Motores del crecimiento mundial

     

    Por Consultora Ledesma

    Por Consultora Ledesma

    Aunque mantiene un ritmo débil en relación a otros períodos históricos post crisis, el arrastre de 2013 deja una tendencia a seguir mejorando en las economías desarrolladas y a interrumpir el deterioro en el caso de los principales países emergentes después de los últimos dos años.
    Este año será un año de cambios en la potencia de los motores del crecimiento mundial, en relación a los que veníamos observando en la recuperación de la crisis de 2007. Por primera vez, EE.UU., Europa y Japón volverán a crecer juntos, mientras las economías emergentes tendrán una performance menos lucida de la que han reflejado en el pasado reciente como consecuencia del endurecimiento de las condiciones financieras y de un dólar más fuerte.
    En este contexto, se espera una expansión de 4,1% de la economía mundial como consecuencia de un incremento del nivel de actividad de 2,2% en las economías desarrolladas y de 5,9% de las emergentes.
    Las condiciones monetarias generales, que hasta ahora se mostraron coordinadas comenzarán a reflejar la divergencia; mientras que la política fiscal ha relajado la presión del ajuste, más en EE.UU. que en Europa, pero lo cierto es que después de cuatro años de destruir fuentes de trabajo y traccionar negativamente el crecimiento, este año al menos alcanzaría a desempeñar un rol neutral, que después de los casi 2 puntos del producto que restó el año pasado, no luce como un avance menor.
    La salida prolija y gradual del QE (quantitative easing, o política de inyección mensual de recursos por parte de la Reserva Federal) junto con un consenso político, aunque sea mínimo, respecto de los principales lineamientos fiscales de corto plazo en EE.UU., son factores positivos que reducen la aversión al riesgo en los mercados internacionales.

    El riesgo europeo
    Pero Europa permanece como un riesgo latente. La estabilización del nivel de actividad y los avances hacia la unión bancaria son señales positivas, pero el nivel de endeudamiento público y privado exige un ajuste que no es consistente con la recuperación, evidenciando la vulnerabilidad del sistema financiero. Por su parte, China mantiene un alto riesgo asociado al sistema financiero informal, mientras su economía se desacelera como consecuencia del rebalanceo interno.
    Japón crecerá, pero menos por el ajuste fiscal en curso, y las economías emergentes enfrentarán un contexto algo desfavorable, tanto por menor precio de los commodities como por mayor costo de financiamiento.
    Este panorama implica que la coordinación de las políticas económicas será más difícil que en los últimos años. El desempeño económico divergente y el mayor nivel de conflictividad social y política han reducido el margen de maniobra de los líderes políticos. Es por ello que no debemos esperar señales conjuntas y concretas que reduzcan el nivel de incertidumbre, ni la coordinación de políticas tendientes a apuntalar el crecimiento como veníamos observando hasta ahora, aunque sí se registrarán avances en materia comercial a medida que la recuperación permita que se vayan reduciendo las presiones proteccionistas.
    Como consecuencia, ante un balance de riesgos que todavía tiende a ser negativo pero con una economía que comienza a repuntar, el desempleo de largo plazo sigue siendo el mayor desafío de la recuperación cuando el mundo se prepara para el desmantelamiento de la intervención monetaria. En este contexto, mantener la tendencia a la recuperación será el gran desafío para los motores del crecimiento mundial en 2014.

    EE.UU.

    ¿Hasta cuándo la Reserva Federal pagará la cuenta?

    Este año aportará más al crecimiento global que China, por primera vez desde que estalló la crisis. Después de que en 2013, la performance de la economía no alcanzó las previsiones iniciales, como consecuencia de un encadenamiento de ajustes fiscales disparados por la falta de acuerdo en el Congreso para delinear una política fiscal sustentable.

