Estado de situación de la educación en la Argentina – parte 3

    Los estudiantes
    Los niños que asisten a la escuela primaria no constituyen el tema crítico. El grupo de desvelo, en el que se evidencia agudamente el conflicto, es el de púberes y adolescentes.
    Son, según la tipología de generaciones más corriente, la generación Z. Esa tipología supone que los nacidos entre ciertas fechas comparten un entorno político, productivo y tecnológico, valores sociales, universos simbólicos que condicionan “modos-de-ser-en-el-mundo” absolutamente singulares.
    Los jóvenes de la generación Z tienden a ser la pesadilla de docentes refractarios a la tecnología y de aquellos empecinados en detener el reloj.
    Los nativos digitales no han elegido nacer alrededor del Milenio, es su realidad y se diferencian de generaciones previas en cuanto a su capacidad multi-tasking, modalidad de atención, menor capacidad de concentración, protagonismo en la búsqueda, experimentación anárquica, necesidad de participar, horizontalidad de sus vínculos, menor tolerancia a la frustración.
    Algunos de estos rasgos pueden impulsar el conocimiento y cultura cívica si los docentes asumen su rol orientador y adecuan estrategias pedagógicas.
    Obviamente no son todos iguales y al interior de esta generación hay también fuerte segmentación. Son condicionados por el entorno social de pertenencia y su nivel económico, por el capital cultural con que ingresan al estudio, por la capacidad de sus familias para orientarlos y apoyarlos, por los horizontes futuros que conciben como verosímiles.
    Existe un segmento de adolescentes a la deriva (droga, alcohol, “pibes chorros”), sin contención, de difícil integración escolar.
    Otro sector de alumnos de escuelas secundarias tampoco se interesa en el aprendizaje. Concurren para acceder al subsidio, evitar condena social, disfrutar la escuela como comunidad joven.
    Ellos constituyen el desafío más pronunciado. No alcanzan las recetas del pasado y la cuestión trasciende el marco educativo.
    La generación actual carga con muchas críticas de los adultos que se resisten a reconocer los cambios de épocas. Voces conservadoras, desmemoriadas y, en ocasiones, prejuiciosas, cuestionan excesivamente sus nuevas modalidades de inter-relación, sus intereses.
    Sin embargo, los púberes y adolescentes son tan promisorios como los que los precedieron.
    Hay que reconocer su singularidad y ser capaz de estimularla. Tienen un gran potencial de creatividad, habilidades para moverse “en red”, fuerte sensibilidad hacia problemáticas sociales, no necesariamente políticas.
    Por ejemplo, en Mendoza, durante 2012 y 2013 participaron 1.500 jóvenes de 52 escuelas para elaborar el proyecto de Ley de Ciudadanía del Agua que presentaron al Gobernador en agosto del año pasado.

    La sociedad y el valor de la educación
    La educación es síntoma y causa de interacciones sociales que se transforman aceleradamente.
    ¿Es la educación la primer prioridad?, como suelen decir los especialistas y los sectores de más alto nivel educativo conscientes de su poder transformador.
    Consultoras de opinión pública que han hecho un seguimiento sistemático a lo largo de las tres últimas décadas dirían que suele ubicarse en cuarto lugar de las preocupaciones de la población general. La economía (la inflación o el bajo poder de compra), el empleo, la inseguridad, actualmente el narcotráfico, suelen instalarse en el podio. Y si los interrogantes fueran aún más finos, incluyendo problemáticas locales (la iluminación del barrio, el transporte, etc.) es posible que quedara aún más relegada.
    La educación en la Argentina no es una aspiración compartida, a diferencia de los países (más competitivos o solidarios) de mejor de­sem­peño en las pruebas de calidad de aprendizaje.
    No es consecuencia de las duras condiciones sociales y económicas que afectan a ciertos sectores (hace un siglo, con peores condiciones, la educación era un “pasaporte”) sino que obedece a un cambio del sistema de valores sociales.
    Para algunos segmentos de la población la educación “desertó”, ya no es un driver que movilice comportamientos.

