Por Gonzalo Olaberría
Varios diagnósticos que evalúan el sistema educativo en la Argentina coinciden en que el nivel secundario es difícil para los estudiantes. Según el Banco Mundial, 80% logra ingresar, 12% repite al menos un grado y solo 44% se gradúa. En la misma línea, la asociación civil Argentina Proyecto Educar 2050, a partir de un informe de la Unesco Global Education Digest de 2010, reconoce que uno de cada dos jóvenes no termina el secundario. Anteriormente, el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) detectó que 52% del alumnado no comprende lo que lee.
En base a estos datos puede comenzar a explicarse la sanción de la Ley de Educación Nacional en 2006, que determina la obligatoriedad del secundario en el país. También justifican el florecimiento de varias organizaciones que se ocupan de promover y garantizar este derecho. Enseñá por Argentina es una de las que ponen manos a la obra con una fuerte vocación de servicio.
Surgida en 2009, esta ONG integra la red Teach for All, que engloba a 27 organizaciones independientes de todo el mundo que buscan ofrecer educación de calidad para que todos los chicos aspiren a mejores oportunidades. Enseñá por Argentina selecciona, forma y acompaña a los mejores graduados de distintas disciplinas para que den clases por dos años en colegios secundarios necesitados. Pero no están solos.
Una red de familias, empresas, organismos públicos y universidades colabora de distintas maneras para formar actualmente a más de 5.000 chicos de 45 colegios bonaerenses y sembrar también una cultura donde un mayor número de actores tenga conciencia y tome la posta para multiplicar el impacto y sus frutos. Esta idea ambiciosa, con proyectos en el interior del país, se refleja en las palabras entusiastas de Oscar Ghillione, director ejecutivo al frente del proyecto.
–¿Cómo surgió la idea de Enseñá por Argentina?
–A fin de 2008, un amigo que estudiaba en Estados Unidos fue a una charla de Wendy Kopp, la fundadora de Teach for America, y me comentó que sería interesante hacerlo en la Argentina. En ese momento, yo trabajaba en una empresa de assistance software alemana, sin relación con la educación. Si bien, por fuera del trabajo, mantenía con un grupo de amigos un proyecto voluntario de becas terciarias y universitarias en Añatuya, Santiago del Estero, y en la Villa 31, me entusiasmó muchísimo poder generar un cambio estructural a largo plazo en todo el sistema. Entonces armamos un equipo de cuatro personas y nos pusimos a trabajar con Teach for All durante seis meses para llevar algo más que una idea. Después de otros diez meses, comenzamos las actividades.
–¿Cuáles son los objetivos de Enseñá?
–Enseñá quiere aportar a mejorar la calidad de la educación en los contextos de mayor pobreza, no solo en lo socioeconómico sino también en lo educativo. Hay muchos lugares donde la falta de oportunidades es punto de partida para retrasos en desarrollos de competencias personales y profesionales de los chicos.
A su vez, queremos que los graduados que enseñan se vean movilizados y lideren estos cambios. Humildemente, lo que mejor hacemos es despertar inquietudes latentes, que logramos canalizar y potenciar. De hecho, una de las ganancias es que gente con talento y vocación, que a priori no se formó para educar, siga con su compromiso después de los dos años. Y si retoman su carrera profesional en otra organización, es probable que haber pasado por esta experiencia los transforme.
Entonces, es un vínculo de dos años con Enseñá pero de toda la vida con la educación. El impacto es muy concreto porque en 10 años van a ser gerentes y directores; y en 20, dueños, CEO o ministros de Educación. Miles de personas en todo el país, con este interés común y esas capacidades, deberían generar cosas más interesantes. En Estados Unidos o India, países con más desarrollo y años en esto, ese espacio de transformación se ve y es muy auspicioso.
Oscar Ghillione
Foto: Gabriel Reig
–¿Qué cambios se espera generar en los chicos a corto plazo?
–Se esperan tres cosas. Para empezar, lograr ganancias significativas en el aprendizaje. Hoy, un chico, en los contextos donde trabajamos, tiene dos años de atraso en lo académico. Por eso, hay que entender cada curso, planificar y hacer ese trabajo de recuperar contenidos.
