Una desaceleración en China puede ser positiva

El producto bruto interno chino creció “sólo” 9% anual durante los diez primeros meses. Esto asustó al mercado. Pero no refleja problemas en el gigante, sino en Occidente, cuyos analistas no saben si esa cifra es mala o buena para la economía.

24 noviembre, 2011

<p>Algunos observadores se detienen en patrones de crecimiento sectorial. A su criterio, son evidencias iniciales de un nuevo equilibrio, con la demanda subiendo a mayor ritmo que la producci&oacute;n. Por ende, son signos de que la inversi&oacute;n bruta fija se hace m&aacute;s prudente, as&iacute; como de una contracci&oacute;n inmobiliaria. <br />
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En tanto la impresi&oacute;n general es que las pol&iacute;ticas macroecon&oacute;micas no exigen ajustes relevantes, los &ldquo;globalistas&rdquo; (que toman Occidente por el todo) tienden a preocuparse m&aacute;s por China. Quieren saber si el pa&iacute;s seguir&aacute; siendo una s&oacute;lida fuente de demanda, en oposici&oacute;n a la debilidad de Estados Unidos y la Eurozona. <br />
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Ostensiblemente, la finalidad de Beijing es gestionar un &ldquo;aterrizaje suave&rdquo;. Pero, aun en el pa&iacute;s, algunos no aceptan del todo las premisas del corriente plan quinquenal en cuanto a un crecimiento menos marcado pero de mejor calidad (7% promedio) en el PBI. Los esc&eacute;pticos sostienen que la realidad no es m&aacute;s cre&iacute;ble que la meta de 7,5% en el plan ya ejecutado, cuyo nivel real fue 11% anual.<br />
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En este punto, muchos reconocen que una expansi&oacute;n m&aacute;s lenta del PBI ser&aacute; ambientalmente m&aacute;s sostenible. No obstante, ciertos intereses creados persisten en afirmar que los temas ecol&oacute;gicos s&oacute;lo tienen sentido en econom&iacute;as mucho m&aacute;s ricas y desarrolladas.<br />
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Por ende, hacer cre&iacute;ble que aquel 7% sea mejor que 10 u 11% implica poner en tela de juicio una serie de objetivos hist&oacute;ricos que han ocupado a las c&uacute;pulas chinas desde la era de reformas posterior a Mao Zedong. Vale decir, de 1978 en adelante. En particular dos metas sacrosantas: estabilidad de precios y creaci&oacute;n de empleos. Siempre se entendi&oacute; que una r&aacute;pida expansi&oacute;n econ&oacute;mica las tornar&iacute;a m&aacute;s f&aacute;ciles de lograr.<br />
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Pero los tiempos han cambiado. Mantener precios estables result&oacute; mucho m&aacute;s sencillo mientras la preocupaci&oacute;n era brindar acceso a una gama de bienes de uso final a valor asequible. Al convertirse en planta mundial de armado para esos rubros, China resolvi&oacute; el problema. En cambio, el actual brote inflacionario se origina en la demanda de una creciente clase media urbana, la famosa peque&ntilde;a burgues&iacute;a denostada por el comunismo fundacional. Ese estamento aspira a bienes y servicios modernos, de mejor calidad, costosos de producir.<br />
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Parte de la nueva demanda refleja la b&uacute;squeda de vivienda. Que infla los precios de bienes ra&iacute;ces v&iacute;a la urbanizaci&oacute;n y sus presiones especulativas. En este contexto, acelerar en exceso el crecimiento dificultar&aacute; mantener la estabilidad de precios.<br />
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Sin embargo, la generaci&oacute;n de puestos laborales ten&iacute;a considerable sentido cuando la mano de obra rural y del sector p&uacute;blico sobraba y deb&iacute;a ser absorbida por un sector industrial todav&iacute;a peque&ntilde;o pero muy expansivo. China tuvo que crecer dejando atr&aacute;s distorsiones e ineficiencias. Pero hoy sus necesidades de empleo son muy distintas a las de hace treinta a&ntilde;os. Ante una poblaci&oacute;n activa declinante por un sostenido envejecimiento, crear puestos abundantes pero no especializados ya no es prioritario. El foco ahora es en menos posiciones, pero con mayor agregado.<br />
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