    Política y educación
    Aunque es imposible cuantificar el peso relativo de cada actor en los resultados de la educación, hay una apreciación compartida por padres, estudiantes y docentes sobre quienes tienen la máxima importancia en esa ecuación imaginaria: el Estado y los políticos.
    Su visión es acertada pues la LEN 2006 establece que es el Estado (nacional y provincial) quien tiene el poder de asignar recursos, definir metas, diseñar procesos y ejecutar los planes de educación.
    De los funcionarios a cargo de la gestión estatal de la educación se predica y se conoce poco aunque se los identifica como la burocracia ministerial: “un monstruo de mil cabezas, frente al cual la hidra es insignificante”.
    Los políticos, en cambio, son objeto del humor ácido y crítico, que expresa decepción aunque afortunadamente también hay rescates valiosos.
    Hay extendido consenso en que es preciso elevar la importancia de la educación en las agendas “reales”, pues solo está instalada “discursivamente” en las plataformas, como la sección de un formulario que debe completarse, sin convicción.
    Por ser una estrategia de largo plazo, no provoca el deseado “repago” político en los breves tiempos de las expectativas actuales. En la cultura de la instantaneidad, la educación no ofrece resultados a un clic de velocidad. Y, además, es innegable que otras prioridades son perentorias.

    La visión estratégica
    Sarmiento a fines de 1800 fue el político visionario que impulsó la educación primaria universal.
    A mitad del siglo 20 faltó la visión de la masificación de la escuela media.
    Hoy se requiere un político visionario que reúna:
    • un profundo conocimiento del tema,
    • una orientación ideológica que asocie inclusión con calidad,
    • gran habilidad política de negociación con todos los sectores de poder involucrados,
    • clara concepción estratégica,
    • que se traduzca en implementación táctica,
    • y que se ocupe de monitorearla.
    No alcanza la estrategia y la legislación, máxime en nuestro contexto federal: la implementación es la clave transformadora.
    Es preciso un liderazgo de “ruptura” para afrontar los desafíos y oportunidades del cambio y contrarrestar intereses sectoriales adversos y desplegar las 3 “C”: Compromiso, Coordinación, Cooperación.
    Para eso hay que construir equipos de implementadores, desburocratizados, articulados entre las distintas jurisdicciones, orgullosos de “embarrarse” en la cancha, apasionados con los procesos, las organizaciones, la enseñanza.

    3. Aporte de la academia, especialistas, y referentes

    Uno de los principales activos del campo de la educación en la Argentina es el amplio y valioso bagaje de conocimiento y experiencias atesorado por los expertos. Complementariamente, uno de los mayores concerns es lo poco que ese conocimiento derrama sobre la experiencia efectiva y transformadora de la educación.
    Especialistas y referentes coinciden, más allá de las orientaciones ideológicas y las adhesiones políticas, en reconocer logros de la gestión de la última década: mayor inversión, mayor matrícula, el esfuerzo por reducir la brecha tecnológica, la construcción de escuelas, la extensión del ciclo de estudios obligatorio, la mayor equidad educativa al incluir a nuevas poblaciones en la escuela secundaria.
    Sin embargo, nadie afirma que la educación “está bien”. La oposición (sea la que fuere en cada distrito) cuestiona la asignación de recursos en las inversiones, discrepa con el oficialismo respecto a la adjudicación de responsabilidades, pero la mayoría de expertos coincide en la existencia de una crisis severa visible en:
    • El deterioro de la calidad de aprendizaje
    • La fuerte diversidad de logros según nivel socio-económico
    • La existencia de zonas geográficas de muy pobre desempeño escolar
    • La desvalorización de la escuela pública que motoriza la migración a la privada
    • La descalificación del rol social del maestro
    • La conflictividad dentro del aula
    • La incapacidad de la escuela de asumir el rol de asistente social para el que no fue formada ni dispone de los recursos necesarios.
    Las políticas públicas son terreno casi exclusivo de expertos y funcionarios.
    Los docentes, incluso directivos de escuela, “padecen” esas políticas desde el absorbente interior de la escuela.
    Algunos expertos manifiestan que sus conocimientos “llegan hasta la puerta del aula”, lo que ocurre dentro sería un misterio. Los oficiantes del misterio (mejor sería que los concibiéramos como el “cuerpo de infantería”, diariamente en la trinchera) perciben esa distancia y dicen gran parte de funcionarios y académicos no “tienen aula”, ni “tiza y pizarrón”, no se “embarran” ni tienen vivencia real de interacción con los sectores menos favorecidos.
    Uno de los obstáculos para la absorción del saber de los expertos es el imitado acceso a los centros de poder efectivo (negociaciones sindicales, despachos de funcionarios territoriales, reuniones de los poderes ejecutivos donde se decide la aplicación concreta de las partidas presupuestarias); otro es la fuerte concentración de especialistas en Buenos Aires con bajo impacto en las jurisdicciones del interior; y también la limitada circulación y falta de experiencia de esos expertos en aulas de entornos sociales pobres o marginales.

