Gabriel Martino
Por Gabriel Martino (*)
Empecemos por el potencial. El campo es el lugar común de esta exploración. La Argentina genera entre 8% y 9% de la producción agrícola mundial y es el octavo productor mundial –¡con solo 0,6% de la población mundial!–. Un estudio del Banco Mundial del año 2005 muestra que estamos en la posición número 20 en el concierto de las naciones en términos de recursos naturales y que somos terceros en el ranking de tierra cultivable.
Sin embargo, ahora se agregan nuevas riquezas –siempre en potencial–como son los recursos energéticos no convencionales. Vaca Muerta promete recursos técnicamente recuperables de, por ejemplo, 820 billones de pies cúbicos de gas que hacen palidecer los 12 billones de reservas probadas de gas.
Sin embargo, una dotación generosa de recursos naturales no sirve si no existe la demanda creciente de los mismos. La buena noticia es que la aceleración del crecimiento en Asia, particularmente China e India, se tradujo en un cambio muy importante para la economía argentina: un aumento estructural en las exportaciones. Además, los principales socios comerciales de la Argentina, también ricos en recursos naturales, se beneficiaron a la vez, agregando posibilidades de demanda para productos argentinos, ahora de mayor valor agregado (por ejemplo, el comercio automotriz con Brasil).
Aunque China está entrando en una etapa de maduración del crecimiento –enfocándose más en las reformas estructurales que en el crecimiento por sí mismo–, India aún está en la etapa de la transición demográfica lo que asegura un piso de demanda sostenido por recursos.
Hablando de demografía, la Argentina cuenta con la enorme ventaja del bono demográfico: la población en condiciones de trabajar aumenta, reduciéndose el esfuerzo por cabeza de mantener a los que no trabajan. Las ventajas económicas –el dividendo demográfico– provienen de la mayor población económicamente activa y la mayor tasa de ahorro.
Alto nivel educativo
Además, nuestra población lidera en América latina en porcentaje de la que tiene alto nivel educativo y también en años de estudio, aunque en este último caso es igualada por Chile. La buena noticia en este sentido es que hemos triplicado el gasto en educación con relación a Producto Bruto Interno; la mala –lamentablemente– es que las mediciones estandarizadas internacionales muestran que no estamos avanzando en el ranking de calidad de la educación.
Y esta discusión actual respecto a la calidad del gasto en educación es una buena introducción a los desafíos más serios que enfrentamos. Especialmente el conflicto entre equidad y estabilidad institucional, en un sentido amplio.
Nuestro país tiene una distribución del ingreso francamente desigual, que requiere toda la atención de las políticas públicas. Equilibrar la demanda de equidad con la estabilidad de las reglas de juego es uno de los desafíos que hasta ahora hemos manejado con éxito solo parcial.
Otro desafío pendiente es aumentar la inversión en infraestructura y energía. Recientemente el Gobierno dio un giro abriendo la explotación de recursos no convencionales a empresas extranjeras, incluso con la promesa de flexibilizar marginalmente las restricciones cambiarias. Una buena política que debería profundizarse con más señales en esa dirección.
Finalmente, los argentinos somos los primeros en la fila para criticar… a los argentinos. Es decir que somos nuestros peores gerentes de Marketing. Una comunicación –entre nosotros y sobre todo hacia afuera– más focalizada en nuestro potencial, en lugar de sobre nuestras falencias, contribuiría a mejorar sustancialmente la imagen externa del país.
Entonces, encontrar el balance adecuado entre equidad y estabilidad institucional, con una macroeconomía consistente, es el desafío que tenemos enfrente. Una vez más, el potencial –recursos naturales y capital humano, dividendo demográfico incluido– están a nuestro favor. La Argentina es un país cargado de futuro.
(*) Gabriel Martino es CEO y presidente de HSBC Argentina.