Una teoría que explica la revolución digital

Elin Whitney-Smith hace un balance de lapsos anteriores a la presente perturbación estructural en Winning Information Revolutions: From the Ice Age to the Internet. Su objeto es entender cómo viven la crisis organizaciones e individuos. Arthur Kleiner analiza ese trabajo en strategy+business.

6 diciembre, 2011

<p><em>- Uno se imagina que inventar la imprenta fue distinto a innovaciones anteriores…</em></p>
<p>- Sí, pero la diferencia esencial quizá sea la visibilidad. Contamos con una historia detallada de la imprenta porque la prensa misma conserva una masa de registros. A partir de ella, podemos detectar dos fases distintas de innovación. La primera, fomentada por la élite, involucraba nuevas formas de gobierno, ciencia, literatura, artes, etc., mientras las unidades políticas evolucionaban de pequeños feudos personales a grandes estados regidos por reyes, capaces de administrarlos gracias a funcionarios educados en universidades cuyas bibliotecas superaban, juntas, a la de Alejandría. <br />
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La segunda fase innovadora tuvo lugar mayormente en los países protestantes. En el sur, España, Francia, Portugal y otros países católicos, temerosos de la herejía luterana, imponían férreas restricciones a la libertad de imprenta. Holanda, Inglaterra, Dinamarca, Suecia, Suiza y los principados alemanes no tenían esas políticas. Como, simultáneamente, los protestantes fomentaban la libre lectura de la Biblia (pese al peligro de interpretación literal), dos factores convergieron: la demanda de biblias explotó y la gente se alfabetizó velozmente. <br />
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Por cierto, ya en el siglo XVII, la imprenta se había extendido –sobre todo en Inglaterra y Holanda- e impulsaba la alfabetización y la aritmética entre la burguesía, el proletariado y los profesionales en artes y oficios. Estos sectores promoverán la innovación de abajo a arriba. Eventualmente, fundarán partidos y llegarán al parlamento.</p>
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<p>En esta visi&oacute;n, los estamentos superiores, ante cambios econ&oacute;micos y tecnol&oacute;gicos, se ven ante decisiones traum&aacute;ticas. &iquest;Los manejar&aacute;n como la nobleza espa&ntilde;ola del siglo XVII o como los incipientes industriales ingleses de la misma &eacute;poca? La autora cree que, por sexta vez en la historia, la humanidad afronta transformaciones sist&eacute;micas.<br />
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En cada oportunidad, el quiebre fue detonado por alguna innovaci&oacute;n t&eacute;cnica o tecnol&oacute;gica y gener&oacute; formas nuevas de gesti&oacute;n. Hoy, coincide Kleiner, los l&iacute;deres tienen una ventaja sobre otras cinco olas: pueden seguir los acontecimientos en detalle y con mayor claridad. Queda por verse si sabr&aacute;n aprender las lecciones pret&eacute;ritas. <br />
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Whitney-Smith ha estado treinta a&ntilde;os investigando y redefine el progreso econ&oacute;mico como &ldquo;una serie de rupturas en tecnolog&iacute;a inform&aacute;tica&rdquo; (TI). Para ello, sac&oacute; partido de estudios sobre temas variados: dise&ntilde;o de medios digitales, relaciones sexuales en la edad media europea, extinciones al cabo del pleistoceno, etc. Este a&ntilde;o, compil&oacute; otro tomo, Winning information revolutions: from the ice age to the Internet, que publica en la Red. A criterio de Kleiner, entretanto, &ldquo;los l&iacute;deres sociales y econ&oacute;micos, en anteriores revoluciones asimilables a la TI, no supieron resistir las estrategias cortas, por contraproducentes que fueran. Durante una conversaci&oacute;n con s+b, Whitney-Smith abord&oacute; esos temas.</p>
<p>- <em>En su nuevo libro, afirma que las actuales turbulencias econ&oacute;micas comparten con las anteriores la misma causa eficiente: un desplazamiento en el manejo de la informaci&oacute;n. &iquest;Puede desarrollar la idea?</em></p>
<p>- A mi entender, hubo hasta ahora seis revoluciones en la historia. La primera transici&oacute;n transform&oacute; cazadores/recolectores en agricultores, la segunda fue la invenci&oacute;n del lenguaje escrito y num&eacute;rico, la tercera fue el colapso de Roma, la cuarta se cifr&oacute; en la imprenta de tipos m&oacute;viles, la quinta combin&oacute; radio, tel&eacute;grafo, tel&eacute;fono y ferrocarril, y la sexta &ndash;actual- es la revoluci&oacute;n inform&aacute;tica/digital.<br />
En las tres &uacute;ltimas, la econom&iacute;a vivi&oacute; un largo auge seguido de un crac. En cada cesura, hubo o hay cambios agitados, mientras emerg&iacute;an otras formas de organizaci&oacute;n y ca&iacute;an viejas pr&aacute;cticas apoyadas en &eacute;lites anacr&oacute;nicas.</p>