    Como consecuencia, la economía creció menos de 2%, la inflación permaneció estancada en torno a 1% y el desempleo bajó solo 8 décimas, con lo cual quedan 11 millones de desocupados a pesar de los 2,3 millones de puestos de trabajo que se generaron en el último año, que se suman a los 2 millones del año anterior, a pesar de la caída del empleo público. Esto significa que aun habiendo pasado 5 años desde el estallido de la crisis financiera, el nivel de empleo todavía no ha alcanzado los valores previos.
    El año pasado, tanto la política monetaria como fiscal de la primera economía del mundo fueron una fuente de incertidumbre que mantuvo las proyecciones en baja y la inversión estancada. Sin embargo, especialmente en el último tramo de 2013, la economía real ha dado signos de estar atravesando una leve aceleración de la recuperación moderada que deja un buen arrastre.
    En el plano fiscal, el ajuste se ha venido imponiendo, ante la falta de consenso, desde 2011, cuando comenzó el conflicto político en torno a la elevación del techo del endeudamiento. Desde entonces el disenso en torno a la combinación de reducción de gastos y aumento de impuestos necesarios para sostener el Estado, terminó disparando el sequester a partir del primer trimestre del año pasado (como pieza de negociación de lo que se conoció como abismo fiscal al cierre de 2012), que implicó un recorte automático de gasto público en torno a 2 puntos del PBI durante 2013. Nuevamente en octubre, las negociaciones en torno a una nueva elevación del techo de la deuda pública llevó a un cierre parcial del gobierno federal durante 16 días y al final del año las negociaciones presupuestarias volvieron a empantanar la discusión en el corto plazo, solo para evitar una nueva paralización al arranque de este año.

    Producto del fracaso
    La política fiscal estadounidense de los últimos años fue más el producto del fracaso de las negociaciones partidarias y un calendario de estricto ajuste impuesto por la falta de acuerdo, que la planificación coordinada, a diferencia de lo que podría haberse esperado en el contexto de una economía que viene recuperándose solo en forma anémica. Nada es gratis, la consecuencia de no tomar las decisiones a tiempo fue una corrección a la tasa de crecimiento de 2013 de más de medio punto a pesar del mejor desempeño de la segunda mitad del año.
    Tal como hacíamos referencia en el artículo referido al desempeño de la economía norteamericana en la versión del anuario 2013, las cuestiones de fondo relacionadas al esquema impositivo y el sistema de seguridad social, además del perfil de vencimientos de la deuda pública, más allá del ruido político, siguen sin mostrar avances.
    Sin lugar a dudas el mayor desafío que enfrenta EE.UU. en el frente fiscal está relacionado con el sistema de salud, ya que es el segmento de gasto público que más está creciendo y, junto con el sistema de seguridad social, explica más de la mitad del presupuesto federal. La progresión de envejecimiento de la población solo mantiene esa cifra en ascenso.
    En este contexto, está claro que la política monetaria flexible que fue un pilar fundamental de la recuperación, no puede extenderse indefinidamente. Sin embargo, la recuperación no ha dado signos de robustez como para dejarla caminar sola aún y la política fiscal no fue consistente con el objetivo.
    La FED debió salir al ruedo y fogonear la economía, manteniendo las tasas de interés en torno a cero, inyectando liquidez y cuando el mercado percibió, allá por el final de mayo, la disminución gradual de la compra mensual de activos por US$ 85.000 millones, la tasa a 10 años comenzó una escalada que disparó un efecto dominó sobre el resto de las tasas de interés que se sintió hasta en los créditos hipotecarios. Claramente fue una sobrerreacción, pero también una señal de que era demasiado temprano.
    Como consecuencia, los emergentes registraron un flujo de salida de capitales, financiamiento más caro y caída del precio de los activos, que debió ser parcialmente compensada con la depreciación de sus monedas. Esta sobrerreacción inicial, tan solo ante la posibilidad de que el repliegue de la inyección de liquidez comenzara en el corto plazo, fue una muestra de lo que puede suceder este año en la economía mundial cuando la FED comience el ajuste de su política monetaria.
    Mientras tanto todos los índices bursátiles superaron su propio récord histórico, aunque con volúmenes negociados relativamente bajos.
    El cambio de autoridades de la FED jugó a favor de la extensión del QE. Bernanke le deja este año la FED a Janet Yellen, su co-equiper, con lo cual se espera que el repliegue de la recompra de activos con inyección monetaria no comience a sentirse sino después del cierre del primer trimestre, si la tendencia general de la economía se mantiene.
    En ese contexto, las perspectivas para este año reflejan que la primera economía del mundo crecerá en torno a 2,5%, sosteniendo el ajuste fiscal en curso (en 2009 el déficit alcanzó a 10% del producto y este año será de casi la mitad) y comenzando el repliegue de la política monetaria acomodaticia, aunque solo gradualmente, se observará un sostenido aumento del costo del financiamiento y el endurecimiento de las condiciones financieras. El desempleo descenderá muy lentamente y la inflación permanecerá por debajo del límite de tolerancia, mientras la deuda pública alcanzará a representar 110% del producto.
    Como consecuencia, la política debería tomar el toro por las astas y encarar un sendero sustentable a fin de evitar mayores costos en términos de crecimiento y empleo y permitir que la inversión impulse el nivel de actividad y generación de puestos de trabajo.
    Por Consultora Ledesma

