El truco es el juego de naipes más representativo de nuestra herencia, de nuestra argentinidad. Y el juego es, según relevamientos recientes, uno de los principales motivos de felicidad para las personas. En definitiva, los humanos queremos estar con humanos. Y si es con amigos y vermut, tanto mejor. Cinzano encara la campaña Salvemos al Truco desde su vínculo con la sociedad argentina y el sentimiento local, apuntando a mantener viva una tradición argentina.
Historia
El truco llegó a la Argentina desde Valencia, España, y se instaló en nuestro país de la mano de la conquista. Poco a poco, entre el campo y las pulperías, lo aprendieron los pueblos originarios y los criollos. Ellos fueron quienes le agregaron nuevas reglas, códigos y maneras de jugar, y le dieron el sello local: en Argentina el truco no es igual a la versión que se juega en otras partes del mundo. Sin embargo, no fueron los españoles quienes lo crearon, sino los árabes. Si se jugó en la península ibérica fue porque los moros estuvieron 800 años, durante la Edad Media, en la tierra de dónde luego partieron los conquistadores para América. Su nombre remite a “truchiman” que significa “intérprete”.
La campaña de Cinzano Salvemos al Truco
“Cinzano tiene una fuerte vinculación histórica con la sociedad argentina. A tal punto, que en el último informe de salud marcaria realizado por Kantar en septiembre del 21, que analiza la opinión de los consumidores, el atributo de “herencia” en Cinzano perforó un 30%, por encima del promedio. No es casualidad, ya que desde sus comienzos, está presente en los deportes populares, en la gastronomía tradicional así como en los bodegones y vermuterías de todo el país”, destaca Guido Iezzi, Brand Manager de Cinzano en Campari Group Argentina.
Esta campaña apunta a visibilizar el truco y sus códigos, que en todos los casos conllevan esa complicidad entre amigos que es uno de los sellos identitarios de la marca. ¨Salvemos al truco¨ se apoya también en datos aportados por la Asociación Argentina de Truco.
¨Se estima que poco más de la mitad de la población de entre 12 y 70 años, de ambos géneros, conoce el truco como juego de naipes. Entre ellos, es disímil la asiduidad con la que lo juegan y suele estar íntimamente relacionado con reuniones o comidas con amigos/as, y también al verano y la playa¨, destacan desde la Asociación.
¨Quizás, en la mayoría de nosotros, fue un legado que recibimos de nuestros abuelos cuando recién empezábamos la adolescencia. Hay otros casos a los que le llegó más adelante en la vida. Desde Asart, nuestra principal intención es que el truco no muera y por eso desde un tiempo a esta parte hemos impulsado su revalorización y consideración como disciplina deportiva¨, destacan.
Anteriormente se asociaba al truco más con los hombres que con las mujeres. Se vislumbra un cambio de hábitos en este sentido, ya que hoy es común encontrar a grupos de amigas jugando al truco en sus reuniones sociales. Y aquí las redes sociales juegan un rol educativo importante.
Los juegos y la felicidad
Internet, las plataformas y la pandemia han impactado sobre el uso del tiempo libre, manteniendo más tiempo a las familias en casa, pero multiplicando las ofertas de entretenimiento dentro de ella. Debido a esto, los juegos de mesa, y de cartas vuelven a tener un rol para disfrutar tiempo de calidad y diversión.
Los juegos de mesa crean ámbitos más íntimos, ya sea en la tranquilidad de una casa, en un café de barrio, en “una juntada” gastronómica. Agrupan a las personas en un espacio que crea cercanía y donde el compartir se convierte en el eje del encuentro, donde hay tiempo de calidad, activando los resortes de la felicidad.
En una era caracterizada por el entorno digital los juegos cubren una necesidad social en un mundo de pantallas y big data: una excusa divertida para estar con otras personas y ser feliz.
La sociedad del siglo 21, atrapada en la interrupción del teléfono móvil e hiperconectada a las redes sociales, necesita espacio para respirar libertad, ocio desconectado y compartido con personas. Este siglo afronta el reto de la preservación de tiempo analógico de calidad, individualmente y en grupo. Y los juegos de mesa son esenciales para construir este espacio, el público lo intuye y, cuando lo prueba, repite y extiende la cultura del juego.