Por Rubén Chorny
No fue un dato menor para Roberto Gianetti de Fonseca, vocero de la poderosa Federación de Industrias del Estado de San Pablo, que las firmas de su país hayan resignado en un año 20% de ventas a la Argentina.
El estruendoso malestar empresarial brasileño por las licencias no automáticas y demás trabas comerciales que impuso el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner para administrar en el día a día la caja de las reservas en divisas y del comercio exterior retumba en los grandes medios de prensa, como OGlobo o La Folha de San Pablo, e invade Planalto, Itamaraty y cuanto foro de poder se disemina por la generosa geografía del gigante sudamericano.
No trepidan en ejercer presión sobre los políticos para incitarlos a saltar del Mercosur en respuesta a la inacción del principal socio: argumentan con la necesidad de aggionar la competitividad que lograron en industria y agro jugando en ligas mayores del libre comercio, a través de acuerdos con los europeos, o con los vecinos del Pacífico que miran al Norte y al Asia, que los compromisos con la unión aduanera sudamericana hoy impiden.
El empresariado de este lado de la frontera, en cambio, aún no logra expresar orgánicamente qué quiere y que su voz sea tenida en cuenta.
Por esta razón, el desembarco de LIDE, una nueva entidad empresarial (ver la entrevista de las páginas precedentes) alborota el avispero y hace que algunos desconfiados la perciban como punta de lanza de los intereses empresariales brasileños.
Lo cierto es que el modelo de país continúa fuera del radio de pensamiento de los empresarios locales, aun ahora, cuando objetivamente cambió el mundo, China se consolidó como potencia, el comercio global se divide en grandes bloques y Brasil, China e India han sesgado el peso de la balanza comercial argentina.
Peor aún. En estos 30 años ininterrumpidos de democracia, en rigor, no logró asumir un rol protagónico institucional, pese a haber aumentado casi 10 veces sus exportaciones al mundo y nada menos que 22 veces solo a Brasil en ese lapso.
Pero esa mayor participación extramuros no obedeció a mejora alguna en la competitividad, que entre 1995 y 2012 bajó de 25 a 21% mientras los costos comparativamente subieron de 11 a 15 puntos, según la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI). Campeó la vía del ajuste.
Y en el caso específico del intercambio con Brasil, así como la complementación automotriz fue determinante en tan espectaculares resultados, el saldo en rojo de casi US$ 4.000 millones que apareció en 2010 reveló quién era quién en uno y el otro lado del río Paraná: un tendal de empresarios exportadores de harinas, siderurgia, gas propano, plásticos, perfumería, automotores y partes pagan los platos rotos sin que a ningún compatriota se le mueva un pelo. En Brasil sí pusieron el grito en el cielo para defender a los suyos.
Ignacio de Mendiguren
Foto: Gabriel Reig
Historias divergentes
Las historias difieren. “La debilidad de la dirección empresaria argentina también está emparentada con la extranjerización de la economía: hoy en 85%, lo cual condiciona la construcción de una dirigencia empresaria fuerte en el país”, diagnostica el titular de Aluar, Javier Madanes Quintanilla, heredero de una dinastía de fabricantes vernáculos de neumáticos (Fate), computadoras y luego aluminio, que progresó en distintos ciclos de promociones estatales.
El desarrollo brasileño transitó por las antípodas y hasta derramó capitales en filiales regionales, como fue el caso de Petrobras, Vale, Ecopiazza, frigoríficos, Camargo y otras. En el plano político doméstico, la poderosa Confederación Nacional de Industria aportó a la vicepresidencia de Brasil al líder de la Federación de Industrias del Estado de Minas Gerais, José Alencar Gomes da Silva, durante los dos mandatos de Luiz Ignacio Lula da Silva.
No fue la excepción. Otros hombres de negocios como Luiz Furlan, el ex ejecutivo Henrique Meirelles o actualmente Jorge Gerdau, titular del grupo siderúrgico homónimo, representan al empresariado brasileño en la administración socialdemócrata.
