Para entender la globalización

    Hasta no hace mucho, el avance de la globalización se vivía como una ley natural. El comercio siempre crecería al doble de la velocidad del PBI, los mercados financieros se irían integrando cada vez más, la inversión extranjera directa (FDI según siglas inglesas) proliferaría libremente y la información y la gente se moverían por el mundo con más facilidad. Las fronteras y la distancia dejarían de ser importantes. Pero entonces llegó 2008 y la crisis financiera global golpeó el comercio y los flujos de capital de manera tan fuerte que ahora muchos se preguntan si la globalización se ha detenido o si tal vez está en retirada. Ese es el diagnóstico que trazan Pankaj Ghemawat y Steven A. Altman en Making Sense of Globalization publicado en Strategy & Leadership.
    La globalización aumentó ligeramente en 2013 y con o sin ese aumento, seguirá teniendo un impacto significativo en toda empresa que persiga una estrategia multinacional. Pero los cambios no son tan simples como suele creerse. La globalización no es un fenómeno uniforme en todo el mundo. Los países más conectados del mundo (como los Países Bajos, Singapur, Suiza y Reino Unido) tienen una conexión muchas veces superior a la de los menos conectados (que incluyen Burundi, Myanmar, Botswana y Paraguay). Como el alcance de la conexión global guarda relación con crecimiento económico, esta discrepancia es importante para los países y para las compañías que trabajan en ellos.
    Pero no sería lógico basar las decisiones sobre dónde hacer negocios considerando solo datos de conexión. Las estrategias inteligentes en el complejo entorno de hoy requieren una visión multidimensional de esas interconexiones. Las compañías deben considerar tres dimensiones importantes:
    Profundidad: cuánto de la actividad económica de un país está teniendo lugar fuera de sus fronteras.
    Amplitud: cómo están distribuidos los flujos internacionales de un país (si, por ejemplo, implican solo los países vecinos).
    Direccionalidad: la proporción de flujos hacia afuera y hacia adentro de un país.
    Entender los patrones de los nexos económicos, y cómo están cambiando, es el propósito del índice que Ghemawat y Altman realizan en el Center for the Globalization of Education and Management y en la IESE Business School.
    El Global Connectedness Index es patrocinado por DHL, la compañía de envíos internacionales, desde 2011 y permite comparaciones de los datos relevantes para todos los años desde 2005. La tercera edición salió el 3 de noviembre de 2014. Tomando 140 países, el índice mide y analiza los flujos de comercio, capital, personas e información. Luego los suma país por país y por región y obtiene una idea de los cambios en esos patrones año por año.
    Entre 2013 y 2014, la conectividad global aumentó apenas. Se venía recuperando desde la crisis pero esa recuperación se desaceleró en 2012 y se mantiene muy por debajo de su pico pre crisis. Afortunadamente la profundidad, que se relaciona con crecimiento económico y que se había detenido, volvió a subir. Peor la amplitud continuó declinando. La direccionalidad, que mide la orientación del flujo, ni subió ni bajó.

    Las tres dimensiones

    Un aspecto de la conexión global (profundidad) está creciendo, pero otro (amplitud) está declinando. Las estrategias globales deberían tener en cuenta ambos factores, junto con un tercer aspecto, direccionalidad, que mide si el flujo predominante viaja hacia adentro o hacia afuera de un determinado país.
    Los datos sobre profundidad ayudan a explicar muchas de las dificultades que las compañías enfrentan cuando hacen negocios en el extranjero. El índice rastrea los flujos internacionales de comercio, de capital (inversión extranjera directa y cartera de valores, como acciones compradas en mercados extranjeros de valores), de información (ancho de banda internacional como representante del tráfico en Internet, llamadas telefónicas y publicaciones impresas) y personas (inmigrantes, estudiantes universitarios, turistas y viajeros de negocios). Para solo dos de esas variables –comercio y cartera de valores–los niveles de internacionalización exceden 20%. Y cuando los datos de comercio se ajustan para compensar los productos que cruzan las fronteras muchas veces durante el proceso de manufactura, la cifra general cae de 32% a cerca de 23%. O sea que menos de 25% de la producción económica del mundo cruza las fronteras nacionales.
    La profundidad varía según los tipos de flujos. A menudo es relativamente fácil hacer inversiones financieras en firmas extranjeras (cartera de valores) y enviar productos de un mercado a otro (comercio). Más difícil es hacer y manejar operaciones en el extranjero (IED) y más difícil todavía crear una organización donde su personal sea tan global como sus ambiciones de mercado (inmigración, educación internacional y viajes de negocios).
    Las tendencias también varían por actividad. La profundidad de los flujos de la información internacional subió todos los años desde 2005 alimentada por la expansión de las telecomunicaciones de banda ancha. El capital internacional y los flujos de personas crecieron entre 2012 y 2013. Pero la profundidad del comercio declina desde 2011; se exporta una menor proporción de los bienes que se producen anualmente. Los últimos pronósticos implican una continuación de estos patrones. Se calcula que más información y más capital cruzarán las fronteras nacionales, mientras que la recuperación del comercio que tanto se espera se sigue postergando. Hasta aquí, los pronósticos.
    Los resultados hasta la fecha son claros: los desafíos de hacer negocios en el extranjero son enormes y lo seguirán siendo. Sin embargo, a no desalentarse, dicen los autores. Hay grandes oportunidades todavía no exploradas para crear valor en el extranjero. En un mundo de semi globalización, donde los mercados están apenas parcialmente integrados, las estrategias inteligentes todavía pueden lograr grandes ganancias escalando negocios en el extranjero y arbitrando en diferencias internacionales, especialmente cuando esos esfuerzos están acompañados de las adecuadas adaptaciones a los contextos nacionales locales. 

    Tiempos difíciles

    La declinante amplitud de la globalización ayuda a explicar por qué las empresas internacionales han tenido tiempos más difíciles en los últimos años. En 2005, la mayoría de las interacciones internacionales rastreadas en el Global Conectadness Index iban de una economía avanzada a otra, pero desde 2010, en la mayoría figuraba una economía emergente en uno o ambos lados de la transacción. Ya no es necesario que esas economías emergentes interactúen tanto como antes con las economías avanzadas; ahora pueden obtener lo que necesitan entre ellas. O sea que el centro de gravedad económico del mundo está trasladándose hacia el este a mercados emergentes y en consecuencia, sus patrones de flujo geográfico están volviéndose más diversos.
    Direccionalidad, la tercera dimensión estudiada en el DHL Global Connectedness Index, también es fundamental en el análisis a nivel país. Una firma que piensa invertir en Corea del Sur, por ejemplo, tal vez sepa que ese país participa activamente en los flujos de capitales internacionales. Pero es importante saber que estos flujos son, desproporcionadamente, hacia fuera: las firmas surcoreanas son grandes en el extranjero, pero las firmas extranjeras son todavía participantes relativamente pequeños en la economía doméstica de Surcorea. Entonces, ese país puede no ser un lugar donde invertir sea fácil como indicaría la información sobre flujo de capitales.
    En general, las compañías que trazan una estrategia global deberían primero considerar los aspectos específicos de la conexión que importan para su propio éxito. Las que quieren fabricar deberían considerar la profundidad y amplitud del comercio de mercancías del país, mientras que las que buscan instalar una presencia en el sector de medios de un país deberían tener en cuenta el grado y dirección de sus flujos de capitales e información. La distancia, tanto geográfica como cultural, también importa. La relativa facilidad para operar en países extranjeros depende también de cuán familiarizada esté la compañía con la cultura e instituciones políticas y económicas del lugar.