En 1969, cuando apareció Mercado, una parte sustancial del proceso técnico que terminaba en su impresión, la cumplían los linotipistas. Operaban una máquina –la linotipo– en la que se escribían los textos en un teclado como de máquina de escribir, que seleccionaba los caracteres elegidos y fundía en plomo cada línea de la nota que luego se convertiría en parte de una página impresa. Años más tarde, las linotipos fueron reemplazadas por lo que se llamó la “composición en frío”. Este proceso también se obvió cuando, el diseñador, desde su PC, dejaba lista cada página para hacer películas y luego imprimir. Un gremio orgulloso como el de los linotipistas desapareció sin dejar huella. Esto ha ocurrido muchas veces en la historia industrial del planeta, pero cada vez con más frecuencia. Ahora, a partir del auge y difusión de Internet y de la explosión de los medios sociales hay un debate persistente. ¿Desaparecerán también los periodistas, o acaso solamente algunos de los medios convencionales, como por ejemplo los diarios o acaso también las revistas? A finales de la década de los 90, cuando ya era notoria la presencia de Internet y estaba claro que había llegado para quedarse, la gran pregunta era: ¿quién paga la cuenta? Es decir, cómo es el modelo de negocios que garantice ingresos y rentabilidad como sucedía con los medios convencionales. No hubo entonces respuesta, ni la hay tampoco ahora. Algunos medios han logrado monetizar sus sitios en la Web, con algo de publicidad, con venta de contenidos, o con prestación de otros servicios para terceros. Pero no hay un modelo nítido que se imponga como el estándar para los demás. Sigue siendo la piedra de tranca. El otro gran interrogante es: la revolución de la información digital, ¿presupone el final de las noticias, o solamente el final de los diarios? La década pasada ha visto caída en circulación, reducción en la planta de empleados de los medios gráficos, y en casos, caída en el ingreso publicitario, principal sostén del negocio.
Renacimiento de una profesión Las próximas décadas serán fascinantes para lectores y para periodistas. Algunos creerán que se avecina el final del periodismo. Pero es más cierto que estamos en medio de una vibrante etapa, dolorosa por momentos, que preludia el renacimiento de la profesión. Una visión optimista que compartimos. Algunos hechos comprobables: • Hay un cambio en el papel del periodista. Ahora debe dar sentido a todo lo que produce el público en los medios sociales. • La noticia, el producto periodístico por excelencia, no se termina nunca. Nadie puede dar ya el sumario de las 24 horas precedentes. • Lo que desapareció es un mundo donde solamente los periodistas hacían noticias. Los lectores también fabrican las suyas. • El viejo modelo de negocios –de donde venían los ingresos– ha cambiado o desaparecido, pero todavía no ha sido reemplazado exitosamente. • La primicia no la dan más los medios convencionales, sino plataformas como Facebook o Twitter. Este proceso de cambio trascendental recién empieza. El futuro próximo estará poblado con múltiples actores y será el reino de la incertidumbre. Las organizaciones periodísticas deberán hacer un gran esfuerzo para sobrevivir. Antes, el diario era el relato organizado y completo de todo lo relevante –a juicio del periodista– que hubiera ocurrido en las 24 horas precedentes. Esta es la visión que se ha transformado drásticamente. Los periodistas no han sido reemplazados. Pero tienen un nuevo rol. Más que en el punto de partida de la noticia, están en su interpretación, puesta en contexto, verificación. Su tarea esencial es darle sentido a una masa de datos. Antes de decretar la obsolescencia del periodismo y de los periodistas –reemplazados (sigue la teoría) por eficientes motores de búsqueda y por los “ciudadanos periodistas” que reportan toda realidad que los rodea– hay que reparar en que son los periodistas profesionales los que dan cuenta de los hechos en el lugar en que se producen, de manera organizada, sistemática y disciplinada, aunque coexistan con miles de colaboradores espontáneos que twittean lo que acaba de ocurrir. Lo que hay que cuestionar es el aserto de que “todos ven todo lo que ocurre en las redes sociales”. En Estados Unidos, según PEW (Research Center for the People & the Press), la mayoría de la población frecuenta la corriente central de los medios convencionales para obtener una versión confiable de los hechos ocurridos. Apenas 20% –al menos por ahora– se entera de las noticias por los medios sociales. Será todavía un largo debate.