<p>Esa gente aprovechaba lo que sabía, no lo que poseía. Conocía los lugares donde había caza o pesca o plantas útiles. Percibía un mundo de abundancia. Su posición social no dependía de poseer activos sino datos, información, buenas historias que contar, danzas que bailar o dioses a quienes adorar. Por ende, su visión del universo se basaba en compartir. <br />En un punto, hace 150 siglos, se desató una ola de cambios climáticos y extinciones de especies. Duró unos 10.000 años e hizo que los hombres comenzaran a vislumbrar un horizonte más duro. Entonces, empezaron a acumular comida y bienes para sentirse seguros. Desde antes de Sumeria y Egipto, hemos vivido en un mundo de escasez.<br /><br />Ésta fue la esencia de la primera revolución: la gente involucionó de una cultura de información a depender de bienes materiales, tangibles o transables. A su vez, ello implicó otro cambio mayor en las estructuras sociales: atesorar es difícil cuando las personas deben caminar treinta kilómetros al día. Esto las hizo almacenar productos a buen reparo.<br /><br />Claro, daba más trabajo atender cultivos y ganado. Eso, más la creciente dependencia de bienes materiales, condujo a la especialización. En vez de cada familia fabricante de todo tipo de cosas, muchos artículos de producción común ya no se hicieron en casa. El proceso llevó a la jerarquización, los estamentos sociales y la contabilidad. Diversas formas de moneda surgieron, lideradas por el elektrón frigio –aleación natural de oro y plata-, aparecido en el siglo VIII antes de la era común.<br /><br />A partir del tercer milenio AC y por varios más, la civilización se identificaba con la escritura, que cambió un paradigma estructural (aldeas y sacerdotes) en uno tripartito: templo, rey y militares. Al no abarcar burgueses, proletarios ni esclavos, se trataba de una organización notablemente estable: en Egipto duró unos cuarenta siglos.<br /><br />Ciudades-estados e imperios iban y venían, pero las bases estructurales no se alteraban. Reyes y cortes administraban justicia, los militares controlaban la violencia endógena o exógena y el templo manejaba el dinero y la información, aparte de mantener registros y realizar los rituales cada año lunar o solar. <br /><br />Este esquema terminó de venirse abajo con Roma (476 DC) en la sociedad occidental, aunque no en el imperio de Oriente, cuyo golpe de gracia recién llegó en 1453 por mano osmanlí. <br /><br />Justamente, la siguiente revolución informática se gesta sobre las ruinas romanas. La volatilidad prevaleciente en la temprana edad media acabó con aquel esquema tripartido originado hace siete milenios en la medialuna de tierras fértiles (desde el delta del Nilo hasta el golfo Pérsico). <br /><br />En Europa occidental sólo sobrevivirá quién controlaba la información y las ideas: la iglesia Católica romana. Su predominio, irónicamente, terminará destrabando ambos factores y mejorando la vida de la gente común. Otra obra positiva de la iglesia occidental (no de la bizantina) consistió en luchar contra el trabajo esclavo urbano. Sea como fuere, merced a la iglesia el trabajo, el desarrollo y las nuevas técnicas ganaron creciente apoyo en Europa occidental y, paradójicamente, se reciclaron en el califato árabe (siglos VII a XI) por obra de una herencia helenística aceptadas por el Islam.</p>

<p>-<em> ¿Por qué el </em>establishment<em> pierde poder?</em></p><p>- En lo inmediato es siempre mejor ser un noble hispánico que un cardador inglés del siglo XVII. Los potentados de España o Francia no tenían motivos para innovar, pues su riqueza parecía estar asegurada. Además, desconfiaban de técnicas recién inventadas y su efecto en la mano de obra. Por consiguiente, el impulso económico de esa “globalidad europea” pasó del continente a dos países nórdicos, Inglaterra y Holanda. <br /><br />Ambos y sus fuerzas industriales fueron rearmándose para aprovechar las nuevas capacidades a su disposición. Les tomó tiempo y una revolución política (la inglesa de 1688) para surtir efecto. Occidente cambió radicalmente la nobleza ibérica quedó relegada al universo rural.<br /><br />Por ejemplo, en la quinta década del siglo XIX, parecía mejor a corto plazo manejar un molino harinero en Massachusetts que un ferrocarril en Pennsylvania. Siglo y pico más tarde, en los años 70, gratificaba más ser ejecutivo de General Motors que un estudiante dedicado a computación. En cada instancia, el miembro de una élite preexistente tenía escasos incentivos para desechar el sistema. Pero cada “proletariado externo” (figura del historiador, Arnold J. Toynbee, 1889/975) tiene poco que perder y mucho que ganar sumándose a las sucesivas innovaciones. En último término, estos grupos iconoclastas transforman la forma en que un sistema funciona. <br /><br />Los nobles de esta época, o sea los dirigentes políticos, económicos o financieros, cometen errores similares, en el fondo, a los de sus antepasados. Basta observar los desastrosos rescates de deuda soberana en la Eurozona. Al repetirse, esos deslices reducen posibilidades de retener su hegemonía en el futuro. En general, pasan por alto oportunidades, temen a los innovadores y tratan de neutralizarlos. Estas actitudes suelen llevar al fracaso, hasta que surge otro grupo de competidores dominantes.</p><p>- <em>¿Por qué llama usted “transiciones tempranas” a algunos de estos fenómenos?</em></p><p>- Una revolución informática no siempre se asocia con una determinada tecnología. En realidad, hace a cómo la TI se imbrica en una cultura. En segundo término, si los hombres preagrícolas hubieran sido modernos cazadores/recolectores, serían la cultura TI más pura de que hubiese memoria. <br /> </p>

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