acá para adelante es esencial”, pero se lamenta de que “de todos modos, el episodio de los últimos días aparentemente ha cortado la posibilidad de esto, lo cual torna cada día más importante tener una idea de hacia dónde va uno saliendo”.

    Inflación: de tasa anual a mensual

    Marx le agrega al incierto panorama que “ya se empezó desde fin de año y principios de este a hablar de la inflación mensual: decimos 3,6% en este mes y cómo seguirá en el siguiente, lo cual sí causa temas de horizonte e inversión, que enfrentamos con el clásico de política económica: meterle política monetaria con fuerza, porque es el remedio al cual hay una reacción más veloz. No siempre la velocidad significa la posibilidad de sostenerlo y que sea exitoso a lo largo del tiempo”, dijo Marx.

    Fanelli elaboró un ingenioso ejercicio: “Si miro la década ganada, la ganó el consumo, está bien, pero la que viene la tienen que ganar las exportaciones y la inversión, porque si no, no salimos. Los graves problemas que tenemos al respecto: el Gobierno tiene déficit a partir de 2007, cuando antes había superávits gemelos. Y si alguno tiene déficit otro tiene que tener superávit. Y quién lo financia: el sector externo o el privado. El déficit del Gobierno son 4 puntos del PBI. ¿Cuánto nos presta el sector “resto del mundo”? Casi nada. La lógica indica que el sector privado tiene que poner lo que falta. Hagamos números: con las nuevas cuentas del año pasado el PBI daba US$ 600.000 y pico millones, después devaluaron y hoy no se sabe bien cuánto vale el dólar.

    Conclusión, que saqué US$ 150.000 millones y se hicieron 500.000 millones, que deben estar cerca de la vida real después de la devaluación. Entonces 4% de 500.000 da US$ 20.000 millones”.
    Pero plantea: “¿En qué me los estoy gastando? Miro los subsidios a la electricidad, transporte, financiamiento a la política, pero básicamente subsidio a la energía y veo 4 puntos del PBI. 4 de déficit, 4 de financiamiento a las tarifas. Sería fácil sacando a uno y al otro, da cero. ¿Qué hay que hacer para esto? Aumentar las tarifas de la luz, gas… da 10 veces”, concluye.

    Daniel Marx aborda en su análisis el dilema monetario que marcó la diferencia entre la política aplicada por Fábregas desde el Banco Central y lo que pretendía el ministro Kicillof desde que se alejó el arreglo por la deuda. El cerrojo impuesto a la base monetaria para frenar el drenaje de las reservas apostaba a una caída de la inflación, a fin de “dar vuelta la paradoja en cuanto a la restricción externa y con ello generar demanda agregada en pesos y a partir de ahí crecimiento”. Pero el circuito se cortó y la recesión convive con la inflación.

    “Si en 2015 se abriera el camino del financiamiento, permitiría por lo menos estabilizar de alguna manera la economía y que la gente no corriera al ver que las reservas se caen, simplemente revirtiendo los componentes de financiamiento que fueron bastante negativos el año pasado. Si uno realineaba los incentivos, las prefinanciaciones de exportaciones volvían a aparecer, lo mismo que el financiamiento de importaciones, la tarjeta se usaba mucho menos. En consecuencia, además, de ser necesario el sector público salía a tomar dinero”, expone el ex secretario de Finanzas.

    En la misma dirección, Fanelli supedita a que se cambie el rumbo una ampliación de la restricción presupuestaria que alivie el ajuste en ciernes, ante la necesidad de levantar para fin de año US$ 13.000 millones en Lebac que colocó el BCRA para esterilizar emisión, que agregados a la cobertura del déficit fiscal suma US$ 25.000 millones. “Estos números son inmanejables”, sostiene.
    Desde el punto de vista político, advierte que tampoco el salario real puede ser la variable a la que apele la economía para cerrar la restricción externa, porque “trae ruido y conflictos que ya empezamos a ver”.

    Heymann invita a afrontar la presente encrucijada desde donde está parado cada uno, asumiendo que el tipo de incertidumbre actual es “ilevantable” y por lo tanto es imposible hablar de perspectivas económicas con certeza, por lo que es importante definir las incertezas.
    Se encomienda a un especialista en juego para ayudar a formar un árbol de decisiones que marquen un camino que conduzca adonde queremos ir. El suyo, confiesa, resultó enormemente tupido y problemático.