    Europa

    Alemania, de locomotora a verdugo del bloque de la UE

    Después de haber atravesado una doble recesión, la economía de Europa registró una caída de 0,4% el año pasado (que se suma a la contracción de 0,6% registrada en 2012) y recién comenzará a recuperarse este año cuando se espera una expansión de 1,1%, en promedio. Después de seis trimestres, recién salió de la recesión en el segundo trimestre del año pasado.


    Angela Merkel

    Aunque en la periferia recién alcanzó a estabilizarse el nivel de actividad hacia el final del año. En la perspectiva para este año surgen una serie de factores internos que restringen la expectativa de recuperación europea, más allá del debilitamiento de la demanda externa, como consecuencia de la desaceleración de los emergentes, y el repliegue del ciclo de liquidez que comenzará la FED.
    La continuidad del proceso de desapalancamiento y consolidación fiscal en curso, particularmente severa en la periferia (aún a pesar del relajamiento de las metas previstas inicialmente y la ralentización del ritmo de los ajustes); la debilidad del sistema financiero y la fragmentación de los mercados, mantiene acotado el alcance de la política monetaria, así como la débil reacción del mercado de trabajo a las señales de recuperación refleja el escaso avance en la reforma de su regulación.
    Todavía se espera que este año el desempleo se ubique por encima de 12%, un nivel récord con mucha persistencia de desempleo de largo plazo, aunque en la periferia 1 de cada 4 trabajadores no tiene empleo, siendo un fenómeno particularmente concentrado en las personas más jóvenes.
    Durante la recuperación, la economía alemana (primera economía de Europa) actuó como una locomotora que traccionó al resto del bloque compensando, especialmente el de­sem­peño de las economías de la periferia en el promedio y seguirá haciéndolo este año cuando se espera que registre una tasa de crecimiento en torno a 1,7%; mientras España e Italia retornan solo tímidamente al terreno positivo.
    Pero los promedios esconden realidades muy diferentes en el seno del bloque, que se han materializado en tensiones políticas y pase de facturas. Todas las decisiones conjuntas terminan en una batalla política entre Alemania y el resto del bloque que llegan a un punto de quiebre generando incertidumbre respecto de la cohesión del bloque. En 2013, esta situación fue particularmente tensa porque el hecho de que Merkel se enfrentara a las urnas, mantuvo su compromiso con el resto de Europa muy acotado.
    Alemania reconoce su liderazgo y presiona por imponer las reglas del juego: austeridad fiscal y estricto apego al compromiso hacia la consolidación. En ese sentido, su escasa tolerancia a la inflación y el severo ajuste fiscal impuesto a las economías que han debido recurrir a los mecanismos de rescate, reflejan la baja predisposición del electorado alemán a hacerse cargo de las facturas que dejó la crisis en el resto de los países y al escaso valor que le dan al resto de Europa como socios estratégicos para haber reconstruido su economía, aún a pesar de que es la economía que más se ha beneficiado de los avances en la integración.