La presidenta Dilma Rousseff no precisa de pasadizos subterráneos, de usinas tecnocráticas ni de emisarios ad hoc para tratar con el capital privado. Y se saca con los interlocutores todas las fotos que sean necesarias.
Como contraste, de este lado del río Paraná, tras las bambalinas de la Casa Rosada se vienen trasegando ideas y protagonistas de los negocios a través de más de tres generaciones, desde que el propio fundador del movimiento político estelar en la Argentina, Juan Domingo Perón, los omitiera en la construcción del sistema de poder aún hoy vigente.
Antes y después de la democracia
Transcurrieron 40 años desde que se fundara IDEA como un think tank del empresariado vernáculo, que al momento de hacer lobby lo canalizara a través del selecto club del Consejo Empresario Argentino, del que formaran parte en sucesivas etapas Ricardo Grüneisen, Carlos Dietl, Federico Zorraquín, José María Gotelli, Armando Braun y Manuel Sacerdote, entre otros.
Este grupo, que se proclamaba liberal y contara entre sus figuras al ex ministro de Economía de la junta militar, José Alfredo Martínez de Hoz, mutó en la democracia en el Grupo María, en “los capitanes de la industria” y más recientemente en la Asociación de Empresarios Argentinos (AEA).
El tamiz de la historia dejó escurrir influencias empresariales como las que encarnaron Jorge y Juan Born, Bunge, Pedro Blaquier, Manuel Madanes, Gregorio Pérez Companc, Bulgheroni, Luis Pescarmona, Benito Roggio, Francisco Macri, Otto Bemberg, Francisco Soldati, José María Gotelli y Eduardo Oxenford, pero retiene por su vigencia a dos apellidos: Rocca y Pagani, las marcas de familia de los dos grupos económicos más importantes del país y con proyección internacional: Techint y Arcor.
Hasta el duro enfrentamiento del campo con el Gobierno nacional en 2009 ambos venían siendo considerados los referentes más genuinos del empresariado nacional, pero cedieron el paso en el manejo de la entidad de cúpula (AEA) a un profesional sin silla en la cabecera de los directorios, como Jaime Campos, justo cuando se incorporaron al manejo de la entidad los número uno de los grandes medios de comunicación, como Clarín y La Nación. Se repitió un caso de “tercerización” como en la Asociación de Bancos de la Argentina con Mario Vicens o en el Consorcio de Exportadores de Carne con Mario Ravertino.
Sin patrones en la primera línea, empezó a tallar como voz cantante empresarial de superestructura un denominado Grupo de los Seis, constituido con las cabezas de entidades de tercer grado de los distintos sectores, un vano intento por mostrar un frente unido que pudiera ser reconocido por el kirchnerismo.
En el último tramo de la vida de Néstor Kirchner, era la Unión Industrial Argentina el principal contacto y la Quinta de Olivos un punto de encuentro paraoficial que evitaba indiscreciones de agenda en la Casa Rosada. Y para gestiones, el ministro de Planificación, Julio de Vido, era la vía adecuada.
Pero las trabas que se fueron implementando al comercio exterior y al mercado cambiario, como respuesta del Gobierno a la fuga de divisas que se desató poco antes del segundo mandato presidencial de Cristina Fernández de Kirchner, deterioraron las relaciones y terminó de romper los puentes. El titular de la UIA, Ignacio de Mendiguren, amortiguó las tensiones dentro de la central fabril y las provenientes de los industriales brasileños, de los que oficiaba de interlocutor confiable, hasta que terminó saltando el cerco en las legislativas sumándose al proyecto de Sergio Massa una vez que dejara el comando industrial en manos de un ex de la década anterior, Héctor Méndez.
IDEA creyó revivir cuando abrió el último coloquio a la que pintaba como oposición interna del kirchnerismo, como Daniel Scioli y Sergio Massa, pero el repliegue del gobernador en el que aparecía como menguado poder presidencial descolocó estratégicamente a un think thank vaciado de ideologías tanto como del brazo operacional de AEA.