    El futuro de la educación
    Permanentemente los expertos pronuncian la incuestionable sentencia; “Sin educación no hay futuro”, pero hablan poco del “futuro de nuestra educación”.
    Expertos del exterior, como Sir Ken Robinson, justifican la revolución en la educación por el gigantesco cambio impuesto por las nuevas tecnologías que construyen nuevos modos de intelectualidad y los avances en la neuro-ciencias y la psicología cognitiva que iluminan nuevos recorridos del aprendizaje.
    ¿A qué obedece el escaso protagonismo del tema localmente?
    En algunos casos, la cuestión nostálgica, la rémora del pasado glorioso en educación que se convierte en barrera para lanzarse a la necesaria experimentación de nuevas trayectorias.
    En otros casos son las dificultades presentes, el énfasis en la salida de la crisis, lo que frena el espíritu innovador.
    Además, a propósito del futuro hay menos coincidencias: ¿cuál orientación ideológica? ¿dónde está el modelo? ¿qué énfasis: salida profesional o generalista? ¿cuál es la relevancia de la tecnología? ¿cuál es el impacto de las neuro ciencias? ¿qué innovaciones pedagógicas requiere cada población? Incluso, ¿cómo concebir el espacio escolar?
    En este sentido hay consenso en que el típico formato de aula con maestro al frente propio de las primeras universidades europeas del año 1300 no puede preservarse, pero… ¿qué modelo se podrá impulsar cuando aún quedan tantos casos de precariedad constructiva y falta de mantenimiento?
    Que la educación vaya a la zaga de la tecnología es comprensible, que se resista a su impacto, es suicida, dicen los expertos.
    Tampoco cabe idealizarla; la horizontalidad y auto determinación que algunos asignan al uso de las TIC tiene limitaciones. Los estudiantes de nivel primario o secundario no están en condiciones de trazar su personal trayectoria de aprendizaje, necesitan guía para capitalizar la riqueza de contenidos disponibles pues, sin encuadre conceptual, el marasmo de datos e informaciones que circulan no se transformaría en conocimiento.
    Sobran evidencias: la mayor parte de la generación Z en la Argentina está en red y los resultados de tests de comprensión de textos son desalentadores.
    El problema no es el “input” sino lo que ocurre en la “caja negra”, en el “data processing”, cuyo “output” en muchos casos es insatisfactorio.
    La más severa dificultad en la incorporación de las TIC la constituye la brecha generacional/actitudinal entre educador y educando.
    Un educador del siglo 20, un estudiante del siglo 21 y entre ambos son escasos los puentes.
    Según los especialistas, el gran desafío del educador será desaprender, desmontar conocimientos y procedimientos para construir nuevas sendas de aprendizaje colaborativo.

    4. Demanda laboral y oferta educativa

    Los perfiles demandados difieren mucho según se trate del Área Metropolitana de Buenos Aires (grandes compañías) y el interior del país, que concentra cerca de dos tercios de la fuerza laboral.
    Las grandes empresas de capital internacional y las compañías argentinas líderes coinciden en que “la educación es condición necesaria pero no suficiente para la incorporación de RR.HH. a la compañía”.
    En el interior y en las empresas medianas, la demanda es más “clásica”, se requieren perfiles con conocimientos específicos pues no hay estructuras ni recursos para invertir internamente en su desarrollo.
    La idea de educación continua y la adecuación a las tecnologías y las redes de conexión que cambian los paradigmas de relaciones interpersonales en el ámbito laboral y genera nuevas requisitos de empleabilidad.
    Surgen desajustes entre la demanda laboral y la oferta educativa observables internacionalmente y que en Latinoamérica han quedado expuestos en el informe “Desconectados” presentado por BID en 2012.
    En la Argentina muchas empresas mencionan la insuficiencia en recursos de alto potencial, otras en cambio están satisfechas con la oferta.
    La desaparición de gran parte de las escuelas técnicas por las reformas educativas de los 90 (en proceso de reconstrucción a partir de la LEN 2006) privó a las empresas de técnicos y generó trastornos severos en la dotación de RR.HH.
    Son severos los desajustes cuando se requiere operarios calificados o trabajos manuales de bajo grado de calificación. La falencia se agudiza en zonas donde, por los niveles de pobreza o marginalidad, es bajo el capital cultural inicial de los postulantes. Se agrava en circunstancias de desocupación crónica de sus mayores, cronicidad también en la recepción pasiva de subsidios y consecuente falta de modelos de hábitos y compromisos laborales sostenidos. Es decir, la precariedad social y laboral de los adultos lesiona la capacidad de inserción de las generaciones jóvenes.
    En cambio la demanda a nivel terciario o universitario está en general satisfecha en lo relativo a ciencias humanísticas o el campo comercial, pero hay insuficiencia de graduados de “ciencias duras”: Ingeniería (electrónica, electromecánica, petróleo), Informática, Geología, Turismo (en áreas donde crece su participación en el PBI), etc.
    En la Argentina no se anticipa una guerra de talento como en EE.UU., tampoco insuficiencia severa de RR.HH. como en Brasil. El contexto local de incertidumbre con un mercado complejo en el que cíclicamente se frena la expansión y desarrollo económico, inhibe una rigurosa predicción de la demanda de recursos humanos.
    Comienzan a gestarse desde el ámbito empresario (cámaras, foros, instituciones) iniciativas para la formulación de políticas públicas en educación orientadas a mejorar fuertemente la calidad educativa según estándares internacionales y promover una fuerte vinculación entre educación y actividad productiva.