    Mutua necesidad
    Hasta ahora, había quedado claro que Europa no podría lograrlo sin el apoyo de Alemania pero en 2013 se consolidó la idea de que Alemania tampoco puede mantener su fortaleza (ni hubiera podido construirla) sin el resto del bloque. Esta mutua necesidad es lo que mantiene a Europa unido a pesar de la divergencia en la performance de sus economías y el enfoque político de las reformas pendientes.
    En medio del conflicto político desatado entre Alemania y el resto del bloque respecto de la responsabilidad de la política comercial de la primera economía de la UE sobre la performance del resto, encontrar un talón de Aquiles en la estrategia de Alemania luce como la única salida para relajar las metas de ajuste fijadas a los agobiados gobiernos de la periferia.
    Entonces, la periferia consiguió que el ritmo de la recuperación impusiera un relajamiento de las condiciones exigidas a los países rescatados por el riesgo de que la severidad de los ajustes terminen generando la necesidad de un nuevo salvataje. El ritmo de la recuperación se mantuvo anémico, especialmente en la periferia pero el debilitamiento del contexto externo puso en duda la capacidad de las economías centrales de compensar su evolución y entonces se forzó una flexibilización monetaria y fiscal mayor a la prevista inicialmente. La presión afectó el liderazgo político de los gobiernos europeos, cercados por el aumento de la tensión social que llegó a poner en riesgo la posibilidad de mantener el ritmo de aplicación de las reformas estructurales, especialmente aquellas relacionadas con el mercado de trabajo y la consolidación fiscal.
    Europa encara el mayor desafío que le deja la crisis, encontrar un perfil sustentable a la deuda pública y sanear el sistema financiero. En noviembre del año pasado el BCE encaró el inventario que determinará qué entidades son viables, cuáles requieren un mayor compromiso de capital y cuáles debieran ser asistidas.
    Tal como sucedió con la negativa alemana a la emisión de Eurobonos, que dejó sin resolver la cuestión en torno al nivel de deuda pública que sigue arrastrándose, el salvataje de los bancos se plantea como una cuestión que deberá encarar limitadamente cada gobierno. Pero esta posición, que reduce el compromiso solidario, también afecta la cohesión del bloque a través del impacto sobre la capacidad de recuperarse de sus economías y el efecto sobre su calidad crediticia y, por lo tanto, el costo del financiamiento, especialmente relevante en el inicio de un período de alza de las tasas de interés.
    En este contexto, parece que el BCE está dispuesto a asumir la responsabilidad de poner la necesidad de balancear las economías como premisa fundamental para defender la cohesión. La reorientación del proceso de crecimiento de Alemania hacia un mayor consumo interno resulta un factor fundamental para reforzar la demanda de los productos del resto del bloque y el crecimiento se derrame.
    Por Consultora Ledesma

    China

    Desaceleración y un rebalanceo en curso

    Después de las crisis de los emergentes en los años 90, debido al impacto de la reversión del flujo de capitales, muchos de estos países entraron en una dinámica de acumulación de reservas preventiva. Esto, además de sumar divisas para amortiguar el ciclo económico, les permitió intervenir en el mercado de cambios.

    Además de administrar la flotación y abaratar el precio de sus exportaciones. China sin duda llevó la delantera y actualmente posee más de tres cuartas partes de las reservas internacionales totales de los BRIC.
    Desde 1993 hasta 2007, la tasa de crecimiento de la economía china promedió 10,5% anual, impulsada por la dinámica de la inversión. Los desbalances globales generados por países desarrollados con déficit fiscal y endeudándose, a la vez que los países emergentes acumulaban reservas como resultado del superávit comercial sostenido por un tipo de cambio artificialmente bajo, no podían durar para siempre y el estallido de la crisis financiera internacional fue el punto de inflexión a partir del cual la economía china comenzó un proceso de sostenida desaceleración, que este año reflejará una tasa de crecimiento levemente por encima de 7,5%.
    La transición desde un modelo de crecimiento liderado por la inversión a una economía más equilibrada, en la que el consumo interno aumente su participación dando continuidad al modelo de crecimiento con estabilidad, conlleva necesariamente una moderación de la tasa de aumento del nivel de actividad, pero que puede sostenerse en el largo plazo con un menor nivel de volatilidad. Solo así China podrá mejorar la distribución del ingreso que todavía es la peor del mundo. Si bien el incremento de los salarios y la revaluación del yuan han afectado la competitividad de sus productos en el mercado internacional, también es cierto que el Estado ha acumulado una fortaleza financiera que le permite maniobrar en tiempos de cambio con un amplio margen para incentivos fiscales para compensar la transición.

