¿Por qué tanta gente detesta a las empresas petroleras?

Años atrás, el entonces director ejecutivo de Shell Oil, Houston, recorría Estados Unidos. El periplo le permitió ver por qué su compañía tiene imagen arrogante ante el público y no transmite mensajes positivos. Como le pasa hoy a British Petroleum con el derrame en el Golfo de México.

6 mayo, 2010

<p>El texto siguiente resume un trabajo de John Hoffmeister, ex presidente de Shell Oil, divisi&oacute;n en Texas del grupo Royal Dutch/Shell. Naturalmente, fue redactado antes del desastre en la plataforma Deepwater horizon y el derrame subsiguiente en el golfo de M&eacute;xico.<br />
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&ldquo;En agosto de 2006, resolv&iacute; iniciar giras por locales y estaciones de servicio. Esto fue luego de los huracanes Catalina y Rita, a fines del verano. Los precios de combustibles hab&iacute;an estado trepando durante tres a&ntilde;os y los problemas de abastecimiento ocasionados por esos tifones los hizo subir mucho m&aacute;s. Empec&eacute; a recibir correos electr&oacute;nicos donde me colgaban en efigie. Menos mal que a&uacute;n no exist&iacute;an las redes sociales.<br />
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&ldquo;Por otra parte, la mayor&iacute;a de legisladores y reguladores desconocen cuestiones claves. Por ejemplo, necesidad de asegurar abastecimientos en la mayor cantidad posible de fuentes, tener en cuenta el cambio clim&aacute;tico, las emisiones de di&oacute;xido de carbono o la seguridad en materia de combustibles y energ&iacute;a.<br />
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&ldquo;El consumo de hidrocarburos en EE.UU. se triplic&oacute; en las seis d&eacute;cadas de 1950 a 2009. Aparte, se ha desplazado de la demanda industrial a la residencial y comercial, computaci&oacute;n inclusive. Con el crecimiento de poblaci&oacute;n en grandes econom&iacute;as emergentes, la espiral de consumo se acelera. Pero gobiernos y empresarios petroleros siguen mal preparados para un futuro de veloz expansi&oacute;n de demanda e insuficiencia paulatina de fuentes accesibles.<br />
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&ldquo;Esto es particularmente serio ante la necesidad, harto real, de reducir da&ntilde;os ambientales. No s&oacute;lo de mon&oacute;xido o di&oacute;xido de carbono, sino de otras emisiones relativas a la generaci&oacute;n de energ&iacute;a. Sin duda, empero, tomar&aacute; tiempo pasarse a fuentes renovables, en especial h&iacute;dricas. Esto lo ve&iacute;amos en la compa&ntilde;&iacute;a, pero no nos escuchaban y hoy s&eacute; por qu&eacute;: tampoco nosotros prest&aacute;bamos atenci&oacute;n. Ergo, me dediqu&eacute; a recorrer nuestros concesionarios en EE.UU. desde mediados de 2006 hasta principios de 2008, cuando me jubilaron. <br />
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<strong>Matices y contrastes</strong><br />
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&ldquo;Mi itinerario me llev&oacute; a visitar estaciones de servicio y locales de la marca, sin anuncio previo y, a menudo, sin identificarme. La idea era conversar con licenciatarios, encargados y clientes. Curiosamente, mi primer caso (en Erie, Pennsylvania) fue un &eacute;xito: el local resplandec&iacute;a, todo estaba en orden y la encargada sab&iacute;a atenderlo a la perfecci&oacute;n.<br />
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&ldquo;Mientras tom&aacute;bamos caf&eacute;, me se&ntilde;al&oacute; que sus clientes regulares no estaban en absoluto contentos con los precios en el surtidor pero no le echaban la culpa a su negocio. Le revel&eacute; que trabajaba en Shell y sol&iacute;a caer de sopet&oacute;n en las estaciones de servicio para ver c&oacute;mo marchaban las cosas. Ella confes&oacute; que no sab&iacute;a gran cosa de la empresa, pues su local era propiedad de una peque&ntilde;a distribuidora independiente. Eso s&iacute;, los camiones tanques de Shell entregaban los pedidos r&aacute;pido, sin tener en cuenta el clima o la hora.<br />
&ldquo;D&iacute;as despu&eacute;s, visit&eacute; una estaci&oacute;n pegada a una ruta interestatal, o sea de tr&aacute;nsito interno. Era un desastre. La suciedad que tapaba el acceso llevaba meses ah&iacute;. El encargado hac&iacute;a juego, rodeado de basura y pilas de diarios&nbsp; viejos, mientras hab&iacute;a mercader&iacute;a por todas partes, sin acomodar en las g&oacute;ndolas. Intent&eacute; ir al ba&ntilde;o, pero nada funcionaba y el hedor era terrible.<br />
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&ldquo;Le pregunt&eacute; al hombre c&oacute;mo iba el negocio y me replic&oacute;, casi ladrando, que no era asunto m&iacute;o. Soy persistente e insist&iacute;, haciendo alusi&oacute;n a los precios en alza. Me retruc&oacute; preguntando si pensaba comprar algo; si no, que me fuera. Ah&iacute; pel&eacute; la tarjeta de director ejecutivo. La escrut&oacute; en silencio y, de pronto, explot&oacute;. Suponiendo que lo har&iacute;a echar, pregunt&oacute; qui&eacute;n me cre&iacute;a yo para dejarlo en la calle con su familia. Luego se&ntilde;al&oacute; que conoc&iacute;a el &uacute;ltimo balance de Shell: la empresa ganaba miles de millones y a &eacute;l le costaba tener sus cuentas al d&iacute;a.<br />
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&ldquo;Trat&eacute; de explicarle temas como la presi&oacute;n de la oferta y la demanda sobre los precios, las malas pol&iacute;ticas del gobierno federal, la dependencia de importaciones caras y los problemas de los minoristas como &eacute;l. En realidad, &eacute;sos ser&iacute;an los casos t&iacute;picos de mis giras. A ese encargado le pareci&oacute; extra&ntilde;o que alguien como yo se tomase tiempo con un simple concesionario. En cuanto a m&iacute; mismo, acab&eacute; advirtiendo una cosa: si quien exhibe el logo Shell en el mameluco ve a la compa&ntilde;&iacute;a como el problema, algo no funciona bien.</p>