Luis Pagani
Fractura especulativa
El frente empresario sigue fracturado más en especulaciones que en ideario alguno. Las elecciones primarias, ratificadas por las legislativas, cargaron nuevos datos y modificaron los plazos:
• Desbarataron una eventual reelección de Cristina Fernández de Kirchner, a quien problemas de salud excluyeron del resultado final del comicio.
• Pusieron al 2015 en el centro de la agenda política, por la aparición de un candidato con proyección como Massa.
• Mantienen la representación parlamentaria en estos dos años, que permiten al oficialismo retener la iniciativa.
• Ratificaron al Frente para la Victoria como primera minoría a nivel nacional.
De ahí que una transición política plagada de pros y contras, como la que se cierne en el horizonte, haya dividido las opiniones de circunstancia entre los empresarios:
• Están los que ya dan por terminado el ciclo kirchnerista y proponen prepararse para lo que venga, diferenciándose de la actual gestión.
• Hay otros que prefieren acompañar la transición en forma amigable para que sea ordenada y no desemboque en procesos traumáticos.
• Un tercer grupo quiere seguir de cerca los cambios que ha ido introduciendo la Presidenta desde el regreso de la convalecencia, de hombres primero y de medidas que irán desgranando.
Las tres grandes filas en que se reparten las voluntades, silencios y acciones de estos días no dejan trascender ningún nombre de peso.
La crisis de representatividad no solo aflora en los desencuentros ante cada intento de aglutinamiento, sino en el crecimiento de otras asociaciones empresariales muy cercanas al Gobierno, como la Confederación General Económica, comandada por Ider Peretti, un dirigente al que el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, honró bautizando con su nombre al perro que le regalaron.
En ese sentido, hasta hay algunos que se animan a mencionar una supuesta contraofensiva de Méndez y AEA contra Moreno, por su intento de crear una cámara de empresarios nacionales, a caballo del cuestionamiento casi generalizado a las manipulaciones con las estadísticas oficiales.
La conspiración del silencio
Sigilosas diligencias para juntarse en un hotel como el Sheraton, o en el Palacio Duhau, se sucedieron justo cuando Cristina inauguraba un nuevo estilo de gobierno, con una mayor delegación de funciones, que no se sabe si es así por prescripción médica o electoral.
Ningún apellido de peso trascendió de esas movidas. No se escuchó que estuvieran los Rocca, Pagani, Born, Pescarmona, que inspirasen fantasías de sólida representatividad.
Si bien es cierto que los empresarios argentinos no se caracterizan por exhibirse en fastuosos encuentros, como se ve en el Forum de Comandatuba, en la isla al sur de Bahía, adonde converge un enjambre de aviones privados, helicópteros y barcos con lo más granado de los negocios brasileños, tampoco consiguen llamar la atención como conglomerado en los foros que suelen organizarse en Bariloche, Mar del Plata, Iguazú o en la hotelería cinco estrellas de Buenos Aires.
El titular de la Sociedad Rural Argentina, Luis Etchevehere, se arroga la iniciativa de unir al empresariado aun antes de que se supiera si Massa se presentaría por fuera del PJ. Menciona como fundacional un encuentro privado que congregó en su despacho de Palermo a referentes de siete entidades: la Cámara de la Construcción (CAC); la Cámara de Comercio (CAC); la Unión Industrial Argentina (UIA); la Asociación Empresaria Argentina (AEA); la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba); la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA) y la propia SRA.
De este embrión surgió la nueva célula poseleccionaria que intenta aunar las voces de los negocios. Conspicuos dirigentes la integran: además de Jaime Campos (Asociación Empresaria Argentina) y Luis Etchevehere (Sociedad Rural), Héctor Méndez (titular de la Unión Industrial Argentina), Gustavo Weiss (Cámara de la Construcción), Carlos de la Vega (de la Cámara de Comercio), Claudio Cesario (por la banca extranjera) y Jorge Brito (por la nacional). Pero ningún apellido convocante de la constelación empresarial.