    Retroceso en productos básicos
    El tamaño del mercado chino permite anticipar que una desaceleración de su economía, junto con una moderación de la recuperación de los países desarrollados, a quienes China vende los productos que industrializa, significará un retroceso inevitable del precio de los commodities, tanto primarios como industriales. Ahora, el mercado interno resulta ser una fuente de crecimiento más relevante para China que el sector externo, y la desaceleración global le ha significado más costos a la economía china que lo que la desaceleración de su economía ha significado al resto del mundo.
    No es solo la desaceleración de la tasa de crecimiento lo que pone hoy a China en el foco internacional; también es la debilidad de su sistema financiero y la lenta aplicación de reformas estructurales necesarias para continuar el proceso de convergencia, especialmente aquellas relacionadas con el diseño y la implementación de un esquema de seguridad social que permita afrontar cambios demográficos.
    La economía china enfrenta enormes desafíos. Más allá del envejecimiento de su población y los efectos sobre el mercado laboral, el sistema de salud y la seguridad social, existe un gran atraso en infraestructura y calificación del recurso humano que estos 20 años de convergencia acelerada aún no pudieron superar. Todavía tiene la peor distribución del ingreso del mundo, aún a pesar de ser responsable de la mayor reducción de pobreza en términos absolutos de los últimos años.
    Por Consultora Ledesma

    Japón

    Abenomics es ahora el nombre del juego

    Flexibilización monetaria, estímulo fiscal y reformas estructurales, desregulación económica y liberalización comercial, principalmente, fueron los pilares anunciados del Plan Económico, implementado a partir de 2013 con el objetivo de terminar con las presiones deflacionarias, impulsar el crecimiento de la economía nipona y disminuir el peso de la deuda.


    Shinzo Abe

    El efecto inmediato del programa –conocido como Abenomics por su impulsor, Shinzo Abe, el Primer Ministro Japonés– fue una mejora de las perspectivas de corto plazo y del panorama económico general; una especie de tregua de los mercados, que se reflejó en la performance del primer semestre de 2013, en el que la economía creció a un ritmo en torno a 4% anual de los cuales la mitad podían atribuirse al nuevo paquete de medidas y sus efectos de corto plazo.
    ¿Sirvió? La flexibilización de la política monetaria (a través de la cual el Banco Central busca alcanzar una tasa de inflación de 2% en 2015) permitió, especialmente en la primer mitad del año, revertir la deflación después de 15 años, el precio de los activos subió, (entre el anuncio y junio de 2013 el Nikkei subió 30% y el yen se depreció 17%) y los exportadores se vieron beneficiados por los efectos de un yen depreciado.
    En cuanto a la política fiscal (en 2013 se aplicó un estímulo equivalente a un punto y medio del PBI financiado con un aumento de la deuda), no queda claro si el efecto neto sobre la economía logra compensar el aumento de la deuda pública y el peso de los servicios sobre el presupuesto, pero las reformas estructurales vienen muy atrasadas, en el sector agrícola, el mercado laboral y el sistema de seguridad social y, especialmente en lo que se refiere a la gradual eliminación de las barreras comerciales y la desregulación de la economía, limitando el potencial de impulsar el crecimiento de largo plazo.
    El principal desafío de 2014, en un contexto de popularidad en descenso, será aumentar el impuesto al consumo, que actualmente tiene una alícuota de 5%, entre las más bajas del mundo, a fin de encarar la consolidación de las cuentas fiscales. A partir de abril de este año, la alícuota será de 8% y en 2015 alcanzaría a 10%. Es un paso importante, claro está, pero no es suficiente. Porque para superar el proceso deflacionario Japón deberá entrar en una senda de crecimiento sostenido.