En segundo lugar, desarrollar competencias. No alcanza con que sean un 10 en matemática u otras materias, hay un montón de aptitudes como trabajar en equipo, poder expresarse o ser reflexivo, que si no las desarrollan al relacionarse con su comunidad, buscar un trabajo o seguir estudiando, van a tener problemas.
Un tercer punto es el trabajo con la comunidad. Es importante que tengan ganancias en su desarrollo personal y profesional, pero también que generemos proyectos e inquietudes que tengan que ver con mejoras en los lugares donde viven. La idea es que los alumnos sean los protagonistas de este cambio.
–¿Qué actividades realizan?
–Reclutamos jóvenes profesionales de distintas universidades y carreras, que tengan un determinado perfil, dado por su desempeño académico y su desarrollo en competencias como el liderazgo, la motivación, la perseverancia, el pensamiento crítico y las habilidades de comunicación. Todo esto hace que esas personas, si se comprometen a enseñar durante dos años, puedan generar el cambio que pretendemos.
Una vez hecho eso, hay un proceso de selección muy riguroso donde seguimos más de 1.800 postulaciones todos los años, de los cuales seleccionamos entre 3 y 5%. Después, empieza un proceso de formación en dos canales. Uno es pedagógico, ya que ser licenciados brillantes en Administración de Empresas, Ingeniería o Comunicación Social que no necesariamente implica su desarrollo como profesor. Por eso, mientras toman el compromiso de enseñar, se los forma en un profesorado. Trabajamos muy fuerte en eso, articulados con varias universidades. El otro canal es desarrollar su formación a partir de acompañamiento y tutorías, con centro en la pedagogía y el liderazgo.
–¿Cuáles son los mayores problemas que tienen para encarar el proyecto?
–Principalmente generar confianza. Entrar a un aula para dar clases a adolescentes es un desafío, por más que se esté formado y se tengan competencias. Es muy importante crear lazos de confianza con los chicos, entender qué es lo que pasa en esa comunidad y cómo ser parte de ella.
Un segundo desafío es cómo voy a planificar, interactuar y enseñar para que el año valga por dos. Eso requiere trabajar más, incorporar recursos, tener tolerancia a la frustración. Es involucrarse más, a veces fuera de hora. Es ir a jugar un partido de fútbol un sábado o armar un proyecto extra después de la escuela.
El mayor reto es entender todo esto y no quedarse, sino tener resiliencia para seguir adelante. Si lo conseguimos, les mostramos a los chicos y sus familias que no solo nosotros podemos, sino que ellos también. Es crear un piso de autoestima enorme sobre el que pueden construir literalmente sus vidas.
Los pilares del proyecto
–¿Cómo es el proceso de selección de las escuelas?
–Con las escuelas, trabajamos en conjunto en comunidades que tienen una necesidad, relacionada con la falta de docentes, accesos más difíciles o materias más complejas. Es una doble relación. Nosotros salimos a buscar escuelas, proponemos el programa y damos información. A la vez, muchas nos van conociendo por directores o supervisores de los distritos.
Hace tres años que lo hacemos y creemos que podemos generar un aporte significativo a esos educadores que trabajan ahí. Ver que jóvenes se comprometen y realizan un trabajo enfocado en la mejora de los chicos es una nueva ola de motivación para ellos.
–¿Qué relación tienen con las empresas colaboradoras?
–Como ONG, no generamos recursos por nosotros mismos, entonces constantemente entusiasmamos a otras organizaciones para que se sumen. Trabajamos con compañías con las que compartimos una visión. Si bien pedimos voluntad y aporte a todos, para ellas no es algo marginal, realmente entienden que es la mejor forma de canalizar sus recursos para mejorar el país.
Ser parte de Enseñá implica pensar a largo plazo y tener la misma filosofía que cuando se hacen negocios. Si cuando se realizan buenos negocios, hay estrategia, inversión y entendimiento de cuál es el desarrollo de marca y en qué hay que conocer a tu comunidad para que tu producto sea exitoso; en este proyecto todo eso es trasladable y las empresas se suman con la misma visión. Trabajan en ayuda económica, en proyectos de voluntariado corporativo, en colaborar desde su expertise. Si las empresas aportan en lo que son mejores y nos apalancan con los recursos necesarios, el trabajo es perfecto.
