viernes, 22 de noviembre de 2024

¿Por qué Grecia acepta un plan mucho más duro?

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Es algo difícil de entender. Después de rechazar alternativas de rescate con exigencias menores a las que le acaban de ofrecer, el gobierno de Atenas las acepta a pesar del 60% del electorado que votó por el no. Y al que ahora Tsipras debe convencer, lo mismo que a su propio partido. ¿Cómo se explica esta aparente contradicción? Por Miguel Ángel Diez

Tal vez sea prematuro cantar victoria. Antes del miércoles el Parlamento griego debe aprobar el nuevo paquete de rescate, en apariencia –y en realidad también- más humillantes que los anteriores- donde los partidos pro europeos estarán a favor pro donde Tsipras debe convencer a buena parte de su partido Syriza, totalmente hostil a la propuesta.

Si lo logra, y es muy probable, Europa respirará aliviada ya que una nueva crisis en el continente afectará a los miembros de la UE y a todo el ritmo de crecimiento de la economía global. Pero aún así, con la aprobación comienza otra etapa. Negociar con los acreedores las particularidades del nuevo acuerdo, donde habrá momentos difíciles en especial teniendo en cuenta la intransigencia alemana.

¿Por qué razones el gobierno griego eligió recorrer este difícil camino, con más exigencias que en los casos anteriores?

En primer lugar, el paquete anterior  demandaba una ayuda de € 15 mil millones por breve tiempo. El nuevo ofrecimiento es por € 86 mil millones y a un plazo mucho más largo. Claro que no será fácil acceder a tan cuantiosas sumas. Hay condicionalidades explícitas impuestas que pueden encontrar resistencia de los griegos por considerar humillada su soberanía.

El acuerdo insinúa que puede haber reestructuración de la deuda por vencer e incluso que se pueden reducir los intereses pactados. Esta instancia tendrá lugar después de la primera “revisión positiva” que se haga en el futuro, según el programa final que se convenga. Es solo una promesa pero estimulante pues vendría acompañada por un fondo de inversión en euros por € 35 mil millones para proyectos griegos escalonados entre tres y cinco años.

Por otra parte, el resultado del referéndum tuvo un efecto distinto al supuesto. El rotundo triunfo del “No” fortaleció momentáneamente a Tsipras. Pero la reacción de los mercados fue exageradamente tranquila, como si a nadie le interesara demasiado la salida de Grecia del Euro, y eventualmente de la Unión Europea (excepto dentro de la misma Grecia) . Esto no estaba previsto por ninguno de los dos bandos. El fantasma de un desastre a corto plazo se esfumó, y reforzó la posición de los “más duros” como Alemania y Finlandia. Por eso, se le da más recursos y más plazo pero se le imponen nuevas y gravosas obligaciones.

Mientras tanto en casa, el escenario se agrava cada día y hasta los partidarios del “No” se ponen más flexibles. Sin bancos desde hace días, la vida cotidiana se torna invivible. La falta de moneda, de pagos, de mercaderías, todo se complica. La idea que vendió el gobierno era que el voto negativo en el referéndum era para fortalecer la posición negociadora griega. Pero nadie quiere salirse del euro que es el peligro inminente que afrontan ahora los griegos, si no se acepta el nuevo paquete.

Una conclusión bastante obvia es que después de meses de duro enfrentamiento, esto es lo mejor que se obtuvo. Una estrategia diferente de negociación –tal vez- habría logrado mejores resultados con menor tensión y sacrificios.

 

 

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