    5. La educación y la responsabilidad social
    La idea de un ecosistema evidencia la necesidad del trabajo conjunto y la coordinación entre distintos actores sociales.
    Las organizaciones de la sociedad civil (OSC u ONG) junto con las empresas motorizan intervenciones que se orientan a contrarrestar las deudas pendientes del sistema educativo.
    Las OSC las organizaciones de base en educación difieren mucho en el nivel de formalización de los emprendimientos pero sus programas asistenciales revelan fuerte conocimiento y cercanía con la población vulnerable a la que asisten. Sus iniciativas abarcan desde la refacción o pintura de una escuelita rural o de frontera, la enseñanza del cultivo de huertas escolares, programas de nutrición, becas, tutorías, etc.
    En el sector empresario crece la conciencia de responsabilidad social, primero a escala global y luego localmente. Múltiples drivers la impulsan:
    • Los acuerdos en los Foros de Naciones Unidas y del Global Reporting Initiative (GRI), entre otras organizaciones internacionales.
    • La convicción de que las empresas pueden compartir una porción del lucro con las sociedades en las que se desenvuelven dotando al capitalismo de un rostro más humano y generando economías y sociedades sustentables.
    • La construcción de buenas reputaciones para neutralizar o mitigar eventuales conflictos que pudieran suscitarse frente a los negativos impactos ambientales de algunas de sus actividades, defenderse de juicios adversos debido a la exposición de sus actividades en redes sociales, etc.
    • En empresas argentinas con negocios internacionales: cumplimiento de exigencias de clientes o normativas de los países a los que exportan.
    En muchos casos las intervenciones en RSE son parte de las políticas de sustentabilidad, en otros obedecen a políticas institucionales.
    El apoyo a la educación es uno de los programas más corrientes en las empresas que se concreta con distintas políticas, no excluyentes:
    • Programas manejados directamente y orientados a sus stakeholders o públicos de interés; como las comunidades que rodean sus plantas, el target de sus productos o servicios.
    • Apoyos a organizaciones de base, como la donación de alimentos, fondos para becas, materiales de construcción, etc.
    • El estímulo al voluntariado corporativo.
    (Este capítulo se desarrollará in extenso en la próxima edición de noviembre, El Libro Blanco de la RSE.)

    Oportunidades de mejoramiento
    Es preciso reconocer la gran complejidad del objetivo. Los factores que configuran el “malestar” de la enseñanza pública son múltiples y ninguna acción aislada puede resolverlos
    El mejoramiento de la educación requiere:
    1- Rescatar lo positivo del pasado.
    2- Construir un nuevo paradigma en función de una visión de futuro consensuada.
    3- Evitar simplificaciones y generalizaciones.
    4- Reconocer la gran heterogeneidad de la educación en la Argentina .
    5- Entender que más allá del rol preponderante de la política, la educación es cuestión de cada uno. Cada uno responsable desde su rol.
    La meta en educación (enseñanza/aprendizaje) en la escuela pública de gestión estatal es lograr que sea de calidad, con equidad, recuperando la dimensión pedagógica de la escuela, instalando el país en el siglo 21.
    Para lograrlo es ineludible articular la labor de educación con desarrollo social. Hay que evitar la “educación pobre para pobres”. Hay que “sobre-compensar” en zonas y/o provincias de población carenciada, primera frontera de la marginalidad.
    Como se advierte, es ineludible la tensión personal entre pesimismo y optimismo al abordar el proceso de mejoramiento de la educación. Sin embargo, con el apropiado liderazgo es posible.

    (*) Licenciada en Sociología y en Psicología; Analista de Sistemas. Fue gerente de Investigación de Mercado de Pepsico Área Sudamericana y de S.C. Johnson de Argentina. Fundadora de Sygnos, Market Research & Consultancy. Fue CEO de GfK, Kleiman Sygnos. Coordinadora del Estudio de Nivel SocioEconómico en Argentina conducido por la AAM.