–¿Cuentan con el apoyo de organismos gubernamentales?
–Hoy trabajamos en la Ciudad de Buenos Aires y en el primer cordón del Conurbano Bonaerense, por lo que nuestros interlocutores son directamente sus ministerios de Educación. Con el de la Ciudad tenemos un diálogo muy abierto. Participamos de concursos del área de desarrollo social que tienen todos los años y los invitamos a todos los eventos y capacitaciones que hacemos.
En Provincia es más complicado porque es un área mucho más grande. En ese sentido la burocracia también hace su juego, pero fuimos encontrando espacio para, tal vez de un modo más lento, generar esas articulaciones. Hay que entender los tiempos, hay cuestiones que se resuelven rápido y otras que llevan meses y años. En definitiva, lo interesante es seguir trabajando y ver que la gente que está en esas posiciones gubernamentales no mira para otro lado, sino que entiende que hay un desafío y todos tiramos para el mismo lado.
–¿Es fácil conseguir ayuda?
–Lleva tiempo porque también hay que generar confianza. Así como construimos ese lazo con los chicos, hay que hacerlo con las organizaciones privadas y públicas. Es una dinámica que gana velocidad con el tiempo. Una vez que DirectTv confía, entonces DHL y Banco Galicia también. Con las escuelas pasa lo mismo.
Ven que trabajamos bien, con resultados, y se suman. Pero en el fondo, detrás de las organizaciones, hay personas, a las cuales el tema de la educación les vibra o no, en el mejor de los sentidos, y ven qué hacen con eso. Muchas veces despertamos inquietudes. Cuando Enseñá visita una escuela o lleva alumnos a una compañía, despierta intereses que en el día a día no se tienen y, en muchos casos, motiva acciones. No importa si se canalizan con nosotros o desde otra ONG, lo vital es el espíritu y las acciones mancomunadas para que todos los chicos en un futuro puedan tener las mismas oportunidades.
Líderes del cambio que iluminen a los chicos
En la actualidad, Enseñá por Argentina cuenta con 43 estudiantes graduados, en 45 escuelas de Capital Federal y Conurbano Bonaerense, que enseñan a 5.200 alumnos de secundario. En 2014, aspiran a trabajar en 20 colegios más, llegar a 12.000 chicos e insertarse en el interior del país. Para ello planean lanzar una nueva camada de 80 profesores.
Ignacio Brea (24) es licenciado en Economía de la Universidad Di Tella y, desde la ONG, da clases de economía, contabilidad y gestión en las escuelas Madre Teresa, de Virreyes, y Asunción de la Virgen, de San Fernando. “Todas mis materias se orientan a que los chicos sean agentes de cambio de su comunidad. Me interesa aportarles la mentalidad de que los problemas los tienen que intentar solucionar ellos. Para lograrlo, la formación es fundamental. También el acceso a oportunidades de Enseñá es interesante. Por ejemplo, que haya venido el CEO de Google a contar su vida, cómo llegó donde está y qué herramientas necesitó es representar en su figura todo lo que doy en clase”.
La idea del proyecto es que estos profesores, como líderes de cambio, no solo motiven a los chicos al desarrollar inquietudes y capacidades por dos años, sino también que ellos mismos encuentren un espacio social y profesional para mejorar. “Una de las cosas que más me atrajo fue el enfoque profesional, poco instalado socialmente. Es distinto a ser voluntario. Hay que recibirse, tener aptitudes y dedicarse full time. Si la ayuda supone elegir a los mejores, a desarrollarse siempre con tutorías y cursos de pedagogía o liderazgo, todo es más serio”, reconoce Brea.
Como cualquier docente, recibe un salario de las escuelas y mantiene un fuerte compromiso. “Hay chicos con problemas de atención o de hábitos de estudio, muy vinculados a situaciones personales difíciles. Entender lo que les pasa permite encarar las clases de distinta manera. Cuando logramos conectar y que entiendan los contenidos, generamos una confianza muy importante en lo que pueden hacer. Ese es el desafío”.