Inclusive, en este listado militan los que se diferencian de las posiciones más duras contra el Gobierno, como Méndez, Weiss, Brito y De la Vega, quien con la sapiencia de veterano dirigente avisó a Campos de AEA y a Méndez que no participaría de una reunión que se había operado en prensa como si fuera una conspiración.
“Concurriremos cuando las reuniones se convoquen públicamente y con agenda concreta”, escribió el jefe de la Cámara Argentina de Comercio un comunicado.
Participó finalmente, eso sí, en la reunión entre el Gobierno nacional y los diferentes sectores de la economía. “Se habló de la necesidad de analizar las cadenas de valor de los distintos sectores productivos, de manera de poder determinar oportunidades de inversión o sustitución de importaciones”, indicó.
El titular de la UIA fue otro de los que quiso mostrarse puertas adentro como libre de presiones. Primero aclaró que AEA no motorizaba la “cumbre”, pero luego disparó que si lo hiciera, “nadie me va a decir con quién me tengo que juntar”.
Sintió el efecto Tupac Amaru, porque de un lado tenía al representante de Techint, Luis Betnaza, tensándole la cuerda con el gobierno con mandato de la Asociación Empresaria Argentina, y de la órbita oficial, a Oscar Parrilli pidiéndole cuentas.
Se sabe que Méndez viene de una relación de vieja data con gente del oficialismo, desde su labor en Electroingeniería, y encima que tenía a su cargo invitar a la Presidenta a la Conferencia Industrial en los primeros días de diciembre. Y le facturaron los raptos de rebeldía, por más que admitiera haberse visto en secreto con Guillermo Moreno poco antes del adiós del secretario de Comercio.
Fue atacado impiadosamente dentro de la central fabril por tres Juanes: Lascurain, Sacco y Urtubey, este último al pie del estribo de su participación en la mesa de análisis de competitividad, citada por el nuevo jefe de Gabinete de Ministros, Raúl Capitanich, el flamante timonel de la Economía, Axel Kicillof, y la titular de Industria, Débora Giorgi.
En el plano de las cámaras, la de empresarios metalúrgicos, Adimra, cuestionó al titular de la UIA por haber concurrido sin autorización interna al cónclave empresarial antioficialista.
Pero el escueto comunicado rubricado por las siete cámaras presentes que enviaron a la prensa tras el almuerzo enjuagó los trapos de todos los acusados de prestarse al manejo de la AEA: “En la reunión se destacó el aporte del empresariado al desarrollo económico y social, la creación de empleo, la generación de riqueza, así como su papel central en la realización de inversiones productivas. En tal sentido, decidieron llevar al seno de sus instituciones la propuesta de elaborar un temario con los aspectos principales en relación con los cuales la contribución del empresariado al desarrollo económico y social de la Argentina es particularmente trascendente”.
La cuestión no era tanto qué decir, sino estar o no, como lo demostró Adelmo Gabbi, ex presidente de la Bolsa de Comercio, al hacer gestiones para que esa entidad figurase al pie de la brevísima minuta.
Según trascendió, los más elocuentes, como Etchevehere, se animaron a hablar de fracaso de la política económica y otro, como Campos, atacó al Gobierno por “no respetar los contratos privados y los derechos adquiridos”. Hasta se mencionó a Méndez con una intervención llena de interrogantes sobre la futura gestión de Cristina.
Paolo Rocca
Convocatoria del Gobierno
De los que aparecían como punteros por las siete entidades de la entente opositora al gobierno participaron también del convite de la Casa Rosada los banqueros Brito (liberado de los denuestos de Moreno) y Cesario, pero no para hablar de cepo cambiario, inflación o de atropellos a la Justicia, sino de un eventual acuerdo de precios.
