Fue el anuncio más importante de Donald Trump en su mensaje anual “Estado de la Unión”. Prometió reconstruir la debilitada infraestructura del país, en un esfuerzo financiero del orden de US$ 1,5 billones (millones de millones).
Una cifra impresionante y un proyecto alentador que debería ser bien recibido desde todos los sectores. Es un programa a diez años, para construir o reparar carreteras, autopistas y ferrocarriles. Además de permitir la inclusión de nuevos proyectos que responden a necesidades muy actuales.
Lo curioso es que en ningún momento explicó de donde saldrían sumas tan impresionantes, justo cuando la perspectiva es déficit federal en aumento. Pero para los observadores el anuncio es la piedra de toque de la estrategia Republicana con vistas a las elecciones parlamentarias de medio término, que tendrán lugar el próximo noviembre.
En pocas semanas se espera la publicación de un plan detallado sobre las obras a encarar, con lo cual la Casa Blanca espera que este tema se convierta en el eje de discusión electoral de aquí a noviembre.
Algunos otros temas destacables: destacó las virtudes del “hermoso carbón limpio”, anunció que el penal de Guantánamo (en Cuba) seguirá abierto, y destacó la baja tasa de desempleo entre la población negra, entre aplausos de sus partidarios y un incómodo silencio de los legisladores afroamericanos.
Fue un discurso vacío de nuevas políticas y donde se atribuyó los méritos del resurgimiento económico de Estados Unidos, algo por lo que debería recordarse a Obama.