<p><br /> <strong>Pasando por alto al cliente</strong><br /> <br /> “Cada día, decenas de millones en el planeta paran en una estación de servicio. Para la mayoría, es la experiencia más negativa de la jornada. En Estado Unidos, el usuario minorista debe detenerse, salir del coche, localizar el surtidor, pagar por adelantado o ingresar un código si emplea tarjeta, cargar y, eventualmente, ir al baño, cerrado con una llave que ha de pedir en mostrador.<br /><br /> “Esta deliciosa experiencia requiere que los consumidores paguen sumas que no ven como justificadas a un gigante de quien no saben casi nada. Ah, sí ¿el usuario precisa asistencia mecánica u orientación local? Que se las arregle como pueda. Durante siete años, en una encuesta Gallup sobre preferencias del público en veinticuatro sectores, los combustibles ocuparon el último puesto. Si las principales petroleras atienden sus negocios al detalle en forma tan hostil hacia los clientes ¿deben sorprenderse de su pobre reputación?.<br /><br /> “No. Ni siquiera los productos son atractivos. Desde la extracción de crudos o gas –un proceso sucio- hasta que el refinado llega los automotores, las empresas hacen lo imposible para que las naftas, por ejemplo, ni siquiera se vean, toquen o huelan. Derrames o filtraciones de crudos o refinados no son sólo experiencias desagradables, sino también tóxicas o cancerígenas.<br /><br /> “Vender combustibles al detalle es algo secundario para las compañías, o sea una manera de sacarse de encima algo que insumió tiempo y capital para sacar del subsuelo terrestre o marino. Márgenes brutos de apenas 12 a 13% tornan el extremo minorista lo menos rentable del negocio, tan molesto como pobre fuente de valor agregado.<br /><br /> “Al mismo tiempo, las petroleras que controlan redes de estaciones suelen ser objetos de acciones antimonopólicas. Tras huracanes u otro tipo de catástrofes, siempre se esperan críticas de fiscales federales y estaduales que acusan a las empresas de subir precios o retacear oferta. En otra escala, las bocas minoristas de expendio suelen ser multadas por diversas transgresiones.<br /><br /> “En algunas compañías grandes, es preciso escarbar hasta el cuarto o quinto estrato para ubicar a quienes se ocupan de las estaciones de servicio. Tampoco hay interés en las cúpulas. Recuerdo que, en medio del alza operada a fines de 2005, un directivo petrolero le dijo al entonces jefe de la mayoría en la cámara baja, Dennis Hastert: ‘si los norteamericanos no quieren nuestra naftas, no importa, pues otros las comprarán afuera’. Y las petroleras todavía se preguntan por qué las detestan”. </p>

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