Dentro de la UIA, Cristiano Ratazzi y Daniel Funes de Rioja aplicaron paños tibios para evitarle un desgaste mayor a Méndez en la convulsionada interna fabril. El alejamiento de Moreno fue otro bálsamo momentáneo.
Entre dimes y diretes, la inveterada tradición del establishment siempre acostumbró a cubrir con mantos de misterio los pasos que se dan en la intimidad de los despachos y pasillos, un contraste con la naturalidad con que se toman en cualquier parte del mundo.
El agravante en estos días, tanto para tirios como troyanos, reside en que a nadie le resulta fácil mantenerse al margen de la letal disputa entre el Gobierno y el grupo Clarín, y eso se ve claro en las aprensiones que despiertan las posiciones de AEA, que se malician influidas por la acción del multimedios. El metalúrgico Lascurain se manifiestó sorprendido “por la participación de la AEA, que antes estaba afuera de todo y ahora la volvieron a juntar. Se ve que se quieren unir.”
Desactivada durante casi dos años, esta versión posmoderna del Consejo Empresario Argentino recién reapareció en setiembre, con un documento dedicado a “El aumento de la presión fiscal sobre las empresas formales lesiona las inversiones y las actividades productivas”. Los últimos pronunciamientos habían sido “Diagnóstico del sistema fiscal argentino y propuestas de reforma” –marzo de 2010– y Movilizar las Energías del Sector Privado (julio de 2009).
El borrón y cuenta nueva no es novedad. Hace tres años, el entonces titular de la UIA, Ignacio de Mendiguren, se enojaba frente a posiciones extremas de la entidad de los patrones, que entorpecían la relación con la Casa Rosada. Y en ese contexto, refunfuñó por una foto que se habían hecho sacar varios colegas con el CEO de Clarín, Héctor Magnetto.
En vísperas de la convención anual de la Cámara Argentina de la Construcción que preside, Gustavo Weiss fue otro de los que tuvo que hacer malabarismos para no dejar la silla vacía en el cónclave de los Siete, pero a la vez no irritar al gobierno con esa presencia. No podía poner en riesgo la asistencia al Sheraton del flamante jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, del nuevo ministro Kicillof y de De Vido. De ese equilibrio surgió la lectura que hizo del resultado electoral último: “Massa se posiciona mejor frente a sus aspiraciones presidenciales, pero el Frente para la Victoria sigue teniendo un caudal de apoyo importante, por lo que la Presidenta va a seguir gobernando con bastante fortaleza los dos años que restan y se van perfilando quiénes son los que pretenden ser candidatos en 2015. La economía tendrá los cambios que tenga que tener, pero no influenciados por el resultado electoral”.
Y ante posturas triunfalistas de colegas más enjundiosos contra el Gobierno, Urtubey analizó que “el Congreso no sufrirá demasiadas modificaciones y la relación entre los empresarios y el Ejecutivo seguirá su curso. Creo que pensar que puede haber cambios drásticos es una mala interpretación, porque ello nunca ocurre en una elección de medio término”.
Ha habido terceras posiciones, como la de la Cámara de Importadores de la Argentina (CIRA), cuyo presidente, Diego Pérez Santisteban, celebra el “mayor equilibrio” que se generará en el Congreso a partir de diciembre y sentencia que “la lógica para el Gobierno sería reflexionar para volver a enamorar al votante durante estos dos años que le quedan de mandato”.
El ideario empresario para esta transición de dos años se recorta en dos grandes líneas, por cuyo meridiano el nuevo gabinete interpreta que pasaría la posición de competitividad que tenga cada compañía. ¿Negociar precios a cambio de inversión y empleo? ¿Aceptar una rentabilidad regulada? Formaría parte, en todo caso, del repertorio de Kicillof, pero no define un pensamiento de fondo que pueda hacer suyo el hombre de negocios.
El titular del grupo Fate-Aluar resumió así la contienda: “Están los que siguen pensando que hay que hacer el ajuste y quieren hacerlo, y los que como yo creemos que hay que sentarse y buscar soluciones a los problemas para que no nos condicionen”.
