Por Florencia Pulla
Sebastián Biagini
En paralelo al lanzamiento de las últimas novedades de tecnología para consumo masivo presentadas en el IFA 2014, en Berlín, Red Hat se juega por los mercados en desarrollo y, por primera vez, presenta el Red Hat Forum en la región. Fue Chile quien pateó el tablero pero la idea es que los eventos sucedan, entre el 2 de septiembre y el 14 de octubre, en tres ciudades más: Buenos Aires, San Pablo y Ciudad de México.
No es casual que haya sido una empresa que ofrece soluciones en código abierto la que haya visto la oportunidad de reunir a los talentosos de Latinoamérica en una especie de “convención itinerante”: si algo caracteriza al software libre es su capacidad para innovar; en hacer allí donde otros no tienen puesto el foco, donde no ven el negocio.
Incluso, más: en la batalla contra el software privativo, las empresas como Red Hat aparecen como un actor moral. Es que, como dicen los activistas open source, el software libre respeta la libertad del usuario y la solidaridad social de su comunidad. En otras palabras, libera a los usuarios de la dictadura de los desarrolladores; de las ataduras de las licencias. Mucha epopeya tiene el software libre de la mano de activistas como Richard Stallman o expertos como Linus Torvalds. De alguna manera Red Hat, y otras compañías con el mismo core business, son el canal para que esta ideología se haga carne en las empresas.
Nacida en los años 90, la start up creció rápidamente gracias a un modelo de negocios que todavía no abandonó: ofrecer soluciones a medida, soporte y actualizaciones basados en código abierto mediante suscripciones. Demostró que software libre no equivale a gratuito y que había lugar para hacer negocios sin dejar las convicciones en la puerta.
Para Sebastián Biagini, gerente general para la Argentina Uruguay, Paraguay y Bolivia, la vieja dicotomía entre software libre y privativo ya no va más. “Hablar de batalla entre los dos mundos, si se quiere, me parece que ya quedó para una discusión del pasado. Todos los proyectos innovadores que tienen que ver con cloud, big data, las grandes tendencias del software, todos están basados fuertemente en open source. Android –el sistema operativo de Google para celulares y tabletas– es una versión de Linux y si se piensa de una manera más global, Internet misma ha crecido en torno al software libre. Creo que esta concepción de “batalla” la dan los mismos vendors propietarios. Porque por otro lado lo que se está dando es que ellos mismos, las empresas más tradicionales, se están volcando a este modelo de desarrollo comunitario. Ya no hay dos caminos sino mucho solapamiento. Para el proyecto Open Stack, por ejemplo, que es el sistema operativo de las nubes, los que aportan más son tradicionales como IBM, HP o Intel”.
Germán Soracco
Florecer en la crisis
Si es cierto que la tendencia es que detrás de todo haya software libre no resulta raro para Germán Soracco, director de Ventas de Red Hat para la región, que las empresas los elijan cuando buscan recortar gastos sin perder la calidad a la que están acostumbrados. Es que Red Hat es una empresa de tecnología, sí, pero más que nada de servicios.
“Como no vendemos licencias –explica Soracco– toda compra implica un ahorro desde el principio. Implica, para una compañía, poner esos recursos en tecnologías más maduras o en capacitar a los empleados. Muchos de nuestros proyectos empiezan de forma departamental, resolviendo una problemática puntual, y crecen desde ahí. No se trata de proyectos enormes, faraónicos, sino de pensar en el negocio, en lo que necesita, y adaptar la tecnología para que funcione a su favor”. “No es comprar tecnología por la tecnología misma”, acota Biagini.
Así las históricas implementaciones largas y costosas encuentran reemplazos financieramente coherentes en open source. “Florecemos en las crisis –dice Soracco– porque las empresas ven maduración en el producto y porque entienden que sin el modelo de licencias se puede tornar eficiente la inversión”.
Hay otro detalle. Las actualizaciones frecuentes que son parte del modelo de desarrollo comunitario de cualquier empresa de código abierto y esencialmente el modelo de negocios de Red Hat. “Nuestro trabajo es ser un aglutinador de proyectos de las diferentes comunidades. Coordinamos a quienes, de forma dispersa, colaboran. Fedora, por ejemplo, es la versión comunitaria de Red Hat Linux y de ahí sale mucha innovación. Lo que hacemos es agarrar esos paquetes y someterlos a procesos de certificación para que las empresas tengan un nivel de garantía y de estabilidad como al que están acostumbradas”.
El dato vale más que 1.000 palabras. Hoy hay más de 100.000 proyectos en los que se está trabajando de manera simultánea y que son potenciales mejoras a los productos de la compañía. Una cantidad sobre la que las empresas de software privativo solo pueden soñar. “Muchos son chicos universitarios que no los mueve lo material sino colaborar con la comunidad. Se llevan un vaso y una remera”, dice Soracco. Es que, después de todo, el software libre rompe con aquel mantra de las empresas de tecnología tradicionales: que la innovación solo puede venir de la pelea entre la oferta y la demanda.
En Gobierno también
La ola de Gobiernos de izquierda y centro-izquierda en Sudamérica en la última década también significó renovar los esfuerzos para continuar la tendencia inaugurada una década atrás: que los organismos de Gobierno migren a plataformas con tecnología open source. Quizás fue Rafael Correa, Presidente de Ecuador, quién más lo expresó abiertamente. Para él –y para otros Gobiernos como Brasil, Chile, Perú, Bolivia y Venezuela– de la mano del software libre se pueden alcanzar las metas de independencia tecnológica: ser no ya meros compradores sino también generadores de tecnología a escala global.
En la Argentina, por ejemplo, hay tecnología de código abierto en la tarjeta Sube, en las plataformas de la AFIP, y, recientemente, en el nuevo sistema de compras del Estado anunciado por Jefatura de Gabinete en la voz del mismo Capitanich. Pami también es un caso relevante en este aspecto. Gustavo Brey, gerente de Tecnología de Información y Comunicaciones del organismo, contó cómo fue implementar tecnología open source en el nuevo portal que se lanzará próximamente. “El volumen de información que maneja Pami no es común y no hay paquetes comerciales que piensen en ese volumen. Para poder cubrir esos desafíos tecnológicos necesitamos extenderlos, compartirlos y abrirlos a la comunidad no solo para resolverlos de forma puntual sino también para aportar al país”.
Para Biagini el caso de Pami no es una singularidad sino, ya, una política de Estado. “Hace más de una década que el Estado argentino tiene una vocación de implementar más software libre. En lo que sí no estaría de acuerdo es en la obligatoriedad por ley. Nosotros proponemos libertad y si lo impone una ley el Estado quita la posibilidad de elegir. Aunque es claro que el funcionario, naturalmente, tiene que velar por el buen uso de la tecnología para los ciudadanos, siempre”.
Pero, como todo, la aceptación –o no– de cierta tecnología depende de cuestiones culturales fuertemente arraigadas. Si un niño aprende a usar software privativo desde la cuna probablemente se sienta incómodo con cualquier otro. Quizás por eso haya sido tan controversial cuando, en su lanzamiento, el proyecto Conectar Igualdad solo aceptaba Windows como sistema operativo. Luego desarrollaron Wayra, una versión de Linux ad hoc. “La aceptación también es generacional –aclara Biagini–. Hoy los chicos hacen sus trabajos prácticos con lo que tienen a mano y eso muchas veces implica acostumbrarse a herramientas como Open Office o LaTex. Definitivamente, hay que esperar la maduración el mercado y el empuje de las nuevas generaciones”.