¿El riesgo? No en bancos. Ahora está en los seguros

    El rescate más costoso de la crisis financiera de 2008 no fue para ningún banco. Estuvo dedicado al gigante de seguros American International Group, AIG. En total demandó US$ 182.000 millones del Gobierno de Estados Unidos, más del doble que el siguiente en la lista de necesitados, el británico RBS (Royal Bank of Scotland).
    El hecho es que el más grande colapso del sector financiero en la historia del capitalismo fue el de un grupo nominalmente asegurador que se diversificó tanto y tan rápido que se volvió inmanejable e imposible de regular.
    Al evaluar los daños de la crisis financiera todo el mundo señaló a los bancos. Sin embargo, los recientes problemas del grupo asegurador británico RSA llegan para recordar el desastroso colapso de AIG hace poco más de cinco años y sirven para pensar que las aseguradoras también necesitan vigilancia.
    Por fortuna la mayor aseguradora de Gran Bretaña no es muy grande: apenas tiene £ 23.000 millones en activos comparado con el billón de dólares del balance de AIG. También es relativamente directa porque realiza coberturas de edificios y autos en lugar de cosas más enrarecidas. Tampoco se sugiere –aparte de una necesidad de capital estimada en £ 1.000 millones– que sus problemas sean insolubles.
    Sin embargo el caso de RSA, como antes el de AIG, debería disparar la alarma. La aparición de un agujero negro en el negocio irlandés del grupo recuerda que juzgar y explicar un riesgo puede ser más difícil para una aseguradora que para un banco.
    En el año 2007, antes de que aparecieran en AIG las primeras señales de problemas, ni siquiera los más altos gerentes veían los peligros que estaba corriendo el grupo. En agosto de ese año el gerente de Riesgo de la institución hablaba de una modesta y remota posibilidad de que la crisis en ciernes en los mercados llegara a afectar a AIG.
    Cuatro meses más tarde, las cuentas ya mostraban casi US$ 2.000 millones de pérdidas. En un año tuvieron que ser rescatados.
    Los problemas de AIG tuvieron que ver con seguros de títulos inmobiliarios, que colapsaron en valor durante la crisis burlando ostensiblemente las normas contables.
    Pero también puede ser poco confiable la explicación del negocio simple de asegurar. No es sencillo decidir si las bonificaciones pagadas o prometidas deberían tratarse como dinero “ganado”. Hacer reservas para posibles pérdidas es todavía más subjetivo.
    La capacidad de los gerentes y reguladores para mantener controlados los riesgos es más difícil cuando la compañía crece mediante fusiones y adquisiciones, como fue el caso de AIG.
    También los problemas del negocio irlandés en RSA crecieron por operaciones agresivas. Y lo mismo ocurrió con la aseguradora australiana QBE que, en gran medida debido a problemas en los negocios estadounidenses que adquirió, emitió una grave advertencia sobre ganancias a principios de febrero.

    Aseguradoras que no aseguran
    A medida que los bancos descubren que algunos negocios se han vuelto demasiado caros debido a regulaciones sobre el capital, las aseguradoras entran para financiar proyectos de infraestructura y prestan a compañías. Algunos fondos de pensión y seguros de vida también se están abriendo al negocio potencialmente lucrativo de apostar a desastres naturales comprando los llamados bonos catástrofe.
    En una palabra, las aseguradoras son ahora una parte crucial del llamado sector bancario en las sombras, un nuevo pot pourri de grupos financieros que llenan el vacío que dejan los bancos.
    Todos estos cambios presentan nuevos riesgos para los inversores en compañías de seguros y posiblemente para todo el sector financiero, a pesar de que muchos creen que la crisis financiera ya pasó.
    La decisión de los bancos centrales de reducir paulatinamente la oferta de dinero también podría afectar la frágil salud del sistema financiero, especialmente del sector bancario en las sombras, que prácticamente no se vigila. Patrick Jenkins, columnista de Financial Times, cree que algunos reguladores son conscientes del peligro, convencidos de que deben evitar la recreación desastrosa de los viejos riesgos bancarios en otras partes del sistema financiero.