IDEA, ni tan think ni tan tank
Desde que fue concebido para inculcar una ideología de libre iniciativa privada hace 40 años, el instituto adquirió un perfil distante respecto de las políticas empresariales que se fueron sucediendo según las épocas.
El Instituto de Desarrollo Empresarial Argentino sigue sin asumirse como la plataforma de líderes empresarios que inspiró su creación, sino que se trata, más bien, de un círculo que se esmera por parecer aséptico manejado por las grandes empresas y bancos, pero cuyo caudal mayoritario de socios son las Pyme.
Su primer presidente fue Oscar Vicente, el ejecutivo del grupo Pérez Companc más versado en la actividad petrolera y de la obra pública.
En la cúpula no sobresalen figuras que trasciendan a la marca que representan y puedan transmitir a los poderes públicos y a sus pares una influencia ideológica de la libreempresa como la que ha impulsado el establishment tradicional.
Es el caso del actual presidente, que a su vez está al frente de Swiss Medical Group, Miguel Blanco; o el del vice, Juan Manuel Vaquer, de Dupont; o del socio del estudio jurídico Bulló, Tassi, Guillermo Lipera, o de Ignacio Stegmann, de 3M.
Los últimos coloquios giraron en torno de lo que haría el Gobierno nacional en medio de la controversia con Brasil por el intercambio y el Mercosur, en 2012, con la transición electoral de este año. En ambos casos, y a pesar de la presencia del ex presidente Lula el año pasado, la expectativa de los hombres de negocios saltó hacia la Conferencia Industrial.
De aquel Consejo Empresario Argentino a esta AEA
La Asociación Empresaria Argentina (AEA) es la entidad integrada por números uno de las empresas más grandes de la Argentina por su mayor facturación y empleo de unas 300.000 personas en conjunto.
Tomó en 2002 la posta del Consejo Empresario Argentino, que había sido creado en 1967 como parte del Instituto para el Desarrollo de Empresarios en la Argentina (IDEA), del que se independizó en 1970. Había nacido como una iniciativa de los grandes empresarios argentinos para limitar la influencia creciente que los gerentes de las empresas multinacionales habían ido adquiriendo en las organizaciones patronales clásicas, en especial en la Unión Industrial Argentina.
Desgastado por sus vínculos con la administración económica de la dictadura militar en los 70 y acusado de conspirar contra el Gobierno de Raúl Alfonsín, avenido en la denominación “los capitanes de la industria”, cesó casi coincidentemente con la explosión de la convertibilidad. Su lugar fue tomado por la Asociación de Empresarios Argentinos (AEA) en 2002, fundada por iniciativa de un conjunto de empresarios con el objetivo de:
• Promover la importancia de la actividad empresarial como motor de desarrollo de la economía;
• Promover la participación activa de los empresarios en la formación y el análisis de políticas públicas;
• Organizar reuniones de discusión de políticas con autoridades, funcionarios, legisladores y expertos; Difundir documentos de análisis y propuestas de políticas.
Después de una primera etapa en que grandes industriales como Rocca, Pagani, Pescarmona, Bagó la rubricaran con su presencia en los puestos estelares, se modificó el rumbo y bajaron todos de plano: el objetivo fue no desgastarlos ni exponerlos públicamente, en los dos años de negociaciones con el Gobierno que se pronostican intensos y turbulentos.
Su actual presidente desde 2009, un lobista de carrera, explica que la Argentina está en los inicios de un nuevo período económico, que requerirá de muchísimas inversiones y que para ello es fundamental quitar los factores que la desalientan, como la ley que permite al Gobierno intervenir las empresas y el aumento sostenido y generalizado de los precios.
La asociación tomó un firme papel en abril al criticar el intento de reforma judicial lanzado por el Gobierno y también se pronunció contra la nueva ley de mercado de capitales, que permite a una dependencia del Ejecutivo tomar el control de empresas sin que medie la intervención de la Justicia.