    Costo de la deuda
    El proceso de consolidación fiscal (que se inicia con el aumento de la presión fiscal en 2014, pero que apunta a reducir el déficit primario a 3,3% del PBI en 2015 y a equilibrar el presupuesto en 2020) llega para hacer frente al costo creciente de una deuda que ya alcanza casi a 250% del PBI.
    Aún a pesar del impacto del aumento del impuesto se espera un crecimiento económico en torno a 1,2% este año, como consecuencia del contexto internacional y el ajuste fiscal (conjuntamente entre 2013 y 2014 el impacto del Abenomics sumó 1pp a las proyecciones de crecimiento), después de haber crecido 2% real el último bienio, la inflación podría rondar 2% este año por el impacto de las nuevas alícuotas impositivas pero la proyección de largo plazo todavía está muy por debajo. Mientras tanto, el desempleo permanecería estancado o incluso subiría a 4,3%.
    En este contexto, resulta crucial que Japón acelere el proceso de reformas estructurales comprometido para fomentar el empleo, la productividad y la inversión.
    Por Consultora Ledesma

    Nadie queda al margen de la crisis

    Las economías emergentes no son lo que eran antes

    Fueron las responsables de la generación de más de la mitad del PBI mundial en 2013. Hace tan solo 20 años la proporción estaba por debajo de un tercio. El crecimiento más rápido de estas economías en relación a las más desarrolladas desde los años 90 hizo que su participación sobre la economía creciera más de un punto porcentual por año desde entonces.

    Desde 2008 el crecimiento de las economías emergentes explicaba dos tercios del crecimiento mundial pero desde el año pasado la tracción no llega a la mitad. Según las últimas estimaciones del FMI, en 2013 Brasil creció 2,5%, al igual que Rusia, India 5,6% y China 7,8%, todas fueron ajustadas a la baja en más de una oportunidad durante el año pasado, promediando una tasa de expansión emergente en torno a 4,5%, es decir, 3 puntos porcentuales menos que en 2010 y el crecimiento más bajo de la última década. Con lo cual, la crisis financiera del mundo desarrollado y su lenta y débil recuperación ha probado que los BRIC y otros emergentes no pueden mantenerse al margen, al menos no indefinidamente.
    La fuerte desaceleración de las tasas de crecimiento, el aumento de la vulnerabilidad doméstica y el riesgo de crisis por balanza de pagos entre las economías emergentes, reabrieron la discusión en torno al desacople. Aunque en 2013, quedó claro que el ciclo económico y la reacción de la política monetaria (especialmente de EE.UU.) siguen determinando los cambios en la aversión al riesgo, en general, y la participación de activos emergentes en las carteras de inversión, en particular, marcando el sentido de los flujos de capitales.

