Es imposible saber lo que va a ocurrir, pero un punto de partida obligado es analizar las lecciones del pasado reciente y distante. Sobre esa base se puede pensar en forma constructiva sobre el futuro.
Hay varios elementos que sin duda estarán presente en la próxima normalidad, y que los líderes empresariales van a tener que analizarlos con cuidado.
- Volvió la distancia
A mediados de los 90 se popularizó la idea de que “la distancia había desaparecido”. La teoría era que las nuevas tecnologías basadas en la web y las telecomunicaciones habían hecho posible que la gente se comunicara y trabajara de modos diferentes que reducían el valor de la proximidad física.
El flujo de información se abarató, las cadenas globales de suministro tremendamente complejas podían entregar productos just-in-time de manera rutinaria. La creciente clase media de todo el mundo se largó a viajar al extranjero como cosa corriente. Incluso antes de que atacara la Covid-19, había señales de nerviosismo, expresada en pedidos de proteccionismo y políticas de inmigración más restrictivas. Se pensaba que así s pondría más distancia de los que no eran como uno.
- “¿Dónde están las nuevas teorías de management?” preguntó alguien en una reunión de ejecutivos, académicos y periodistas donde se discutía sobre el futuro del trabajo. Eso fue hace unos pocos meses y nadie esperaba que el futuro llegara tan rápido, o de esta forma.
La pregunta se había hecho muchas veces en reuniones de ese tipo. Las teorías juntan análisis con acción, especialmente en tiempos de cambio, cuando el futuro se vuelve impredecible y crece la ansiedad. Los gerentes necesitan teorías que les brinden claridad y tranquilidad.
3.- La moda de lo ambiental, lo social y de gobernanza sigue adelante. Las empresas se están convirtiendo en defensoras de los conceptos ESG (ambiente, social y gobernanza según siglas inglesas) llevadas por las promesas de que serán más rentables y valiosas si siguen el catecismo ESG, dicen lo correcto e invierten para mejorar sus calificaciones en ESG. Mientras tanto, los inversores institucionales, atraídos por la tentación de obtener más retornos mientras simultáneamente mantienen la conciencia limpia, colocan cientos de millones de dólares en las compañías “buenas”, con altas calificaciones en ESG.
Este bien podría ser un relato virtuoso – reza un reciente artículo publicado por la consultora McKinsey – pero también bastante exagerado y usado en demasía. Además, está respaldado por evidencia pobre o inexistente de las prometidas recompensas tanto para las empresas como para los inversores, y plagado de inconsistencias internas que debilitan su credibilidad.
Relacionada con ESG está la hipótesis de que el foco tradicional de las empresas en la riqueza de los accionistas, las llevan a adoptar políticas que son perjudiciales para la sociedad y deberían ser reemplazadas por una perspectiva más amplia, la de todos los stakeholders.
- COVID-19 está poniendo a las empresas de todo el mundo a merced de unas tremenda disrupción. En el corto plazo, algunas tendrán pérdidas devastadoras, disloque de operaciones y cadenas de suministro y problemas de liquidez y solvencia. Otras están haciendo frente a inusitados aumentos de demanda. En el mediano plazo habrá cambios duraderos en los mercados de consumo, en los entornos regulatorios y en el despliegue de personal. Los líderes y gerentes van a necesitar una gran capacidad de decisión y resiliencia para navegar a través de un camino económica y socialmente viable hacia la nueva normalidad.
- El formato tradicional del horario laboral de 9 a 5 está cambiando.
A mucha gente esta crisis le ha cambiado la fisonomía de su día laboral. Casi 4 de cada 10 personas en Europa comenzaron a trabajar desde su casa durante la epidemia. Es improbable que el día laboral vuelva a ser lo que era. El mundo de la empresa contempla un nuevo futuro, con un nuevo tipo de traslado al trabajo, nuevas oficinas y nuevos horarios.
- El sector gas y petróleo, que supo tener una valuación de US$ 3 billones (tres millones de millones) vale ahora menos que Apple. “El ritmo y escala del impacto social de la Covid-19 con su deterioro en la macroeconomía y la perspectiva de precios de las materias primas no tienen precedentes”, comunicó Shell a sus inversores.
A veces, una tecnología llega justo a tiempo para salvarnos de un problema distinto de aquel para el que fue creada. A principios de los años 1900, por ejemplo, llegó el automóvil justo cuando las ciudades que crecían se alarmaban porque el creciente número de caballos en las calles dejaría una cantidad intolerable de bosta.
Hoy vemos un fenómeno similar con tres tecnologías: el reconocimiento de la voz, el reconocimiento facial y el dinero digital. Ninguna fue inventada para ayudarnos a hacer frente al Covid-19, pero recientemente las tres adquirieron importancia para el mundo posterior a la crisis permitiéndonos evitar tocar cosas que mucha otra gente ha tocado.