Rivales históricos y aliados por necesidad

    Con las sanciones que le impone Occidente por la anexión de Crimea y la disputa con Ucrania, Putin busca abrir la puerta al comercio y la inversión de China. De repente, China se ha convertido en el socio económico más importante, ideal para proyectos en energía, infraestructura y tecnología.
    El discurso triunfalista es sonoro: “El modelo unipolar se acabó en el mundo”, dijo Vladimir Putin a pocos días del acuerdo. “El cuadro global ha cambiado totalmente”.
    El acuerdo constituye una de las noticias más importantes que da Rusia desde la disolución de la Unión Soviética, según el diario inglés The Telegraph. Estipula que Rusia proveerá 38.000 millones de metros cúbicos de gas a China durante 30 años a partir de 2018. Antes de que eso ocurra, ambas partes compartirán el costo de construir la nueva tubería (US$ 77.000 millones) que se extenderá de la Siberia oriental hasta el noroeste chino.
    Pero los grandes problemas que existen entre ambas potencias, acotan algunos analistas, no los puede resolver un acuerdo por el gas, que es un simple matrimonio de conveniencia.
    El acuerdo logra transmitir a Estados Unidos temores de que Rusia, al alejarse de Europa por la crisis de Ucrania, se asocie con China contra el mundo occidental. Ese, de hecho, fue el argumento que transmitió en mayo Russia Today, el canal de propaganda del Krem­lin (escrito en idioma inglés) cuando dijo que el convenio marca “el comienzo de la desdolarización y des-americanización del mundo”.
    Pero la idea de una alianza entre Rusia y China para cambiar el mundo es absurda para muchos. El acuerdo por venta de gas natural no anuncia una alianza antiamericana ni el corto plazo ni en el largo, pues no se trata de una sociedad duradera. Ambos países, dicen, se ven mutuamente como socios y rivales.
    Entre ambos hay mucha rivalidad y mucha desconfianza. No hay que olvidar, por ejemplo, que comparten muchos kilómetros de frontera. En 2008, dos empresas forestales chinas invirtieron en Pashkovo –una localidad rusa sobre el río Amur, que divide ambos países– para cortar árboles (en territorio ruso) para su fábrica ubicada en las cercanías (en territorio chino).
    Dos años más tarde Rusia no permitió que prosiguiera la actividad y cerró el paso fronterizo. “Al principio trasladábamos los troncos atravesando el río hasta la planta procesadora en China”, explica Zhao Fuquan, director del aserradero. “Ahora hay que dar un rodeo de 700 km y la actividad ya no es rentable, reduce la ganancia a la mitad”.
    Este es un ejemplo entre muchos inconvenientes con que tropiezan las empresas chinas que quieren operar en el país vecino. La mayoría de ellas están en el lejano oriente ruso, una amplia región escasamente poblada situada entre el lago Baikal y la costa del Pacífico
    Kangbo, una empresa china que vende maquinaria agrícola en Oblast, la zona autónoma de los judíos en el lejano este ruso, se esfuerza por mantener su negocio a flote por las estrictas cuotas que impone la aduana rusa a los equipos grandes.
    Oubangde, otra empresa forestal china, acusa al Gobierno regional de atacar sistemáticamente a los inversores chinos.
    Este avance de empresas chinas (primero pequeñas y ahora más grandes) sobre territorio ruso equivalió el año pasado a 4% de la inversión extranjera directa (2% en 2009).
    Por su parte, las autoridades rusas dicen que buscan atraer a los inversores chinos pero admiten que el proceso está plagado de desafíos por ambas partes.

    Eje de conveniencia


    Bobo Lo, profesor asociado del Russia and Eurasia Programme del Royal Institute of International Affairs, publicó en 2008 un libro que tituló Axis of Convenience: Moscow, Beijing, and the New Geopolitics. Allí dice que los chinos se hacen pocas ilusiones con Rusia. Saben que histórica y estratégicamente Rusia tiene a Occidente como punto de referencia.
    Según él, pocas relaciones han sido tan malinterpretadas como la “sociedad estratégica” entre Rusia y China. La retórica oficial, decía en 2008, la pinta como modelo de cooperación internacional. En realidad, los lazos son muy ambiguos. Si bien ambas partes se han comprometido con una relación multifacética, la cooperación se ve complicada por sospechas históricas, prejuicios culturales, rivalidades geopolíticas y prioridades encontradas. Para Rusia, China es a la vez el foco de una genuina convergencia de intereses y la mayor amenaza a su seguridad nacional en el largo plazo. Para China, Rusia es un proveedor clave de energía y armamentos, pero cree que su retórica supera en mucho su verdadera influencia.