    Dinero más caro
    Durante toda la etapa de recuperación, los emergentes gozaron de excelentes condiciones de disponibilidad y costo de liquidez que financiaron la expansión del crédito, pero cuando en mayo la FED tan solo mencionó el tapering y las tasas se dispararon llegó una muestra de lo que podría estar por venir. Desde entonces, el valor en dólares de las acciones que cotizan en los mercados de estos países cayó 17% y sus monedas se depreciaron 20%, mientras que el costo del dinero se les encareció entre 2 y 4 puntos porcentuales y surgió el club de los cinco frágiles, que son aquellos países en los que dado su tamaño relativo, el déficit de la cuenta corriente resulta preocupante: Brasil, India, Indonesia, Sudáfrica y Turquía.
    Lo que implica que los emergentes construyeron fortalezas que les permitieron enfrentar la crisis con mayor capacidad de acción, tanto en el plano fiscal como monetario, pero en la medida en la que la recuperación de la economía mundial es muy débil, el rebalanceo interno de sus economías y la desaceleración de la demanda mundial de sus productos de exportación expusieron las inconsistencias que acumularon.
    En este contexto, las economías emergentes enfrentan desafíos tales como la liberalización de los tipos de cambio, el establecimiento de anclas nominales cuando no hubiera instituciones monetarias creíbles, el resguardo de la estabilidad de sus sistemas financieros, la necesidad de enfrentar una consolidación fiscal que asegure la sustentabilidad de las cuentas públicas, y, sobre todo, encarar reformas estructurales que han quedado pendientes de las épocas de vacas gordas, tales como la remoción de barreras de entrada en los mercados de productos y servicios que favorezcan la competencia, y la promoción de la asociación público-privada para superar el atraso de la inversión en infraestructura.
    Por Consultora Ledesma

    Brasil

    El gran peso de las reformas pendientes

    Tras la implementación del Plan Real, que dejó atrás una década de estatismo, déficit fiscal e incremento exponencial de la deuda pública, se sentaron las bases de la estabilidad macroeconómica y el crecimiento sustentable, reforzadas durante el primer gobierno de Lula (más de 30 millones de personas salieron de la pobreza).

    El apego del gobierno brasileño por la política monetaria de objetivo inflacionario que mantuvo la variación del nivel general de precios entre las bandas de tolerancia sólo a excepción de 2011 (y este año muy pegada a la banda superior) y la rigurosidad fiscal que permitió reducir la magnitud de la deuda, se fueron diluyendo a medida que la economía reclamaba un golpe de timón ante un contexto internacional adverso.
    Desde 2011 el mercado internacional mantiene a Brasil como una gran incógnita. La inflación ha venido siendo más alta y la performance de su nivel de actividad ha estado por debajo del resto de las economías de América latina. Las reformas sobre el complejo e ineficiente sistema impositivo nunca llegaron, las reformas necesarias para asegurar el flujo de inversión en infraestructura para reducir los costos logísticos tampoco y toda la política económica se concentró en el corto plazo. El boom de crédito y consumo inicial, perdieron impacto y la cuenta corriente ha entrado en el rojo por primera vez en años.
    Tal como vienen haciendo todos los gobiernos desde el retorno a la democracia, la respuesta vino por el lado del gasto público que siguió creciendo en términos del PBI. La presión fiscal actual excede 35% del producto, por encima de Japón o Estados Unidos, pero con servicios públicos que distan en calidad y cantidad de aquellos parámetros. Sólo a modo de ejemplo cabe destacar que según el World Economic Forum, Brasil ocupa el puesto 114 de 148 naciones en las que se mide la calidad de la infraestructura, debido a la escasa inversión que, actualmente concentra tan solo 1,5% del PBI.
    Este año, las proyecciones de crecimiento para la economía brasileña arrancaron alrededor de 4,5% y después del desempeño decepcionante que reflejan las cifras oficiales del tercer trimestre del año pasado, en el que el PBI se retrajo 0,5% en relación al período anterior, las últimas actualizaciones muestran que el crecimiento económico podría alcanzar tan solo a 2,3%. Hoy por hoy, tres cuartas partes de los proyectos más importantes están fuera de presupuesto o retrasados. El gobierno de Dilma comprendió que necesita del capital y el know how privado, pero todavía el marco regulatorio y los proceso burocráticos conllevan riesgos implícitos que el retorno no logra compensar.
    El final de la etapa de dinero barato seguramente impactará negativamente sobre la cotización de los principales bienes que Brasil exporta al mundo pero puede favorecer la competitividad de su industria manufacturera. Sin embargo, si el impulso inicial no se acompaña de un fortalecimiento de la inversión en infraestructura, una disminución de los costos fiscales para el sector formal y un esfuerzo para aumentar la proporción de mano de obra calificada, el beneficio inicial se diluirá rápidamente.
    Por Consultora Ledesma