    Japón y Corea no quieren quedar afuera


    Las embajadas de ambos países han organizado una serie de reuniones con empresas con inversiones en Rusia. El temor, según palabras de un diplomático japonés, es que esta decisión de Rusia de estrechar sus lazos comerciales con China aumente la presión sobre sus intereses económicos. Por eso las compañías buscan intensificar su presencia en territorio ruso.
    La firma en mayo del acuerdo de exportación de gas por un valor de US$ 400.000 millones, algo que no se había logrado en 10 años, es interpretada por estos países como una señal de que Moscú está dispuesto a hacer concesiones para ganar acceso al mercado chino y atraer inversiones. Los rusos también firmaron con empresas chinas contratos por un equivalente a US$ 3.150 millones en acuerdos bilaterales, la mayoría destinados a reactivar la zona del lejano este.
    Esto generó alarma en Tokio y Seúl. Este año, un funcionario de la embajada coreana en Moscú, advirtió que China estaba logrando tener “un enorme impacto en la región” y dijo que la expansión de las empresas chinas allí era una amenaza. Esto explica que los jefes de las principales empresas surcoreanas expresaran interés en el proyecto de las Áreas de Desarrollo Avanzado (ADA) en el lejano este ruso.
    Seúl y Tokio ven al lejano este ruso, con sus abundantes reservas en energía, materias primas y tierras cultivables, como vital para la energía futura y la seguridad alimentaria.
    Porque es allí, en la franja del extremo oriental que abre al Pacífico, que Moscú ha designado el Área para el Desarrollo Avanzado (ADA). Esa franja oriental de Siberia ofrecerá inmensas exenciones impositivas con idea de atraer inversiones extranjeras, dice el Gobierno de Moscú.
    Alexander Galushka, ministro de desarrollo del lejano este ruso, anunció que esas áreas se convertirán en un mecanismo central para el desarrollo económico de una vasta región con potencial aún no explorado. Anunció también que los jefes de las principales empresas japonesas como Sumitomo, Kawasaki, Hitachi, Mitsubishi y Mitsuei han expresado su interés en el proyecto ADA y que lo mismo ocurre con empresas surcoreanas como Samsung, Lotte, LG, Daewoo quienes repetidamente han confirmado su interés en el proyecto.

    Cinco parámetros del crecimiento chino

    Los resultados sobre el crecimiento  económico del segundo trimestre del año, publicados junto a los datos sobre producción industrial, inversión de capitales y ventas minoristas,  son objeto de un minucioso análisis por parte de los inversores globales.

    1. PBI. El premier chino Li Keqiang dijo en Londres que confía que para fin de año China va a cumplir con su objetivo de lograr un crecimiento de 7,5% en el PBI. Los economistas esperan que en el segundo trimestre la expansión definitiva sea de 7,4%, sin cambios con respecto a la caída registrada en el primer trimestre, según una encuesta de Reuters. Pero si el crecimiento es más cercano a 7%, peligrará el objetivo para todo el año y el Gobierno deberá aumentar sus medidas de estímulo.

    2. Venta de propiedades. La actividad inmobiliaria aporta 23% a la economía. Los precios de la vivienda cayeron en junio por primera vez desde 2012. El volumen de las transacciones será clave. Solo si los desarrolladores pueden liberar lo que tienen en inventario se acelerará la construcción. Eso, a su vez, sostendrá otros sectores ligados al sector inmobiliario, como materiales de construcción, muebles y transporte.

    3. Inversión versus consumo. China desea reequilibrar su economía para aumentar el rol del consumo y reducir su dependencia de la inversión. Pero la forma más fácil de lograr crecimiento de largo plazo es lanzando nuevos proyectos de inversión. En 2013, la inversión contribuyó 54% al crecimiento total, frente a 50% del consumo. Si las nuevas cifras muestran que la inversión otra vez supera el consumo como participación de crecimiento en la primera mitad de 2014, será una señal de que el reequilibrio será menos importante para el crecimiento de corto plazo.

    4. Industria versus servicios. Los políticos han prometido aumentar la participación de los servicios en la producción total como parte de los esfuerzos por poner a la economía en un camino más sostenible y reducir el rol de la industria pesada. El crecimiento en el sector servicios superó el del sector industrial en los últimos cinco trimestres, lo cual indica avance hacia el reequilibrio. Pero el impacto de las medidas de estímulo adoptadas en los últimos meses, que se concentraron en proyectos de inversión, puede haber achicado o incluso revertido la brecha en el segundo trimestre, cuando las fábricas aumentan la producción de materias primas para inversión.

    5. Producción siderúrgica. Informar producción por volumen parece recordar la era de la economía planificada. Pero las cifras de volumen pueden decir mucho sobre cuánta demanda anticipan los gerentes de fábrica para los productos. El crecimiento en la producción de acero cayó drásticamente de 10,3% en diciembre a 4,9% en enero y febrero, provocada por la caída de la construcción. El crecimiento repuntó moderadamente desde entonces pero se mantuvo débil en 6% en mayo. Una recuperación en producción de acero significaría que los estímulos funcionan y que a actividad en construcción está lista para repuntar.